LA HONESTIDAD DEL SILENCIO MATERNO
En ¿Eres mi madre? (Reservoir Books, 2012) la exploración sentimental de las raíces familiares se vuelve incierta y, por momentos, extraña, desagradable. Alison Bechdel rompe la contención de su anterior obra con una radiografía inestable y arrolladora de sus propios miedos, personales y profesionales, y el impacto que estos tuvieron desde su juventud, a mediados de la década de los ochenta, hasta ahora. Se trata, en ese sentido, de una obra con un peso autobiográfico mayor y expandido que cuenta su frustración y envidia hacia otros autores gays o lesbianas, la relación con sus distintas terapeutas o la huella del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) que padece desde niña. Cada uno de estos elementos permite indagar en su personalidad y, a la vez, ofrece pistas sobre su difícil y ambigua relación con su madre. Distante y enigmática, la figura materna se erige como el elemento, según la propia obra, a destruir y recomponer. Debido a esto, su presencia es ubicua durante cada uno de los capítulos y, aun en su ausencia, los traumas y asuntos sin resolver que ella ha suscitado desde su infancia, la de Bechdel, afectan a su modo de afrontar el mundo y las relaciones humanas.
Sería fácil, entonces, decir que es esa figura materna la principal organizadora del discurso, pero eso obviaría y no concedería la importancia que le da la autora norteamericana al psicoanálisis. Hay una construcción intelectual muy fuerte en esta obra, lo que supone un doble filo a la hora de valorarla. Sin entrar en la cuestión de la validez actual del psicoanálisis, tema, como poco, controvertido, que ha dado lugar a diferentes posturas de aceptación o rechazo total, su elección conlleva un riesgo alto. A diferencia de menciones literarias a autoras como Virgina Woolf o Adrienne Rich, cuya influencia también se deja notar en esta obra, que dejan entrever cierta universalidad y matices poéticos, la complicada jerga psicoanalítica lastra, en ocasiones, la narración. La elección del psicoanalista infantil D. W. Winnicott, de hecho, está enfocada a ofrecer una descripción más clara, en contraste con las exposiciones de Lacan o Freud, como la propia autora reconoce en varias ocasiones (Bechdel, 2017: 217). No obstante, la continua insistencia en sus teorías durante toda la obra, unida a la interpretación de los sueños, que abren cada capítulo, y a las sesiones de terapia, crea, a pesar de la intención de ligereza, cierto alejamiento y pesadez, inexistentes en su obra anterior.
A pesar de todo esto, las tesis psicoanalíticas van ilustrando la dependencia, la autonomía y los roles subjetivos, en general, entre una madre y su hija. Ahí reside, en realidad, el principal elemento de organización del relato, ya que las diferentes interpretaciones del psicoanalista infantil, desde sus primeras obras hasta los últimos escritos antes de fallecer, ofrecen una evolución sobre el proceso de extrañeza, frustración y superación de la figura materna. Es esta línea actual la que se va entrecruzando con otra más sentimental, biográfica, creando una serie de contrapesos en los que, por momentos, una deja de lado a la otra, e incluso la anula. Esta dinámica le permite a Bechdel, con sus luces y sombras, ejecutar una narración que sucede en distintos momentos de su vida. Sin ningún tipo de orden cronológico ni solución de continuidad explícita, acaso guiada por ese collage emocional y filosófico, se van sucediendo imágenes que van desde su infancia hasta la recepción posterior de la obra, en 2013. Hay, por tanto, un diálogo temporal a varias voces esencial para la cohesión de la obra, pues va conectando, en un aparente desorden, diferentes momentos en los que se prolonga el mismo problema psíquico en ella, su madre, sus parejas, o sus terapeutas, otra de las figuras fundamentales, en su papel secundario, de reconciliación y solución de problemas psíquicos.
En paralelo, y con el mismo empeño introspectivo y compulsivo que rodea toda la obra, la historia también recorre sus éxitos y fracasos laborales. Aunque los momentos iniciales están situados hacia la mitad de la obra, la historia también da cuenta del proceso de concepción, escritura y recepción familiar de Fun Home en 2006 y la finalización, con sus comentarios, de ¿Ahora eres mi madre? en 2012. De esta manera, se pueden señalar hasta tres líneas narrativas que se complementan, expanden y alumbran entre sí: a) el retorno traumático de la madre, su efecto psíquico, y las conversaciones telefónicas que mantienen a diario; b) las teorías psicoanalíticas sobre el fetiche, la formación del Yo y el papel de la madre en los primeros estadios del niño; c) la frustración, envidia y perseverancia en dibujar historietas de corte biográfico. Solo así, con la disección profunda del origen y los modos que ella, Alison Bechdel, tiene de expresar sus sentimientos, pasa de ser la narradora a convertirse, también, en una de las protagonistas principales. Sería tentador, por tanto, adscribir la obra a una finalidad catárquica, aunque ello eliminaría la intensa ambigüedad y los detalles complementarios de la relación entre ambas (su distanciamiento y su comunicación diaria, sus intereses comunes en autores distintos, etc.) y pondría casi todo el peso narrativo en la solución, más que en el registro de todo el proceso. No hay, en ese sentido, elementos que intensifiquen el drama, sino que todos los hechos que ocurren, hasta los más íntimos, están contados con una franqueza absoluta, lo que aleja cualquier tipo de hermetismo. Como dice la propia autora: “Puede que me sintiera algo aliviada al escribir el libro sobre mi padre, pero con el de mi madre me ha sucedido justo lo contrario. Ahora me siento más confusa y aún estoy intentando averiguar por qué” (Martín, 2012).
En el plano formal, como resultado de todo lo expuesto, podemos decir, sin lugar a dudas, que nos encontramos ante un cómic que requiere gran atención en su lectura. Con la salvedad del efectismo en el final, copia del cierre de su anterior obra, Fun Home, que deja un sabor existencial, ¿Eres mi madre? aparece plagada de elementos que varían su composición y su modo de exposición constantemente: e-mails, periódicos, pantallazos de ordenador, diarios, extractos teórico-literarios, etc. Transcritos con gran detalle, estos elementos sirven de apoyo para la narración principal, en su declarado intento de transparencia absoluta con la realidad, y aportan otros puntos de vista que complementan el monólogo de Bechdel a lo largo de toda la obra. A su vez, esto se traduce gráficamente en una multitud de planos diferentes que aportan diversidad a la secuenciación tradicional en viñetas, desarrollada aquí por la autora con la soltura de la obra anterior. Plasmando, casi siempre, entre cuatro y seis viñetas por página, con especial atención a los primeros planos, las expresiones de los personajes cobran especial relevancia, que la autora traduce con singular habilidad. Si en Fun Home el trazo era rotundo y cuidado al milímetro, ahora deja paso a cierta espontaneidad, menos idealizadora con los personajes, que se completa con tonalidades grisáceas y la omnipresencia del rojo como único contraste, quizá materialización de la sangre o del sillón de las terapias.
Aunque ya no se trata de la autora bestseller que deslumbró a todos con una visión diferente, fresca y temprana del cómic autobiográfico, dentro de lo que hoy se denomina novela gráfica, ¿Eres mi madre? es una lectura más que recomendable por todas las innovaciones que introduce en el género, así como por el pulso obstinado que mantiene Bechdel a la hora de estructurar la narración y transmitir sus propias inseguridades, obsesiones, que la hacen tan humana como cualquiera de nosotros.
Bibliografía
— Bechdel, A. (2017). ¿Eres mi madre? Barcelona: Reservoir Books.
— Martín, I. (2012). “La novela gráfica como terapia familiar”, en ABC. Recuperado de: http://www.abc.es/20120915/cultura-libros/abci-alison-bechdel-201209101347.html. (Consultado el 22 de marzo de 2018).