HAY UN TIEMPO PARA SORPRENDERSE Y OTRO PARA CERTIFICAR
FELIPE HERNÁNDEZ CAVA

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Prólogo al catálogo CÓMIC E ILUSTRACIÓN 2008, de INJUVE, reproducido con permiso de su autor.

HAY UN TIEMPO PARA SORPRENDERSE Y OTRO PARA CERTIFICAR

 
Este año, a medida que los miembros del jurado íbamos examinando el material de los cerca de doscientos concursantes presentados a este certamen, nos iba inva­diendo la sensación de que paulatinamente se ha ido produciendo un deslizamien­to, tanto en el cómic como en la ilustración, hacia una peligrosa normalización esté­tica que guarda relación con varios factores.

Por un lado, es evidente que están desapareciendo del panorama las propuestas de corte más experimental, que tuvieron su momento más álgido en los años ochenta y aún se dejaron sentir durante la década siguiente. El afán por asimilar con entu­siasmo el impulso de una modernidad de la que habíamos estado apartados por cuestiones de índole política (los treinta y seis duros años de franquismo) devino entonces, pese a un marco internacional de enseñoreamiento de la posmodernidad, en una eclosión de apuestas que querían singularizarse con respecto a un hegemónico costumbrismo en el que lo gráfico se había ido acomodando aguijoneado por cierta inercia. Bien es cierto que, desde los sesenta, había ya algunas contadas muestras de resistencia. Como lo es también, por cierto, que en aquella pequeña revolución de los años movidos hubo su vertiente más folklórica e insustancial como anuncio de la atonía que se iría extendiendo como una mancha de aceite en el arranque de este siglo XXI. Pero aquella oleada, como se puede constatar repasan­do la historia de este concurso, contaminó a creadores de la siguiente generación que vieron en ella un ejemplo para adentrarse por el territorio de lo inexplorado.

Por otro lado, nada parece escapar hoy a una globalización del gusto que, de igual manera que en el ámbito económico, acepta a regañadientes la existencia de un resto fuera de su control (el otro día mi querido Julio Cebrián me recordaba un dicho de la Norteamérica profunda: "Ser diferente es indecente"). Las tendencias de una gráfica masificada que ella va imponiendo, y que son saludadas con entusias­mo desde los medios destinados a cumplir ese papel, apenas dejan resquicios para la autonomía. El universalismo al que la modernidad tendía va siendo aplastado por una homogeneidad tan deslocalizada como la de las fábricas. Uno, consultando revistas y periódicos de aquí y de allá, tiene la sensación de asistir a una restricción de lo que pueda singularizarse demostrando que ahí hay un Otro.

Visto lo visto, la percepción del jurado era la de que la única sorpresa podía surgir de la confirmación del interesante progreso de algún autor ya conocido de antema­no (9 de los 18 autores presentes en este catálogo ya tuvieron algún galardón de este concurso en anteriores convocatorias, y alguno de los restantes era viejo conocido de este u otro certamen, en algún caso incluso demasiado reciente). Y tampo­co se puede imaginar usted, lector, algunos de los nombres, relativamente "consa­grados", que concursaban. Pero, además, hay algo que no quiero dejar de consta­tar: la circunstancia, permitida desde siempre por las bases de la convocatoria, de que muchos de los trabajos presentados no eran obras hechas ex profeso, como fuese frecuente antaño, sino obras refrendadas previamente por los filtros de un mercado que ha barruntado que, en la actual interdependencia entre la alta cultura y la cultura de masas, hay un campo abonado para satisfacer las demandas de la moda.

Entre tanto cómic de tendencia e ilustración de tendencia hubo que empeñarse a fondo para discernir en quiénes de esos creadores familiares sigue latiendo ese ins­tinto de rebeldía ante lo preexistente y estereotipado que será el único resorte, una vez nos apliquemos en la deconstrucción del actual panorama desestabilizador, del que podrá surgir una alternativa a todo lo que, a nuestro pesar, estamos metabolizando con una mezcla de alegría e indiferencia.

Así las cosas, era fácil que nos fijáramos en las historietas de Martín López Lam y de Raúl Ariño para premiarlas. El primero, un peruano formado en Valencia, ya había conseguido uno de los galardones del apartado de ilustración hace tres años, sorprendiendo entonces por lo que de formación integral había tras una propuesta que cuestionaba los mecanismos de la propaganda con un sentido de la incorrec­ción política en el que la cita de lo popular cumplía un importante elemento paró­dico. Y en esta ocasión nos ha conquistado con esas historias, que hacen recordar en superficial y primera instancia a algunos de los mejores autores estadounidenses de eso que se ha dado en mal llamar independientes, en las que lo ficcional se con­vierte en un espléndido pretexto para poner en evidencia lo fragmentario de cual­quier historia en un tiempo en el que los grandes relatos, como acaece con los gran­des sistemas de pensamiento, hacen agua por todos lados.

A Raúl Ariño también le conocemos los que seguimos publicaciones como Dos Veces Breve, Bd Banda o, sobre todo, El Jueves, donde aparecen las aventuras de ese Pablo Arkada, un anarka de marca que hace con su colega Oriol Jardí, y es, a mi parecer, un autor de varias e interesantes caras que oscila entre un interés por lo caricaturesco, compartido con otros compañeros de generación, y una opción más honda y libre, que es la que el jurado más valoró, en la que da rienda suelta, con los obligados tribu­tos de la edad, a algunos de los maestros del dibujo contemporáneo (como Carlos Nine) y donde lo absurdo cumple una función catártica de todas nuestras miserias.
Jorge Parras, Jodoca & Germar (Study H.), Igor Fernández, Brais Rodríguez, Alejandro Antoraz y Rayco Pulido completan la nómina de accésits y selecciona­dos de cómic en este año de inflexión en el que esperemos no estar asistiendo a la generalización de un tiempo de calma chicha. En todos ellos hay un hálito de incorfomismo que ojalá continúe perseverando en esa suelta de amarras con la fruición de la tribu.
 
En cuanto al apartado de ilustración, algo sucede para que, año tras año, sean mayoría las mujeres que resaltan sobre sus compañeros. No creo que podamos hablar de un arte femenino, porque me niego a creer, como Barbara Sichtermann, que en la fenomenología estética tenga cabida esa connotación de género. Pero en todo caso sí que podemos hablar de arte de mujeres individuales que se elevan por encima de su existencia como tales mediante una sensibilidad y unas pretensiones que en raras ocasiones hallamos entre los ilustradores masculinos.
Ni siquiera parece responder esta circunstancia a una mayor presencia de las mis­mas en el ámbito educativo (Arnal Ballester me cuenta que en la prestigiosa Escola Massana de Barcelona hay tantas mujeres como hombres matriculados cada curso, pero me confirma también que a menudo ellas son las más sobresalientes).
No me extraña, pues, que Pepón Meneses, que demuestra tener una gran sensibili­dad en su obra, llegue a decir en su pequeño texto para este catálogo que los hom­bres se limitan a hacer dibujos, mientras las mujeres ilustran. Es una exageración, evidentemente, pero sí que parece darse la circunstancia de que en buena parte del arte de las mujeres el espectador, si lo desea, puede entrar en él y participar como cointérprete con una mayor accesibilidad.

 

Gina Marie Thorstensen es una noruega a la que también conocemos y admiramos. La descubrimos en publicaciones tan apasionantes como Garabattage y Lunettes, una entre los y las mejores de esos colectivos. Y su progresión se va afianzando en el recurso de esos muñecos que ella fabrica y que le permiten tomar cierta distan­cia con respecto al manierismo del gusto y del juicio del que vamos siendo rehenes al tiempo que constituyen un feliz hallazgo para una investigación que desborde los mismos términos de la ilustración.

La otra premiada, Raquel Aparicio, nos presentó en esta ocasión un trabajo, impe­cablemente ejecutado y ya conocido editorialmente, en el que se resume bien, aun­que todavía nos guste más cuando su trabajo es más equívocamente descontrola­do, su agudeza para extraer de lo mejor del orientalismo un concepto de la compo­sición que haga equilibrados los muchos silencios que contiene.
Mar Hernández, Pepón Meneses, Marta Antelo, Gracia Hernández y Carlos Arrojo las acompañan en el palmarés con miradas heterogéneas que únicamente tienen en común el empeño de rehabilitación de una hegemonía estética contemporánea dis­puesta a contar sólo con ojeadores pasivos.

En resumen: que no hubo sorpresas en esta ocasión y sí, en cambio, unas cuantas sensibilidades singulares que un día conocimos como proyecto y que ya se han hecho realidad y, como dirían algunos teóricos de la estética, actualidad.

Felipe Hernández Cava
Creación de la ficha (2011): Felipe Hernández Cava. Edición de Félix López.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
FELIPE HERNÁNDEZ CAVA (2011): "Hay un tiempo para sorprenderse y otro para certificar", en CERTAMEN DE CÓMIC INJUVE, 10 (28-II-2011). Asociación Cultural Tebeosfera, Madrid. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/hay_un_tiempo_para_sorprenderse_y_otro_para_certificar.html