ENTREVISTA A JOAN MARCH, DIBUJANTE DE HISTORIETAS
J. MARCH, JORDI RIERA PUJAL

Resumen / Abstract:
Entrevista a Joan March, uno de los autores de la última generación de dibujantes de historietas de la editorial Bruguera. / Interview with Joan March, one of the authors of the latest generation of cartoonists of Editorial Bruguera.
Notas:
Adaptación al castellano de la entrevista vía e-mail realizada entre abril y mayo de 2014. El artículo original se publicó en catalán en http://elcomicencatala.blogspot.com.es/2014/05/entrevista-joan-march-creador.html. A la derecha, cabecera de las historietas de una de sus series más conocidas.

ENTREVISTA A JOAN MARCH, DIBUJANTE DE HISTORIETAS


Joan March (11 de octubre de 1952) es conocido en el mundo del cómic por formar parte de la llamada tercera generación de dibujantes de Editorial Bruguera. Otros nombres importantes  que empezaron a publicar en Bruguera en los años setenta del siglo pasado fueron Jaume Rovira, Casanyes, los hermanos Fresno, Esegé o Rafael Vaquer.

Como autor, Joan March casi siempre ha trabajado dentro del cómic humorístico con historietas cortas de una o dos páginas. En su estilo destaca un dibujo con fuerza, de trazos esquemáticos que marcan un gran dinamismo en las viñetas. Sus personajes son claramente exagerados, y en algunas de sus series muestra una búsqueda de retrato de la juventud de aquellos años. Es característica en sus historietas la utilización de manera intensiva de onomatopeyas gráficas que daban un aire más fresco a sus páginas. Es un dibujante recordado con mucha nostalgia por la generación que leía tebeos entre los años setenta y principios de los noventa.

Nos hemos puesto en contacto con el autor y, veinte años después de dejar de dibujar cómics, ha accedido a contestar unas preguntas. Su testimonio de primera mano sirve para conocer mejor su obra y el contexto editorial en el que se publicaban las revistas infantiles de los años setenta, ochenta y primeros noventa.

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Fiesta para celebrar los ochenta años de Josep Escobar (1908-1994). Imagen conjunta de redactores y dibujantes de Bruguera. Joan March es el primero de la derecha de la fila de abajo. Foto cedida por Joan March.



¿Cuándo empezaste a publicar tus primeros dibujos?

La primera vez fue en Revista del Vallès, una publicación de ámbito comarcal editada en Granollers. Joan Illa me introdujo en la revista, e hice junto con él unas cuantas cosas, principalmente ilustraciones de sus entrevistas. Esto era cuando tenía quince años. Por aquel entonces bajamos un día de visita al zoológico con toda la clase del instituto; ya en Barcelona, los dejé y me fui a conocer a Josep  Escobar. Cuando me enseñó los originales de Carpanta y Zipi y Zape caí de culo. Eran los primeros originales que veía, para mí entonces aquello fue mágico.

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La primera historieta profesional de Joan March en el número 77 de Gaceta Junior (Unisa, 1970).  

¿Dónde empezaste a publicar profesionalmente?

En Barcelona el primer lugar donde pude publicar fue en Gaceta Junior, editada por Universo Infantil, donde publicaban material franco-belga. Me extrañó mucho que me publicaran, porque el material que editaban era muy bueno, no sé, cosas que pasan. No duró mucho, cerraron en 1970, yo tenía dieciocho años.

Igualmente pasé por la revista Strong, una publicación infantil editada entre 1969 y 1971 por Argos Juvenil. No recuerdo qué páginas hacía, no debían ser muy buenas, ya que yo era muy joven, y aun así lo publicaban. Todas estas revistas tenían vocación de destronar a Editorial Bruguera, y evidentemente al final no fue así.

¿Y tu relación con Editorial Bruguera cuándo se inicia?

