LA CONDENA DE AMAR LOS TEBEOS
MANUEL BARRERO

Title:
THE SENTENCE OF LOVING COMICS
Resumen / Abstract:
Reseña de La Carcel de Papel. Diario de un lector de tebeos (2002-2016), edición impresa que recoge una selección de entradas del influyente blog homónimo de Álvaro Pons, / Review of La Carcel de Papel. Diario de un lector de tebeos (2002-2016), printed editon of a selection of entries from Álvaro Pons's influential blog of same name,
Palabras clave / Keywords:
La Carcel de Papel, Álvaro Pons/ La Carcel de Papel, Álvaro Pons

LA CONDENA DE AMAR LOS TEBEOS: LA CÁRCEL DE PAPEL CON FORMATO DE LIBRO.

Hay un momento de la oscarizada película de Damien Chazelle La La Land (La ciudad de las estrellas, 2016) que es clave en su desarrollo, aquel en el que Mia le dice a Sebastian que debe luchar por sus sueños porque a la gente le gusta lo que otro hace con pasión. Eso define la labor de Álvaro Pons como alcaide de La Cárcel de Papel, aquel blog nacido con el nuevo siglo y que estrenó una refrescante fórmula de comunicación con los aficionados a los tebeos para participarles su afición con una pasión tan sincera como adictiva. La clave estaba en el honesto entusiasmo con el que Pons nos comentaba sus gustos, desmenuzaba noticias o adelantaba acontecimientos, una efusión que no implicaba renunciar al amor, como se plantea en la película de Chazelle, aunque si por alguna razón se cerró esta web sobre cómics fue en parte por la “penitencia” que su mantenimiento y mecánica impusieron a su autor. Hoy está cerrada, salvo para visitas ocasionales, pero sigue abierta para la historia gracias a la selección de textos del blog que el sello Confluencias ha hecho usando el tradicional formato de libro.

Confluencias es una editorial almeriense nacida con ese mismo impulso. La pasión guió a sus editores a publicar los libros que nadie había traducido y que les encantaban. De mente abierta y paladar exquisito, Confluencias ha ido editando libros de y sobre figuras mayúsculas de la literatura y del ensayo, sin dejar de lado a grandes creadores de la historieta como Hugo Pratt o Hergé, abriendo puertas a la controversia (publicaron Yo soy Charlie en 2015) y arriesgándose con otras opciones de la narrativa gráfica (Joann Sfar se halla en su catálogo). Ahora, en la colección Hispaniola, han visto oportuno editar esta recopilación de entradas en un blog sobre tebeos escritas por Álvaro Pons entre 2002 y 2016, con lo que dan forma a uno de los sueños confesos del propio Pons: equiparar la aceptación intelectual que pueda tener la historieta con otras manifestaciones de la cultura, en tanto que este volumen aparece al poco de editarse títulos firmados por Régis Debray, Filip Müller, Fernando Savater o David Attenborough, entre otros.

Pons ha decidido dividir la recopilación en capítulos escogiendo varios temas concretos para ordenar las entradas seleccionadas, prescindiendo del orden diacrónico. Es decir, si elegimos leer el volumen de corrido hallaremos textos escritos antes o después, alternándose en varios capítulos temáticos: uno dedicado a sus consideraciones basales sobre la historieta y sobre la cultura, otro sobre sus gustos personales, otro sobre la industria del tebeo, otro sobre los trasvases del cómic al cine, y tres bloques finales en torno al eje principal del blog, las reseñas, agrupados así: personajes y grandes autores, géneros y corrientes y, por último, obras destacadas. La selección del autor es muy respetable, atinada en cuanto a que optó por lo más intemporal y perdurable (hay alguna entrada demasiado apegada a la actualidad del momento pero no molesta), y lo que resulta es interesante para un lector de hoy, manteniendo un tono equilibrado y hasta entretenido, de modo que el libro puede leerse a gran velocidad pese a constar de 600 páginas sin apenas ilustraciones.

