HISTORIAS PARA NO DORMIR
FEDERICO MORENO SANTABÁRBARA

Notas:
En la imagen de la derecha, fragmento de la portada del núm. 3 de la colección de tebeos Historias para no dormir, del sello Semic. Esta imagen fue una de las pocas que, dentro de esta primera colección dedicada casi por completo al horror, mostraron elementos extraídos de la iconografía del terror gótico.

HISTORIAS PARA NO DORMIR.
LAS PRIMERAS "NOVELAS GRÁFICAS" DE HORROR EN ESPAÑA.

Pantalla de presentación de la serie televisiva Historias para no dormir, una puerta abierta al misterio en esta cabecera.

De la pantalla al papel.

En 1965, Televisión Española, entonces la única existente en nuestro país, produjo una serie titulada Historias para no dormir. Con un título como éste hay que suponer que se pretendía desvelar a los telespectadores más allá de la finalización del programa.

Dicha serie fue concebida, dirigida y presentada por Narciso Ibáñez Serrador (más conocido por Chicho) que, años más tarde, afianzaría su popularidad con el concurso Un, dos, tres... responda otra vez. Bajo el pseudónimo de Luis Peñafiel escribió la mayoría de los guiones, según ideas propias o adaptando las de otros autores. La mayor parte de los episodios pertenecían al género del horror, aunque también se emitieron otros de suspense o ciencia ficción.

El éxito obtenido propició la aparición de dos publicaciones periódicas con el mismo título del programa de televisión. Una era editada en Madrid por Julio García Peri, y ofrecía relatos y artículos ilustrados que seleccionaba el propio Chicho, figurando entre ellos guiones de los capítulos televisivos. La otra ofrecía historietas. Fue lanzada en el año 1966 por Semic Española de Ediciones, de Barcelona, que ya había puesto a la venta las colecciones Eddie Constantine (en 1964, con materiales servidos por la agencia PIB, con historietas detectivescas elaboradas por el español Jaime Vallvé, cuyo protagonista era el actor así conocido, muy popular en la época gracias a sus películas de acción) y El Santo (en 1965, basada en la serie de televisión interpretada por Roger Moore, también popular por entonces).

Publicidad de ” Historias para no dormir. Revista ilustrada” editada por Julio García Peri, en Madrid.


El horror, un género con problemas.

La publicación de historietas Historias para no dormir de Semic mostraba abiertamente su predilección por las historietas de horror, un género que era aceptado sin problemas en la literatura y en las salas cinematográficas españolas, pero que no había podido afirmar su presencia en el dominio de las narraciones gráficas.

Las ocasionales apariciones del horror –por lo general, de bajo nivel, poco impresionante- en los tebeos españoles siempre habían encontrado dificultades al pasar por la censura oficial, e incluso por la autocensura que se imponían los editores, con lo que sus facetas más significativas dentro del género se perdían en el doble filtro.

A principios de la década de los sesenta, los organismos oficiales con autoridad para legislar respondieron a las quejas de los editores estableciendo una diferencia entre las publicaciones para los adultos y las destinadas a los menores de edad. La medida afectaba a los formatos, con objeto de que la diferencia fuese clara, y a los contenidos, que podían pasar por un tamiz de malla mucho más abierta si iban dirigidos a lectores adultos.

Portada del núm. 1 de esta colección de tebeos.


“Novela Gráfica para Adultos”

Siguiendo las reglas del juego puestas en vigor en España, los cuadernos Historias para no dormir mostraban en la portada la indicación “Novela gráfica para adultos”.
La colección, aunque de vida breve (pues finalizó en el número 8) debe quedar inscrita en la historia de los tebeos españoles como la primera dedicada, preferentemente, a los relatos de terror.
El formato elegido (26 x 17 centímetros y 32 páginas, más las cubiertas) también resulta significativo, porque contribuyó a la transición de los formatos habituales en aquel momento: de cuadernos monográficos y novelas gráficas hacia las revistas que proliferarían durante las décadas de los 1970 y 1980.

En 1966, los característicos cuadernos monográficos (apaisados, por lo general) destinados a la chiquillería masculina o femenina todavía estaban muy presentes en los quioscos. Daba la sensación de que seriales como El Guerrero del Antifaz, El Capitán Trueno o Roberto Alcázar y Pedrín no iban a finalizar nunca. La última citada sería la más longeva, al permanecer durante diez años más en el mercado.

