EVITANDO LA PREGUNTA. SOBRE ‘BEG THE QUESTION’ DE BOB FINGERMANN
Beg the Question es el título de una serie de historias del autor americano Bob Fingerman publicadas en su día en el comic book de Fantagraphics Books titulado Minimum Wage, tebeo que ha dado título a la edición española de aquella obra, al parecer por deseo expreso de su autor. El editor español, Dolmen en este caso, ha querido mantener al menos la mención al original entre paréntesis en la portada de este libro, lanzamiento unitario de la colección Doble Seis, que Dolmen etiqueta como novela gráfica.
Novela gráfica, álbum de historietas o libro de cómics, se llame como se quiera llamar, estamos antes uno de esos cómics que era necesario rescatar / traducir a nuestra lengua. Y que era exigible hacerlo como Dolmen lo ha hecho: con el empaque necesario, con una traducción vigorosa e interesada, con un arropo de textos adecuado. Salvando la rotulación (demasiado ‘fría’ para la cercanía y calidez con la que está narrada esta historia) todo lo demás en este libro es loable. Hasta el prólogo, conciso, directo, correcto y sincero, de Alberto García Marcos, que evita lo superfluo y presenta la obra como es debido.
Fingerman es un autor verdaderamente completo. Es necesario advertir que es uno de los que se anexó a la ‘generación slice of life’, narradores del ego y de lo cotidiano eternamente sujetos a los vaivenes de una supuesta industria independiente –que nunca fue tal- y que nos va a contar un fragmento de vida de un dibujante de cómics, endulzada con anécdotas cómicas pero necesariamente lastrada por la frustración y constreñida a los límites que establece el dramatismo del quiero-y-no-puedo. Pero nada de esto es óbice para rechazarlo. Al contrario, es uno de los grandes: como Pekar, como Bagge, como Clowes, como Spiegelman. Un exquisito dibujante y narrador que logra transmitir emociones y dibujar situaciones que impregnan sentimiento y memoria.
Páginas tomadas del sitio web de Dolmen editorial
Fingerman es un dibujante formal, rendido a un naturalismo que parece amante inconfeso de la línea clara de la Escuela de Charleroi, pero cuyos personajes golosamente contorneados tienen una profundidad que los aleja de los prototípicos de la industria francobelga. Está claro que Fingerman desciende de Crumb y no de Hergé. Primero por su peculiar detenimiento en la captura de los gestos. Se detiene y se esfuerza por detallar la expresión de las manos de sus personajes; amén de que se caracteriza muy atinadamente las expresiones faciales, solvatando la caricatura a la que en principio parece sujeta su obra.
El argumento de esta larga historia se antoja en un principio vacío, salvo por el sugerente hecho de que los dos personajes protagonistas, Rob y Sylvia, no paran de follar a todas horas y eso interesa. Mas, eso es una tela atrapamoscas. Los personajes van dejando el fornicio paulatinamente a lo largo del libro a la par que se deslizan hacia las fauces del drama. Mientras se va trazando el camino hacia esa ladera, su autor nos planta ante la cara un fresco de la comunidad judía, la integrada por creadores y autores jóvenes con futuro incierto avecindados en Brooklyn, ese ‘otro’ Nueva York que no es Nueva York por no ser Manhattan.
Esto ya de por sí es fascinante. El hecho de que la historia nos seduzca como lo haría con un americano pese a su carácter local. Imaginemos por un momento que el relato se centra en los vivires y padeceres de dos gallegos afincados en Chueca, con sus finales de mes ajustados y sus frustrantes experiencias profesionales. Y lo dibuja un Ozeluí en plan relamido, por ejemplo. Poco apetecible en un principio. Beg the Question es esto. Pero claro, ocurre en América, y sus personajes nos fascinan. Se opera una suerte de conversión mítica automática por ser una obra que procede del otro lado del charco, por más que las vicisitudes de sus personajes nos sean totalmente ajenas. En este caso, no alcanzamos a comprender el alcance de los comentario sobre la población judía, lo que se dice sobre otras cuestiones referentes a la vida laboral de los personajes o la atención sanitaria que reciben, pero desde luego llega un punto en que uno se percata de que no está leyendo una versión a la americana de La Parejita y se atraviesa la cuarta pared para instalarse cómodamente entre las calles blancas de este tebeo.
En efecto, Beg the Question es una delicatessen viñetera. Lo es porque se trata de una narración muy bien estructurada, con personajes perfectamente perfilados de los que se clavan en la memoria y obligan a devorar el resto de páginas del volumen. El arranque es lento, cansino porque el autor no hace otra cosa que engranar anécdotas en principio, algunas de las cuales resultan verdaderamente divertidas (la de Matt y la pizza, por citar una). El interés crece a partir de la página 66, cuando la comedia se convierte en drama con querencia por la tragicomedia pero sin llegar a ella. ¿Los ejes? Los celos, el embarazo, el miedo.
