JOHNNY HAZARD: EL VUELO DEL OLVIDO
FRANCISCO SÁEZ DE ADANA(Instituto Franklin (UAH))

Title:
Johnny Hazard, the flight of oblivion
Resumen / Abstract:
Reseña de Francisco Sáez de Adana sobre el primer tomo de Johnny Hazard editado por Dolmen. / Francisco Sáez de Adana’s review of the first Johnny Hazard’s volume published by Dolmen.
Palabras clave / Keywords:
Johnny Hazard, Frank Robbins, Segunda Guerra Mundial, Tiras de prensa/ Johnny Hazard, Frank Robbins, Second World War, Comic strips
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Portada del primer tomo de la nueva edición española de Johnny Hazard.      

La noticia del año para los seguidores del cómic de prensa norteamericano ha sido el lanzamiento por parte de Dolmen de una colección dedicada a rescatar alguno de los clásicos de este tipo de cómic para publicar su correspondiente versión española. Algunas editoriales lo han intentado antes, pero sus iniciativas, por desgracia, no tuvieron demasiada continuidad. Esperemos que ahora se trate de una colección que perdure durante mucho tiempo y nos permita reencontrarnos con joyas del cómic nunca editadas en España o difícilmente localizables. En todo caso, solo por la posibilidad de acceder a una edición de Johnny Hazard, de Frank Robbins, como la recientemente aparecida en nuestro país, el lector español ya puede estar contento de que Dolmen se haya arriesgado con este tipo de producto.

Es difícil hacer una reseña de Johnny Hazard sin hablar de la dupla formada por Noel Sickles y Milton Caniff. Es evidente que Johnny Hazard, creada por Frank Robbins en el año 1944 y lanzada al mercado justo un día antes del desembarco de Normandía, siguió la estela de muchas de las series contemporáneas al conflicto bélico que situaron a sus héroes, de una manera o de otra, en la Segunda Guerra Mundial, siguiendo el camino iniciado por Terry y los Piratas, pionera en este asunto, ya que sus protagonistas estaban ya presentes en la Guerra Chino-Japonesa mucho antes de que Estados Unidos entrara en la guerra, suceso que transformaría, en esa costumbre historiográfica de poner el centro en el punto de vista occidental, el conflicto entre chinos y japoneses en el frente del Pacífico del gran conflicto bélico mundial. Este parentesco de la serie de Robbins con la de Caniff es aún más evidente en estos primeros años de la tira, ya que muy rápidamente el argumento pone su foco en China, el mismo escenario donde Terry Lee y Pat Ryan vivían sus aventuras.

Tira de Robbins correspondiente a la serie Scorchy Smith (28-III-1944).

Pero no solo Robbins hereda el escenario bélico de la obra maestra de Caniff, sino también su estética, que este a su vez había también heredado de o desarrollado con (dependiendo de la fuente que se consulte) su compañero de estudio Noel Sickles, que había perfeccionado la técnica del luego denominado claroscuro durante su estancia en Scorchy Smith. No es casual que Robbins, antes de la creación de Johnny Hazard, hubiera trabajado en este personaje desde mayo de 1939 hasta el año 1944, cuando la abandonó tentado por la oferta del King Feature Syndicate para crear a Hazard. Allí ya empezó a mostrar su estilo deudor en lo estético de la obra de Sickles, aunque en lo que se refiere a lo argumental (Robbins empezó a encargarse de los argumentos ocho meses después de habérsele encomendado los dibujos de la serie) sus historias eran bastante banales hasta que en 1942 Scorchy sigue el camino de tantos héroes de cómics, encabezados como ya se ha dicho por el propio Terry, y se alista en la fuerza aérea.

