«Toda buena pintura y escultura de desnudo es sexualmente estimulante… Ningún desnudo, a no ser abstracto, debería dejar de levantar en el espectador algún vestigio de sentimiento erótico, aunque sea una sombra apenas perceptible.»
KENNETH CLARK [1]
El propósito inicial de esta nota fue abordar el período comprendido entre 1970 y 1990, que marcó la verdadera “madurez sexual” de la historieta argentina. Sin embargo, la riqueza del material encontrado durante el proceso de investigación y la necesidad de buscar los orígenes de aquella transformación nos llevó a dejar de lado la idea original, ampliando el período bajo análisis a las siete décadas que median entre los años cuarenta y la actualidad.
A los efectos antes citados hemos incorporado referencias sobre la vida cotidiana, el periodismo y el cine de determinadas épocas, de manera de brindar al lector un panorama más completo de las situaciones que se van exponiendo. Respecto a la premisa básica de la nota, hablar de erotismo y sexo con la mujer como referente principal y reflexionar sobre su uso en la historieta con fines erotizantes y pornográficos, pedimos disculpas si tal vez hemos relegado la reflexión en beneficio de la crónica.
Por último, una referencia sobre los términos erotismo y pornografía. Mientras que según ciertas opiniones (la de Joyce por ejemplo) el arte erótico y la pornografía son polos opuestos, para otras no hay razón alguna que justifique distinguir entre ambos. No es tema de esta nota opinar al respecto, pero sí resulta válido aclarar que usaremos aquí la palabra erótico / erótica para definir aquellos trabajos que privilegian el desnudo femenino o las representaciones más sutiles del acto sexual, reservando los términos “pornografía” o “pornográfico” para los sexualmente explícitos, pero sin asignarle a ninguno de ellos connotación peyorativa alguna.
APROBADA EN CASTIDAD
Salgari nº 52, una de las revistas capitales de la edad de oro de la historieta en Argentina.
Casta, inocente, pura. Tales los adjetivos que en un primer momento se nos ocurren mientras repasamos revistas de historietas editadas en la Argentina desde finales de los años treinta y toda la década siguiente, período éste último opacado por el brillo del decenio posterior pero que vio surgir títulos como Pandilla, Emociones, Fenómeno, Episodios, Bicho Feo, Historietas, Espinaca, Aventuras o Narraciones, revistas que se sumaron a las ya existentes (El Tony, El Gorrión, Ra-Ta-Plan y Pif-Paf) y a las editadas también en los cuarenta pero más conocidas como Salgari, Misterix, Rayo Rojo y Patoruzito. Hay, claro, ciertas excepciones que ya comentaremos, pero en general la historieta argentina de esas épocas seguía fielmente las pautas morales entonces vigentes, por lo cual la representación gráfica de la mujer en función abiertamente erótica le estaba vedada.
En ese contexto, las mujeres más atractivas y generadoras de una cierta “inquietud” provenían de las series extranjeras que se publicaban entre nosotros. Podía ser la princesa Aleta, siempre sugerente con esas túnicas con que la vestía Harold Foster; Daisy Mae o algunas de las otras curvilíneas mujeres que iban detrás del inocente Chiquito Abner; quizá una de las bellas malvadas de Terry y los piratas o Steve Canyon (que sepamos Miss Lace fue patrimonio exclusivo de los soldados yanquis) o algún personaje femenino de Flash Gordon. También tenían lo suyo las mujeres creadas por Aurelio Gallepini, el primer dibujante de Tex Willer (para nosotros Colt, el Justiciero) y ni que hablar de las reinas o sacerdotisas que solía encontrar Tarzán en alguna ciudad oculta en la selva, a condición claro está de que fueran las dibujadas por Bob Lubbers, uno de los maestros de esa categoría que los norteamericanos llaman “Good Girl Art” y creador junto con Al Capp de la bella Long Sam, que publicó la revista uruguaya Bandera Negra.
Como para no dejar totalmente de lado la producción nacional podríamos sumar al anterior inventario a un dibujante argentino. Se trata de Oscar Novelle, cuya buena mano para el dibujo de mujeres puede apreciarse en trabajos suyos realizados en las revistas Aventuras e Historietas entre 1947 y 1948, tales como “El Renegado”, “La Isla del Destino” o “La Diosa Blanca”, historias que, por transcurrir en lugares exóticos, eran propicias para la aparición de heroínas que mostraban “un poquito más” que lo que era habitual entonces en materia de cuerpos femeninos.