En cuanto a la “novela gráfica”, entendida como formato, se utilizaba durante los años 1960 para las ediciones de bolsillo, las que llevaban más de 32 páginas y dimensiones de 17x12 o 21x15 cm. Estos formatos siempre se consideraron vinculados a la etiqueta “para lectores adultos”. Algunas colecciones de tebeos aparecidas con anterioridad, desde luego muy pocas y con diferentes formatos, se exhibió la indicación “Novela Gráfica” en portada, pero fueron casos excepcionales que no tuvieron continuidad. La aparición de Historias para no dormir. Novela gráfica para adultos se produce cuando esta denominación está plenamente consolidada para denominar el formato descrito. Este hecho nos ha llevado a considerar el caso de Historias para no dormir como un exponente del progresivo aumento del tamaño en el proceso de evolución hacia las revistas de cómics para adultos, con gran número de páginas, unas dimensiones en torno a los 27x21 cm. y, por lo general, con portadas pintadas.

 

Portadas de Historias para no dormir. A la izquierda: El médico de “El virus” en la cubierta del nº 2, con ilustración por Noiquet. Sobre estas líneas: Fragmento de la portada del nº 7, con autorretrato de Noiquet con expresión diabólica. A la derecha: “La muchacha del más allá” en la cubierta del nº 4 recuerda a Kim Novak en la película “Me enamoré de una bruja”.
 

Portadas

Las ilustraciones de las ocho portadas de Historias para no dormir (tal vez siete, si la del número 6 se debe a Longarón) fueron realizadas con soltura y acierto por el pintor Joan Beltrán Bofill (Badalona, 1934 / Palma de Mallorca, 2009) que durante unos años dejó la pintura de caballete para dedicarse a la ilustración. Firmaba entonces con el apodo familiar Noiquet. Las composiciones responden al contenido que da título a cada ejemplar, pero su interpretación difiere –y, por lo general, mejora – la aplicada en la historieta. Por ejemplo, la expresividad del rostro del médico asesino de “El virus”, en la cubierta del nº 2, supera con mucho la del personaje en las viñetas en blanco y negro del interior. En el nº 4, “La muchacha del más allá”, podemos contemplar una joven rubia que sostiene en brazos un gran gato negro, lo que nos lleva a intuir que Noiquet había visto la película Bell, Book and Candle (1958) que tiene a Kim Novak y su gato como protagonistas. En España se estrenó con el título Me enamoré de una bruja. Noiquet, que con frecuencia trabajaba utilizando fotografías, se autorretrató con expresión demoníaca en la portada del número 7, “S.O.S. Stop Muerte”.


Compárese el rostro del médico que aparece en la cubierta del nº 2 con la versión del mismo personaje que ofrece Josep Martí en esta viñeta.

El nombre de la colección figura directamente sobre la ilustración, en la parte superior de cada portada, escrito con letras de contornos mellados, para anticipar la conmoción que va a experimentar el lector. A la derecha, aparecen el resto de las indicaciones en el interior de lo que puede ser la pantalla de un televisor. El cómic juega con desventaja frente a la estupenda cabecera que precedía a cada episodio televisivo, con la puerta abriéndose en la oscuridad, el chirrido de los goznes, un impresionante grito femenino y el portazo final que pulverizaba las letras... pero cada medio tiene su condicionantes.

En la reedición efectuada en 1970 las letras resaltaban sobre una franja amarilla que ocupaba la parte superior de la portada y tenían el mismo diseño que las de la cabecera de la televisión: agresivas y con los extremos afilados como puñales. Las ilustraciones eran las mismas que en la primera edición.


 
Evolución del logotipo del título de la serie: a la izquierda vemos la cabecera de la primera edición, a la derecha la de la reedición, para la cual se utilizaron los rótulos de la serie de televisión.
 
Las narraciones

Las 32 páginas de cada cuaderno contienen dos, tres o cuatro historias, según su extensión (8 a 24 páginas). En total se publicaron 22 relatos que fueron seleccionados entre los que tenía disponibles la agencia Bardon Art, fundada por el dibujante Jordi Macabich Potau. Francisco Agrás, Almirall y Sesén (Fernando M. Sesén Merenciana), escribieron los guiones, aunque también es posible que hubiese alguno de Joan Llarch o Flores Lázaro. Los nombres de los guionistas no figuran.

La mayoría de los temas desarrollados corresponden al género de terror, pero en otros pesa más el componente de intriga o policíaco. En cualquier caso, la mitad de los protagonistas se muestran aterrorizados por los acontecimientos, aunque lo hagan llevados por la histeria, como sucede en “El perro” (nº 3, págs. 17-32), o con el comisario auxiliar de “Los habitantes de Burton Oaks” (nº 8, págs. 1-24).