Mientras iba trabajando para estas revistas, yo iba pasando a tinta las historietas de Escobar y al mismo tiempo iba enseñando cosas a la Bruguera. En 1971 me empezaron a publicar cosas en Din Dan, como Ruperto, Calixto y Damián, que todavía no eran muy buenas, y de hecho yo me daba cuenta. Así continué en Pulgarcito con Ataúlfo y Gedeón y La Familia Potosí. De todas maneras, son cosas que no quiero ni volver a ver, ¡qué horror!

Me echaron poco después porque el director de la redacción, el señor González, no soportaba que entrara en su despacho sin avisar. Suena raro, pero fue así. Incluso le prohibió a Escobar que me dejara pasar a tinta. Por suerte, Escobar no le hizo ni caso. Estuve una buena temporada pasando a tinta y pintando cuadros. El fenómeno de Manuel Vázquez hacía lo mismo que yo, pero mejor. Abría un poco la puerta del despacho de González, tiraba el cigarrillo dentro y decía: "Perdón, se me ha caído el cigarrillo", y entraba. Hacía cosas así siempre. Me encantaba.

El señor González era un tipo raro de cojones. Como Bruguera almacenaba todos los originales desde el principio, llegó un momento en que ya no sabían dónde ponerlos. El caso es que se le pidió que los devolviera a los dibujantes. ¡Pues no! Al hombre se le ocurrió quemarlos. Los originales primeros de Bruguera ahora son ceniza.

¿Josep Escobar, que, como tú, tiene una relación muy especial con la ciudad de Granollers, es uno de tus referentes? ¿Qué otros dibujantes te influyeron en tus inicios?

Supongo que el hecho de que fuera de Granollers le haría gracia al Escobar. Referentes especiales no tengo. Me influenciaba todo lo que me gustaba, esto no es como en otras cosas que se valora mucho las cosas nuevas, el espíritu artístico, ya sabes, el cómic que hacíamos no era arte, era entretenimiento.

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  Historieta aparecida en el nº 82 de Strong (Argos Juvenil, 1971).

¿Qué recuerdas de aquella época en que tuviste como vecinos en las páginas de las revistas de Bruguera a un grupo de grandes dibujantes como Josep Escobar, Francisco Ibáñez, Alfons Figueras, Manuel Vázquez, Joan Rafart...?

No éramos dibujantes, éramos dibujantes y guionistas, son dos cosas muy diferentes. Los años sesenta hubo una gran movida en Francia y Bélgica, se inventaron una forma de dibujar muy diferente de la que había habido hasta entonces. Había sobre todo un tipo que se llamaba André Franquin que hizo una revolución en el dibujo del cómic. Todos los más jóvenes le pudimos copiar de un modo u otro, en Francia y Bélgica igualmente. De aquí es de donde sacaron mucho material Gaceta Junior y Strong.

Ibáñez, con su Mortadelo, en los años setenta copió completamente a Franquin (en el dibujo). Los que veníamos detrás, también (en muchos casos). Franquin no diré que me gustaba, le idolatraba, era un monstruo innovador. La generación de Escobar no hizo ningún caso de ello, así que en cuanto al dibujo hubo una ruptura a partir de los años sesenta.

Los guiones son otra historia diferente. Ibáñez fue también una especie de genio, y aún más Manuel Vázquez (Las hermanas Gilda, La familia Cebolleta, Anacleto, agente secreto). En Francia, durante muchos años, hubo otro genio guionista que se llamaba René Goscinny, el guionista de Astérix y Lucky Luke, entre otras cosas. Todo esto también hizo que los guiones cambiaran. De hecho, yo creo que el guión es lo más importante en un cómic, quizás el ochenta por ciento de la efectividad viene del guión. Como yo venía todo iluminado por la cuestión gráfica, me costó mucho entender esto, y de hecho, primero aprendí el dibujo y luego cómo ser un buen guionista. Doble aprendizaje. Yo aprendía a hacer guiones de todo lo que me pasaba por delante, no hacía ninguna distinción.

