INSPECTOR DAN, UN HÉROE DE LA NOSTALGIA
FRANCISCO GONZÁLEZ LEDESMA

Notas:
Texto teórico extraído del núm. 3 de la colección Fascículos de la imagen, de A. Martín editor, publicado en 1974. Se reproduce aquí con permiso de su editor y tal cual fue editado en su origen, sin imágenes.
INSPECTOR DAN, UN HÉROE DE LA NOSTALGIA
por Francisco GONZALEZ LEDESMA
 
Quizá el lector no pueda comprender la figura de ese personaje, de ese héroe de papel que fue el Inspector Dan sin conocer previamente la Barcelona y el Londres que lo vieron nacer. Porque el Inspector Dan fue creado en Barcelona, pero con fantasías, ensoñaciones y, por decirlo así, nieblas típicamente londinenses; fue en cierto modo como una nostalgia. Un breve relato de su génesis ayudará a comprender por qué.

 Los héroes infantiles de la postguerra eran rigurosamente nacionales, rigurosamente fieles, se los quería convertidos en pelayos o en guzmanes buenos. Sobre sus espaldas de papel descansaba una visión de futuro o una responsabilidad histórica. Se les situaba en Castilla, en Palestina o en Lepanto; se les hacía pensar como Santa Teresa o, preferiblemente, como San Ignacio de Loyola. A los lectores más avanzados se les proponía el conocimiento de Eduardo Marquina o de un Pemán, el de «El Divino lmpaciente», que hoy nos resulta felizmente desconocido. El signo de los tiempos —justificado tal vez por las circunstancias— no admitía modas extranjeras ni ambientes sin controlar. Era una época que unos admirarán y otros verán con menosprecio, pero que resulta inconfundible y tiene un lugar en la historia. Bien guardada quede en los museos de ésta.
 
 Pero, mientras tanto, los jóvenes que leían —que era un poco como decir los jóvenes que soñaban— no habían olvidado a ciertos héroes que antes de la guerra civil habían dado la vuelta al mundo y adquirido patente de ciudadanía en España. Eran desde Doc Savage a La Sombra, desde Bill Barnes a Merlín, desde Tarzán a Flash Gordon. Todos esos personajes, pasaron a ser para los jóvenes no sólo un símbolo de la aventura, sino también habitantes de un mundo desconocido que el lector quería adivinar a través suyo. En las oscuras ciudades de la postguerra española —ciudades, sin embargo, más deseables que las actuales en bastantes sentidos— había escasas oportunidades para lo desconocido o para lo espectacular. Ni rascacielos, ni coches, ni hampa a lo grande, ni mujeres con un gran secreto en su vida. ¡Hasta la niebla venía provocada no por un enigmático río, como el Támesis o el Hudson, sino por el humo de los gasógenos! En aquel mundo reglamentado, de escasas oportunidades y de angustias pertinaces, los jóvenes sentían una desesperada necesidad de soñar.
 
LA CREACIÓN DE UN AMBIENTE
 
 Queriendo contribuir un poco a la materialización de esos sueños nació la figura —que en los cómics ha pasado a ser casi legendaria— del  Inspector Dan. Me anticiparé a decir que Londres, para el lector medio español, era entonces una ciudad heroica, puesto que había resistido terribles asedios, y era también una ciudad desconocida. Estábamos en los años en que el publicista Juan Estelrich daba una conferencia en Barcelona sobre "lmpresiones de un viaje a París"... ¡y llenaba la sala de gente! Tuvo gran éxito una película que se titulaba Por un viaje a París: es decir, por un viaje así una dama de media virtud podía hacer cualquier cosa. Imaginen ustedes lo que significaría no sólo llegar hasta allí, sino dejar atrás el Sena, atravesar el Canal y adentrarse en las brumas de Londres. Londres conservaba aún intactas las mejores tradiciones de sus pubs y de sus destripadores, de sus muelles y de sus cadáveres flotantes, de sus detectives con pipa y sus cortesanas de plantilla desangradas en un callejón. Era una ciudad que hacia soñar. Scotland Yard la había convertido en la capital mundial del misterio.
 
 Y en ese ambiente fue situado el Inspector Dan. Rafael González había creado el Pulgarcito de la segunda etapa y entre sus páginas de humor hubo un espacio fijo para la aventura. Ese espacio lo ocupó parcialmente el Inspector Dan, que tenía un jefe burocrático, impasible y carente de imaginación (el coronel Higgins); una compañera romántica y valerosa con la que mantenía relaciones de un acentuado platonismo (Stella), y una ciudad enigmática a la que dominar. Esquinas barridas por la niebla le esperaban en cada aventura, y si de vez en cuando hacía una escapada fuera de su distrito se encontraba con las almenas de un castillo de Escocia. El monstruo del lago Ness aun existía, el whisky era una rara bebida para algunos elegidos y los asesinos de todo el mundo surgían de las tinieblas para cruzarse en el camino de Dan, una mezcla de Sherlock Holmes y de Joe Louis, de James Bond y de San Vicente de Paul. Rafael González lo creó como una nostalgia porque miles de jóvenes lo encontraron en el fondo de sueños que años antes les habían pertenecido.
 
