HISTORIETA ARGENTINA: LAS OLVIDADAS REVISTAS DE LOS AÑOS CUARENTA
A inicios de la década de los cuarenta del siglo pasado, la oferta de revistas de historietas en la Argentina estaba lejos de ser abundante. Por entonces el título más veterano que podía verse en los puestos de venta era El Tony, aparecido en 1928, y junto a él estaban El Gorrión y Ra-Ta-Plan (ambos de la Editorial Manuel Lainez), que comenzaron a publicarse en 1934 y 1935 respectivamente, y las casi flamantes revistas Historietas y Selecciones Gráficas (también de Lainez)y Pif-Paf, un novedoso producto de Editorial Tor. A esa oferta se sumaba Patoruzú, revista de humor pero que contaba ya con un suplemento de historietas que sería el germen del futuro Patoruzito, más Billiken y Figuritas, que aunque volcadas a ofrecer contenidos didácticos para escolares (al igual que la citada Ra-Ta-Plan), prestaban una especial atención a las historietas. Los “canillitas” –término acuñado por el dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez para designar a los chiquilines dedicados a la venta de diarios– habían dejado ya de vocear títulos como Pololo, Mustafá, Barrilete y Bolita, surgidos entre inicios y mediados de aquellos difíciles años treinta, y no mejor suerte habían corrido los más tardíos Pilucho y Berretín. Debe aclararse sin embargo que en el caso de Pololo y de Mustafá el término “revista de historietas” era quizá excesivo, ya que más bien se orientaban hacia los relatos de aventuras, los entretenimientos y el humor tanto escrito como dibujado. Parecida caracterización vale para Tit-Bits (1909-1957), la primera revista del emporio de los Lainez, con la diferencia de que en sus páginas primaba el folletín.
| | | Sobre estas líneas, portada de Selecciones Gráficas, de 22 de julio de 1945.
A la izquierda, portada de Pif-Paf, número 3, de febrero de 1942. |
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A medida que transcurre la década del cuarenta –famosa en la Argentina por el auge del fútbol y de las grandes orquestas de tango–, el mercado de las revistas de historietas crece sustancialmente con la aparición de una veintena de nuevos títulos, un puñado de los cuales marcarían verdaderos hitos de creatividad y popularidad sentando las bases del gran éxito de los años cincuenta. Hablamos concretamente de Salgari, Misterix y Rayo Rojo, de Editorial Abril (responsable también de El Pato Donald y La Gran Historieta); Intervalo, de Editorial Columba; Patoruzito,de la Editorial Dante Quinterno, y cómo olvidarnos de Rico Tipo.
Creemos que la mayoría de esos títulos señalados precedentemente han sido objeto de numerosos comentarios y estudios, por lo que quisiéramos concentrarnos en una revisión de aquellas revistas que no lograron perdurar en los quioscos, cayendo en un olvido a veces injusto. Proponemos entonces ir recorriendo las páginas de esas publicaciones surgidas en una época en la que llegaban a la Argentina los ecos de una guerra que la beneficiaba doblemente, primero por la demanda de sus productos primarios, y porque el conflicto motivó además un proceso de sustitución de importaciones que favorecería la industrialización del país, hecho que, a su vez, generaría cambios sociales que serían hábilmente aprovechados por un astuto coronel ducho en las artes de la intriga y la manipulación.
FENÓMENO
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| Fenómeno, 8 de mayo de 1940. |
En 1916, el catalán Juan Carlos Torrendell (1895-1961) fundó una editorial a la que inicialmente bautizó con su apellido, denominación que se acortaría luego a Tor. A favor de la innata habilidad comercial de su creador, de sus innovadoras políticas editoriales (y también de ciertas picardías de las cuales sería largo hablar), Tor se convirtió a partir de los años treinta en una verdadera “fábrica” de libros de los más diversos géneros literarios y a precios muy accesibles, lo que constituyó un notable aporte a la cultura popular argentina. La primera incursión de Tor en la historieta parece haber sido la revista Pilucho, de la cual tenemos escasas referencias salvo que tuvo corta vida y que allí publicó sus primeros dibujos de humor nada menos que Alberto Breccia. Mejor suerte le cupo a Pif-Paf, aparecida en 1939 y que significó una verdadera innovación al ofrecer historietas con textos mucho más breves de lo que era habitual y dar a conocer –junto con el diario Crítica– a los personajes más destacados del cómic estadounidense. Pif-Paf (que dio luego cabida a dibujantes locales) se publicó hasta mediados de los años cincuenta y generó diversos suplementos, como el Album Pif-Paf o El Libro de la Historieta, hoy verdaderas reliquias muy buscadas por los coleccionistas.
Con esos antecedentes, Tor lanzó en diciembre de 1940 la revista Fenómeno (“Grandes historietas y nuevas aventuras”), en cuyo número inicial se explicitaban los objetivos básicos de la nueva publicación: ofrecer material hecho en su totalidad por dibujantes locales y ser la plataforma desde la cual se dieran a conocer nuevas figuras del dibujo. Lamentablemente, este buen intento tuvo corta vida a raíz de la escasez de papel y no perduró más allá de 1942-1943. Fenómeno tenía frecuencia semanal, su tamaño era de 16 por 22 centímetros y no está de más recalcar que fue la publicación donde se fogueó Leonardo Wadel, de quien puede decirse que inauguró en la Argentina la profesión de guionista de historietas y sería luego integrante del equipo creativo de la exitosa Patoruzito.
Hojeando el número 23 de Fenómeno, correspondiente al 9 de mayo de 1941, pueden apreciarse títulos como “El secreto de los Thugs”, “Sub Saunders” (“solitario cruzado de los abismos que navega con su unidad submarina”), “El capitán Walter, terror de los aires, “Gente de guantes” –que mezclaba el box con la intriga policial–, “Jimmy y Ralph” –con las aventuras de dos jóvenes ingleses en la India–, “Rudy el rey del trapecio” y “Dr. Zux” –serie con reminiscencias de Flash Gordon–. En general, los guiones eran muy simples, y en el caso de “Sandor el osado” directamente no existía, ya que se trataba de una serie de dibujos muy elementales con breves textos que explicaban lo que ya se veía en las ilustraciones. En cuanto a los dibujantes, descollaban Manuel Veroni, Fernand (Fernando Fernandez Eyré) y, en menor medida, José Vidal Dávila, que pocos años después mostraría su capacidad para el humor con una encantadora serie titulada “Ocalito y Tumbita”. Otro de los trabajos estaba firmado por Carl Kief, rúbrica que no sabemos si era un seudónimo o el nombre real de un dibujante extranjero. De las 64 páginas de esta edición que comentamos, 16 corresponden a cuatro capítulos de la novela Morgan, de Emilio Salgari, con ilustraciones del infaltable Fernand, que solía firmar también como “Monray”.
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Espinaca, 10 de julio de 1941. |
ESPINACA
En julio de 1941, Editorial Manuel Lainez lanzó al mercado la revista Espinaca, nombre con el que era conocido en nuestro país Popeye, personaje que, por supuesto, tenía un lugar preponderante en sus páginas. En los números iniciales de esta publicación predominaba el material importado, como “El Círculo oculto” (una mala copia de “Terry y los piratas”), “Bill Doce Balas”, “La visión”, “Fox el invisible”, “El valiente Smith” (“Scorchy Smith”) y “O’Leary, el speaker detective”. El aporte nacional estaba representado por “Mariquita Terremoto” (realizada por Alberto Breccia), “Aventureros intrépidos” (que por el estilo de dibujo parece material local), una adaptación de “El jorobado de Notre Dame” realizada posiblemente por Raúl Rosarivo, y “Puño Fuerte el ídolo del ring”, de dibujante desconocido. Sobre esta serie digamos que en 1950 Lainez editó una revista llamada Puño Fuerte en la que se publicaban las aventuras del personaje homónimo, inicialmente un buscador de oro que se dedica al boxeo a fin de obtener el dinero que necesita para explotar un yacimiento, y que luego devino en un western titulado “Sam Puño Fuerte”. La oferta de Espinaca se completaba en sus comienzos con algunas páginas de humor gráfico, entretenimientos y relatos por entregas.
En 1945, la proporción de material nacional en Espinaca era apreciablemente mayor y se canalizaba a través de adaptaciones e historietas originales a cargo de dibujantes como Alberto Breccia (“La hostería solitaria”), Roberto Bandin (“La Liga de la Pimpinela Escarlata”), Fernand (“El pabellón de la muerte”) o Vicente Le Voci (“Los compañeros del silencio”). Entre lo importado figuraban “Popeye”, “Hip Hurra”, “Doctor Kildare”, “Pancho Mamporro” (el “Joe Palooka” de Ham Fisher) y “Lucita y Pirincho”, uno de los múltiples nombres que tuvo en nuestro país la serie “Abbie an Slats”, de Raeburn Van Buren. Seguían publicándose relatos breves, una sección titulada “Enciclopedia Gráfica” y otra denominada “Lo que se canta”, en la que el dibujante Antonio Serrano realizaba la caricatura de un cantante de tango o de bolero y varias viñetas relativas al éxito del momento popularizado por dicho artista. Espinaca tenía frecuencia semanal, su formato era apaisado y se publicó hasta aproximadamente 1947.
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Dos muestras de Bichofeo, la revista que se pide silbando, ambas extraídas del blog "Museo Iconográfico de la Literatura Popular". | |
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BICHOFEO
En la Argentina, “bichofeo” es uno de los varios nombres populares del benteveo (ave cuyo nombre científico es Pitangus sulfuratus) y fue también el nombre que eligió el dibujante Héctor Torino para bautizar esta revista aparecida en 1944, de la cual en su momento pudimos apreciar parte del medio centenar de ejemplares existentes en la Biblioteca Nacional. Ya muy popular en aquellos años por haber creado “El conventillo de Don Nicola”, Torino convocó para dicha empresa a Alberto Breccia y al también uruguayo Emilio Cortinas, tentándolos con una participación en las hipotéticas ganancias que generara el proyecto. Pero las cosas no se dieron –la revista duró poco más de un año– y Breccia las pasó mal, ya que, a pesar de firmar con seudónimo, fue descubierto por Editorial Lainez (empresa de la cual era colaborador habitual), y en castigo le redujeron el trabajo, viéndose obligado a vivir durante un tiempo a “pan y agua”, o mejor dicho –como lo contó en un reportaje–, racionando un litro de leche y unos alfajores por día.
Pero yendo al tema concreto, digamos que Bichofeo, “La revista que se pide silbando”, según el lema que la distinguía, tuvo inicialmente el habitual formato 22x28 para luego de unos meses pasar a ser apaisado, similar a El Gorrión o Patoruzú y con tapas y algún pliego interior impresos en dos colores. En cuanto a material y dibujantes estaban, en lo humorístico, el mismo Torino y Guillermo Guerrero, y en el rubro aventuras, las series “Reymar, el dominador del Océano”, de Emilio Cortinas; “X el Fantasma Negro”, de P. Castell; “Víctor el As del Cielo”, de E. Artigas (que bien pudo ser Breccia o un trabajo conjunto de Breccia y Cortinas); “Cristian”, de Martinez Parma, que se había publicado anteriormente en la revista Figuritas; una reedición de “El último de los mohicanos” hecho por José Luis Salinas para El Hogar; “El capitán Blood” en adaptación de Cortinas; “Gentleman Jim, el aristócrata justiciero”, dibujado por un tal Ernesto Vaghi (que no era otro que Alberto Breccia) y se dice que también por Cortinas.
Algunos trabajos no tenían mención de dibujantes, como “Roy Larson, el ciclón de Texas” o las adaptaciones de “Las minas del rey Salomón” o “Dos mil leguas por debajo de América”, y en otros casos con nombres poco conocidos o que suenan a seudónimo, tales como “Martín el audaz”, por Nazar; “El Escualo”, por César; “Kid Centella”, por W. Goñi, o “Stanley el cameraman”, por Vitrubio (E. Cortinas). Y junto a estos dibujantes ya formados, un chico de 15 años que debutaba profesionalmente en la historieta con “Dick Malvan, Ultra Rayo”, en la cual expresaba su admiración por Buck Rogers y su creador, Dick Calkins. Hablamos de Leandro Sesarego, que de allí en más y durante casi sesenta años seguiría vinculado a la historieta no sólo como dibujante, sino además como editor, docente y difusor del género a través del fanzine Crash!
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| El purrete, 29 de septiembre de 1943. |
EL PURRETE (segunda época)
Incluimos esta revista sólo a título enumerativo, ya que carecemos de datos acerca de sus características, salvo que apareció en julio de 1943. En su primera etapa, El Purrete fue una publicación semanal de Editorial Liverpool aparecida en febrero de 1927 entre cuyos colaboradores se contaron los entonces noveles dibujantes Carlos Clemen y Eduardo Ferro. La revista fue creada por el periodista y poeta Francisco Bautista Rímoli (1903-1938), más conocido por su seudónimo de “Dante A. Linyera”. Su material consistía en novelas y relatos serializados (con géneros como la ciencia ficción, el terror y las aventuras selváticas) e historietas, entre las que figuraron algunas de las primeras traducciones de Disney al castellano.
PANDILLA
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Pandilla, 14 de enero de 1946. | |
Pandilla (“Semanario de historietas famosas”) comenzó a aparecer a mediados de 1944 y era editada por Editorial Estampa, S. A., responsable de una revista homónima dedicada a la mujer. Tenía frecuencia semanal, y cada edición constaba de 16 páginas formato 26por32 centímetros –casi similar al que para esa época tenían El Tony, Historietas o El Gorrión– y alternaba páginas impresas en sepia con otras a todo color, entre ellas la tapa, la contratapa y la doble central. Como un detalle curioso debe señalarse que en el ejemplar que poseemos había sido anulado el precio para la Argentina (15 centavos) para colocar debajo y con un sello “1 Pta.”, de lo que se desprende que la revista era vendida también en España.
Su material de lectura era realmente variado y, más importante aún, daba cabida ya a creadores locales. Podían apreciarse, entre otras series, “Karaman, el hombre enigma” (que era en realidad “Dollman”, historieta creada por Will Eisner), “Anita la huerfanita”, “Porter” (una novela del Oeste adaptada por el dibujante A. Obligado), “El Chiquito Abner”, “John Foster contra el nieto de Arsenio Lupín” (dibujada por Silvio Della Porta) y “Ventarrón” (que no es otro que Bathless Grooggins, personaje de la serie “Abbie an Slats”, de Raeburn Van Buren).
Siguiendo el recorrido por las páginas de Pandilla encontramos a “Mary la enfermera” (“Myra North, especial nurse”, de Charles Coll) serie que fue bastante popular en la Argentina; la sección divulgativa “Este curioso mundo”; “Lolita”; “Jack Sixon”; “El triunfo de los piratas”, de Emilio Salgari; “El tesoro perdido”, dibujada por Domingo Pace; “Nancy Garden, reporter”; dos trabajos de Bud Fisher: “Mutt y Jeff” y “El gato Cicerón”; una página titulada “Micro- Pantalla”, con una mini-fotonovela compuesta por catorce imágenes con textos al pie a través de las cuales se sintetizaba el argumento de una película; “El hombre espectro”, por Atilio Macri; “Los ojos del ídolo”, sin mención de autor, y “El Príncipe Gitano”, dibujada por Vicente Le Voci. Como se ve, material para todos lo gustos en esta interesante revista de la cual no podemos precisar qué duración tuvo.
NARRACIONES (DE RA-TA-PLAN)
La revista Ra-Ta-Plan comenzó a publicarse en 1935, teniendo como subtítulo “La revista moderna para el niño moderno”. Constaba en sus comienzos de 32 páginas tamaño tabloide, de las cuales casi la mitad correspondían a material de apoyo para alumnos de los distintos grados de la escuela primaria, mientras que el resto se repartía entre relatos de aventuras y distintas historietas, de las cuales la más conocida era “Ace Drummond”, por el capitán Rickenbacker. En algún momento de la década del cuarenta la revista es reformulada dándosele prioridad a las historietas a la par que se reduce su tamaño. Contamos en nuestro archivo con un ejemplar cuyo título es Narraciones pero que en páginas interiores figura como Narraciones de Ra-Ta-Plan, y –dado que la revista es de 1948 y estaba ya está en su decimotercer año de existencia– debemos concluir que se trataba de la misma revista aparecida en 1935. Cabe pensar que Narraciones haya sido un suplemento de Ra-Ta-Plan que finalmente terminó absorbiendo a la revista madre.
En esta nueva etapa su material se componía de series extranjeras y adaptaciones de obras famosas. Las series extranjeras era de mayor nivel que las que ofrecía Espinaca, entre ellas “Rod Craig”, “Aguila Azul” (“Hawks of the seas”, de Will Eisner), “Mandrake el mago”, “Barner el piloto audaz” (“Barney Baxter”, de Frank Miller), “El escudero del Rey” (“Oakey Doaks”) y “Jim de la jungla”, dibujada por Alex Raymond. En cantidad de páginas las superaban largamente las adaptaciones de obras literarias como “José Bálsamo”, “El laberinto infernal” (de Salgari), “Ben Hur”, “El rey hereje y el campanero” o “Stanley y Livingstone”, obviamente todas ellas realizadas por dibujantes locales.
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| Arriba: Aventuras, 8 de noviembre de 1948. Bajo estas líneas: Cine Aventuras, 17 de mayo de 1954. |
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AVENTURAS
De todas las revistas de los años cuarenta que estamos reseñando, Aventuras fue seguramente la que en aceptación popular más se acercó a las “cinco grandes” que hemos mencionado al comienzo de la nota, es decir, Salgari, Misterix, Rayo Rojo, Intervalo y Patoruzito. Sobre sus orígenes escribió Enrique Lipszyc: “En 1946, un dibujante interno de la Editorial Columba, Horacio Gutiérrez, que realizó varias historietas mencionadas, se independiza y edita la revista Aventuras, que durante un lapso relativamente muy corto obtiene enorme suceso de circulación. Es la primera publicación en el país que, en forma de historietas, presenta versiones de películas cinematográficas y obras teatrales”. Cabe destacar que para la adaptación y argumentos Gutiérrez solicitó la colaboración de reconocidos periodistas y escritores como Conrado Nalé Roxlo, Dardo Cuneo, Vicente Barbieri y Miguel de Calasanz (este último, autor de populares radioteatros), cuyos nombres no figuraban en los créditos de esas adaptaciones posiblemente para no verse asociados a un género literario considerado “menor” en aquellos tiempos.
El título completo de la revista era “Aventuras para el hombre y la mujer”, lo que revela la intención de los autores de ganar al público femenino, línea dentro de la cual sus responsables editaron en 1951 Secretos de amor, con historietas románticas y material afín. El o los editores de Aventuras (cuyos datos no aparecían en la revista) realizaban también una publicación sobre modas llamada Creaciones, por lo cual especulamos que Horacio Gutiérrez, que sí figuraba como director, debió haberlos interesado o asociado a ellos para llevar adelante su idea.
Entrando de lleno en el análisis del material que ofrecía Aventuras, digamos que básicamente se componía de adaptaciones de grandes obras literarias y de películas (su gran innovación), series inglesas y estadounidenses y una nada desdeñable cantidad de personajes propios. Respecto a las adaptaciones de novelas, algunas de ellas se publicaban por entregas a razón de dos o tres páginas por número, mientras que otras eran presentadas en cuadernillos de 12 o 16 páginas que podían ser separados del cuerpo principal de la revista e integraban la “Biblioteca Sintética Aventuras”, que llegó a contar con más de cien títulos entre novelas y películas. Entre las series extranjeras pueden mencionarse las inglesas “Garth” y “Al Kingway”, las norteamericanas “Tom Green”, “Flor Carioca” y “El Santo” (durante cierto tiempo esta última fue producida localmente) y otras menos conocidas, como “Águila Negra”, un western cuyo origen no podemos precisar. En cuanto a series propias, debe mencionarse la adaptación del radioteatro “Peter Fox lo sabía” (del citado Miguel de Calasanz), “Fichero policial”, “David Méndez reporter” (del italiano Alberto Giolitti), “¿Quién es el culpable?”, “Cinco minutos con la policía de Scotland Yard” y “Darío Malbrán, psicoanalista”, cuya particularidad consistía en que por primera vez en la historieta argentina cobraban protagonismo diversos lugares muy representativos de la ciudad de Buenos Aires como el barrio de La Boca o la zona del Obelisco.
Por las páginas de Aventuras pasaron caracterizados dibujantes argentinos de la época, entre ellos Alberto Breccia, Octavio Moraga, José María Taggino y Leandro Sesarego, además de los españoles Carlos Freixas y Cristóbal Arteche y el brasileño João Mottini. Freixas, además de republicar su “Pistol Jim”, realizó numerosas historietas, entre ellas la citada “Darío Malbrán, psicoanalista”, mientras que Arteche era el encargado de ilustrar la sección “Amores célebres”. Por su parte, Mottini fue el autor de numerosas tapas y también realizó algunas adaptaciones de películas utilizando la difícil técnica de la “aguada”, es decir tinta china diluida en agua. A comienzos de los años cincuenta, Aventuras modificó su título por Cine Aventuras, dejó de ofrecer historietas y las reemplazó por adaptaciones de películas realizadas a base de fotografías de los films originales complementadas con bloques de textos que sintetizaban la trama, algo que anteriormente había hecho la revista Pandilla. Cine Aventuras siguió publicándose al menos hasta 1954, pero parece difícil que haya superado la mitad de esa década.
EPISODIOS Y EMOCIONES
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Episodios, 7 de julio de 1948. | |
En la nota “La historieta erótica en la Argentina”, que integró el sumario de Tebeosfera nº 9, hicimos referencia a la revista Episodios destacando el grado de sensualidad de algunas de las heroínas que aparecían en sus historietas (muy por encima de lo que era lo habitual en las publicaciones de la época), característica que atribuíamos a que –con toda seguridad– ese material provenía o bien de la Fiction House o de la Fox Publications, las dos editoriales norteamericanas que mayor preponderancia dieron a la figura femenina como “gancho” para sus productos. «Eso explicaría –decíamos en aquella nota– la presencia de historietas como “ZX-5”, “K. O. Kirby” o “La chica aérea” (“Sky Girl” en su versión yanqui), todas ellas firmadas con nombres masculinos de fantasía. Como parte de ese verdadero festival de largas y bien torneadas piernas y bustos prominentes estaba también “Rani, la de los tigres”, que era en realidad “Tiger Girl”, una creación del estudio Igger-Eisner aquí dibujada por Matt Baker, el artista afroamericano de cuyo pincel surgieron las mujeres más atractivas de la edad de oro del cómic yanqui, Phantom Lady incluida»
Pero no todas eran mujeres de formas sugerentes en Episodios (que comenzó a publicarse en 1947), sino que también ofrecía a sus lectores adaptaciones y algunos personajes conocidos a través de títulos como “Don Quijote de la Mancha”, “Príncipe y mendigo”, “El mastín de los Baskerville”, “Los hermanos corsos”, “El regreso de Robin Hood”, “Chiquito Abner” y “Peladilla”, más una página titulada “Cosas de la selva”. En cuanto a sus características, la revista medía 13,5 por 19 centímetros, tenía un total de cuarenta páginas, tapas impresas en bicromía, y un precio de 25 centavos y aparecía los miércoles. En la contratapa se señalaba la procedencia del material mediante derechos adquiridos al United Features Syndicate y otras dos agencias cuyo nombre no puede leerse por el deterioro de la página del ejemplar que poseemos, uno de ellos aparentemente un “Sindicato Latinoamericano”.