Pésima cocinera pero excelente piloto, la Chica Aérea luce sus piernas en un ejemplar de la revista Episodios publicado en 1948. |
A la misma época, es decir finales de los años cuarenta, corresponde también otro personaje femenino respecto a cuya inclusión en este listado nos surgen dudas, pese a que en ciertos trabajos sobre la historieta nacional se la califica como la primera heroína sexy de la Argentina. Ese personaje era Pantera Bionda, publicada en Italia a partir de abril de 1948 y cuyo esplendido cuerpo apenas cubierto por un dos piezas de piel de leopardo despertó la ira de la censura de su país obligando a los autores a modificar tan audaz vestimenta, cosa que sucedió a partir del nº 40 de la revista en que aparecía. Poco tiempo después, en septiembre de 1948, comienza a publicarse en la Argentina la revista Misterix, que tenía entre sus atracciones a Pantera Bionda, rebautizada como La Pantera Rubia. Lamentablemente los lectores argentinos no pudieron apreciarla en su magnífica desnudez inicial ya que, curándose en salud, Editorial Abril publicó un material postcensura en el cual la heroína aparecía cubierta con una especie de solero que le llegaba por debajo de las rodillas, vestimenta que le restaba atractivo y además poco apropiada -se nos ocurre- para perseguir bandidos o soldados japoneses en las selvas de Borneo, escenario habitual de sus aventuras. Sin embargo dicha indumentaria solía ser modificada cuando el personaje aparecía en la tapa de la revista, ocasión en la que el largo de su vestido se reducía drásticamente hasta convertirse en algo similar a una minifalda, lo que visto con la mirada de esa época posiblemente justificara aquel calificativo de “la primera heroína sexy” de la Argentina.
ANDANZAS DE UN PIGMALIÓN PORTEÑO
«Allá por los años cuarenta, Buenos Aires era una ciudad de lo más formalita. Vestida de un gris discreto muy paquete, muy de París (…) Pero de pronto a esa ciudad circunspecta le nació un duendecillo narigón y travieso. Una suerte de fauno bailarín y divertido que en lugar del caramillo o la siringa llevaba en su mano derecha un pincel mágico y en la izquierda un cigarrillo siempre encendido (…) aquel fauno alegre y narigón repintó la ciudad, la volvió colorida y bochinchera (…) A las mujeres les estrechó la cintura, les amplió las caderas, les embelleció las piernas enseñándolas a lucirlas en todo su esplendor acortando las faldas. Les cambió el peinado, les dibujó otros ojos y otros labios…» [2]
La historia es bastante conocida: Divito comenzó a modelar sus chicas en la revista Patoruzú, pero las restricciones que le imponían para dibujarlas como a él le gustaban, «con mucho de esto y bastante de esto otro», le impulsaron a crear su propia revista, Rico Tipo, cuyo número inicial asomó en los kioscos el 16 de noviembre de 1944 para convertirse de inmediato en un gran éxito de ventas, éxito no solo sostenido por aquellas sensuales mujeres y ciertos personajes arquetípicos, sino también por un equipo de colaboradores de primer nivel, tanto en lo periodístico como en lo gráfico. Si Patoruzú era una revista humorística, Rico Tipo le sumaba al humor una dosis de picardía hasta entonces no conocida. La despampanante secretaria sentada en las rodillas de su jefe o una no menos espléndida mujer sorprendida “in fraganti” por su esposo o novio oficial eran situaciones habituales que mostraba la revista. Por otra parte, el material humorístico era condimentado con fotos de actrices de Hollywood o del teatro de revistas porteño, espectáculo de gran auge en la Argentina de los años cincuenta y donde reinaba una vedette digna del lápiz de Divito: Nélida Roca. De esta manera, el humor hacía en materia de erotismo y de exaltación del cuerpo femenino lo que la historieta “seria” estaba aún muy lejos de poder intentar. Así lucían las desprejuiciadas Chicas de Divito en un Rico Tipo de 1954.
Y ya que nos hemos puesto “verdes”, dos datitos más para completar este pasaje de la nota: tiempo atrás, el actor y coleccionista Miguel Dao dio a conocer en su blog Historietas-Cine-Teatro algunos datos acerca de la casi clandestina revista Cornudito, cuyas tapas al menos eran decididamente pornográficas. Cornudito, al parecer, era realizada en Uruguay, circuló entre los años cuarenta y los sesenta, y en ella colaboraron varios de los dibujantes de Rico Tipo. Relacionado a esto agreguemos que, según un testimonio que nos merece fe, en las antiguas oficinas de Rico Tipo (ocupadas luego por la revista Lupín) el cajón de uno de los escritorios guardaba celosamente gran cantidad de dibujos porno realizados a manera de pasatiempo por colaboradores de la famosa revista.
La sugestión de una heroína importada: Lorna, luciendo su físico en un ejemplar de Pimpinela del año 1959. |
De todo lo que hemos referido se desprende que, salvo las excepciones apuntadas y algún otro caso que se nos escapa, el doctor Wertham no habría tenido demasiado trabajo entre nosotros denunciando la supuesta corrupción de la juventud argentina por parte de la historieta. Los que sí comenzaban a trabajar a destajo eran los censores cinematográficos, sobre todo a partir de 1958, cuando Isabel Sarli apareció bañándose desnuda en El trueno entre las hojas, la primera de más de una veintena de films que la convirtieron en verdadero mito sexual de los argentinos. Sarli, junto con Libertad Leblanc, Zulma Faiad y otras estrellas y “estrellitas” del teatro de revistas, serían una presencia permanente en publicaciones picarescas como las reseñadas anteriormente.