Personajes aterrorizados. “El perro” (nº 3) dibujado por Bellalta.

El escenario resulta decisivo para proporcionar el ambiente de misterio. Hay tres castillos (dos situados en Escocia), cinco casas antiguas y misteriosas, y dos excavaciones en tumbas del Egipto faraónico.

A veces, los textos de apoyo contribuyen a crear la atmósfera: «... el viento silbaba agitando las negras sombras de los árboles, mientras en el cielo encapotado la luz cegadora de los relámpagos iluminaba el desolado paisaje...» (“Más allá del miedo”, nº 2, pág. 25). Las palabras resultan más contundentes que las imágenes y ofrecen posibilidades que no siempre han sido aprovechadas por los dibujantes. En la introducción de “La tumba prohibida” (nº 1, pág. 25), se dice: «La inmensidad del desierto se extendía impenetrable y las alargadas sombras de las piedras parecían fantasmas que vagaran por él... creyó ver algo fantástico. ¡Unos seres espectrales que salían de la tumba prohibida!», y sin embargo en las viñetas no se ven alargadas sombras de piedras, ni fantasmas o seres espectrales, ni algo que de la sensación de tumba egipcia.

Los dibujos de Tello en “La tumba prohibida” (nº 1) desaprovechan las oportunidades que ofrece el guión.

Los acontecimientos de todas las narraciones gráficas publicadas en los tres primeros números tienen una explicación racional. Las apariciones espectrales, los sonidos extraños y otros efectos destinados a producir miedo persiguen algún fin, como puede ser el ahuyentar a los visitantes indeseados. Historietas con escenarios y épocas tan dispares como los que sirven de fondo a las andanzas de Roberto Alcázar o del Capitán Trueno ya habían hecho uso de esta idea. Otra fórmula, también utilizada por entonces, fue aplicada en las últimas viñetas de algunos de nuestros relatos. Consiste en mostrar algún detalle que puede invalidar la explicación racional que parecía haber resuelto el misterio. La duda permanece.

A partir del cuarto número son frecuentes los hechos que directamente quedan sin aclarar y se cargan en la cuenta de los fenómenos sobrenaturales. ¿Pura coincidencia? O tal vez los editores tantearon a la censura con argumentos poco arriesgados, antes de elevar la dosis de misterio y terror. Sean cuales fueran sus razones no debieron estar muy seguros de tener vía libre, pues los obstáculos oficiales para los temas considerados escabrosos no desaparecerían completamente hasta 1977. Tal vez por esa causa todas las historias transcurrieron fuera de las fronteras españolas, sobre todo en Londres.
 

Discordancias, dislates y moralejas

El lector familiarizado con los cómics percibirá las ya apuntadas discordancias entre dibujo y texto. Triste castigo para los lectores por unas duplicidades o malas traducciones que deberían haberse evitado. Algunas de estas discrepancias saltan a la vista. Por ejemplo: en “S.O.S. Stop Muerte” (nº 7, pág. 6) el protagonista tira de la anilla que cuelga de una cuerda y, sin embargo, el texto dice: “Jeremías se encontró golpeando la gruesa aldaba”. También hay despistes léxicos. En la última viñeta de “Más allá del miedo” (nº 2, pág. 32) el chico explica que conectó micrófonos, cuando debía decir altavoces. A la misma cuenta debe cargarse el considerar como un robot al pobre minusválido superviviente de la bomba de Hiroshima en “El robot” (nº 8, págs. 25-32).

La inmovilidad de la imagen, consustancial con el medio, es difícil de compatibilizar con las percepciones fugaces de los personajes cuando están distorsionadas por los nervios o por el miedo. El dibujante debe resolver la papeleta que se le presenta en tales ocasiones. En “Los habitantes de Burton Oaks” (nº 8, pág. 8) el sheriff y el comisario creen ver el fantasma de un soldado en lo que realmente es la sombra de un árbol sobre “un pelado peñasco”. El texto se extralimita al precisar que “es yanqui y con uniforme de la Unión”, y el dibujo riza el rizo al perfilar cuidadosamente, no una sombra, sino una silueta, a lo Arthur Rackham, de soldado, armado con un fusil, en el que se aprecia la forma de la culata y hasta la bayoneta calada.

  
Obras comentadas: Bellalta ha transformado la aldaba en una anilla en “S.O.S. Stop muerte” (nº 7). El soldado yanqui resulta ser la sombra de un árbol. “Los habitantes de Burton Oaks” (nº 8). Los dibujos  podrían ser de Henares. El científico se deja engañar con unas gafas de aumento.”El robot” (nº 8) con dibujos de Tello.

También hay giros y desenlaces argumentales sorprendentes. Un buen ejemplo lo encontramos en “El robot” (nº 8, pág. 30), donde un científico cree haber convertido en gigantesco un pequeño cocodrilo cuando su ayudante le da unas gafas de aumento. La secuencia parece más propia del humorista Miguel Gila, quien contaba, por la radio, que a su tía se le había comido la pierna un cocodrilo porque miró con los prismáticos al revés y creyó que era una lagartija.
Otro esquema desconcertante es el individuo que hace desaparecer al instante objetos y personas, simplemente dudando de su existencia. Le sucede como al ogro del cuento “El gato con botas”, que cae en la trampa de aplicarse a sí mismo sus habilidades, y se volatiliza a sí mismo ante el requerimiento del inspector de policía. La historia titulada “Viaje a la nada” (nº 4, págs. 17-24) finaliza con el inspector preguntándose: “¿Pero cómo explico yo ahora a mis superiores lo sucedido?”.
En otros casos, el guionista ha preferido concluir con una reflexión o moraleja que pretende ser profunda: “La conciencia de un asesino se asienta sobre bases muy frágiles” (en “El rostro”, nº 2, pág. 24), o “Jeremías sacó una provechosa enseñanza: El hombre no puede rebelarse contra los designios de Dios” (en “S.O.S. Stop Muerte”, nº 7, pág. 16).


Bellalta firmó y señalo el año de realización  de esta viñeta. “El perro” (nº 3).

Los dibujantes de Bardon Art

La agencia Bardon Art suministró las historietas que resultaban más adecuadas para el perfil de la nueva publicación Historias para no dormir. Al no haber sido realizadas expresamente para la misma tuvieron que ser remontadas. Se ampliaron y se recortaron viñetas, y cuando fue necesario se movieron los bocadillos. Estas manipulaciones afectaron de manera especial a los relatos que ocupaban mayor cantidad de páginas y deterioraron, de manera notable, la estética y el efecto narrativo. Es evidente que son obra de diferentes manos y que unas obtienen más calidad que otras. Varios abusan de la utilización de zonas negras, tendencia que se ve agravada en las viñetas que han sido ampliadas.

De las 22 historias que se publicaron, 16 aparecen sin firma. Bellalta firmó cuatro relatos con un total de 63 páginas, aunque cabe en lo posible que fuese el autor de alguno más y la firma se haya perdido como consecuencia del remontaje. Carrillo firmó “El medallón de Isis”, que ocupa las 24 primeras páginas del nº 6 y Tello “La tumba prohibida” (nº 1, págs. 25-32).

José María Bellalta Suárez (Barcelona 1941) tenía ya cierta experiencia como dibujante. Ambientaba bien sus historias (sin duda, gracias a una buena documentación) como dejó patente en “El reloj” (nº 4, págs. 25-32), “El conde Koruga” (nº 5, págs. 1-24), y en el atuendo del suicida del siglo XVI que regula las muertes en “S.O.S. Stop Muerte” (nº 7, págs. 1-16). Noiquet llevó el mismo personaje a la portada, con mucho más carácter, representándose a sí mismo cubierto con una tela recia, lo que resulta más intemporal. A Bellalta correspondió la difícil tarea de narrar en viñetas las delirantes visiones del protagonista de “El perro” (nº 3, págs. 17-32).

“El medallón de Isis” (nº 6) es un relato, dibujado por Carrillo, con personajes del Egipto faraónico revividos.

También Carrillo tuvo que encarar en “El Medallón de Isis” (nº 6, pág. 5) la dificultad que suponía representar el sarcófago egipcio de Merytra, de tal forma que la tapa exterior mostrase su “turbadora belleza” y que pareciese “estar viva” después de tantos siglos. Antonio Pérez-García Carrillo (Málaga, 1931) ya era un autor conocido y apreciado. En 1953, en Cuadernos Ilustrados de Sucesos, había efectuado una incursión en el género de terror. Luego dibujó varios cuadernos de Aventuras del F.B.I. y colaboró en Chicos, 3ª época, donde apareció El Capitán Pantera, su creación más popular. La historia “El Medallón de Isis” transcurre entre Egipto y Londres. Presenta unos dibujos vigorosos, con un acertado uso de las sombras, buena narración y una ambientación satisfactoria. Su estilo es muy reconocible, y no sólo por sus características chicas. La trama argumental reúne los tópicos habituales en los relatos de excavaciones egipcias, con descubrimiento de tumba, momias que cobran vida, venganzas aplazadas durante siglos... y algunos comportamientos que no hubieran sido admitidos en los tebeos al uso. “No has cambiado, Merytra. Es la segunda vez que me eres infiel. Me traicionaste con aquel oficial... te regalé un medallón en prueba de amor, ¿recuerdas?”, y es que la tal Merytra, después de resucitar, marcha a Londres sin encontrar dificultades de idiomas ni de adaptación y seduce al arqueólogo que descubrió la tumba en la que descansaba junto a su marido. El pobre John acaba convertido en momia dentro de la cripta del desierto egipcio.

