Por si esto fuera poco, aparte de su faceta como escritor y guionista, Oesterheld desarrolló una amplia labor como editor durante muchos años que también ha pasado desapercibida. De esa labor surgieron revistas como Hora Cero y Frontera, sin las cuales no se puede entender gran parte del cómic europeo de los años setenta y ochenta debido a que en ellas definió muchos aspectos de la revista de cómics adulta tal y como se llegó a entender en el Viejo Continente.
Por otro lado, es muy importante destacar que artistas de la talla de Alberto Breccia, Hugo Pratt, Solano López o Carlos Roume, todos ellos de estilos marcadamente diferentes, realizaron sus mejores y más representativas obras en colaboración con Oesterheld.
Este breve artículo tiene como finalidad definir a grandes trazos el trabajo titánico de Oesterheld, tanto el escritor como el editor, dado que algunas de sus más grandes obras vieron la luz siendo él editor y escritor al mismo tiempo. Es casi imposible hacer un análisis exhaustivo de su obra debido a su gran extensión, pero gracias a la magnitud de la mayoría de sus trabajos podemos hacer un recorrido más que representativo de su obra.
OESTERHELD EL ESCRITOR
Contracubierta del número 1 de la revista Hora Cero Suplemento Semanal del 4 de septiembre de 1957. En ella podemos apreciar toda una declaración de principios sobre la historieta.
Cuenta la leyenda que un editor de la Editorial Abril le pidió a un joven geólogo apellidado Oesterheld -que en aquella época escribía artículos de divulgación científica, relatos y material infantil- si podía escribir historietas. Este admitió que jamás había leído historietas, pero que intentaría escribirlas. Verdad o mentira, esta anécdota refleja una actitud muy típica de Oesterheld; él era un contador de historias y el cómic era un medio excelente para hacerlo. De hecho pensaba que el cómic era en algunos aspectos superior a la literatura, sobre todo por el hecho de que podía llegar a un público mucho más amplio, aspecto fundamental para Oesterheld.[1]
Desde el principio de su carrera demostró tener una gran capacidad de trabajo, ya que guionizaba historias para Misterix y Rayo Rojo, escribía relatos para Más Allá, la mítica revista de ciencia ficción argentina, guionizaba para otras revistas, escribía relatos infantiles... Todo un trabajo que ponía de manifiesto la cualidad principal de Oesterheld: era un narrador «nato». Daba la impresión de que no planeaba las historias en profundidad, no pensaba los argumentos en detalle. No, él trazaba las líneas maestras, y de entrega en entrega perfilaba los detalles. Pero que nadie se lleve a engaño, esta característica no implicaba que sus historias fueran poco profundas. Ese «descuido» sólo aparente no le impedía a Oesterheld desarrollar paso a paso historias y personajes de una manera tremendamente coherente, minuciosa y profunda. Con este sistema, nuestro guionista escribía historias de todo tipo: desde aventuras a westerns o crónicas deportivas. Pero, aparte de su agilidad narrativa, fuera cual fuera el tema, todos los personajes que trataba tenían una característica común: un fuerte humanismo que era perfectamente compatible con las historias de acción. Y este factor contribuyó a que sus historias gustaran mucho y, además, aguantaran perfectamente el paso del tiempo. Más allá de la aventura, la batalla o la competición deportiva, por encima de todo, estaba el hombre, es decir, ese personaje que siente, vive y que, gracias a Oesterheld, parece casi real. Y eso es casi más importante que la aventura que está viviendo en cada momento.
Desde su primera aparición, sus personajes más conocidos, el sargento Kirk y Bull Rockett, demostraron ser algo especial. Kirk, situado en el Oeste norteamericano, representa la conciencia del pueblo blanco que está acabando con los indios. Este planteamiento, que en el futuro sería muy normal, era muy original a principios de los cincuenta y demostró que era posible hacer un western atractivo, lleno de acción a la vez que profundo y creíble. Bull Rockett es todo lo contrario, ya que representa la aventura tecnificada, casi de ciencia ficción, y gracias a un inteligente uso de los secundarios y, sobre todo, de los villanos, logra recordar las mejores aventuras de Doc Savage pese a su acción desbocada. La capacidad de Oesterheld para crear dos grandes series tan diferentes entre sí al mismo tiempo se haría todavía más patente en su paso por la Editorial Frontera. Allá, como principal responsable de los guiones,[2] tuvo que desarrollar esta capacidad al máximo. Y lo interesante es ver que logró lo que muy pocos guionistas han sido capaces: creó varias obras simultáneamente, algunas de ellas puntales de sus respectivos géneros como:
Bélico. Ernie Pike, El cuaderno rojo de Ernie Pike, Amapola Negra y varias historias sin personaje definido situadas en la Segunda Guerra Mundial. Siempre con la misma premisa, el verdadero enemigo es la guerra en sí[3] y no los soldados del otro bando, dibujantes como Hugo Pratt, Solano López, Alberto Breccia, José Muñoz, Daniel Haupt o Balbi se encargaron de ilustrar los guiones de Oesterheld. El resultado fueron historias fuertes, no siempre de final feliz, pero con personajes tremendamente reales y que llegan a un amplio rango de lectores. Este planteamiento influyó decisivamente en el enfoque que europeos y, sobre todo, argentinos, le darían al cómic bélico más adelante. Mucho más tarde, en 1971, Oesterheld retomó a Ernie Pike para la revista Top de Cielosur Editores, situándolo esta vez en la guerra del Vietnam, y volviendo a conseguir episodios memorables.
Ciencia ficción. Este género, familiar para Oesterheld por su trabajo en la revista Más Allá[5], sirvió para ofrecer El Eternauta, una obra clave de la historieta sin la cual no podemos entender del todo el desarrollo del medio. La parte principal de El Eternauta se narró a través de ¡106 entregas! en Hora Cero Suplemento Semanal. Una invasión extraterrestre diezma la población mundial por medio de una nevada mortal. Oesterheld y Solano López realizan uno de los mejores trabajos de su carrera gracias a la definición de unos personajes muy reales que se van enfrentando a situaciones siempre cambiantes a la vez que creíbles. El pesimismo de enfrentarse a un enemigo al que se le supone casi invencible se mezcla con el tremendo vigor de los protagonistas, que pese a caer en la desesperación, a menudo son un excelente ejemplo de lo mejor del espíritu humano. Uno de los aciertos de la obra es que, pese a ser ciencia ficción, los escenarios no pueden ser más terrenales, ya que Solano recrea un Buenos Aires real a más no poder. Por otro lado, el concepto de «buenos» y «malos» a veces se diluye, lo que ayuda a hacer la historia más verosímil. Al examinar el pulso narrativo de la historia, a uno le queda la sensación de que no estaba planeada, sino que Oesterheld la iba desarrollando sobre la marcha; pero esta circunstancia, lejos de perjudicar la obra, la hace aún más fluida, algo que sólo un narrador genial podía conseguir. El gran impacto de esta obra ensombreció a otras obras de ciencia ficción de Oesterheld y Solano, como las excelentes Rolo, el marciano adoptivo o Paul Neutrón, obras fundamentales del género prácticamente desconocidas en Europa. Rul de la Luna, por el mismo equipo artístico, mezcló ciencia ficción con aventuras infantiles con resultados muy desiguales. Más conocida, afortunadamente, es Sherlock Time, gracias al trabajo de Alberto Breccia. Ésta fue la primera colaboración de Oesterheld con Breccia, y supuso un cambio cualitativo muy importante en la carrera de este último. Sherlock Time mezcla fantasía, ciencia ficción, terror y relato policiaco con una naturalidad increíble gracias a la cuidada caracterización de personajes. Otra obra maestra indiscutible ensombrecida por Mort Cinder, la siguiente gran obra que realizarían Oesterheld y Breccia años después.
Género «argentino». Si bien muchas de las obras de Oesterheld transcurren en Argentina (recordemos que El Eternauta, Sherlock Time y otras muchas transcurren en Buenos Aires), algunos de sus guiones se basaron en conceptos claramente argentinos, tales como la vida en La Pampa o la Guerra de Independencia. Y en este género nos encontramos con Nahuel Barros, dibujada por Carlos Roume, otra de las grandes obras de Oesterheld desconocida en España. El tremendo realismo, a menudo casi poético, de los trazos de Roume ilustran unas historias tremendamente violentas pero a la vez muy humanas, situadas en la frontera de La Pampa donde los soldados se enfrentan continuamente a los indios, con los colonos de por medio. El planteamiento, muy de western, no resulta tópico en absoluto. Tanto las situaciones como el tratamiento de los personajes hacen de ésta una historia plenamente argentina. También es destacable Patria Vieja, que relata episodios patrióticos. Comenzada por Roume, fue continuada con bastante acierto por Arancio. Pichi relata las aventuras de un cachorro en La Pampa argentina, también dibujadas por Roume, esta vez con guiones de Jorge Oesterheld. Aunque no es obra de Oesterheld, cabe mencionarla por su inclusión del poema Martín Fierro, una de las cimas de la literatura argentina, ilustrado por Arancio.
Página del número 7 de la revista Hora Cero Suplemento Semanal del 16 de octubre de 1957. Guionizada por Oesterheld y dibujada por Carlos Roume muestra la primera aparición de Nahuel Barros. |
Aventuras. Este género viene a ser una especie de cajón de sastre donde encajar una serie de historias de difícil clasificación. Quizá la mejor de éstas fue Joe Zonda, dibujada primero por Solano López y continuada por Schiaffino. Joe es un joven campesino que trabaja de copiloto en una compañía de transportes. Con esta excusa, empieza a vivir las más extravagantes aventuras. El tono de estas historias en poco tiempo desembocó en lo paródico y en lo cómico, lo que hacía que las historias pese a ser inverosímiles hasta caer en lo ridículo, resultaran siempre divertidas. En el mismo género, pero situado en el África de los safaris, hay que destacar Tipp Kenya, una extraordinaria obra magistralmente dibujada por Carlos Roume. También podríamos destacar Tom de la Pradera, dibujada por Ernesto García, o Lucky Piedras, por Carlos Cruz, ambas aventuras en el más genuino sentido de la palabra pero con cierta tendencia a caer en lo tópico.
Urbano/Crimen. Quizá es éste el género más desconocido de Oesterheld y donde podemos encontrar personajes tan fascinantes como Cayena, dibujado por Daniel Haupt, que siempre al borde de la ley, hace de detective atípico en las condiciones más increíbles. Buster Pike fue un intento de relatar crónicas deportivas al estilo de su hermano Ernie, pero la serie pronto se decantó a lo policiaco y no llegó a cuajar, pese a algunas ideas realmente interesantes. Mención aparte merece Doctor Morgue: con sólo una sola aparición, los lápices de Breccia hicieron de esas pocas páginas de aparente sencillez una lección de narrativa. Más allá del crimen, nos encontramos con las historias urbanas de los Cuentos de la Ciudad Grande que, aunque no siempre bien dibujados, se encuentran entre las mejores obras de Oesterheld por la originalidad, frescura y poesía de los guiones.
En 1955, y mientras todavía colaboraba en Misterix, Oesterheld se encargó de la mayoría de los guiones de la efímera revista Dragón Blanco editada por A.P.L La filosofía de la revista era muy similar a la de Misterix, formato apaisado y aventuras de «Continuará» de temática diversa, siendo la historieta principal (aventuras en la legión extranjera) la que daría nombre a la revista. Esta colección (de la que sólo conocemos nueve números) parece ser el primer intento de Oesterheld de hacer una revista a su gusto. El resultado no fue muy bueno, al menos comercialmente hablando, y la colección cerró rápidamente.
