GIMÉNEZ RECUERDA A GONZÁLEZ
En 1982 apareció, en el primer número de la revista Rambla, la primera entrega de la serie Los profesionales, del imprescindible Carlos Giménez. En ella, su autor contaba diversas anécdotas (pretendidamente verídicas) ocurridas a él y a sus otros compañeros de profesión durante su estancia en la agencia Selecciones Ilustradas. Aparte de la comicidad de las situaciones y de la magnífica labor de historietista que su autor desarrollaba en la serie, ésta tuvo gran éxito por recordar, con una mezcla de cariño y mala leche, los esfuerzos de toda una generación de dibujantes semiolvidados (que estaban siendo recuperados en aquella misma época) y situarlos en el contexto de desarrollo social de nuestro país, que pasaba de una opresiva dictadura a una flamante democracia. En las páginas de Los profesionales vimos las penurias, excentricidades y miserias de estos dibujantes hijos de la posguerra, pero también su amistad, esfuerzo y sacrificio, todo ello teñido de un humor socarrón, a veces demasiado negro[1].
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Los chicos de Selecciones Ilustradas, juntos de nuevo. |
Pepe, editada en 2012 por Panini, podría considerarse una continuación de aquella serie. O, mejor dicho, una derivación, un spin off, que dirían los americanos. Giménez ha querido centrarse y rendir homenaje a la figura del dibujante José (Pepe) González, uno de los más representativos autores de aquella generación “de agencia”, maestro en el arte de dibujar mujeres bellas y profesional reconocido por todos sus compañeros, que falleció en 2009. Pero han pasado varios años desde que Giménez se dedicara a la serie (el último libro se publicó en 2004)[2] y el hecho de ser un único autor el protagonista podría cambiar el desarrollo de la historia, su enfoque, su sentido, su mensaje. ¿Qué diferencia a este Pepe de Los profesionales, o en que se asemejan ambas obras?
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Dibujo de Pepe González que ilustra la semblanza que de él hace Giménez. |
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El travestido Pepe: la niña Pepita. |
Sí podemos apreciar diferencias en el tratamiento que Giménez ha hecho del personaje. Desde el principio queda claro que se trata de una biografía generosa, casi una hagiografía, realizada con un profundo cariño a la persona real, donde se suceden los adjetivos elogiosos: «Pepe cantaba y se movía por intuición, por instinto, como todo lo que hacía, con una facilidad natural y espontánea» (p. 59); «La capacidad de Pepe para urdir, para inventar, para improvisar, era asombrosa» (p. 66), aunque ya se relatan aspectos negativos del personaje: su inconstancia, su informalidad, su narcisismo, que posiblemente sean desarrollados en libros posteriores, cuando se nos cuente la madurez del dibujante. También desde el principio queda claro que no se va a eludir una característica fundamental de González, su homosexualidad. En las primeras páginas, después de situarnos en la España de los cuarenta, se nos muestra a Pepita, el nombre dado por sus vecinos a un travestido Pepe niño... Y más adelante lo declarará al resto de sus compañeros. Es importante este tema, que se eludía o rodeaba en la serie de Los profesionales, y que sin duda marcó la vida del autor y su desarrollo como persona. Como escribe el propio Giménez (p. 44): «Hay que decir que en aquella época, años cincuenta, evidenciarse como homosexual era una cosa muy arriesgada. Por serlo, una persona podía ser detenida y llevada a la comisaría y allí recibir una paliza por parte de los policías de turno. Además de ser fichada como delincuente según la “Ley de vagos y maleantes”». Aunque las anécdotas narradas suelen ser graciosas, subyace (o se interpreta por el lector, todo puede ser) una tristeza propia de las narraciones situadas en un país en proceso de desarrollo como lo era el nuestro en la segunda mitad del siglo veinte. La escasez de medios, de referentes culturales (teniendo en cuenta que los dibujantes de agencia tenían acceso a muchas más cosas que la población general), la penuria económica y, sobre todo, emocional, la represión, el catetismo generalizado... Tristeza que, como ya hemos comentado, puede que sea más evidente en los siguientes libros sobre el personaje, y que de alguna manera se deja entrever en la última página, cuando a Pepe le reprochan su falta de interés y constancia, y cómo ésta le lleva a no tener amigos.
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El tema de la homosexualidad. |
Por recuperar la memoria de Pepe González y el resto de dibujantes, por ofrecernos un tebeo entretenido y modélico en su narrativa, por volver a leer historietas de Carlos Giménez, la obra ya merece la pena. Pero es que además aporta un impagable añadido, una serie de fotografías y muestras de dibujo (incluyendo fotogramas de un desconocido documental de 1958 sobre la agencia) que por sí solas ya justificarían la compra del libro.
Más de lo mismo, dirán algunos. Ojalá todos los días tuviéramos este “más de lo mismo” en nuestra historieta patria.
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Triste y premonitorio final. |
NOTAS: