Fernando Fernández: Cuba, 1898
Balas Rasantes
Dentro de la amplia gama de temáticas que presenta la historieta, el género bélico se ha ganado, por méritos propios, su lugar preferencial entre los admiradores del llamado noveno arte.
Y si bien en un tiempo estos cómics supieron tener una gran aceptación, en la actualidad han quedado un tanto relegados a toda esa batería de superhéroes, personajes de animé e historias suburbanas.
Y esto ocurre, según este humilde crítico, en parte por haber llegado a un punto en el que no hace falta leer un cómic para saborear la guerra (se puede ver en vivo y en directo por CNN, desde cualquier parte del mundo) y en parte por la desaparición o retiro paulatino de esos autores que llevaban el género en la sangre, como Hugo Pratt o Joe Kubert.
Sin embargo, todavía quedan por ahí algunos exponentes “multigénero” que pueden llevar a cabo una gran obra, como esta Cuba, 1898, del español Fernando Fernández.
Dentro de un contexto histórico delimitado por fechas y sucesos trágicos, como son los eternos combates librados para liberar a Cuba de la dominación española, Fernández introduce una serie de personajes que logran interiorizar al lector dentro de la narración con suma facilidad. Incluso se da el gusto el autor, siendo español, de atraer a los lectores desde una perspectiva aparentemente neutral, al otorgarle al protagonista una profesión y nacionalidad -en principio neutras- aunque esto, más que nada, se debiera al hecho de haber realizado el trabajo para una editorial italiana.
Edición italiana de CEPIM de esta obra
De nuevo al instituto
Después de perder sus colonias en América Central y del Sur en la primera mitad del siglo XIX, debido a las guerras por la independencia, el Imperio Español quedó reducido a unos pocos dominios que comprendían las islas de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y una pequeña parte de Marruecos.
Aferrados a la idea de mantener unidos sus dominios, los gobiernos españoles se abocaron a sofocar las sucesivas rebeliones que se propagaron por Cuba, donde existía el gran negocio del azúcar, que comprendía los intereses de varios lugartenientes españoles. Pero el deseo de libertad de los isleños era más fuerte y cuando una revolución era acallada, otra resurgía con más fuerza al poco tiempo, por lo que la presencia de una gran fuerza militar (con los costos conllevados) se hacía imperiosa en el lugar. Además, la cercana presencia de los Estados Unidos y sus deseos de hegemonía territorial terminaron de complicar el panorama para una España sobrepasada por la situación.
Cuba, 1898 pone al lector al tanto de los acontecimientos con un completo texto histórico escrito por el propio autor a modo de prólogo, en el que no se priva de cuestionar el accionar de su propia nación, tanto en su forma de tratar a los cubanos como de manejarse en una guerra no buscada a consciencia.
Y para termina de introducir al lector en esta contienda, Fernández utiliza la figura de Sergio Masetti, un médico italiano que sólo quiere dejar atrás un pasado como guerrillero a las órdenes del general Garibaldi, y un amor que lo marcó a fuego, unos treinta años atrás. Masetti intenta no tomar partido por ninguno de los bandos (y, de hecho, está bien visto por los españoles) pero oculta una secreta simpatía por los rebeldes, con quienes se identifica en lo que a ideales se refiere.
Y va a ser esta empatía la que lo llevará a salvar la vida de Juan Gutiérrez, un revolucionario herido, quien a su vez le encarga entregar un mensaje al General Máximo Gómez. Pero en el intento de entregar este recado, Masetti conoce a la bella y joven hermana de Juan… y se enamora. A partir de ahí, su vida tendrá un solo objetivo: ayudar a terminar con esta inútil guerra para volver al lado de su amada.
Plancha original de esta obra, obtenida del sitio web del autor.
Al pie del cañón
El talento desplegado por Fernández a lo largo de las 53 páginas que componen el álbum es tal, que no deja lugar a dudas sobre su pericia como creador integral de historietas. Fernández es un narrador consumado y domina, como muy pocos dibujantes lo hacen, el arte de la narración escrita. Sus diálogos no hacen agua en ningún momento y su forma de explicar los hechos históricos, como las batallas navales y los ataques a pie de la infantería, no resultan en absoluto soporíferos, como en un libro de historia.
Muy por el contrario, en Cuba, 1898, el español da una clase impecable de revisionismo histórico sobre uno de los episodios más crueles (y paradójicamente más heroicos) de la historia española: la guerra con Estados Unidos y la posterior pérdida de Cuba.
Los trazos de Fernando Fernández dan cuenta de un gran respeto por la belleza de las formas. El dibujo no es limpio, pero el enfoque y la puesta en página utilizada por el autor lo transforman en una sucesión de imágenes de un gran impacto visual, donde la acción prima a cada momento dejando, de tanto en tanto, lugar para pasajes de reposo de la vista que sirven para que, pocas viñetas después, el lector vuelva a revivir los horrores de la guerra.
Fragmento de página en color
El único punto a achacarle, quizás, a esta Cuba, 1898 es la relación entre el protagonista y la bella María, un tanto forzada a simple vista, tal vez por el poco espacio disponible para desarrollarla en profundidad. Cabe recordar que Fernández, además de dibujar, también ejerció el periodismo durante este período, y no debería haber sido un reto demasiado grande para él escribir algo un poco más complejo.
Pero aún así, este trabajo merece un lugar destacado entre obras dedicadas a plasmar episodios bélicos en papel, como Los Escorpiones del Desierto de Hugo Pratt, o aquellos episodios de la Segunda Guerra Mundial retratados por el argentino Héctor Germán Oesterheld y Alberto Breccia con un singular aprecio por ver el lado humano de los combatientes, que muchas veces no desean mostrar heroísmo alguno acabando con otras almas.
Cuba, 1898 es, entonces, un excelente muestrario de talento, por un lado, y también una sorprendente forma de contar la historia de una manera imparcial, algo que cada día se va haciendo más popular a lo largo y ancho de la aldea global.