El miércoles se suponía que era el día que se llevaba el trabajo. Si esperabas un rato, veías a todos los dibujantes, luego había gente que se encontraba en un bar junto a la redacción. A mí eso me dejaba perplejo cada semana. Pensaba: “¡Hostia!, si esta gente que está aquí bebiendo una cerveza son los de aquellos tebeos que tanto mirabas de pequeño, y mira cómo son”. Había magia. O me la hacía yo, es igual.

El primero que me recibió en la redacción cuando aún no publicaba fue el Perich (sí, también había estado en Bruguera, marchó poco después). El caso es que ni lo conocía. Hasta años después no me di cuenta. Matías Guiu siempre me ayudó mucho, y también Jordi Bayona (un poco loco) y una chica que ya no recuerdo cómo se llamaba y que era una delicia de amabilidad y educación.

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Página de Ambrosio Carabino (Súper Pulgarcito nº 147 (Bruguera, 1983).
Abajo: página de Tranqui y Tronco publicada en Mortadelo Especial nº 199 (Bruguera, 1985).

 
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Durante un tiempo dejas de dibujar y te dedicas a la pintura. ¿Cuándo te reenganchas a Bruguera?

Volví cuando me vino el gusano o las ganas de volver a hacer cómics, a saber por qué. El señor González ya no estaba, se había ido de la dirección en 1978, el caso es que entonces trataba con gente normal. En ese tiempo es cuando salieron El Mini Rey  y, a partir de los años ochenta, todo lo demás. La mejor época. Era joven y loco, lo que pasa normalmente.

Has creado muchos personajes de cómic durante tu vida profesional. ¿Puedes comentar cuál es tu favorito y por qué?

Si ya lo he dicho, la etapa final en Bruguera, El Mini Rey y Tranqui y Tronco. El Mini Rey está basado en mi familia, y sale mi tía, mi padre, yo qué sé, es algo así. Piensa que viví hasta los veinticinco (más o menos) en una casa del siglo XV o XVI, esto tiene consecuencias, la cuestión del castillo se ve que me quedó en la cabeza.

Tranqui y Tronco eran como éramos muchos en aquella época, unos pirados. Claro, no podías hacer que fumaran porros ni otras cosas, pero me divertía. ¿Recuerdas aquella película Gente Pez
1? La cosa iba por ahí.

En los años en que llegas a la madurez artística como creador de cómics es cuando Bruguera empieza a hacer agua por todos lados. ¿Cómo lo vives?

No llegué nunca a la madurez, primero, porque no quería hacer historia en el cómic; segundo, porque estoy muy loco, y tercero, porque por el hecho de que estoy muy loco no empecé a madurar hasta los cuarenta y cinco años, mucho después de dejar el cómic.

Cuando Bruguera quebró, en 1986, hubo un gran desperdigamiento. Lo que recuerdo es que unos cuantos fuimos a parar a una revista que se llamaba Garibolo (1987), editada por CGE (Compañía General de Ediciones), que duró 23 números. Allí continué dibujando El Mini Rey. Durante los años de la desaparición de Bruguera hubo una especie de guerra para ver quién se quedaba con el negocio. Finalmente se lo quedó el Grupo Zeta de Antonio Asensio. A partir de ahí las cosas cambiaron radicalmente. Estábamos acostumbrados a crear a nuestro aire, si la cosa funcionaba, se publicaba, y si no, pues no. En Zeta era todo lo contrario, todo lo que se hacía era planificado de antemano, no había ninguna posibilidad de ser creativo. Un asco.

¿Qué trabajos te encarga Ediciones B?

Para Ediciones B fui haciendo páginas sueltas, planificadas. En Al Ataque (1993), una revista creada por Alfonso Arús aprovechando la fama que había obtenido su programa de televisión del mismo nombre en Antena 3, y luego en El Chou (1994). Todo muy Antonio Asensio, Antena 3, las revistas, todo planificado.