El hilarante encuentro con el repartidor de pizzas
Habiendo establecido el puñado de temas universales, la presencia sólida de los protagonistas y el corifeo de secundarios, la obra se encarrila por un camino seguro que deleitará a cualquier tipo de lector. Aunque un europeo, por ejemplo, no entienda bien qué diferencia a los que viven en el Upper East Side de los demás; o no comprendamos bien la versión de Bill Hicks sobre la falta de cultura general entre la población estadounidense, la obra interesará tanto a los que conocen la cultura americana como a los demás. Esto es así en función de que se trata de un relato construido en torno a mensajes de calado popular que a nadie dejan indiferente: la cuestión del aborto, las posturas religiosas a ultranza, el sentimiento de culpabilidad, cómo enfrentarse a la muerte, cómo encauzar la pasión amorosa cuando surgen los sentimientos de responsabilidad, etc.
Fingerman traza una línea divisoria en su obra, sin embargo, que afea el resultado final. Por una parte debido a esa costumbre suya (a la que tiene derecho, por descontado), de invitar a sus viñetas a personajes reales: caricaturas de allegados, homenajeados, o quizá desconocidos, pero que sin excepción contrastan fuertemente con la dimensión que van adquiriendo los protagonistas de la historia. También están las concesiones, algo fútiles, con las que se entretiene a mitad de la obra, como el capítulo 4 dedicado a ejercitar una crítica despiadada del frikismo de los asistentes a los festivales de cómics en los EE UU. La introducción, o intromisión, de este capítulo estorba al resto de la obra dejando a las claras que fue trazada como un conjunto de entregas o capítulos y no de partida con una filosofía unitaria, de ‘novela gráfica’. Con todo, ese capítulo resulta igualmente divertido, y contribuye en parte a clarificar las emociones y sentimientos del personaje protagonista hacia su oficio, el de dibujante de cómics.
La esposa de Sydney no alcanza a consolar a su marido...
A partir el capítulo 5, los personajes ya han tomado las riendas del relato y son ellos los que nos conducen por una historia tensa y cruda. Es aquí cuando el título de la obra, beg the question, “evitando la pregunta”, cobra sentido. El protagonista, presunto alter ego de Fingerman, Rob, vive la mitigación de la pasión amorosa al mismo tiempo que sufre un rechazo editorial tras otro. Y el modo en que el autor aborda ciertas reflexiones llega a cotas que desde luego no se esperan al comenzar la lectura. Es especialmente memorable la secuencia en la que, tras enterrar al padre de Sydney (a su vez padre de Rob), Sylvia consuela a su suegro suplantando la identidad de otra persona que no se comunica nunca con él. Esta operación tan fácil de lograr mediante dibujos encajados en viñetas no es tan sencilla de poner en práctica en el cine o en la literatura. O, al menos, haciéndolo en un cómic permite la génesis de un paquete de sensaciones que no se conciben de entrada y resultan sorpresivos y muy eficaces.
Tras esta reacción de Sylvia, Rob ya no podrá seguir evitando la pregunta. Y uno de ellos deberá comprometerse.
Gran tebeo éste. De lectura densa, gozosamente bien traducido y editado, con los elementos justos para hacerlo necesario en cualquier biblioteca.
Salario Mínimo (Beg the Question), de Bob Fingerman, con prólogo de Alberto García Marcos
T. Dolmen Editorial: Doble Seis, s/n, enero de 2009
Libro de historietas, en cartoné, 246 pp., b/n, 25 euros
ISBN: 978-84-92458-07-3
Texto promocional editorial:
En esta obra el protagonista es un trasunto del autor, un dibujante de cómics que se gana la vida trabajando para editoriales cutres, que le pagan poco, y donde publica chistes sobre mujeres de pechos enormes. Evidentemente no está satisfecho con su vida y quiere cambiar. Mientras tanto, también seremos participes de su vida personal día a día y su evolución, sus relaciones con su novia, de una manera íntima y con escenas explicitas, las relaciones con sus amigos, sus dudas existenciales, su forma de enfrentarse a la muerte.
Todo eso nos lo mostrará Fingerman de manera meticulosa, como lo es también su dibujo, denso, lleno de detalles, donde nada queda sin dibujar pero con una extraña habilidad para no saturar. Y será con es estilo con el que nos situará perfectamente en la ciudad de New York, con sus calles abarrotadas de variopintos personajes que dan lugar a una novela gráfica en la que aborda sin miedo temas importantes como el sexo, la muerte, el matrimonio, el aborto y la religión
Tebeoenlaces:
Entrevista a Bob Fingerman
Reseña de Álvaro Pons