Uno o dos años antes de esa experiencia de Clemen, Juan Zanotto había dibujado una historieta también ubicada en los tiempos prehistóricos titulada “Ucan el legendario” que bien podría considerarse un borrador de las series que desarrollará años más tarde, con la diferencia que entonces su dibujo aún no había alcanzado el nivel de calidad que adquiriría después, por lo cual la figura de la compañera de aventuras del protagonista no tiene las insinuantes formas que caracterizarán a sus futuras heroínas.
Por otra parte y ya en el plano político se producen reiterados quiebres del orden constitucional y finalmente la entronización de un gobierno militar de facto conocido como Revolución Argentina, a cuyo frente se encontraba Juan Carlos Onganía, un obtuso general muy vinculado a la Iglesia católica y a un sector laico de la misma, “el cursillismo”. A la sombra de este régimen y de su particular visión de cómo debía ser la sociedad argentina actuaron diversos guardianes de “la moral y las buenas costumbres”, tal el caso del tristemente célebre comisario Margaride, que allanaba albergues transitorios (hoteles por horas, “telos” en la jerga popular) en busca de consortes infieles, o perseguía a parejitas por besarse en público. A dicho energúmeno se le sumaría luego Miguel Paulino Tato, de profesión crítico cinematográfico, cuyas tijeras mutilaron centenares de películas y que tenía como principal objetivo de su afán censor a Armando Boo, pareja de Isabel Sarli y director de sus películas. En ese ambiente represivo muchas parejas utilizaban como escenario para sus expansiones amorosas un lugar conocido como “Villa Cariño”, un sector de los Bosques de Palermo cercano al Aeroparque de la ciudad de Buenos Aires, pero eso a condición de que tuvieran auto, y de todas formas, nadie les garantizaba nada.
Sexina, con reminiscencias de las erotizadas heroínas europeas de los sesenta.
Si nos hemos desviado algo del tema central es porque pensamos que las anteriores pinceladas son oportunas para apreciar el clima de época y los riesgos a que se exponían quienes hubieran querido poner un toque de sexo en lo que eran los tópicos habituales en la historieta, el género bélico, el western, las adaptaciones de novelas famosas, etc. Claro que siempre hay alguna excepción, y en este caso vino desde un lugar poco común. En 1966, el mismo año en que Onganía tomó el poder, cundía en Argentina la fiebre de los “ejecutivos”, es decir, de aquel personal directivo que ostentaba un rango importante en la conducción de las empresas y consecuentemente un alto poder adquisitivo. Todo era “para ejecutivos” en aquellos tiempos, perfumes, vinos, departamentos, autos… una verdadera manía de la cual se burló María Elena Walsh en su canción titulada precisamente “Los ejecutivos”. Y para ellos fue también la revista Adan ("Entretenimiento para gentilhombres"), que lanzó Editorial Abril en 1967, una modesta imitación de Playboy que al año siguiente incorporó a sus páginas un trabajo de Hugo Gil y Mario Bertolini: “Sexina”, un vago y difuso eco de aquellas erotizadas heroínas europeas como Barbarella, Scarlett Dream, Jodelle o Saga de Xam, de las cuales solo Barbarella sería conocida en Argentina merced a su versión cinematográfica, mientras que Valentina fue publicada por la revista Literatura Dibujada en 1968.
— Más allá del terror. Mo-Pa-Sa fue el sello editor creado por José Alegre, un señor entre cuyas hazañas figura haber publicado historietas de Superman sin el permiso de la DC Comics, o revistas basadas en conocidas series de televisión sin pagar jamás derechos de autor. Además de todo esto, Alegre publicó títulos como Más allá del terror o Profesor Macabro, en cuyas tapas no faltaba nunca una mujer semidesnuda a punto de ser atacada por un monstruo degenerado, un émulo de Frankenstein o un sucesor de Drácula. Es posible que esta revista apareciera ya a finales de los sesenta, al igual que Vampirella, realizada por Editorial Mazzone bajo licencia de Warren.
Una cierta audacia se aprecia en el número inicial de la revista Top, en 1971. El desnudo femenino, siempre presente en las revistas de terror de Editorial Mo-Pa-Sa.
— Las fotonovelas eróticas. Abastecidas mayoritariamente con material italiano (aunque omitiendo los fotogramas más osados), estas revistas fueron realizadas por dos editores también vinculados a la historieta: Nueva Frontera, que producía las fotonovelas Satanik y Kriminal, y Dossier Negro y Ruffus en materia de historietas de terror, en tanto que Alfredo Scutti tenía como principal y más exitoso título a Killing (también publicaba Araña Negra, Yorga, Namur y Goldrake), que se transformará luego en personaje de historieta.