Finalmente pensaron (no sé quién) en hacer un clónico de Buscando a Wally poniendo en lugar de Wally a Alfonso Guerra. Era la época de la Expo de Sevilla, de las Olimpiadas, y los temas eran los mismos. Fue terrible, me dieron muy poco tiempo para todo un libro con miles de personajes, cientos de gags visuales. Lo terminé a base de whisky, porros y aspirinas para el dolor de cabeza, era el colmo de la presión. Después hice otro, el mismo estilo pero de la jet set del momento. Cuando ya estaba terminado, los editores de Wally dijeron que si Ediciones B continuaba publicando estos libros, dejarían de publicar el auténtico Wally, y se acabó la historia.

A partir de ese momento lo único que pensaba era marcharme y dejarlo. Cuando pude lo hice con mucha alegría. Aun así, todavía me vi en necesidad de buscar los periódicos comarcales para hacer tiras diarias, sin suerte, publicaban cosas USA como Charlie Brown y no les preocupaban en absoluto las tiras cómicas que publicaban. Al final sólo publiqué en un periódico de Vilafranca del Penedès, y ahí se acabó toda la historia. Dejé de trabajar en el mundo de las historietas. ¡Ah, sí!, también intenté pasar a tinta para Disney a través de un tipo de aquí, de Granollers, del que ahora no recuerdo el nombre2.

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  Comienzo de una historieta de Los Peláez en el nº 43 de Zipi Zape Extra (B, 1994).

¿El hecho de no poder ejercer con un mínimo de creatividad tu trabajo como creador de historietas cómo te afectó?

Nada, nunca quise hacer nada especial con todo esto, además no creo que hubiera ningún freno a la creatividad, al contrario, sólo era cuestión de no entrar en algunos temas. Eran cómics para niños, no para gente mayor, aunque al final los leían todos. Lo único que intentaba era hacerlo bien, no reivindicar nada. Otra cosa eran las revistas como El Jueves. Y como he dicho antes, estaba muy verde. Me enteraba de pocas cosas. No tenía una conciencia social en el sentido político. Después, gracias a mi mujer, he ido entendiendo cosas, ahora sé tantas que me amargan la vida, no puedo soportar lo que pasa y cómo ocurre. Cuanto más entiendo, peor. Quizás es mejor no saber nada, a saber.

Es a mediados de los años noventa cuando dejas el cómic y te dedicas plenamente al mundo del arte. Muchos de tus colegas, cuando pasan a la pintura, suelen hacerlo en un estilo realista no del todo exitoso. Tú, en cambio, optaste por un estilo plenamente vigoroso y contemporáneo  que podría ligar perfectamente con lo que hacen artistas de tu generación de otros países. ¿Qué nos puedes decir de esta segunda vida profesional?

Es que nunca he dejado de pintar. De hecho, empecé a pintar antes de hacer cómics, a los ocho años o así. Lo que pasa es que si publicas algo, lo ve todo el mundo, y si pintas y no eres un artista de mucho, mucho éxito, no te conoce nadie. De hecho, ni así te conoce nadie. De todas formas siempre he intentado hacer las cosas lo mejor que he podido. Que lo que haga sea contemporáneo no tiene ningún secreto, es que yo vivo ahora, no hace doscientos años, no puedo hacer otra cosa, aunque igualmente el fondo siempre es el mismo. En un catálogo puse que soy un pintor clásico, y es verdad, lo puse en serio, el fondo siempre es el mismo.

Por otra parte, el arte ya no es tan sencillo como un cómic, y sí que entran aspectos más ideológicos, y muy complejos por cierto.

¿Te interesa el cómic que se hace actualmente? ¿Sigues el trabajo de algunos autores que publican hoy en día?

No, no sigo nada, leo El Jueves y los periódicos para estar conectado a la realidad, porque si no no sabría nada de lo que pasa en la calle. No tengo relaciones sociales, soy esquizoide, y la gente me asusta un horror, sólo me siento cómodo con muy pocas personas, muy pocas y de mucha confianza. Esto también me provoca un cansancio muy grande, cuando antes decía que tenía ganas de dejar de hacer cómics también era por eso, no podía más. Al principio no, a los veinte años podía estar todo el día haciendo cosas sin cansarme, tenía una capacidad de trabajo casi obscena, pero al final ya no podía, no quiere decir que no me gustara el cómic, ¿me explico, no? No quiero que la gente piense que no me gustaba, simplemente estaba poniéndome enfermo.