En aquellos momentos, a mediados de los cincuenta, publicar cómics en Argentina no era fácil debido a las restricciones de papel. De ahí que podamos encontrar formatos de publicación inusualmente pequeños para aprovechar los restos de papel. Pero problemas industriales aparte, las revistas de cómic argentinas, al igual que las españolas, las francesas o las estadounidenses, no atravesaban un momento creativo especialmente bueno y, salvo honrosas excepciones, no pasaban de ser poco más que lectura de usar y tirar.
Un tiempo después del cierre de Dragón Blanco, el talento de Oesterheld para la narrativa escrita hizo que las novelas[6] que escribió de Bull Rockett y Sargento Kirk fueran un gran éxito y, animado por esto, decidió crear su propia editorial. Dicho y hecho. A principios de 1957 nació Editorial Frontera, un ambicioso proyecto editorial liderado por Oesterheld y su hermano Jorge. Amistosamente, nuestro creador dejó la revista Misterix. Tanto fue así que, después de hablar con Césare Civita, el director de la Editorial Abril, acordaron que Bull Rockett se quedaría en Abril mientras que el sargento Kirk se iría a Frontera.
La editorial comenzó con dos títulos, Hora Cero y Frontera, en las que al poco tiempo el público les añadió la coletilla de «mensual» para distinguirlas del resto de publicaciones que vendrían. El formato de estas revistas (apaisado y tamaño medio folio aproximadamente) era muy similar al de Misterix y otras series de la Argentina de finales de los cincuenta. Pero la filosofía que había detrás era muy diferente.
Las historietas ya no eran un mero entretenimiento. Tanto los personajes como los argumentos, bajo su aparente sencillez, inducían a lecturas sucesivas en busca de nuevos detalles y enfoques. Cosa que se haría más patente en las aventuras seriadas que podían tener docenas y docenas de páginas. Si bien Oesterheld no creó el cómic «adulto», sí fue uno de quienes la desarrolló y lo llevó a sus cotas más altas.
Los dibujantes cobraban más por su trabajo y se esperaba que sus series se vendieran al extranjero. Trabajando de esta manera (casi como si de una agencia se tratase) se esperaba frenar la «fuga» de artistas a Europa, donde estaban mejor pagados.
Por otro lado, el lector empezó a disponer de voz propia. Aparte de concursos varios, práctica habitual, las revistas de Editorial Frontera no sólo empezaron a contar con páginas de correo más o menos regularmente, sino que además se ofrecían fichas de los autores. Los lectores podían conocer con nombres y apellidos quiénes hacían sus aventuras favoritas ¡y todo esto en los años cincuenta! Se llegó a informar incluso de marchas o enfermedades de dibujantes. Evidentemente, todo esto no se hacía de una manera sistemática, pero ello no restaba mérito a una iniciativa pionera en el medio. Como mejor se define esta implicación que Oesterheld quería lograr de sus lectores es en el siguiente texto que apareció en varias publicaciones de la Editorial Frontera:
DEFENDAMOS LA HISTORIETALa historieta es mala cuando se hace mal.
Negarla en conjunto, condenarla en globo, es tan irracional como negar el cine en conjunto porque hay películas malas. O condenar la literatura porque hay libros malos.
Hay, y en proporción desgraciadamente muy elevada, muchas historietas malas. Pero ellas no invalidan las historietas buenas. Al contrario, por comparación, sirven para exaltarlas aún más.
Creemos estar en la línea de la historieta buena, entendiendo por buena la historieta fuerte, la historieta que sabe ser a la vez recia y alegre, violenta y humana, la historieta que agarra con recursos limpios, de buena ley, la historieta que sorprende al lector, porque es nueva, porque es original, porque es moderna, de hoy, de mañana si hace al caso.
Nuestras revistas son prueba de lo que decimos: los lectores saben ya qué distinto es el material que ofrecemos.
