HISTORIA DEL CÓMIC EN VENEZUELA |
Desde el principio de la primera década del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, contamos con un desarrollo gradual de los medios impresos nacionales y la inclusión de nuevas tecnologías que facilitarían la introducción de grabados, dibujos y posteriormente fotografías. Estas tecnologías comenzaron con la llegada en ascenso de la imprenta en 1808, la litografía alrededor de 1823 y la técnica del fotograbado hacia 1889.
Sin embargo la llegada de la imprenta fue tardía en Venezuela en comparación con otros países como México y Perú, que ya contaban con esta desde hacía más de dos siglos, lo cual no quiere decir que no tuviera una rápida difusión. Para el año 1842 ya podemos citar a sobresalientes ilustradores como eran los hermanos Jerónimo y Celestino Martínez y Ramón Irazábal, quienes venían desde hace algún tiempo creando dibujos ornamentales o a modo de decoración para llamar la atención o resaltar alguna nota informativa en medios impresos.
Figura 1: Ilustración atribuida a Fermín Toro, en un número de El Mosaico de 1854. |
Luego de un período crucial de orden político como lo fue la guerra federal comenzaron a proliferar nuevos títulos que incluían a la caricatura no como tema central, pero sí como elemento esencial destinado a ganar lectores a la competencia. Entre los destacados en este período podemos nombrar los siguientes: El Zancudo Ilustrado (1876), El Punch (1884), El Álbum De Caracas (1886), Venezuela (1886), El Autógrafo y La Caricatura (1886) –publicaciones en las que Pablo Emilio Romero (Paolo), dibujante de profesión, y Muñoz Tebar, de oficio grabador, crearon los primeros diseños de cómic utilizados expresamente para publicidad– y El Zulia Ilustrado (1888).
Figura 2: Portada de el número 4 de 1886 de caricaturas de El Autógrafo de Paolo. | Figura 3: Portada del número de 8 de julio de 1886 de La Caricatura de Paolo. |
En 1893 nace en la ciudad de Caracas El Cojo Ilustrado de Agustín Valarino y Manuel Echezuria, quienes innovaron con su diseño, estilo y contenido, y aunque escasa de ilustraciones y dibujos de autores nacionales albergara gran cantidad de material historietístico europeo, principalmente de estudios de ilustración franceses.
Figura 4: Portada del número 18 de 1900 de La Linterna Mágica. |
En 1918 aparece Pitorreos, fundado por Francisco Pimentel, pero su período de vida fue muy corto, tan solo un año de publicación hasta que fue cerrado bajo órdenes del régimen de Juan Vicente Gómez. El humorismo gráfico y la sátira política han sido por excelencia los géneros predominantes dentro de las publicaciones venezolanas, y para 1923 nace una publicación de nombre Fantoches, que viene a combinar los elementos antes mencionados con la inclusión de las primeras historietas serializadas de la mano de su fundador Leoncio Martínez (Leo), quien ya se había iniciado en el mundo de la ilustración en el periódico La Voz del Pueblo, Pitorreos y El Cojo Ilustrado.
La representación de una sociedad bajo un régimen autoritario como lo fue el de Juan Vicente Gómez, vino de la mano de una de las creaciones de Leo, la cual dio en llamar «Pinocho» –serializada dentro de Fantoches– basada en el personaje del cuento de Carlo Collodi, pero ambientado en un entorno criollo de carácter costumbrista que no pretendía criticar al régimen sino parodiar a las clases sociales de la época. El uso de la viñeta estuvo en cierta manera adaptado a la necesidad de cada ilustración y la utilización del balloon fue casi esporádica, ya que el método de trabajo era muy parecido al realizado por Richard Outcault en su famoso «The Yellow Kid», colocando un texto explicativo en verso debajo de cada imagen. La revista fue clausurada en 1932 por el régimen gomecista y reapareció en 1936 después de su caída, pero con una duración efímera.
Después de Fantoches vieron la luz otras publicaciones; entre ellas Caricaturas, de 1926 con dirección de Alejandro Alfonso Larraín (Alfa) y Rafael Rivero, y un año después Mundial, que incluiría fotografías, pero sobre todo ilustraciones y caricaturas de un alto contenido político aderezado con una fuerte crítica social. Para finales de 1926 y principios de 1927 Luisa Martínez funda la publicación Nos-otras, en la cual sería representado el punto de vista femenino en los medios impresos y resaltarían las caricaturas realizadas por Nina Crespo, fiel representante de los ideales feministas de la época.