Por tanto, es evidente que Johnny Hazard, en cuanto se trata de la historia de un aviador de la fuerza aérea en la Segunda Guerra Mundial y en cuanto a la estética del dibujo de Robbins, es un claro heredero de su estancia en Scorchy Smith y, a su vez, deudor de la obra de Sickles y de Caniff, dos auténticos maestros del medio. Esta circunstancia hace que tradicionalmente esta tira y el propio autor no hayan encontrado el lugar que se merecen en la historiografía del cómic, especialmente en su país de origen, los Estados Unidos. Muchos libros dedicados de una forma u otra a la historia del cómic, incluso aquellos centrados en el cómic de prensa, como The Smithsonian Collector of Newspaper Comics o The Comics, de Brian Walker, se olvidan directamente de Johnny Hazard cuando mencionan las series importantes de la historia del medio o le dedican un espacio excesivamente breve para sus méritos. Y es curioso que ese olvido se deba, en cierta medida, a su carácter de heredero de Terry y los Piratas, cuando Johnny Hazard anticipa en muchos aspectos, como bien dice Rafa Marín en su prólogo a esta edición de Dolmen, el Steve Canyon del propio Caniff.

Una de las primeras páginas de este libro (con cuatro viñetas por tira).

Uno de los deméritos que se le achacan a la serie, y especialmente a la labor de Robbins como guionista, es que sus argumentos no eran tan intrincados como los de Caniff, tal y como afirma Catherine Yronwode en su capítulo dedicado a la Segunda Guerra Mundial y los cómics de la maravillosa Historia de los Cómics de Toutain. No se trata de contradecir esa afirmación, ya que es absolutamente cierta si se toma en sentido literal, pero es que hay que considerar que, pese a todas las influencias evidentes, Robbins estaba haciendo otra cosa. Robbins se aparta, casi desde el comienzo, de la obsesión por el realismo y por convertirse en un cronista de la historia que tenía Caniff y opta por abocarse a la aventura más desenfrenada. Las historias de Johnny Hazard no son más que una sucesión de acontecimientos que nuestro protagonista vive a una velocidad desenfrenada, heredando como en pocos cómics de aquellos años las características de los seriales cinematográficos, que en sus escasos veinte minutos acumulaban amenazas y peripecias para los protagonistas. Es curioso cómo muchos de estos seriales habían encontrado su inspiración en los cómics de prensa y les habían dado una vuelta de tuerca, aumentando la velocidad de la narración. Robbins cierra el círculo introduciendo esa narrativa vertiginosa del serial en el medio que los había inspirado, el cómic de prensa, círculo que el cine abriría de nuevo con las historias de personajes como James Bond o Indiana Jones.

Siguiendo esta característica, poco antes de un año y medio después de comenzar las tiras diarias que se recogen en este volumen, es decir, a las alturas de octubre de 1945, Robbins introduce una novedad que puede parecer estructural, pero que es significativa de ese tránsito hacia la aventura desesperada. La mayoría de las tiras de ese periodo, incluyendo las que le habían inspirado, utilizaban una rejilla de cuatro viñetas para narrar su historia, aprovechando el enorme espacio que todavía en aquel momento los periódicos dedicaban a sus cómics, que permitía que los dibujos de una tira con ese número de viñetas se mostraran en todo su esplendor, pero a su vez, disponían de espacio suficiente para hacer avanzar la historia día a día. Esa norma de las cuatro viñetas solo era traicionada en circunstancias muy particulares en las que la historia lo requería. Pues bien, a partir del momento antes mencionado, las tiras de cuatro viñetas son una excepción en Johnny Hazard, reduciendo la cantidad de viñetas por tira a tres, en muchas de las cuales, además, prescindía de los fondos o los reducía a la mínima expresión. Probablemente esta medida estaba parcialmente motivada por las exigentes fechas de entrega de los cómics de prensa, que para la mayoría de los dibujantes suponían dificultades para realizar seis tiras y una página dominical a la semana. En todo caso, sea una circunstancia motivada por las fechas de entrega, por una elección narrativa o por ambas cosas, esta reducción en el número de viñetas permite, por un lado, acentuar ese carácter de aventura vertiginosa, y por otro, que Robbins se centre en el dibujo de sus personajes, logrando imágenes de una belleza expresiva impresionante.

Aquí, la retícula de la tira es ya de tres viñetas.

