Entrevista con Gustavo Sala
Tebeosfera: La pregunta obligada, ¿cuándo sientes que quieres ser dibujante? ¿Cuándo la historieta te empieza a llamar la atención?
Gustavo Sala: Antes, no sé; pero paralelamente quería dedicarme a algo que tuviera que ver con los animales, estudiar biología marina. Estaba muy enganchado a todos los fascículos de fauna, de vida silvestre, a los documentales de Jacques Cousteau, como una fascinación que tenía por la vida animal. Paralelamente, por alguna razón, me enganchaba en silencio con las historietas de los quioscos de Mar del plata, sobre todo con las ediciones de España, de Bruguera: Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, que eso circulaba, era como algo muy popular, los álbumes que venían de España, Fuera borda, todo ese material; y la producción argentina como Hijitus, material de Patoruzito, material de Disney, todo el material infantil y juvenil; me enganchaba leyendo cuando no me enganchaba ni con el fútbol ni con las peleas con los amigos de la primaria. Mi entretenimiento era como más en silencio con las historietas. Y después, cuando no sabía qué quería dibujar, empezaba copiando lo clásico, como supongo que habrán hecho muchos, copiando viñetas. Y en eso recuerdo un álbum de historietas muy mala, muy gay, historietas de Disney que venían con brillantina de la película de los “Aristogatos” y “La dama y el vagabundo”. Y yo hacía, copiaba con lápices de colores antes de tener conceptos como entintar, etc., etc.; copiaba las figuritas con lápices de colores y ponía la brillantina con plasticola y hacía un álbum que prácticamente era algo medio glamour e infantil.
Y después, antes de tener un gusto medio definido, bueno, lo clásico, en la escuela, cuando tenés que hacer, por ejemplo, la lámina del aparato reproductor o del grupo de anatomía: esa clase de láminas quien las hacía era yo.
Y cuando nació la Fierro en el '84, acá, en Argentina, ahí aparecen Nine, Moebius, Manara, Mandrafina, Bilal, Solano. Y después conozco los álbumes de La historia de los comics que editaban Toutain y Javier Coma, como uno de los principales redactores. En la biblioteca de Mar del Plata estaban los tomos completos para ir a consultar y ver. Entonces ahí aparecieron todos violentamente: “Litle Nemo”, “Krazy Kat”, Pratt, el under, la historieta franco-belga, Tintín, la historieta de Corben, la ciencia ficción europea, Popeye. Ahí fue como una explosión de estilos y cosas que me gustaba. Y luego me gusto más el underground y toda esa mano. Y, definitivamente, ya fui para el humor.
T: Cuando te decantas por el humor, ¿pensabas hacer tiras o era más un rollo under?
GS: No. Lo que pasa es que nunca me puse a trabajar demasiado profesionalmente en series largas, o en plantar historias, o en definir personajes como para definir proyectos medio largos. Siempre fui como bastante ansioso para laburar y generar cositas y sacarlas y hacer otras, y sacarlas y hacer otras. Y me sigue pasando hoy. Es como una malformación de no poder encarar un proyecto con continuidad de una cantidad de números zarpados. Así que lo de trabajar en corto… Pero también acostumbraba leer revistas como “Mad” o revistas de historietas humorísticas o de tiras. Y todo me hacía pensar en cosas en formato corto, introducción, chiste, desarrollo, como en un universo de narrativa corta. Y así me parecía que era más factible y no significaba mucha fatiga encarar cosas así, en pequeño formato.
T: ¿Qué influencias tienes del underground?
GS: Yo te diría que el más obvio es Crumb, como a muchos de mi generación y un poco más grandes, que un poco es un tipo que es un virtuoso del dibujo y a la vez de lo más deforme y con estilo funny cartoon a lo más solemne, con un dibujo sobrenatural y con una virulencia y una cosa de absoluta mala leche y “zarpadez”. Lo primero que vi de Crumb fue una tapa justamente en “La historia de los cómics”, la del fascículo del underground, que era un dibujo de un personaje que está con una especie de reina cóndor, una cosa muy rara. Me había impactado el dibujo. Después, cuando conseguí ese tomo, ahí aparecía Crumb como apadrinando el movimiento de Gilbert Shelton y todos estos. Y parecía, entre muchas comillas, que era fácil de dibujar así porque era como un dibujo grotesco, en rayitas, no había que pintar.
T: Parecía, ¿no?
GS: Ingenuamente parecía. Daba la sensación al menos de que era un dibujo muy liberador y de personajes gordos, zarpados, con los ojos grandotes. Parecía que no había que tener dibujo. Una cosa que era evidentemente falsa. Pero eso nos dio una confianza. Y a muchos nos “flashó” conocer al tipo y después ver lo “hijoputa” que era con lo que contaba.
Y después, a partir de eso, fueron apareciendo Peter Bagge y muchos, sobre todo, de Fantagraphics, Daniel Clowes, y humoristas que, aparte del humor, iban más por la cosa más introspectiva o más extraña como Charles Burns, que me quemó la cabeza. “Burn again” por ejemplo, todo el material que editaba Brut Comix en la Cúpula, el Víbora. Españoles muchos.
T: ¿Y después?
GS: Después los fascículos de “Mondo Lirondo” con Monteys, Alex Fito, y una nueva camada impresionante. Mezcla de dibujo animado con cosa de cartoon, delirio existencial y melodrama, que eso también me gusto mucho. Vos podés ver que aparecen nuevas influencias todo el tiempo. Hasta hoy. Últimamente, cuando conocí a Dave Cooper, me encantó. Y Johnny Ryan, otro tipo muy divertido.
T: No dejas de aprender nunca…
GS: Yo trato de ir buscándole la vuelta un poco más. Lo que pasa que me parece que los dibujantes somos bastantes susceptibles a la influencia.
T: Pero bueno, tienes un estilo muy definido.
GS: Bueno, eso espero que sí. Pero después salió Ren y Stimpy, o casos de emblemáticos como Mignola, o en su momento Simon Bisley. Salió Bisley y al momento salían veinte dibujantes copiando a Bisley. Los volúmenes de Mignola, la tramita, los chabones cuadrados de Mignola. Y hay veces que esos dibujantes se quedan viejos porque obedeceían a un momento. En la historieta de acá también, en el “under”, había un montón de tipos que venían con esa locura Ren y Stimpy, y era como imposible a veces no quedar pegado a algo que te gustaba mucho.
T: ¿Qué te aporta a tu modo de ver el estilo del under de los setenta de Crumb y el under más moderno de Bagge, que parece una influencia muy evidente?
GS: Lo que pasa es que me parece que quedándome en lo norteamericano es más político y contracultural. Hay que verlo necesariamente en el momento político del hippismo y de la resistencia al gobierno, y de la marihuana libre, y del rock, y de Woodstock, y de toda esa cosa de la censura del gobierno y bla, bla, bla, que era como una rebelión de la música, la historieta, la droga, el pelo largo. Hoy, de los noventa para acá, las rebeliones quizás sean siempre contra el mismo el poder, la autoridad; pero capaz que es más para adentro que para afuera, es más conflicto familiar de pareja. En Bagge por ejemplo, los temas son muchos más chiquitos, son mucho más inmediatos: del tipo que no tiene laburo, lo deja la novia, la soledad, la desocupación, la cosa existencial, que por ahí la cosa más macroecologista hippie de los setenta. Supongo, así, haciéndome mi hipótesis medio boluda.
T: Todo al mundo al leerte te imagina de una manera, ¿no? Por tus historietas se te imagina una persona más extrovertida. Y luego cuando se te conoce, se rompen todos los esquemas: un tipo serio que trabaja muchas horas. Entonces, ¿podemos decir que la mala leche te atrae para desahogarte en una especie de catarsis? ¿Te desahogas así?
GS: Yo creo que es muy probable. Casi muy a pesar mío es así en muchos casos. Pero capaz que el que más parece freak es el menos freak. O sea, si un tipo está vestido o se caracteriza de freak o de deforme, capaz que lo es más exteriormente que interiormente. Es otra hipótesis más, más boluda que la anterior (risas).
Pero en el tema de la imagen de la ropa, no sé de ropa, no sé vestirme, ninguna remera de rock, ninguna remera de personaje de cómics, ni de Homero Simpson. Ni de nada. Porque no, realmente me gustaría tener una buena remera, pero tampoco me atrae comprarme ni tengo ni tatuajes ni nada a nivel imagen o logo.
T: A todo esto queridos lectores, Gustavo Sala les acaba de mentir. Ha venido en traje de Emilio Tucci con corbata.
GS: Y vos caracterizado de Patoruzú (risas). Pero, por ejemplo, vas a la peluquería y te dicen cómo lo querés. Y qué sé yo. Mirá, flaco, no quiero problemas. Cortame el pelo, viste. Cómo lo querés. Y qué sé yo. No quiero ser vos. No sé, en realidad. Quiero comprar unas zapatillas. Unas que caminen, cómodas. No me interesa el diseño highfire de tipo texturado. La verdad, me parece que no tengo una imagen. O nunca me interesó o… tu pregunta era otra…
T: Pero pongamos Clowes. Vos lo vés. Por su laburo, vos pensás que es un freak y realmente lo es.
GS: Sí. Pero a veces el que dibuja más grotesco se viste el más prolijo. Yo por ejemplo vi varias fotos de Bill Plympton, la imaginación es un delirio, “superrecontra” estética deforme y el tipo, jamás lo oí hablar, pero ves fotos y es un tipo con saquito. O Peter Bagge, también. O bueno, Clowes es otra cosa. Son tipos que no son chabones de pelo largo, hippones que dan la nota. Me parece que habla bien de eso, de los tipos.
T: Quizás en algunos casos si fueran así y ahora cuando les pega el estrellato como que se convierten más en gente normal, ¿no?
GS: Les da la burguesía.
T: ¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Surrealista, humor del absurdo?
GS: Yo no lo llamaría…
T: ¿Cómo se te cruzan tantas imágenes?
GS: No lo sé. Siempre es partir de algo parecido a la nada. Mi inspiración parte como en un lugar como este. En un café.
T: Tomas la realidad.
GS: Generalmente es una buena manera. Y está buena esa observación. De agarrar la calle Medrano y Corrientes, policía, mozo, las cosas de la realidad cotidiana e inmediata y mezclarlo con... asociarse para otro lado, no sé, la cosa fantástica y mezclarla forzosamente con las cosas tristemente reales. Pero la verdad es que nada, es partir. A veces es un poco fatigoso, porque si tuviera que trabajar con personajes fijos o algo que ya caminarían solos, ya como que tendrías una estructura y empezás a rodar y a mover piezas y estás mucho más tranquilo... Pero en lo mío trato también de no aburrirme de mí mismo, de no repetirme sin saberlo.
El tema por ejemplo de laburar en un café, en un lugar así, a veces, sobre todo cuando tratas de ser original, de llamar la atención... Habitualmente no hay un tipo dibujando historieta en los bares. Es muy probable que llame la atención a cualquiera.
T: Igual eso de trabajar en los cafés es más que nada para ver la fauna que hay. Parecido tu método de trabajo al del guionista por excelencia de Berlanga, Rafael Azcona a quien le gustaba pasear por Madrid, meterse en los cafés y aguzar el oído. A partir de ahí construía sus guiones. La realidad era también su fuente de inspiración.
GS: Sí. A mí me pasa que, a diferencia de muchos dibujantes que necesitan la quietud y el silencio del estudio, a mí eso, casi te diría que me conspira. La demasiada tranquilidad. Sabés que voy a un bar en Mar del Plata que es medio roquero, lleno de gente colorida y psicodélica. Y ahí simplemente voy, no sé, a la una de la mañana, un fin de semana, y me encuentro con un amigo a las dos, ponéle. Y voy una hora y media antes con el cuaderno y... quilombo, gente chupando a full, y eso es como una bomba de influencias. Y a veces en tu casa, en tu estudio me aburre y voy a ver qué pasa. Y de ahí me voy con dos ideas, mínimo. Como decir: bueno, me meto en un café y hasta que no nazcan una idea o dos de la gente, no me voy. En una hora y media, a veces no sale nada, pero es como buscar. A veces medio al pedo. Es como meterte y presionar algo que por ahí está mal parido de entrada o que no funciona. Te terminás calentando. Y al final, por una boludez, cuando estás tranquilo, fluyen y te iluminás.
Así, mi método es bastante irregular y todavía no sé cuál es..., la verdad.
T: Es decir, que si te mandan a una isla desierta, terrible.
GS: Yo diría que sí. A no ser que haya un DVD y un equipo de música (risas).
T: Y me comentaste que a lo largo del proceso tenés un grupo de gente para que te los apruebe.
GS: ¡Ah sí! A la vuelta de la casa tengo un amigo que también dibuja. No historieta. Es más plástico y labura por ahí toda la noche en una cochera. Y no sabés: yo los lunes que entrego la tira de Bife Angosto; a la mañana, los domingos, por ahí a la noche, todavía estoy definiendo que hago, cuál pinto, y voy a un amigo y le llevo tres bocetos a lápiz, “¿qué te parece?”. Y ahí tolerancia cero, ¿viste? Me da una confianza y necesito otro punto de vista, porque a veces perdés la perspectiva de tu laburo. Esto es una mierda, está bueno, es gracioso. A veces no te podés despegar de tu propio trabajo.
T: Es decir, que tienes el editor en casa.