Figura 5: Portada de un número de Caricaturas de 1927. La ilustración es de Rivero. | Figura 6: Portada del número 558 (¿de 1934?) de Fantoches de Leoncio Martínez. |
La caricatura continúa siendo el recurso más utilizado por las publicaciones en este período, y nuevos ilustradores comienzan a publicar sus trabajos en diferentes periódicos y revistas, aunque sus trabajos continúan muy en la onda de los años anteriores: viñetas ornamentales, personalidades del mundo de la política y dibujos que satirizan situaciones sociales y políticas de la época. Ya a estas alturas se crean estereotipos y símbolos propios que vienen a convertirse en la representación de arquetipos nacionales.
La persecución y arresto de dibujantes y la clausura de muchas publicaciones por medio del régimen gomecista deviene en un período bastante difícil para las artes gráficas en general, quedando solo las publicaciones afectas a este régimen y coartando la libertad de expresión a todas aquellas que hicieran crítica de este. En este momento ganan terreno los cómics norteamericanos comercializados por la empresa King Features Syndicate.
En un salto temporal, después de la caída de Juan Vicente Gómez muchas publicaciones vuelven a editarse aunque es bastante corto su tiempo de permanencia en el mercado. En 1941 se funda la revista El Morrocoy Azul, cuya edición es obra de Claudio Cedeño, con una especial visión del humorismo gráfico que lo lleva a crear una publicación muy abundante en caricaturas, historietas y humor textual. Este medio le permitió reunir a un grupo muy variado de ilustradores entre los que se cuenta a: Víctor Simone, Churucuto, Lezama, Pardo, Gilberto Muñoz y el propio Claudio Cedeño.
Cabe destacar algunas piezas historietísticas de la mencionada publicación como fueron «El bachiller Mujiquita» de Víctor Simone, «William Guillermo» del pintor y fundador Claudio Cedeño y la primera tira cómica institucional «Med-idor» de Gilberto Muñoz, una especie de caballero medieval que se encargaba de sancionar a todos aquellos que daban un uso indebido y derrochaban el agua.
Al inicio de la década del cuarenta se fundan dos de los diarios estandarte del país, Últimas Noticias y El Nacional, influenciados por el diseño y modelo periodístico norteamericano, lo cual refuerza la publicación de cómics y tiras diarias, que son ofertadas a precios tentadores por los llamados syndicates. Esta posición del cómic norteamericano vendría a opacar el trabajo de los ilustradores locales, en vista de que aún no se había consolidado el cómic venezolano como tal, con personajes y contenidos permanentes.
Existe una gran ausencia de material local hasta mediados del siglo XX, cuando la sociedad se enfrenta a cambios de orden político y social, con la ruptura de una parte del sector rural en pos de la modernización y del avance tecnológico que conlleva al hecho de ser un país exportador de petróleo.
Para 1953 nace una nueva revista llamada El Gallo Pelón, en la misma línea de sus antecesoras, con una fuerte carga de corte político, que incluyó en sus páginas varios cómics destinados a la crítica general. Ya a estas alturas el cómic venezolano comienza a tomar forma y obtiene el espacio como género estable. Contó en sus páginas con historietas como «Zamurito» de Carlos Cruz Diez, «Doroteo Doblefeo» de Luis Domínguez, «El Poli Policarpio» y «Bicho Bruto» de Humberto Muñoz, «Cabeza e Ñame» y «Traguito» de Carlos Galindo (Sancho), «Fulanita» de Montilla, «Dr. Fito Pérez» de Ludom, «El profesor Venezolanito», «El que debe morir» y «La historia inconstitucional de Venezuela» fueron las aportaciones de Luis Brito García. Es destacable nombrar también la historieta hecha por el laureado pintor Jacobo Borges, de titulo «Rufi Sonrisa» basada en la vida de un dirigente sindical corrupto.
Figura 7: Portada de Jacobo Borges de un número de 1959 de Una Señora en Apuros. | |
Figura 8: Portada del número 128 de 1960 de Dominguito, fundado en 1958 por Zuliano Gabriel. |
Se introduce la historieta como medio para el tratamiento de temas nacionalistas y de toque histórico, como las realizadas por Virgilio Trompiz para el diario La Esfera y la revista Tricolor. Esta última publicación junto a ediciones Ekare del Banco del Libro, dirigidas a un público infantil-juvenil son hasta tiempos actuales los decanos de la ilustración y la historieta con fines didácticos.
A principios de la década del sesenta, Kotepa Delgado funda La Pava Macha, en la misma línea de las anteriores citadas pero con un fuerte hacia el chiste cotidiano y el humor abstraccionista con pinceladas de un toque textual inconforme con la realidad diaria. Numerosos fueron los ilustradores que pasearon por estas páginas sus trabajos. Muchos ya venían de publicaciones foráneas.
En esa revista vieron la aparición aunque muy fugaz dos historietas que nacieron de la inventiva gráfica y humorística de Aquiles y Aníbal Nazoa: «Tocador de señoras» y «El fósforo». Otras ediciones de la época fueron: Cascabel, La Saparapanda y El Infarto.