Como bien dice José Manuel Trabado en su imprescindible Antes de la novela gráfica, actualmente estamos acostumbrados a consumir el cómic de prensa en más o menos lujosas ediciones que recopilan varios meses de una determinada serie. En el caso de Hazard y en esta edición de Dolmen, esta característica ya mencionada hace que las páginas se devoren de forma desenfrenada. Es inimaginable para un lector de hoy en día reproducir las sensaciones de un lector de la época ante el ritmo narrativo galopante que Robbins insuflaba a sus historias, teniendo que esperar, tras la lectura de cada tira, todo un día para poder leer su continuación. Un ejemplo significativo, en este primer tomo, de esta idea es la secuencia que va del 1 al 17 de enero de 1946, en la que Hazard se enfrenta al japonés Mariwana, creyendo que este ha matado de un disparo a su amada Brandy. Durante casi tres semanas, quince tiras, Robbins nos narra la pelea entre el héroe y el villano prácticamente sin diálogos. La maestría narrativa del autor y esta ausencia de diálogos enfatiza la acción de la pelea y, además, gracias a los movimientos de cámara del dibujante, hace que la historia transcurra con una agilidad impresionante, elemento subrayado por algunos primeros planos donde se muestra perfectamente la rabia de nuestro protagonista y la maldad de su antagonista. Hoy en día, esta capacidad de narrar la historia sin diálogos nos puede parecer baladí, pero en pocas series de ese periodo esta circunstancia se produce de forma tan sostenida, es decir, durante tantas tiras, durante tantos días. Hay que tener en cuenta que esta serialidad diaria hace que este “silencio” prive prácticamente de “lectura” al aficionado durante ese periodo de tiempo antes mencionado. Sin embargo, esto no impide que la historia y los sentimientos se transmitan completamente, manteniendo ese ritmo de gran velocidad inherente a esta historia. Es, por tanto, un rasgo de modernidad, de los que habrá muchos más durante toda su andadura y que, sin embargo, la historiografía de los cómics ha obviado cuando se mencionan las series importantes del medio. Es de esperar que la edición de Dolmen continúe durante muchos tomos, para poder mostrar la evolución del arte de Robbins, que continuó dibujando Johnny Hazard hasta su cancelación en 1977, en plena decadencia de las historias de aventuras continuadas.

Comienzo de la lucha entre Hazard y Mariwana.

En cuanto a la edición de Dolmen, la verdad es que, en general, es magnífica. La reproducción es de una elevada calidad, y el tamaño de las tiras es bastante grande para una recopilación de este tipo, si comparamos con otras editoriales tanto españolas como extranjeras. Es evidente que el aficionado al cómic de prensa siempre querría ver las tiras a un tamaño más cercano a como se publicaban originalmente en los periódicos, pero el trabajo realizado por la editorial es irreprochable en cuanto a la capacidad para mostrar el exquisito trazo de Robbins. Sin embargo, el punto débil de la edición es la rotulación. Por algún motivo se ha elegido una fuente muy pequeña, bastante diferente, por otro lado, de la utilizada en el original, de manera que muchos de los bocadillos parecen prácticamente vacíos, circunstancia que de por sí crea una sensación extraña que se acrecienta si se compara con alguna de las tiras originales. La rotulación era, generalmente, de gran importancia para los grandes maestros del cómic de prensa y se consideraba parte del resultado artístico. Esta circunstancia debería siempre estar presente a la hora de editar estas obras en otro idioma, y en este caso debería corregirse para futuras entregas.

Tira del segundo tomo de la serie, no publicado en el momento de hacer esta reseña.
Aquí se han resuelto los problemas de la rotulación del primer libro.

 

Creación de la ficha (2017): Francisco Sáez de Adana. Correcciones por Alejandro Capelo y Antonio Moreno. Edición de Antonio Moreno.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
FRANCISCO SÁEZ DE ADANA (2017): "Johnny Hazard: El vuelo del olvido", en Tebeosfera, tercera época, 3 (11-VI-2017). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 12/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/johnny_hazard_el_vuelo_del_olvido.html