SATIRICÓN: MEMORIAS DE UN PERIODISTA RUSO
Aunque en sus páginas predominaron el humor gráfico y las notas periodísticas, no faltaron en ellas algunas historietas humorísticas que iban desde las parodias realizadas por Fontanarrosa o Pérez D’Elías, pasando por Los viajes de Gulliverty y los apuntes costumbristas de Grondona White, hasta llegar a las dos más asociadas a temas sexuales: El Sátiro Virgen, de la dupla Fernandez-Branca, y El marqués de Sade, de Blotta e Izquierdo Brown. Clausurada inmediatamente después de la muerte de Perón –en julio de 1974– Satiricón volvería a aparecer a comienzos de 1976 para ser nuevamente clausurada tras unos pocos números. En esa segunda y breve etapa se publicó la historieta “La Pochi, rápida pa’ los mandados”, con guión del periodista Rolando Hanglin y dibujos de Sergio Izquierdo Brown. La Pochi podría ser definida como una Little Annie Fany de barrio, una chica mas bien inocentona pese a la condición de “ligera” que le adjudica el título de la serie, cuyo cuerpo es codiciado –y poseído– ya sea por el dueño de una verdulería o por dos enfermeros en el interior de una ambulancia, situaciones que, obviamente, no se explicitan gráficamente sino que quedan implícitas en las onomatopeyas y las frases de doble sentido insertas en los globos que asoman desde los lugares donde transcurre “la acción”. En lo físico, y a diferencia de la creación de Kurztman y Bill Elder, la Pochi tenía más de Popeye que de Marilyn Monroe: sus antebrazos eran más anchos que los brazos y las piernas mucho más gruesas que los muslos, pese a lo cual el efecto de conjunto era sumamente eficaz. Con posterioridad al cierre de Satiricón, la Pochi fue publicada en España, pero esta vez en colores y con dibujos de Daniel Branca, uno de los realizadores de El Sátiro Virgen. Tómese esto como una opinión muy personal, pero aun con ese aspecto de Popeye con pollerita, La Pochi merecería figurar en un seleccionado de las “diosas” de la historieta argentina. El debut de “El Sátiro Virgen” en el Nº 1 de Satiricón, aparecido en Noviembre de 1972.
"La Pochi" por su dibujante original: Sergio Izquierdo Brown. Revista Satiricón, 1976. Imagen tomada (como la siguiente) del blog El oficio del plumín, de Diego Parés. "La Pochi" en la versión que Daniel Branca hizo en España en los años setenta
Que la temperatura de la historieta argentina venía subiendo en los años setenta y preferentemente en lo humorístico lo prueban otros dos casos. El primero es Piturro, nacido en 1974 en las páginas de la revista cordobesa María Bizca y que luego alcanzará su propia y exitosa revista. Poco amante del trabajo (salvo algunos empleos temporales), el personaje creado por el dibujante Julio Olivera vivía situaciones que lo involucraban con mujeres de amplio físico y reducido vestuario. Por su parte, Don Nicola –creado por Héctor Torino en 1937– se ponía a tono con los tiempos y aparecía protagonizando algunos episodios con atractivas jovencitas, dejando un tanto de lado el perfil que lo había caracterizado en los tiempos iniciales de la serie: un “tano” simpático, eterno componedor de los enredos que generaban los curiosos inquilinos del “conventillo” que tenía a su cargo.
¡ORGÍAS ERAN LAS DEL NEOLÍTICO!
En 1974, Alfredo Scutti, que se había cansado de vender revistas de fotonovelas eróticas (al agotarse el material original de Killing debieron rodarse nuevos episodios en Argentina), decidió aprovechar sus contactos italianos para lanzar una línea de revistas de historietas, género que conocía muy bien ya que se había iniciado como dibujante en Totem, publicación de Editorial Fascinación, de Alvaro Zerboni. Ya a partir de los dos primeros títulos de Ediciones Record (Skorpio y Corto Maltes) se observa un enfoque más adulto respecto al sexo, con desnudos femeninos más audaces, escenas de alcoba e incluso violaciones, como sucedía con frecuencia en la serie Precinto 56. Si hasta Nekrodamus, en el largo peregrinaje en búsqueda de redimirse de su condición de demonio, tendrá también algún momento de solaz en una alcoba renacentista. Este cambio respecto a lo que era la historieta argentina de la época pudo deberse a que Record colocaba su material en un mercado más abierto a esos temas como era el italiano, pero también –quizás– a que el editor consideraba que localmente estaban ya dadas las condiciones para dar esos pasos.
El afortunado Henga, en una entretenida orgía neolítica. Skorpio nº 6, febrero de 1975. Bajo estas líneas: “Hor, hijo de Henga” en Skorpio nº 31, mayo de 1977. | |
A partir de los trabajos ya mencionados, la producción de Juan Zanotto estará plenamente asociada con el arte erótico, ya sea en las publicaciones que realizó en la edición argentina de Playboy en los años noventa como en la mayoría de las series que ilustró, entre ellas Starlight, escrita por Robin Wood, u Horizontes Perdidos, donde asumió también el papel de guionista y de la cual surgiría Falka, una heroína al estilo de Bárbara poco difundida en la Argentina pero que protagonizó varios álbumes editados en Italia.
Por su misma índole, los diarios han debido ser siempre más conservadores en cuanto al material de historietas que ofrecen, pese a lo cual el erotismo no estuvo ausente de los diarios argentinos. Crónica –uno de los vespertinos de mayor éxito en su tiempo– tenía como atracción de su página de historietas a un personaje creado por el español Ignacio Hernández Suñer (Iñigo), quien la bautizó como Lolita, nombre con connotaciones sexuales si lo hay aunque en este caso no se trataba de una adolescente sino de una mujer adulta.
En 1975, Carlos Trillo y Altuna crean El Loco Chávez para la última página del diario Clarín. Tras un comienzo anodino, la tira va creciendo en el interés de los lectores, no solo porque la acción se traslada a las calles porteñas y a escenarios familiares sino también por las mujeres que dibuja Altuna y entre las que sobresale Pampita, la novia del protagonista. Será el inicio de una trayectoria a nivel internacional que lo consagrará como un maestro de la historieta erótica, catapultándolo incluso a las páginas de Playboy y sus diferentes ediciones internacionales. Un años antes del lanzamiento de El Loco Chávez había comenzado a publicarse también en Clarín, pero en sus páginas interiores, El regreso de Osiris, fantaciencia (así se la definía en la presentación) realizada por el guionista y dibujante Alberto Contreras, que en este caso asumía ambos roles para convertirse en autor integral de la obra. Calificada como la primera space opera argentina, esta serie –que quedó trunca en 1979 por la súbita muerte de Contreras– se ha convertido en objeto de culto y cuenta con más de una página en Internet en las cuales sus seguidores aportan material a efectos de reconstruir los episodios publicados. Si bien en la tira el autor deslizaba conceptos religiosos y toques místicos, las mujeres que dibujaba eran muy “terrenales” (aun las de otros planetas) y tenían como rasgo distintivo la opulencia de sus formas, opulencia que no lograban ocultar –mas bien lo contrario– los uniformes en que estaban enfundadas. La rotunda anatomía de los personajes femeninos de la tira “El regreso de Osiris”, publicada en el diario Clarín en los años setenta.
A partir de El Loco Chávez, el desnudo femenino y alguna que otra audacia serán moneda corriente –siempre dentro de ciertos límites– en la contratapa de “El gran diario argentino”, culpable –al menos en la curiosa opinión de los simpatizantes del actual gobierno– de cuanto mal haya padecido el país en los últimos siglos. Tras el Loco llegó otro periodista imaginado por Carlos Trillo: El Negro Blanco, mucho más atildado que su antecesor así como la elegancia y el buen gusto son sellos distintivos del estilo de su dibujante, Ernesto García Seijas. En esa tira, que se prolongó hasta mediados de los noventa (cuando regresó Altuna con “El Nene Montanaro”), apareció una figura femenina que sin llegar a los niveles de popularidad de Pampita también supo hacer carrera, hablamos de Flopi Bach, novia del protagonista y periodista novata cuyos rasgos parecían inspirados en los de la modelo y luego actriz Araceli González. Esa popularidad de Flopi se tradujo en su aparición en 1991 en la portada de la versión local de Playboy y en historias mucho más osadas que vivió en las páginas de la revista Puertitas, en parte recopiladas en un álbum a todo color de la Colección Maestros del Erotismo editado en España por RBA en 1998 con el título de Las aventuras eróticas de una periodista argentina.
Por su parte, Blotta, luego de su regreso al país, editó en 1980 la revista de historietas ¡Bang! (que no pasó de unos pocos números) para posteriormente volver a publicar Satiricón y nuevos títulos como Eroticón y Politicón, que no alcanzaron el suceso de las revistas de Ediciones de La Urraca. Es que, mientras las revistas de Cascioli eran transgresoras en el tratamiento de los temas sexuales pero siempre en una línea que preservaba el buen gusto, las de Blotta solían caer frecuentemente en lo escatológico, como por ejemplo la revista La Cotorra, que apareció en 1985 y cuyo título toma un término de la jerga popular para designar a la vulva.
“Polución nocturna”, de Trillo y Alberto Dose, en Superhumor, 1981. |
Pocas son las mujeres que en la Argentina se han dedicado con continuidad a la historieta y menos aún las que abordaron desde el humor o la historieta los temas eróticos, y fue mérito de Ediciones de la Urraca permitirles canalizar esos trabajos. Como ejemplo citaremos al trío integrado por María Alcobre (colaboraciones en Superhumor y Sexhumor), Maitena –que mucho antes de consagrarse con "Mujeres alteradas" realizó trabajos tales como “Coramina” (un cómic con mujeres muy reales), “La fiera” (una especie de sexópata) y “El langa” (un oficinista que presumía de sus supuestas conquistas)–, y finalmente Patricia Breccia, quien en un reciente reportaje afirmó respecto a sus creaciones: «Las minas que yo dibujo parece que tienen frío a veces. Están desnudas, pero la actitud corporal es diferente, son eróticas, pero tienen otra mirada».
Éxtasis, Amor y Sexo, Placeres privados, Destape, los títulos no dejan lugar a dudas sobre el contenido de estas y otras varias revistas que, generalmente acondicionadas en bolsas de plástico impresas en colores oscuros, aparecieron en los kioscos argentinos a inicios de los años ochenta, coincidiendo con el período que medió entre el tramo final del régimen militar y los tiempos iniciales de la recuperada democracia. A esa galería de desnudos y de fotonovelas (donde ahora ya había sexo explícito) se sumó en 1984 la que según nuestras anotaciones es la primera revista dedicada a la historieta pornográfica: Historietas Sex, una realización de Editorial Inédita (vinculada posiblemente a Editorial Perfil, que se ocupaba de la distribución) que contó con la colaboración de dibujantes conocidos como Julio César Medrano, José María Massaroli o Ramón Gil. Su material –ecléctico por cierto– incluía desde una adaptación de El amante de lady Chaterley o de cuentos del Decamerón o de Las mil y una noches hasta historias de ambiente local como “El profesor Infinito”, “Tito el camionero, rey del enganche” y otros mas exóticos como “Shen Si, el sacerdote del Kama Fu”, la religión del amor y el sexo. Esa diferencia temática se daba también en cuanto al material gráfico, más sutil en ciertos casos y abiertamente pornográfico en otras.
Tapa de Historietas Sex nº 4 aparecida en octubre de 1984. Uno de los cuentos de Las mil y una noches adaptado en Historietas Sex nº 8, diciembre de 1984. Sexo Historias, otro de los escasos títulos de revistas condicionadas que se editaron en Argentina. Nº 8 de abril de 1991.
Sin embargo, y a diferencia de países como México, donde se han publicado numerosos títulos de tiradas masivas, las revistas de historieta de sexo explicito no han tenido en la Argentina mayor aceptación, a tal punto que recién varios años después encontramos algo similar a Historietas Sex, en este caso la Colección Sexo Historias, “comic para adultos”, según lo advertían sus portadas, en las cuales, para despejar cualquier duda, se incluía una franja roja en la cual podía leerse “sexo explicito - sexo total”. El nº 8 de esta revista, publicado en abril de 1991, presentaba dos historietas: “La corsaria negra”, en la cual dos mujeres al mando de un barco pirata utilizan a uno de los miembros de la tripulación para satisfacer su lujuria y luego eliminarlo (no fuera que anduviera luego por ahí vanagloriándose), y la restante “Pagando el pato”. No hay datos de guionistas ni de dibujantes, cuyos trabajos, al menos en los casos comentados, son bastante elementales. En la misma edición se publicita una revista de fotonovelas “de alto voltaje” y una revista de humor gráfico cuyo protagonista tiene por nombre “Pa’Getti”, título que cobra sentido si se aclara que en Argentina paja es sinónimo de masturbación.
Más del erotismo precursor en los ochenta: “Pétalo, la chica 10”, en la revista Operación Ja-Ja nº 8, diciembre de 1981. |
Quizá lo más destacado de la estrategia de venta de Fierro fueron sus tapas, dibujadas inicialmente por Oscar Chichoni: aquellas mujeres poseídas por bestias metálicas o ellas mismas una mezcla de carne y metal, un estilo que sería imitado por otras revistas de la época, como Trix o Reo. “Revista mítica”, “la mejor revista de historietas que se publicó en la Argentina” o “la más prestigiosa” son calificativos que suelen escucharse respecto a Fierro, basados en parte en la realidad, pero también debido al hecho de que fue el primer encuentro con la historieta de muchos de los que escriben hoy sobre el tema en nuestro país, idealizándola como tal vez los de mayor edad idealizamos a Hora Cero o Misterix.