¿Quieres añadir algo más?

Sí, podría continuar meses escribiendo, pero lo dejamos aquí. Y una última cosa para ti: ¡eres un caníbal! ¡Te dije que estaba muy cansado, y poco a poco me has ido sacando toda una entrevista! ¡Me la guardaré por si me piden otra, así ya la tendré hecha!


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Portada de este libro publicado en 1992 por Ediciones B.  

Doy las gracias a Joan por su paciencia y por el epíteto que me dedica, una palabra que interpreto  como un homenaje a los “ninots” entrañables que salían en el mundo Bruguera, y sobre todo los que salían en las historietas de TBO.

Mi amistad con él, o algo parecido, viene de lejos. Habíamos compartido espacio en muestras de pintura en los años noventa. Estuve en la inauguración de su última exposición de pintura. Él, por las razones que ha expuesto en la entrevista, no estaba. Seguramente tampoco hacía falta, su fuerte personalidad pictórica estaba bien presente y chorreaba por todas las paredes de la sala. Compartimos también, pero por separado, unas capillas dedicadas a la adoración de unos genios en el campo de la creación artística, André Franquin en el campo de los cómics y Sigmar Polke en la disciplina de la pintura contemporánea.

Joan March ha dado muestras de talento a la hora de crear cómics. Lo ha hecho también escribiendo los textos y seleccionando las obras en su libro dedicado a Josep Franco. En este ensayo exhibió un análisis profundo y revelador sobre la vida de un pintor, y de rebote, de toda una generación de artistas3. Sus pinturas, plenamente vigorosas y generalmente de gran formato, se han podido ver en diversas exposiciones y se pueden degustar en su web.


Principales series en las que ha trabajado:

"Don Meñique" (Gaceta Junior) (1971).
"Ruperto" (Din Dan) (1971).
"Ataúlfo y Gedeón" (Pulgarcito) (1971).
"Calixto y Damián" (Din Dan) (1971).
"La Familia Potosí" (Pulgarcito) (1971).
"El Mini Rey" (Mortadelo, Super Mortadelo) (197-).
"Ambrosio Carabino" (Super Pulgarcito, 2ª época) (197-).
"Tranqui y Tronco" (Mortadelo) (198-).
"Maxtron" (Pulgarcito, sello B) (1987).
"Todos estamos locos" (Superlópez, sello B) (1987).
"Los Peláez" ( Zipi y Zape Extra) (1994).
"Todos estamos locos" (B: ¡Olé!, núm. 359) (1989).
"El Diccionario Apócrifo".
"El Mini Rey" ("Garibolo") (198-).
"¿Dónde está el Guerra?". Un libro publicado en 1992 por Zeta (Ediciones B).

Notas:
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(1)    Gente Pez, película del año 2001 dirigida por J. Iglesias en la que se refleja la vida de unos jóvenes que comparten piso.

(2)    Posiblemente Joan habla del dibujante de Granollers Xavier Vives, que ha trabajado muchos años para Disney.

(3)    Josep Franco. Pintures. Fotografías y textos de Joan March, Granollers, 2003.

   

 

Creación de la ficha (2014): Jordi Riera y Joan March. Revisión de Alejandro Capelo y Félix López. Edición de Antonio Moreno · Datos e imágenes tomados de ejemplares originales y diversas fuentes, así como las facilitadas por el propio autor.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
J. March, Jordi Riera Pujal (2014): "Entrevista a Joan March, dibujante de historietas", en Tebeosfera, segunda época , 12 (15-IX-2014). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 23/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/entrevista_a_joan_march_dibujante_de_historietas.html