Emociones era una especie de “hermana mayor” de la anterior (al menos en cuanto a formato), ya que constaba de 68 páginas “de las mejores historietas para grandes y chicos”, aparecía los lunes y su precio era de 30 centavos. La presencia de dibujantes argentinos en ambas revistas parece haber sido mínima, y sólo nos consta un fugaz paso por sus páginas de “La Vaca Aurora”, del dibujante y guionista Mirco Repetto. Agreguemos por último que ambas revistas eran realizadas por Editorial El Tábano, cuyo domicilio coincidía con el de la redacción de Crítica, diario fundado por el legendario Natalio Botana que dio siempre un papel preponderante a la historieta como medio de captar lectores. Por otra parte, tanto Episodios como Emociones eran dirigidas por un hijo de Botana, quien había fallecido en 1941 a raíz de un accidente automovilístico.
Emociones, revista publicada a fines de los años cuarenta por la misma empresa editora del diario Crítica.
SUSPENSO
Hace escasas horas pudimos apreciar por primera vez (al menos en fotos) un ejemplar de la revista Suspenso y realmente nos llama la atención la variedad y calidad de su material, virtudes que aparentemente no encontraron eco en los lectores, dado lo fugaz de su existencia. Aparecida en 1949, fue la primera de una larga serie de publicaciones editadas por Carlos Clemen, auténtico pionero de la historieta argentina, quien desde el inicio de los años treinta y hasta su muerte en 1964 estuvo presente en cuanto título se publicó en el país. Suspenso comenzó a publicarse en octubre de 1949, editada por la editorial homónima; aparecía los martes y constaba de 28 páginas con tapa impresa en bicromía. El número 3, correspondiente al 18 de octubre, ofrecía más de veinte historietas entre material importado y producción local, figurando en el primer grupo “Espíritu” (obviamente, “The Spirit”, de Will Eisner), “El Juez justo”, “Jim Hardy”, “Bugs Bunny”, “Perry Mason”, “Historia de Salomé”, “Clunny Brown” y “El Halcon Negro”, exacta traducción de la serie “Blackhawk” sobre un grupo de aviadores justicieros que tenían su base de operaciones en una isla secreta, historieta que a inicios de los años cincuenta tendría gran aceptación en la revista Bucaneros, pero titulada ahora “Aguila Negra”.
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Portadas de los números 1 y 3 de la revista Suspenso, aparecidos en octubre de 1949. Abajo, el número 7 de esta publicación. | |
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En cuanto a material nacional la oferta era sobresaliente y para todos los gustos. En orden jerárquico mencionemos primero al mismo Clemen, quien aportaba “Ringo Kid”, firmado con uno de sus numerosos seudónimos (en este caso “José Llanos”) y “Mhu-Goa”, extraño título de una aventura que se desarrollaba en un mundo prehistórico, escenario que le era muy caro a este dibujante. Manuel Veroni, a quien hemos citado iniciándose en la revista Fenómeno, tenía también un papel destacado en esta edición número 3, ya que estaba a cargo de dos adaptaciones: “La hija de Amón”, de H. Ridder Haggard, que era anunciada en tapa con su correspondiente ilustración, y “Un episodio bajo el terror”, ambientada en la Revolución Francesa. Entre los dibujantes con más de una participación estaba también Leandro Sesarego, quien volvía a realizar su personaje “Dick Malvan” –lo había hecho antes en Bichofeo– y mostraba su crecimiento profesional con un excelente trabajo titulado “Un capitán del 1500”. Otra presencia destacada en esta revista era la de Federico Ribas, ilustrador español que habitualmente se desempeñaba en la revista Billiken y que en este caso tenía a su cargo la adaptación de “Don Quijote de la Mancha.