 Sin embargo los primeros tiempos no fueron fáciles para la nueva publicación, aunque se situó prontamente en cabeza. Recuerdo muy bien, por testimonio personal de Rafael González, que el primer día de la aparición de Pulgarcito fue contratado un hombre para que lo vocease por el Paseo de Gracia, y al cabo de todo el día no había vendido ni un ejemplar. Las perspectivas eran negras. Daba la sensación de que el público no estaba preparado para las innovaciones que Pulgarcito aportaba. El Londres de los misterios no parecía ir a encajar con la España de las esperanzas racionadas. Pero lo que amenazaba con ser un fracaso acabó siendo muy pronto un lisonjero éxito, y así entró Dan por la puerta grande en el mundo de los héroes de papel, que es en cierto modo y dentro de sus específicas limitaciones, el más digno de los mundos, porque encierra muchos aspectos ideales de nuestra vida. Porque en él están las virtudes y los valores que un día quisimos tener y a los que fuimos cerrando el paso. O que la vida no nos dejó tener nunca.
 
PERSONAJES CON HUMANIDAD
 
 ¿Cuáles eran las virtudes de Dan? Aparte de su valentía, de su inteligencia (que nunca llegaba, sin embargo, a desbordar al lector) y de una cierta elegancia muy británica, Dan intervenía casi siempre en aventuras de miedo, en peripecias que producían un escalofrío al lector. Ése fue uno de los aciertos fundamentales de su creador, Rafael González. Cuando dejó el personaje en mis manos —porque su tarea en la Editorial le impedía acumular más labor— las características estaban muy bien definidas y trazadas. Yo era entonces un joven estudiante en muy mala situación económica y que necesitaba ganarse la vida en cualquier clase de trabajo, pero las historias de Dan no fueron para mí «cualquier clase de trabajo», sino que las realicé con verdadera ilusión. Ello a pesar de que el sitio donde solía trabajar en la Editorial era una habitación de tres por tres metros, donde aporreábamos la máquina cinco personas, donde no había ventilación directa y donde no nos faltaba —para ser modernos— ni una espectacular polución atmosférica. Nuestras respiraciones y nuestros suspiros de desaliento se alternaban con los efluvios mortíferos de los puros del hoy periodista José María Lladó (uno de los fumadores de bazofia mas importantes que entonces existían en España), y con los gases deletéreos de una estufa de petróleo que no nos mató gracias, supongo, a las virtudes ancestrales de la Raza. Pero aun así las cosas iban saliendo.
 
 Yo enseguida había notado que a Dan le faltaba una cosa, y era un poco mas de humor por lo que más tarde le di un contrapunto, un policía gruñón, imaginativo, pavero, muy dado a condecorarse él mismo y a resolver los asuntos a golpes de inspiración genial. Inútil es decir que unas veces esas inspiraciones le llevaban a medio ahogarse en un barril de alquitrán y otras a ingresar medio embalsamado en una funeraria de barrio. Ese policía de rayos y centellas, ingenuo enemigo de Dan, fue el inefable inspector Simmons, el hombre que menos casos ha resuelto en la historia universal del crimen. Junto con Stella y Higgins entró en la historia de los cómics que se recuerdan, pero por la puerta de la carcajada.
 
LA INSPIRACIÓN DE GINER
 
  Les he hablado hasta ahora del aspecto literario, pero Dan es un personaje gráfico, y a su creación en este aspecto debo referirme enseguida. Dan, siguiendo las instrucciones del guión, nació del lápiz de Giner, quien jugaba muy hábilmente las masas de sombras, intuía con gran acierto los enfoques —algunos de los cuales anticipaban plenamente el moderno cine de acción— y daba a las viñetas una ambientación que muy pocas personas podían lograr, a excepción quizá del Ferrándiz de la primera época. Eugenio Giner, vecino entonces de Badalona, artista insigne y gandul no menos insigne, trabajaba poco, pero lo compensaba haciéndolo muy bien. Cada cuadro, cada enfoque, constituían para él problemas que le hundían en profundos laberintos mentales, los cuales le costaban no coger a veces el lápiz en dos días, con gran desesperación del guionista y del editor. La escasa productividad de Giner fue el problema a que más tarde se enfrentó Dan, el cuál pasó a ser dibujado —pues su éxito requería una continuidad en la aparición— por otros artistas muy dignos que, sin embargo, no supieron darle «aquella» calidad y «aquel» ambiente.
 
 Algo parecido a lo de Giner me ocurrió a mí mismo más tarde, cuando Dan empezó a aparecer también en cuadernos semanales y en tiras para el mercado extranjero, especialmente periódicos. Ello me ocupaba en exceso. Llegó un momento en que, absorbido por otros trabajos y necesitando el personaje una renovación de ideas, bastantes guiones pasaron a depender de mi entrañable amigo Víctor Mora.
 
 Dan vuelve hoy a surgir de los recuerdos no como un personaje «camp», sino como depositario de unas cualidades —y calidades— que muy pocos personajes posteriores han llegado a poseer en su género. Hoy Barcelona es una ciudad agitada y prosaica, sin esquinas vacías y sin solares llenos de sombras, porque todos los solares están siendo explotados. Además, la gente tiene menos tiempo para soñar. Londres ha perdido el misterio de su Whitechapel, que es simplemente un agitado barrio donde los inmigrantes de color buscan una cama; ha visto difuminarse su vieja estampa de Scotland Yard, a cuyo nombre se anticipa ahora un New, la palabra favorita del marketing; y hasta el Támesis ha perdido su polución y su niebla. Pero la figura de Dan sigue flotando en sus calles. Porque las ciudades no son sólo unos kilómetros cuadrados y un presupuesto municipal. Las ciudades sin recuerdos y sin un poco de fantasía ¿qué serían?

F. G. L.

   
   
   
TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2009): Francisco González Ledesma. Editado por Antonio Moreno, Manuel Barrero y Rafael Ruiz
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
FRANCISCO GONZÁLEZ LEDESMA (1974): "Inspector Dan, un héroe de la nostalgia". Disponible en línea el 20/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/inspector_dan_un_heroe_de_la_nostalgia.html