192x280 mm) y disminuyó las páginas. El resultado final fue todo un acierto. Una revista grande, atractiva, barata y con una periodicidad que permitía que las aventuras de «continuará» se pudieran leer sin sufrir. Ante este éxito, el siguiente paso fue todavía más audaz: aparecieron dos revistas más concebidas como números únicos: Hora Cero Extra y Frontera Extra. Estos especiales adoptaron el formato revista que ahora nos es tan familiar por su tamaño (280 x 192 mm) y por el formato vertical. La gran calidad de las historias de estos especial es hizo que en poco tiempo se convirtieran en series regulares primero, y en las estrellas de la editorial después. Y no es de extrañar. Los primeros números, de los años cincuenta, se podrían haber editado tal cual en la Europa de los ochenta y nadie habría notado el cambio de época.
Por otro lado, hay que destacar que la realización técnica de las revistas era bastante pobre. Pese a que los diseños en general eran correctos, se tardó bastante tiempo hasta llegar a una unificación de criterios sobre si las series iban numeradas o no, si irían con fecha o no, etc. Tampoco era raro ver errores tan garrafales como repetir un número en dos entregas sucesivas. Pero todo era compensado con una inteligente manera de combinar géneros, personajes y, sobre todo, historias autoconclusivas con las de «Continuará».
En un principio, las historietas de la Editorial Frontera iban a ser de producción propia y sólo se iba a recurrir a material extranjero en caso de encontrar material de alta calidad como fue el caso de Lucky Luke. Desgraciadamente, a buena salud de la Editorial Frontera no iba a durar mucho. Por un lado, la mayoría de los dibujantes acabaron, pese a los esfuerzos de Frontera, en Europa, donde estaban mejor pagados. Aún así Frontera lanzó a finales de 1960 una excelente revista, Ernie Pike Batallas Inolvidables, en la que se exploraba la figura de Pike en este caso como narrador para explicar una determinada batalla. Si en el aparrado gráfico se podían apreciar muchos altibajos, el talento de Oesterheld hizo de esta revista otro éxito.[7]
Pero, aparte de la marcha de los dibujantes, el principal problema de la Editorial Frontera fue de gestión económica. En circunstancias no demasiado claras, quizá problemas con la distribución o la gestión de las tiradas, sin olvidar la competencia de las revistas a color, Editorial Frontera tuvo que desaparecer. En un primer momento, a principios de 1961, la Editorial Emilio Ramírez se hizo cargo de las revistas de Frontera, eso sí, con la supervisión directa de Oesterheld. Sin primeras figuras y con un Oesterheld desmotivado, el material extranjero aumentó sin ser siempre de calidad. Pese a este panorama, aún apareció una revista más: El Eternauta. Los tres primeros números de esta colección, apaisados y con lomo, recopilaban El Eternauta que apareció serializado en Hora Cero Semanal. El éxito hizo continuar la revista, a partir del número cuatro, en el mismo formato de Ernie Pike Batallas Inolvidables, que se nutría de relatos,[8] reediciones[9] y material extranjero. En pocos números, la calidad de la publicación cayó en picado. Es necesario destacar que Oesterheld estaba realizando en aquella época trabajos de encargo para otras editoriales. Y su sueño acabó. La Editorial Ramírez no pudo hacer rentables las revistas y todas cerraron menos Hora Cero Extra que, tras un breve paso por la Editorial Vea y Lea, también cerraría. Pese a este fracaso, la historia le dio la razón a Oesterheld y, tanto por contenidos como por formatos, su proyecto definió, como hemos visto, lo que iba a ser la futura revista europea de cómic.