Además de editor y uno de los más conocidos dibujante de su tiempo –equiparable en cuanto a popularidad a Salinas–, Carlos Clemen tenía su propia escuela de enseñanza de dibujo, por lo que en Suspenso (y en otras revistas que editó luego) daba cabida a trabajos de sus alumnos más destacados. En ese grupo de colaboradores estaban José Del Bó, radicado desde hace muchos años en Estados Unidos, quien dibujaba la serie de ciencia ficción “El mundo subterráneo”, hecha anteriormente por Clemen; Rubén Martínez, con “Halcones del desierto”, e Idelba Dapueto, primera mujer que se dedicó a la historieta en la Argentina, quien aquí aportaba algunas viñetas para “Fausto”, un texto de Ivan Turgueneff. Por la similitud de estilo, muy probablemente fuera también alumno suyo Rafael Navarro, quien dibujaba “Piloto de pruebas”, mientras que carecemos de datos acerca de Blas Scarzo, que en tres páginas y con un muy buen nivel profesional ilustraba una adaptación de “Corazón acusador”, de Edgar Allan Poe. Junto a todos ellos estaba Juan Clemen (un tercer hermano, José María, también dibujaba historietas) con “El tigre de los mares”, y en una breve sección de humor sin palabras se hacía presente José Vidal Dávila, otro de los dibujantes que mencionamos al repasar la revista Fenómeno. Nos queda sin aclarar la procedencia y el autor de la serie “Los comandos” y la adaptación de “Historia de amor”, de Frank Kerby, ya que al no disponer aún del ejemplar de la revista nos vemos impedidos de realizar un análisis más detallado del material. Agreguemos por último que en 1950 o 1951 Carlos Clemen editó la hoy inhallable revista Filmograf, en la cual conjugaba su entusiasmo por el cine y la historieta, mientras que en la segunda mitad de esa misma década y bajo el sello Cleda editó un sinnúmero de revistas como Fargo Kid, Trinchera, Corso Pete y Comanche, entre otras.
UN COMENTARIO FINAL
Pese a que hemos encarado este artículo como un sucinto catálogo de las revistas de los años cuarenta y no como una nota teórica, no quisiéramos cerrarla sin señalar algunas características que se desprenden de la descripción y la historia de cada publicación. Así, por ejemplo, si hablamos de sus contenidos vemos que apelaban a distintas fórmulas, como combinar series foráneas con adaptaciones y algunos guiones originales, otras mezclaban adaptaciones de obras literarias y series extranjeras y las menos (Fenómeno y Bichofeo) apostaban a un material enteramente propio.
En lo que respecta a editores, algunas revistas fueron producidas por empresas que ya tenían experiencia en el rubro (Espinaca, Fenómeno), otras fueron el resultado de proyectos llevados a cabo por los propios dibujantes (Bichofeo, Suspenso), y hay un tercer caso en que una editorial dedicada a otro tipo de revistas probaba suerte en el negocio (Aventuras, Pandilla), tendencia esta que se acentuó en los años cincuenta a favor de la popularidad alcanzada por la historieta. Podría agregarse también que la gran perdedora de este proceso fue Editorial Lainez, que a mediados de la década editaba prácticamente un título por cada día de la semana, reinado que perdería poco después a mano de sus nuevos competidores como Quinterno, Columba o Abril.
Quizá la gran falencia de Lainez y de estas “estrellas fugaces” que iluminaron brevemente el cielo de la historieta argentina haya sido no poder encontrar esos personajes más “solidos”, con mayor carnadura, que sí supieron crear Quinterno y Civita con Vito Nervio, Misterix, el sargento Kirk y tantos otros. Les queda no obstante a estas hoy olvidadas revistas el no poco mérito de haber permitido la formación de muchos dibujantes que se consagrarían años después, y, por supuesto, los momentos de fantasía, de humor y de aventuras que les brindaron a los “purretes” (¡los chavales, vamos!) de aquellos años cuarenta teñidos de pasión futbolística, de acordes tangueros… y más tarde de demagogia populista.
FUENTES CONSULTADAS:
- Archivo y colección del autor.
- LIPSZYC, Enrique (1957): La historieta mundial, Editorial Lipszyc, Buenos Aires