Aspecto del diseño del libro, con una de las entradas dedicadas a la nostalgia.

La edición es elegante y muy correcta. Solo atisbamos algunas erratas hacia el final y únicamente hemos visto un desliz evitable: la entrada que comienza en la página 67 se reutiliza luego en la página 249, lo que nos impide disfrutar de la que debería estar a esta altura. Por lo demás, resulta un ensayo sobre cómic excelente, bien escrito y muy ameno, que nos retrotrae a un tiempo de gozoso descubrimiento del potencial de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y del redescubrimiento del amor por los tebeos. Porque, reconozcámoslo, si los tebeos aún existen en la era digital es porque los mantenemos vivos con la llama del amor. El mayor logro del blog La Cárcel de Papel no fue mantener informado al comprador de tebeos, ni consistió en generar polémicas diarias sobre los gustos de las distintas tribus de aficionados, su atractivo residía en manifestar de forma eficiente el cariño que el autor ha mantenido siempre por la narrativa dibujada. Nosotros nos dejamos contagiar, porque nos guiaba en ciertas apetencias y nos hacía cómodo el viaje hacia esas lecturas que a él le gustaban. Porque Pons por lo general prefiere hablar de lo que le gusta antes que despotricar contra lo que no le atrae, como es lógico. El conflicto surgía cuando algunos disconformes (trolls o haters que poblaron los comentarios de los posts) se obstinaban en ver la labor del divulgador como un ejercicio canónico o elitista con un rechazo implícito de todo lo que no eran tebeos de su gusto.

Siempre se equivocaron. Pons nunca pontificó. Al contrario, advirtió siempre sobre su postura y jamás argumentó sus elecciones o valoraciones sobre la base del rechazo de lo contrario o de su minusvaloración. Con una excepción, claro, la que desataba mayores polémicas en su blog, concentrando a cientos de aficionados en defensa de una pose u otra por causa de un adjetivo intercalado o por una mención desafortunada (a veces a conciencia). Esa excepción eran los superhéroes, por los que el teórico siempre mostró menor aprecio que por otras industrias, géneros o corrientes. Era algo declarado, que él argumentaba mediante el repudio de cierto tipo de friquismo ciego y de sus reparos por «cargar con la infancia a cuestas», una expresión que deberíamos matizar muy detenidamente cuando se habla de tebeos. Por supuesto Pons se traiciona, porque hay muchos tebeos de superhéroes que le encantan (los de Eisner, los de Miller, los de Moore, los de Milligan, algunos de Ellis) y porque mantuvo enhiesta la bandera de «yo no critico lo que no me gusta» pero cuando se trataba de comentar alguna adaptación del cómic al cine… ¡Las pelis de superhéroes salían muy mal paradas! ¿Por qué hablar de ellas, pues? El problema estriba posiblemente en el sostenimiento de un prejuicio, no porque lo exhiba Pons, sino porque posiblemente muchos de los que ejercen la crítica de cómic no lo han superado. Asume en una de sus entradas (recogida en p. 438) que «muchas veces, el lector de superhéroes siente un extraño complejo de inferioridad ante sus propios gustos, que le obliga a justificarse». Esta afirmación resulta sorprendente por la dificultad para conocer lo que sienten los aficionados y saber qué les empuja a adoptar una actitud u otra. En la página 445 lo reitera el autor al aseverar que los editores «juegan con ese terrible sentimiento de inferioridad del lector de superhéroes». Y luego también critica que los empresarios de los comic books utilicen estrategias de marketing, quieran generar franquicias e intenten mantener la arquitectura de sus universos de ficción. Pero esas estrategias forman parte de la comunicación en el siglo XXI (el mismo blog de Pons usaba ciertos titulares como teasers para atraer a los aficionados y así lo reconoce él) y las franquicias también se encuentran en otras industrias, incluso en las que el mismo divulgador alaba en varias ocasiones (es cierto que los mangas no conviven todos en alambicados universos compartidos, pero sí lo es que bastantes series son diseñadas de partida con la mirada puesta en el mercadeo de figuras y en la creación de dibujos animados, o sea que la intencionalidad empresarial está ahí). Otra derivada de la indiferencia de Pons hacia el tebeo de consumo se plasma en los vaticinios fallidos, como aquella queja sobre los inviables «tochazos de más de 600 páginas» (p. 482), que hoy son la norma, o la letanía que mantuvo en varias entradas hasta 2006 de que “la grapa” se moría irremediablemente a juzgar por la deriva de las industrias. Si bien es cierto que el formato de libro se ha impuesto en los mercados de todo el mundo, los cuadernos grapados se mantienen ocupando una honrosa cuarta parte de lo que se distribuye en España y sin decaer; al contrario, vienen creciendo desde 2012 de manera constante.