OESTERHELD DESPUÉS DE FRONTERA
Poco podía hacer un desmoralizado y casi arruinado Oesterheld ante el fracaso de su proyecto sino ponerse a trabajar en lo que mejor sabía hacer: escribir historietas. En 1962, Editorial Yago se había hecho cargo del fondo editorial de la Editorial Abril y relanzó de nuevo las revistas Misterix, Rayo Rojo, SuperMisterix y SuperRayo Rojo. Y de alguna manera éste era el destino más lógico para nuestro guionista. Aunque trabajaba por poco dinero tuvo la suerte de contar con algunos de las dibujantes de la época de Frontera. De esa etapa surgieron algunas obras menores como Lobo Cruz, Santos Palma o Marcianeros. Pero entre estas historias, algunas de muy poco interés, surgieron dos obras de importancia capital, no sólo en la obra de Oesterheld sino en la historia del cómic. Nos estamos refiriendo a Watami, dibujada por Jorge Moliterni, y Mort Cinder, dibujada por Alberto Breccia. En ambas obras se incorpora un elemento nuevo: el humanismo de Oesterheld se tiñe de tristeza, de fatalidad, de pesimismo. Todo ello quizá reflejo de la situación que en ese momento vivía nuestro guionista. Biografía ficticia de Oesterheld aparecida en la revista 2001 de abril de 1970. En esta revista se anuncia que en el siguiente número empezaría La guerra de los antartes dibujada por León Nappo.
En Watami, su tercera incursión en el tema de los indios norteamericanos después de Sargento Kirk y Ticonderoga, un joven guerrero cheyene se enfrenta a una naturaleza hostil, a unos compañeros de raza implacables en sus odios y a la invasión de un hombre blanco convencido de su superioridad. La evolución de Watami ante estas situaciones es magistral. De joven, casi niño, se convierte en guerrero sin haber pasado por la edad adulta; evidentemente, esto lo desquicia. Oesterheld maneja la conducta de Watami con sumo cuidado y coherencia hasta llevarlo a su trágico final, que llega por sorpresa al desprevenido lector. Pese a que el argumento es clarísimo, como era característica de Oesterheld, el destino final de Watami no tiene gloria ni heroísmo, y llena al lector de una confusión contradictoria al no poder saber si el desenlace es justo.
Pero todo este desasosiego se refleja de una manera aún más contundente en Mort Cinder, quizá debido a que Breccia también estaba atravesando por una situación terrible: la larga enfermedad de su esposa. Mort Cinder es una obra quizá menos pensada que Watami, menos lineal y sin un rumbo claro, pero coinciden en lo esencial: el hombre ante la fatalidad, narrado sin aspavientos pero sí con pesimismo. Mort, el hombre de las mil muertes, es un poco la conciencia, el testigo de la humanidad. Oesterheld y Breccia lo situaron en diversas épocas históricas, pero nunca como rey o general, ni tan siquiera como héroe. Se narran historias que van desde episodios históricos importantes a sucesos que serían banales si no fuera por el intenso dramatismo de sus personajes. Mort Cinder tiene muchos nexos de unión con Sherlock Time, pero aquí los autores van un poco más allá de la simple aventura para ahondar en la psique humana. Y esa profundización queda plasmada por unos trazos atormentados de un Breccia que jamás había experimentado tanto y que parece a años luz de su trabajo en Vito Nervio.[10] Raras veces, muy raras veces, el cómic ha dado una obra de la calidad de Mort Cinder.
CHE Página 2 de la revista Top número 1 de julio de 1971. En ella vemos al propio Oesterheld haciendo una introducción a las nuevas aventuras de Ernie Pike.
En plena colaboración con Alberto Breccia, hacia 1968-1969, aparece Che, una biografía de Ernesto Guevara, en la que participó también el hijo de Alberto, Enrique Breccia. Pese a que para muchos es una obra menor, poco estudiada y citada a menudo de soslayo, en Che podemos encontrar algunos de los textos más evocadores y poéticos de Oesterheld. En esta obra, nuestro guionista se implica totalmente con el personaje y sus ideas políticas. Y más allá de que éstas fueran de izquierdas, se hace hincapié en el tremendo humanismo y su preocupación por los desfavorecidos que siempre presidieron los actos de Guevara. Dado que estos temas eran compartidos por Oesterheld, no es de extrañar que éste se sintiera como pez en el agua y nos ofreciera algunos de sus mejores textos.