LAS FOTOCOPIAS DEL SEÑOR LÓPEZ
De dichos datos se desprende que Solano López se inició en la historieta erótica a mediados de los años ochenta, cuando residía en Brasil, siendo unos de esos primeros trabajos las Sexy Symphonies, moderadamente eróticas en sus comienzos pero cuyo voltaje iría subiendo luego a pedido de los editores. A dicha obra se sumarán luego las series Empire of Sin, London Babilón y The Eternal Dream, a lo que habría que sumar Young Witches –es decir, El Internado–, donde se narran las peripecias de dos jóvenes, Lilian y Agatha, en un supuesto hogar para huérfanas que sirve de fachada a una secta que celebra ritos de iniciación y culto a la diosa Ishtar y en el cual un gigante subnormal sirve de semental para asegurar la eterna descendencia femenina de la secta. La serie tuvo dos secuelas, El burdel del Dr. Jekyll, ambientada también en la Londres de fines del siglo XIX, en la cual aparecen como personajes Sigmund Freud y Sherlock Holmes, y El Imperio de Shet, que transcurre en la mítica ciudad de Cibola. «Sus historietas eróticas obtuvieron gran popularidad en función de la voluptuosidad de sus chicas y por el atrevimiento de sus propuestas eróticas, lo cual le llevó incluso a las páginas de Playboy», dice la ficha existente en Tebeosfera, que señala al sello Fantagraphics como el artífice de la gran proyección internacional que lograron los productos eróticos de Solano López.
«Y el hombrecito gris y arrugado mira los hombros que asoman por la sábana, y los pechos que se insinúan tras el lino. Y de pronto, las manos le tiemblan. Durante una fracción de segundos, la razón de Athep se revuelve. Adivina la trampa y trata de no caer en ella. Pero por fin, la pasión calcina todo vestigio de cordura. Athep adelanta la mano y toca la piel tibia, y mira los ojos de gato que brillan de deseo. Y se pierde para siempre».
Portada del nº 184 de Skorpio, octubre de 1991, realizada por Eduardo Santellán (imitando a Chichoni). |
Los desnudos y las escabrosidades aumentan en forma proporcional al declive de Columba, pero de nada sirve. Al lector nuevo no lo conforma y al antiguo lo ahuyenta "¡Pero en qué mundo estamos viviendo!", habrá exclamado algún lector de los tiempos de Juliet Jones o Mary Worth, para alejarse del kiosco rezongando…
A la izquierda, Promoción de "Danske", serie publicada en El Tony en 1991. A la derecha: Martín Hel, un investigador de casos paranormales que no se priva del sexo. Todo Color D’Artagnan, 1996.
Es innecesario aclarar que dichas opiniones (un tanto rebuscadas para nuestro gusto) aluden a Clara de Noche, la creación hispano-argentina de Carlos Trillo y Eduardo Maicas en los textos y el insigne Jordi Bernet en los dibujos. En Argentina, Clara empezó a mostrar sus encantos a inicios de los años noventa en el suplemento para jóvenes del diario Página 12 (por entonces un respetado diario opositor al menemismo), que para llevarle la contra a su similar de Clarín se llamaba ¡NO! Como carecemos de entidad intelectual suficiente para refutar los ya mencionados dichos, nos limitaremos a brindar un testimonio personal: desde hace un año tomamos a nuestro cargo la tarea de continuar el blog TOP COMICS, que fuera creado por Luis Alberto Rosales, colaborador de Tebeosfera en su momento. Un día descubrimos entre la notas publicadas una referida a la edición brasileña de Clara, por lo cual decidimos incorporar tres nuevos posts con otras tantas apariciones de dicha serie en Página 12, material todo este que encabeza por lejos las estadísticas de visitas del blog. Desde nuestra ignorancia nos permitimos sospechar que quizá las teorías de los especialistas pasan por un lado y el gusto de los lectores a sideral distancia de las mismas.
Si hasta los años setenta ver una mujer desnuda en la historieta argentina era una rareza, no encontrarla en los noventa era casi imposible. Están en las revista de Columba cuyos cambios hemos comentado, permanecen en Skorpio, que se disfraza de Fierro con tapas “a lo Chichoni” pero dibujadas por Ariel Olivetti o Eduardo Santellán, y además Record lanza una nueva publicación de título más que sugerente: El Tajo. No faltan tampoco en las diversas revistas que fueron apareciendo a lo largo de esos años: Cazador, Hora Cero (2ª época) La Parda, Cóctel.
Un episodio de la serie “Juventud Perdida” publicada en SexHumor Ilustrado en 1988. Dibujos de O’Kif. Puertitas, la revista editada por Carlos Trillo. Aquí la portada del nº 38, de diciembre de 1993.
Erotismo de alto voltaje en Super Sexy, nacida como un suplemento de Puertitas. Portada del nº 46, de 1996. Bajo estas líneas: “El Desmitificador Argentino”, trabajo de El Tomi en Coctel, mayo de 1992. | |
Y hablando de fin de siglos y de ciclos, en octubre de 1999 se decretaba la quiebra de Ediciones de la Urraca, debido en parte a errores propios, a la ya delicada situación económica del país, pero también como consecuencia del hostigamiento a que venía siendo sometido Andrés Cascioli por parte de la justicia adicta al menemismo. Un año antes de ese desenlace había aparecido La Murga, una buena revista claramente inspirada en Hum®, hecha por buenos profesionales pero que no tuvo éxito.