La influencia del cómic norteamericano se hace patente en las posteriores obras de los autores nacionales, tanto en temática como en sus herramientas narrativas. El desarrollo de la historieta latinoamericana es a pasos agigantados, y las ediciones llegadas de afuera por parte de editoriales como Novaro y Editora Cinco de México, junto con las colombianas Editorial América y Greco Editores y la argentina Editorial Columba, crean una legión de adeptos que moldean y transforman las características propias de cada género narrativo en un modo de visión personal.
La década del setenta trae consigo la introducción de la historieta como marco histórico, para la divulgación de la crónica nacional y la biografía de sus próceres de mano de las editoriales Del Lago y Futuro. Títulos como Héroes de la Patria y Caudillos de Venezuela utilizaron la historieta con fines educativos y carácter divulgativo. Desfilaron por sus páginas los trabajos de Lourdes Armas, Vicente Alcázar, Manuel Salgado, Énder Cepeda, Fernando Asían –autor entre otras de «La batalla naval del lago»– y los autores chilenos René Poblette, Hugo Jorguera y Fernando Daza.
La mayoría de estos autores publicaron también a través de la revista Respuesta del Zulia, que fue un espacio importante para el desarrollo de la ilustración en ese Estado. El zuliano Bravo realizó una serie de tiras llamada «Cujo» para el diario Crítica de la ciudad de Maracaibo. Para el suplemento dominical del diario Panorama –también del Zulia– el ilustrador Jorge Montero realizó tiras de media página en las que daba vida a su creación «Charly Jazz Bird».
En la mayoría de los diarios nacionales ya existe para esta década –la del setenta– una demanda de ilustraciones para cubrir ya sea, reportajes de opinión o editoriales, o bien sus suplementos dominicales en los que se dedica una parte al entretenimiento de un público infantil.
En 1972 el ilustrador Julio López –conocido como Hallaco– crea para el diario vespertino El Mundo, el primer superhéroe venezolano: «El capitán Guayana»: un muchacho que es abducido por seres extraterrestres a un mundo en el cual obtiene poderes especiales. Cuando regresa a la tierra inicia una lucha en pos de erradicar la maldad de nuestro país. Este intento no superó los tres meses de vida. Años después publicaría «El magistrado» en El Diario de Caracas y tomaría la iniciativa de crear una escuela donde las personas pudieran aprender el arte del dibujo y la ilustración de cómics.
El Diario de Caracas abría más posibilidades para la publicación de historietas y este llamado le dio la posibilidad a Giambattista Russo de hacer conocer su creación «Tuk y su dinosaurio», sátira de un cavernícola versionando la época moderna; a Carlos Sicilia y su «Chopo», «El perro de la TV, Ram» de Mauricio Lemus y «Bicholandia» de Miguel Leman.
Un autor que ya venía cabalgando entre la sátira social, el humorismo gráfico y la caricatura política a la par, tomaba la iniciativa de crear una publicación donde él y una élite de autores más pudieran enseñar al mundo todo lo que sus mentes encerraban. El Sádico Ilustrado del insigne Pedro León Zapata, mezcla de humor irreverente y cargado –como no podía ser menos de este autor– de mucha crítica social. Es considerado como la punta de lanza para el desarrollo de la historieta venezolana por la cantidad de innovaciones gráficas que suscitó en su tiempo y que aún deja huellas.
Ya en junio de 1980 el ilustrador Jorge Blanco dibuja por vez primera a «El náufrago» para El Diario de Caracas. En 1989, bajo el auspicio de Juan Sebastián Bar, «El náufrago» es mudado a las páginas de la revista Pandora de El Nacional. Esta es la historia muda –no porque el personaje lo sea, sino por la soledad que no le permite comunicarse con nadie– de un náufrago en una pequeña isla desierta en la que expresa el deseo de evasión ante las injusticias sociales y reflexiona sobre la incertidumbre de un mundo al que el ya no pertenece pero extraña. Es considerada la historieta más famosa y trascendental del país.
Clips de 1987 ha sido la primera publicación impresa dedicada íntegramente a la historieta nacional. Obra de los diseñadores Juan Carlos Darías, Lindoro Vera y Sandro Bassi, inició sus andanzas el 26 de febrero de 1987 y apenas llegó a su número 8. Esta iniciativa surgió en el mundillo del diseño gráfico, por una necesidad de expresión personal. Los modelos tomados para esta fueron las famosas Totem y Heavy Metal.
Sus páginas acogieron a muchos diseñadores e ilustradores que estaban interesados en expresarse por medio de este género. Algunos de sus ilustradores ya habían desempeñado su labor en otras publicaciones como Poder Joven, Popder y Africanias. Entre los partícipes estaban: Walter Sorg, Cayayo Troconis, Rubén Montoya, Edgar Jiménez, José Bueno, Raúl Ávila, Víctor Castro, Marcelo Ávila, Mauricio Lemus y Alberto Monteagudo. «Historietango Love», «Obsesión», «Yarba», «La hija de la floresta» y «Sex Comput» fueron algunas de las historietas publicadas.
El humor gráfico continúa siendo punto de nexo para muchos artistas y destaca un semanario de nombre El Camaleón, creado por Graterolacho, Omar Cruz y un curtido grupo de ilustradores. La creación de tiendas para la distribución y venta de cómics y coleccionables trajo también consigo un mayor alcance, a pesar de la escasa cantidad de material que podía llegar al país. El apoyo por parte de las tiendas especializadas fue crucial para reinstalar un género que a ratos se perdía en la bruma del desinterés por parte de un sector que se negaba a apoyarlo.
Entre estas tiendas se encuentra Caracas cómics, que desde sus inicios se dedicó a importar mangas, cómics americanos y todo tipo de material relacionado con este, así como a promover la historieta por medio de eventos y concursos, incluyendo charlas y ponencias con personalidades nacionales, y en ocasiones internacionales. La iniciativa de esta proyección fue de su dueña Verónica Ettedgui, quien entre 1998 y 1999 tuvo la oportunidad de trabajar por encargos para la empresa de coloreado digital Atomic Paintbrush, realizando trabajos para empresas norteamericanas como Marvel, DC Comics e Image. Actualmente se encuentra realizando un cartoon para el canal Nickelodeon llamado «Súper pollo frito», alternando sus trabajos para Atomic Paintbrush y las historietas para la revista SK-4 de la empresa de televisión por cable Súper Cable.
El Instituto de Diseño de Caracas toma el relevo generacional creando una nueva publicación llamada Maus –en honor del cómic homónimo– en 1996. Sus directores, el colombiano Diego Guerra y el argentino Cristian Vigliano aunque extranjeros se sintieron muy comprometidos con la historieta venezolana y utilizaron los conocimientos adquiridos en sus tierras para apostar por el cómic local. Brindaron la oportunidad a muchos jóvenes que comenzaban en este género para esa época.
Actualmente la historieta venezolana ha atravesado por circunstancias adversas, y se podría asegurar que aún lucha por salir de la indiferencia en la que se ha mantenido, lo que no significa que el humorismo gráfico y la caricatura sufran de los mismos males, ya que este continuará siendo el género por excelencia de las publicaciones nacionales.
La apertura de internet, la accesibilidad a información que no era disponible por otros medios, el intercambio por vías digitales y la creación de comunidades virtuales dedicadas a la difusión de este género han hecho que la historieta tenga un alcance mediático mayor.
Por otra parte, lo que daríamos en llamar explosión del manga, anime y demás cómics asiáticos, también fue un factor favorable en la activación de nuevos mecanismos para la producción de historietas nacionales, las cuales adoptaron –como en muchos otros países– influencias muy marcadas en el tratamiento artístico de estas, pero al mismo tiempo crearon una legión de clones, que siguiendo patrones establecidos, no se han atrevido a romper los moldes.
En los primeros años del siglo XXI, la historieta ha presentado un lento pero fuerte crecimiento, nuevas publicaciones han nacido y continuarán haciéndolo; la mentalidad cerrada de muchos sectores se ha abierto un poco más y ahora se tiene el apoyo de muchos entes que ven en la historieta un medio de expansión gráfica y literaria. Algunas de las publicaciones que han visto la luz en estos últimos años se basan en propuestas nacionalistas, con temáticas maduras –algunas– mientras otras navegan en la contraculturización y el denominado cómics underground.
Figura 9: Dibujo para la portada del no. 1 de Silbon. |
Muchas son las propuestas que hoy se presentan en todos los rincones del país y numerosas las publicaciones que –aunque muy selectivas– brindan oportunidad a muchos ilustradores. Diarios y revistas de diversos sectores prestan mayor atención y se crean mas núcleos de intercambio de información. Muchas más tiendas especializadas nacen y con ello el potencial de acceso a mayor cantidad de público. El lector novel se introduce de una manera más rápida y se integra a la comunidad de la historieta patria por vías alternativas. Muchos son los autores que encuentran en los diarios y periódicos locales y nacionales la oportunidad de realizar trabajos en el campo de la caricatura editorial y el humor gráfico. Agra, Rubén Rubens, Roberto Weil, Doña Rayma y David Márquez son solo algunos de los nombres que vemos a diario en nuestras publicaciones periódicas. Nombres que cada día enaltecen la labor del ilustrador.
Las puertas están abiertas para el que quiera entrar, el relevo generacional ha comenzado y el respeto por la vieja escuela es imperecedero. Adelante.