Dos entradas sobre temas siempre de interés.

Este extracto del diario de lectura de tebeos en línea de Álvaro Pons transmite esa falsa impresión sobre las tendencias en las que es inevitable caer a veces. En ocasiones, el correlato del hastío nos empuja a sobrevalorar lo nuevo o lo diferente por simple afán de buscar alicientes, cuando el panorama general se mantiene inamovible. Pero las ocasiones en las que el autor se manifiesta crítico son pocas, y siempre lo hace bogando a favor del cómic entendido como cultura, como en las cartas que dirigió a Maruja Torres o a Vicente Molina Foix, resultando en algún caso hasta simpático, como cuando criticaba las cifras de afluencia al salón barcelonés en 2003 o cuando se mostraba arisco (en página 231) con quien ahora prologa su libro, Luis Alberto de Cuenca. No obstante las grietas que queramos detectar, la postura de Pons es firme y siempre se posiciona en defensa de la historieta como lenguaje, como medio y como arte, y por encima de su ateísmo declarado, sus alergias públicas y la vanidad inevitable de todo el que escribe sobre sí mismo, lo que perdura es su aprecio por la riqueza de la historieta y de su legado cultural. Eso es lo más importante de este bloguero irredento que no dejó de trabajar a diario a favor de una pasión hasta que el peso de los MABs y la llegada del microbbloging cambiaron las reglas del juego. Y lo relevante es que Pons logró eso manteniendo siempre un discurso coherente que terminó sedimentando en una idea fundamental: que toda obra construida con calidad, sea en un género o en otro, se hace sobre los logros de anteriores autores y obras. Esta es la más importante aportación de este libro, un discurso contrario al de los adanistas, esos que predican que hay que arrasar con lo que ha existido para reconstruir lo nuevo y vigilarlo atentamente desde sus propias torres de marfil.

La Cárcel de Papel. Diario de un lector de tebeos (2002-2016) no es una mera recopilación de artículos afortunados, su lectura conjunta configura un discurso consistente sobre la latencia del placer de leer tebeos sin permitirse confundir lo personal con lo global. Al mismo tiempo, plantea una estética del gusto, lógica derivada del contexto cultural en el que se asienta, deudor de la estética de la recepción antes que del análisis del contenido estructuralista. Y si bien el autor se permite algunas licencias (el coloquialismo, alguna procacidad), eso no le quita inteligencia al conjunto. Por lo tanto estamos ante un libro cultivado a la vez que cercano, que usa la polémica lo justo para mantener el optimismo, y todo el brillo que pierden las entradas por no llevar los comentarios que recibieron en su día lo gana el conjunto por dejarnos reflexionar cómodamente sobre el cómic desde la óptica sabia de un lector de tebeos apasionado.

TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2017): Manuel Barrero · Datos e imágenes obtenidos del libro original. · Foto de cabecera de Javier Fornieles Ten
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2017): "La condena de amar los tebeos", en Tebeosfera, tercera época, 2 (19-V-2017). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_condena_de_amar_los_tebeos.html