 
Dibujos de un Jordi Bernet principiante, pero reconocible, en “Más allá del miedo” (nº 2) Raf dibujó “Extraño visitante” (nº 7) con trazos humorísticos.

En similar paraje transcurre “La tumba prohibida” (nº 1, págs. 25-32), firmada por José Tello. El criado de los arqueólogos también está a punto de finalizar sus días como una momia, pero como a pesar de las vendas puede moverse y saltar sin trabas, salva a su jefe y se salva a sí mismo. Aunque no se incluyó la firma, al mismo dibujante se deben “Extrañas voces” (asimismo en el nº 1, págs. 1-8), “La muchacha del más allá” (nº 4, págs. 1-16), “Las serpientes asesinas” (nº 6, pág. 24-32) y “El robot” (nº 8, págs. 25-32).

Un entonces desconocido y hoy de fama internacional Jordi Bernet realizó, unos seis años antes de su publicación en Historias para no dormir, “Más allá del miedo” (nº 2, págs. 25-32). Las viñetas aparecen modificadas para adaptarlas al formato, con añadidos y zonas negras. Bernet tenía olvidada esta historieta, pero después de verla, piensa que el guionista pudo ser Agrás. “Extraño visitante” (nº 7, págs. 26-32) está dibujada con trazos caricaturescos por Joan Rafart Roldán, más conocido como Raf por sus páginas de humor en los tebeos de Bruguera.

Otros dibujantes presentes pero sin firma son: Jordi Macabich, director de la agencia Bardon Art, en “Los murciélagos” (nº 3, págs. 1-16); Josep Martí en “El transfigurador”(nº 1, págs. 9-16), “El virus” (nº 2, págs. 1-8) y “Extraño poder” (nº 2, págs. 9-16); Manuel Saló en “El Rostro” (nº 2, págs. 17-24) y Sebastián Velasco en “Viaje a la nada” (nº 4, págs. 17-24). Es posible que sean de Henares (Pedro Martínez Henares) los dibujos de “Los habitantes de Burton Oaks(nº 8, págs. 1-24).

Sombras, murciélagos y misterio en los dibujos de Macabich. Página de “Los murciélagos” (nº 3)

Resumen y conclusión

La colección Historias para no dormir, lanzada en el año 1966 por Semic Española de Ediciones, fue la primera revista española dedicada íntegramente a narraciones gráficas de horror en estado puro o combinado con otros géneros próximos. Sin embargo, la acogida que le dispensó el público quedó muy por debajo del éxito logrado por la serie de televisión homónima, cuya estela pretendía seguir. El factor novedad que supuso su aparición no fue capaz de compensar la falta de garra de los relatos publicados, que no responden a una idea como la que se había marcado Chicho Ibáñez Serrador para su programa: “Intentamos hacer sonreír y pensar”.
A pesar de sus fallos, Historias para no dormir contribuyó a preparar el terreno para que otras publicaciones periódicas con historietas de terror viesen la luz antes de que finalizase la década, y marcó el inicio de la proliferación que tuvo lugar en los años 1970. En cuanto al formato, supuso un paso intermedio hacia el modelo de revista de mayor tamaño y gran cantidad de páginas.
 

[Agradecemos la información facilitada por la agencia Bardon Art, en especial por Mercé Biadiu, sin cuya colaboración y extraordinaria memoria fotográfica hubiera sido imposible documentar este estudio.]

TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2010): Federico Moreno Santabárbara. Revisión de Javier Alcázar y Alejandro Capelo. Edición de Manuel Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
FEDERICO MORENO SANTABÁRBARA (2010): "Historias para no dormir", en Tebeosfera, segunda época , 5 (23-I-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 15/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/historias_para_no_dormir.html