Wolfgang Amadeus Peabody… y Federico Mendelssohn Bartholdy… todo en una pieza, es uno de los más peculiares personajes de historieta creados por Alfonso Font, que nació, según el autor cuenta, de sus ganas de realizar una tira que entre otras cosas sirviese para hacer publicidad de la revista Rambla dentro de la propia revista al tiempo que permitía a su autor hacer toda clase de chistes y elucubraciones. De hecho, la tira servía a Font de banco de pruebas en el que experimentar con la historieta y sus límites. Es así como primero apareció Wolfgang Amadeus Peabody, por una sola vez, y más tarde el autor llevó su personaje y su tira a la revista Cimoc, donde recibió su nombre definitivo.
El personaje protagonista es un apuesto (¿?) aviador de la vieja escuela, de poblado bigote, traje de cuero y piel, hombre audaz, piloto de aquellos míticos cacharros voladores de entreguerras que poblaron el universo de la aventura en los años treinta, cuando aún parecía que todo era posible y que los malos nunca vencerían; el propio Federico Mendelssohn Bartholdy dice de sí mismo que es piloto, agente secreto, aventurero y héroe del cómic (tira 52 de la 2ª aventura). A partir de este personaje y a lo largo de 10 años y meses (1982-1992) Font pensó, escribió, dibujó y rotuló, a razón de una tira por mes, dos historias a cual más descacharrantes. La primera, “En busca del Cimoc Perdido” y después “Contra el Doctor Fut´ Maun Chut” (nombre que recuerda al diabólico malo de las novelas de Sax Rhomer y es al tiempo un juego de palabras en catalán), ambas protagonizadas por el intrépido Federico y ambas publicadas en la revista de comics Cimoc. Y ahora recogidas por Ediciones Glénat en este libro.
Me resulta fácil imaginarme a Alfonso Font divirtiéndose cantidad cuando, cada mes, pergeñaba su tira de Federico Mendelssohn Bartholdy y al mismo tiempo realizando un auténtico recital gráfico. Por ejemplo, cuando en la historia “En busca del Cimoc perdido” se cachondea de la literatura de folletín, del continuará de la historieta de continuará, de la rotulación de cabeceras y titulares, de los resúmenes argumentales del cómic de buenas intenciones y moral burguesa, de las señoras malas y de las que están buenas de mojar pan, de los secundarios tópicos de las series, de los arquetipos buenos y malos y, por encima de todo, de la lógica narrativa que el autor retuerce y vuelve a retorcer por el simple placer de jugar con el idioma. Todo ello con un dibujo prodigioso que parte del naturalismo de la mejor historieta de aventuras para desembocar en el grafismo bufo de la historieta de humor. Cuando Font consideró que el tema de la primera aventura se agotaba, la cerró e inició una nueva historia con el título “Federico Mendelssohn Bartholdy contra el Doctor Fut´Maun Chut”, historieta que es aún más un prodigio de ingenio e inventiva.
En las dos historietas que forman la serie completa y este libro, Alfonso Font lleva al lector de gag en gag, vertiginosamente, con muchos chistes y juegos de palabras, a veces muy concretos, como cuando se refiere a Hacienda o al Ministerio del Interior, y a veces con la gracia del nonsense, no siempre al alcance de todos los lectores por la constante reducción al absurdo que el autor hace con el idioma, demostrando de manera muy eficaz que la historieta es una síntesis perfecta de imágenes y palabras escritas que interactúan formando un lenguaje propio y peculiar y que, como muchas de estas tiras nos muestran, la fusión de textos y dibujos en la historieta, en la buena historieta, es indisoluble y no tienen sentido por separado. Es así como Font alcanza niveles expresivos en lo que el lector llega a olvidar la trama de la propia historieta para embarcarse en un juego desatinado de dobles y triples sentidos en los que la palabra escrita en el bocadillo ha de tomarse en la literalidad de su sonido fonético para poder seguir los despropósitos verbales en los que el autor enreda a los personajes y a nosotros con ellos.
Todo esto se aprecia bien en la primera historieta, pero es en la segunda donde llega a sus máximos, con momentos excelsos, como cuando Font, tras darle un repaso al viejo folletín, aprovecha a Federico para tomar a chacota a los vengadores justicieros enmascarados del viejo tebeo español de aventuras seriadas y, un paso más allá, a los superhéroes y heroínas del comic-book americano. Así, en el tramo de las tiras 34 a la 48 alcanza uno de sus mejores momentos “hablados” al lanzarse a un delirante encadenamiento de juegos de palabras a costa de Él, el mismísimo Dios…
Para mayor diversión y complejidad de su trabajo y para regocijo y riqueza de contenidos para los lectores, Alfonso Font se dedicó durante años a “complicarse la vida” con las tiras de Federico Mendelssohn Bartholdy. Primero creando cabeceras totalmente variables de una tira a otra, en las que jugaba con el mismo texto-titular y establecía múltiples combinaciones de letra, rotulación y elementos añadidos para lograr que cada cabecera fuese distinta de todas las restantes. Y lo mismo con los resúmenes de las tiras precedentes, que le permitían establecer en cada nueva tira una segunda lectura de los elementos literarios y de su grafismo, al tiempo que hacía las más diversas especulaciones sobe la historia narrada desde esta segunda lectura de los “resúmenes”, con un permanente guiño al lector.
Y aún más, el autor tuvo la paciencia y las ganas de, a partir de la tira 13 de la primera historia, colocar al pie o al lado del ángulo inferior derecho de cada tira un pequeño dibujo humorístico, que a veces era un comentario irónicos sobre la propia tira o bien un chiste gráfico. Que en todo caso señalan de nuevo las ganas con que Font realizaba este trabajo, por supuesto mucho más allá de su valor monetario editorial. Estos chistes –que recuerdan los dibujos de los márgenes de las páginas de la revista Mad hechos por Sergio Aragonés- desaparecen de golpe y para el resto en la tira 32 de la segunda historia de Federico, precisamente cuando esta historieta alcanza uno de sus mejores momentos; a partir de aquí, y cuando aún quedaban veinte meses de vida a la tira (cosa que evidentemente Font ignoraba en aquel momento), podría apreciarse cierto cansancio. Las cabeceras variadas desaparecen con la tira 63, se unifica a lo simple la presentación y el resumen de cada tira y la historieta parece perder ingenio con ser mucho el que el autor continúa derrochando en la serie. Hay que señalar que a estas alturas de la historia Font llevaba ya casi 9 años, 108 meses, dibujando las aventuras de Federico y dándole vueltas a una historieta que cuando nació posiblemente no pretendía llegar más allá de las veinte o treinta tiras…. Mientras que el libro, la obra completa, de las aventuras de Federico Mendelssohn Bartholdy alcanza las 123 tiras o lo que es lo mismo: 10 años y cuatro meses de edición.
En conjunto, y pese a su falso aspecto de “obra menor”, o al posible calificativo elitista de “obra experimental”, este libro puede alinearse con total merecimiento al lado de otras obras de Alfonso Font. Y sí es cierto que esta obra tiene mucho de experimento expresivo, lo que podría alejar a los lectores perezosos, a los que Font ofrece a cambio un extraordinario ejercicio estilístico, que demuestra su altura como creador gráfico, presente en toda su obra –Taxi, Barcelona al Alba, Cuentos de un Futuro Imperfecto, Historias Negras, El Prisionero de las Estrellas, Tequila Bang, Bri d’Alban, Privado, etc.- , un amplísimo registro que le permite ir de la historieta de aventuras a la de ciencia ficción y de lo policiaco a lo político, pasando por la obra histórica… Hasta llegar al cómic de humor con las aventuras de Federico Mendelssohn Bartholdy. Un humor sin límites y libre…
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