EL CLUB DE LOS PORNÓGRAFOS
Algo más joven que ellos es Ignacio Noé (1965), que bien podría ser considerado la nueva revelación en materia de historietas eróticas que ha producido la Argentina, si bien gran parte de ese material se publica en el exterior. Noé publicó sus primeros trabajos en 1985 en Fierro y en su suplemento Oxido y en 1990 en El Tajo. Ha colaborado también como ilustrador de temas infantiles en Genios pero la mayor parte de su producción la realizó para publicaciones como Comic Art, Lanciostory, L’Eternauta, Kiss Comix y Penthouse Comix. De su producción para adultos destacan El convento infernal (con guión de Barreiro), La nave de los locos, Doctor I’m too big y especialmente El Afinador, del cual han aparecido ya varios volúmenes y cuyo perfil está sintetizado en estos conceptos: “El afinador de pianos es un tipo preparado y con buena voluntad para dar servicio a cualquier mujer necesitada de que le afinen el instrumento”.
MANUELA, UNA MOROCHA ARGENTINA
Tras este primer número, Manuela cambió su subtítulo por el más apropiado de “Carne argentina”. |
Lanzada en 2008 por Editorial Thalos, Manuela tuvo como subtítulo inicial “Entretenimiento para adultos”, reemplazado luego por el mucho más apropiado de “Carne argentina” ya que uno de sus objetivos principales era mostrar desde todos los ángulos posibles el cuerpo de la protagonista homónima, una chica de dieciséis o diecisiete años prototipo de la “morocha argentina” en pleno desarrollo que fue realizada por la dupla Flores-Borges sobre una idea del dibujante Ruben Meriggi. En la serie no había escenas de sexo (al menos en los dos primeros números), pero sí en otras historietas, como por ejemplo la unitaria “Puesto 69”. En cuanto a historietas de humor puede mencionarse el regreso de Supertet y otros títulos como “Los jeropas” (puñeteros), “Pinchaforro y Cabarula” “El kalifa” y “Garch in the City”, material que se completaba con diversas notas obviamente relacionadas con hábitos sexuales, hoteles alojamientos y una nota a Isabel Sarli, ¿recuerdan?, la misma que durante tantos años desveló a los censores cinematográficos. Como acotación final, digamos que por estas tierras “manuela” es equivalente a “puñeta” al igual que la palabra “paja”, que fue utilizada como título de una de las revistas de historietas que la Editorial Perfil lanzó en 2005.
En cuanto al objetivo básico de esta publicación, sería contraponer una visión distinta a la de las habituales revistas de historietas que –según una de las responsables del proyecto– «tienen dos características invariables: sus creadores suelen ser hombres y la representación que hacen de las mujeres –desde el guión al trazo de su silueta– es sexista». El material del número cero se integra con una entrevista a Patricia Breccia (madrina de la publicación), trabajos de la mexicana Cintia Bolio, la colombiana residente en España Nani Mosquera, Aniel (una transexual que cuenta el proceso de adaptación a su feminidad en una tira), artículos sobre anarquismo y un ensayo de Alan Moore, entre otras lecturas y viñetas. Portada del primer número de Clítoris.
Este puñado de referencias finales se completa con el trabajo que en la revista Viva viene realizando Horacio Altuna sobre guiones del escritor Hernán Casciari. Se trata de una serie de doce relatos gráficos (así se los definía en las promociones publicitarias) de ocho páginas cada uno que comenzaron a publicarse el domingo 8 de enero de 2012. Agrupados bajo el título genérico de “Verano”, cada uno de los episodios plantea situaciones propicias para justificar una generosa cuota de desnudos femeninos. Respecto a Altuna, digamos que está presente también en la contratapa de Clarín con “Es lo que hay”, tira diaria cuyos guiones le pertenecen y donde obviamente la figura femenina luce en todo su esplendor.
Hace dos mil años, una doctrina religiosa tiñó de tabúes, miedos y represiones todo lo vinculado a la sexualidad humana, extendiendo luego su censura a la representación literaria y gráfica de esos actos. Gran parte de la historia de Occidente pasa por la lucha en procura de romper con esos prejuicios, lucha en la que el arte ha tenido parte activa. Largos años le llevó también a la sociedad argentina romper (aunque no totalmente) con viejos moldes impuestos por la mojigatería, la ignorancia o la hipocresía acerca del sexo en sus distintas expresiones. No sin dificultades, el teatro, la pintura o el cine reflejaron esos cambios, y lo mismo hizo la historieta abriendo sus puertas –o sus páginas– para que en ellas lo sexual volviera a tener el mismo tono lúdico, casi festivo, de los orígenes, en lugar de ser algo susceptible de merecer el fuego eterno de un supuesto castigo divino.