Página de la revista Top número 10 de abril de 1972 protagonizada por Ernie Pike en Vietman.
El grafismo de Breccia es más experimental y rompedor que nunca. Siempre al servicio de la narrativa, los dibujos se vuelven simbólicos e incluso abstractos. Demasiado para la época, los editores no comprenden que se estaba forjando una nueva obra maestra. Tanto fue así que los autores se vieron obligados a precipitar el final en la tercera entrega. De esta manera queda una obra inconclusa, fallida, que sólo nos hace lamentar por no saber qué final nos tenía preparado Oesterheld y qué experimentos podían salir todavía de la pluma de Breccia.
OTRA VEZ LA INVASIÓN
El destino quiso que el siguiente trabajo importante de Oesterheld también fuera por entregas para una revista. En 1970, anunciada a bombo y platillo, aparece La guerra de los antartes en la revista argentina 2001. Esta obra tiene importantes puntos en común con EL Eternauta de Gente, una invasión extraterrestre apoyada por el ansia de poder de las grandes potencias. Pero también tiene puntos distintivos muy interesantes. En esta obra, el poder político y las fuerzas vivas de la Argentina aparecen como fuerzas benévolas realmente comprometidas con el destino del pueblo. Todo un canto al optimismo y a la fe en la humanidad pese a los duros reveses que viven los protagonistas. El peso de la narración, al contrario que en EL Eternauta, cae en diferentes personajes que asumen el protagonismo por turnos. Los dibujos de León Napo, sin embargo, ayudan poco al desarrollo de la historia. Típico producto de la época, resultan demasiado naífs como para reflejar la tremenda fuerza de los personajes y de la historia.
Saltándonos las cronologías, el diario Noticias, vinculado al movimiento Montonero, decidió darle una oportunidad a esta historia en 1974, y La guerra de los antartes volvió a aparecer, en este caso en formato de tira diaria y con un dibujante más que adecuado, Gustavo Trigo. Oesterheld y Trigo profundizaron en los aspectos más dramáticos de la historia consiguiendo momentos de fuerza memorable. Desgraciadamente, la historia quedó inconclusa debido al cierre del diario, fruto de la brutal represión de la junta militar.
COLUMBA Página de la revista Hora Cero Extra! número 5 de diciembre de 1958 en la que vemos una presentación de Sherlock Time.
Si bien el breve paso por la editorial Columba quizá no sea muy destacable dentro de la obra de Oesterheld, sí tiene un significado muy importante para el lector español, ya que éstas fueron las primeras obras de Oesterheld que llegaron a España de manera regular a los quioscos. Así, muchos jóvenes españoles descubrieron a Oesterheld con Argón, el justiciero, Arkón o Kilroy en las colecciones EL Tony y Fantasía. Es muy importante destacar el trabajo que realizó con José Luis García López en Roland, el Corsario o con Horacio Al tuna en Kabul de Bengala. Si bien eran obras menores, no es menos cierto que destacaban claramente del resto de la revista gracias al estilo inconfundible de Oesterheld, que aún en horas bajas era difícil de superar.
EL ETERNAUTA SEGUNDA PARTE
Tras el éxito en 1976 de la reedición de El Eternauta por parte de la editorial Skorpio, ofrecen a Oesterheld realizar una secuela junto con Solano López. Pero lo que se planteaba como una gran obra resultó fallida. La implicación política de Oesterheld, cada vez más importante, lo llevó a realizar una historia desgarradora y nada sutil donde la derrota del enemigo justifica casi cualquier medio. Este momentáneo alejamiento de sus posiciones humanistas habituales hicieron que la historia se resintiera. Por otro lado, las amenazas explícitas (en aquel momento Oesterheld ya estaba buscado y tres de sus hijas ya estaban desaparecidas) a la editorial por parte de la junta militar en el poder de aquel entonces, hicieron que partes del guión fueran modificadas o eliminadas. Y si a esto le sumamos un Solano López no demasiado implicado, el resultado final es una obra que, aunque correcta, también es fallida al resultar no sólo extraña al resto de obras de Oesterheld, sino incluso a la primera parte de El Eternauta.
Oesterheld realizó junto con Horacio Lalia,[11] también para Skorpio, Nekrodamus, una incursión en el campo del terror que no pasó de tópica pese algunas escenas brillantes.
EL FIN
Poco después, la dictadura militar, en su política de exterminio de opositores, arrestó, torturó y finalmente asesinó a Héctor Germán Oesterheld y a sus cuatro hijas, dejando Argentina y el mundo sin uno de sus mejores narradores. Su genio, su capacidad de conectar con el gran público mediante sus obras, su humanismo y su implicación política en un país convulso lo pusieron en el punto de mira de los verdugos. Sirvan estas líneas para darlo a conocer un poco más en nuestro país.
[1] Pese a su amor por el cómic, Oesterheld siempre tuvo una vocación literaria como se demostró en los relatos y novelas que escribió. De hecho, se cuenta que estuvo a punto de colaborar con Jorge Luis Borges en un proyecto que nunca llegó a ver la luz.
[2] Oesterheld siempre gustó de seudónimos y los utilizó ampliamente tanto en otras editoriales como en los primeros tiempos de la Editorial Frontera. Entre estos seudónimos podemos citar H . Sturgiss, C. de la Vega, Héctor Sánchez Puyo!, ere. Incluso algunos estudiosos afirman que bajo el seudónimo de Jorge Mora, ampliamente utilizado por Jorge Oesterheld (hermano de Héctor), también se esconden obras de Oesterheld.
[3] Esta característica nos llevó a encontrarnos numerosas aventuras contadas desde el punto de vista de alemanes y japoneses, cosa muy rara hasta hace muy poco.
[4] La serie se denominaba e n un principio Ticonderoga Flint, pero en poco tiempo pasó a denominarse Ticonderoga a secas.
[5] La revista Más Allá era editada por Ediciones Abril y fue una de las pioneras de la ciencia ficción en castellano. Ofrecía tanto material americano traducido (Heinlein, Asimov, etc.) como relatos autóctonos, algunos escritos por Oesterheld. También se comenta que Oesterheld pudo ser el director de la revista durante algunos números. Más Allá duró 48 números.
[6] En 1995 la argentina Ediciones Colihue publicó seis libros que recogen una parte muy representativa de la obra literaria de Oesterheld. Dos de ellos están protagonizados por Bull Rockett, dos más por el Sargento Kirk, uno por Ernie Pike y otro más por El Eternauta. Este último es especialmente interesante porque en él se ofrece la continuación cronológica y más auténtica de El Eternauta, eso sí, en forma de relatos corros. Varias librerías especializadas españolas cuentan con este material. Realmente merecen la pena aunque sólo sea para darse cuenta de qué gran talento perdió la literatura.
[7] El número 7 de Ernie Pike Batallas Inolvidables, dedicado a la batalla de Londres, no incluía historietas. La explicación que se ofrece en el editorial es que merecía la pena ofrecer las foros originales de aquella batalla. No sabemos si esto no era más que una excusa para justificar un retraso de los dibujantes o algún problema de redacción, pero el resultado final, fotos en blanco y negro unido a relatos de Oesterheld, es excepcional debido a la excelente prosa de este último.
[8] Los relatos de Oesterheld, de gran calidad, era lo único que salvaba la revista. De hecho, gran parte de los relatos estaban protagonizados por El Eternauta. Y es ésta la continuación más creíble y de mejor calidad que se ha hecho de la primera aventura del personaje. Por esta razón, muchos estudiosos argentinos se refieren a estos relatos como la segunda parte de El Eternauta.
[9] Sherlock Time fue reeditado por primera vez en esta revista.
[10] Vito Nervio es la obra capital de la juventud de Alberto Breccia. Pese a ser muy clásica y tópica, en ella ya se puede empezar a apreciar el talento expresivo y narrativo de Breccia.