GS: Sí. En realidad tengo varios. Tengo tres amigos o cuatro. Amigos consultores que no tienen piedad. Y a veces pasa que con la idea que a mí me parece más lograda no hay coincidencia, y la idea que a mí me parece menor es festejada. Confío en su criterio. Todo es muy regular. Yo a veces he mandado tiras casi con vergüenza porque tenía que mandar o mandar. Y después me dicen “¡che!, buenísima la tira”. O te hacen observaciones “qué bueno que se te ocurrió tal cosa”. O lecturas de mil cosas que yo no sabía ni que había. Y al revés.
T: ¿Qué conforma tu universo?
GS: Pensando así como en cosas mías, en temas que pueda repetir y eso; qué sé yo, el rock, la comida, la adolescencia, la muerte, la inmadurez quizás. Porque en un punto son como el absurdo, es como no hacerse cargo de ponerse a escribir, escribir guiones o dibujar historietas. Hacer absurdo entre comillas o humor alternativo que es, de alguna manera, zafar de tener que contar bien o tener que dibujar bien, como corresponde. A veces me salen para Página 12 y la idea es que tengan como un mensaje o una opinión y me siento como raro porque no tienen que ver por ahí con lo que yo hago.
T: ¿Alguna vez te has planteado una obra dramática?
GS: Tengo ganas de hacer algo. Pero aparte te malacostumbras a ser un hijo de puta. Era lo que el otro día hablaba con un flaco en Tucumán (Tinta Nakuy 2009), un chabón como un fan así, bastante particular. Bastante particular por ser muy generoso. Podía haber dicho enfermo mental (risas). Pero puse particular. Y el tipo decía “porque no”. “En Falsa Modestia, eras un hijo de puta, mi novia la conchuda, la concha que se paría del vómito”. Ahora decía, “sos un careta burgués, Ahora te suavizaste”. Y eso es una pelotudez porque en Página 12 lo que hago casi no lo podría publicar en ningún otro medio o diario. Al margen de eso, digo “¿y?, loco no puedo estar haciendo veinte años chistes de la concha”.
En un punto por ahí querés seguir siendo vos queriendo hacer otra idea, y tratando de afinar la temática y el tono, y contar de otra manera. Porque hace veinte años no tenía treinta y seis, tenía dieciséis… si no hice mal la cuenta (risas).
Pero mirá, a veces también el hit o el chiste entre comillas funcionan; también es peligroso entrar en la comodidad de hacer lo mismo diez años. El mismo chiste funciona el tiempo que vomita la madrugada.
T: Pero que te digan que te has aburguesado después de publicar “El baño”…
GS: Yo no sé. Claro, viste.
T: Yo creo que estaba enamorado de la novia.
GS: No sé. El tipo creía que como no hay un mínimo de dos pijas por cuadrito, ahora uno es un careta.
T: Has tenido obras donde has cambiado el registro radicalmente porque has escrito obras infantiles con Lunik, “Torni” con Trillo y Maicas, u otras como “Lollypop” con Lucas Varela. ¿Eso te rompe la cabeza o sale como algo natural?
GS: En realidad, en “Torni” yo sólo dibujaba. La colaboración en Genios con Trillo y con Maicas es algo que me tomo de supersorpresa porque yo nunca trabajé con guionistas. Ni siquiera con guionistas amigos para los proyectos de los fanzines, y de pronto de nunca usar guionistas a que te salga Trillo es como un poco excesivo de golpe. Y para una revista masiva infantil creadora como Genios que tiene como un perfil, un concepto de familia así como muy tradicional y como a Genios le habían gustado mis cosas y con Lucas Varela que hacía en “Ele”, había salido lo de “Torni” y lo de “Lollypop” al mismo tiempo, porque “Ele” la hacía Lucas Varela con Trillo en Genios; la sacan de Genios para irse a La Nación a hacer “Lollypop” que escribía yo, y “Torni” entra en Genios y la dibujada yo. De pronto estaba como en los dos lugares de una forma medio rara: en ninguno siendo autor. O autor completo. En Genios era medio raro porque me limitaba sólo a dibujar y se me iba la mano para querer retocar chistes. Obviamente nunca agregué una letra de más. Menos con los guiones hechos por dos personas con cuarenta años de historia y dos millones de obras como Maicas y Trillo. Entonces me limitaba a dibujarlo y a darle la mayor onda posible. Y con un registro mucho más de aventuras para chicos, infantil. Ese estilo me gusta y consumo. No es que me sienta raro en ese ámbito. Por ejemplo, en Genios no me dejaron dibujar la letra porque decían que la letra dibujada a mano los chicos no la entienden. Tenía que ser letra, digamos, tipografía de computadora. Pero la experiencia estuvo buenísima. Lo que pasa es que hacer dos páginas por semana, que yo no tenía la producción de una serie, recibir el guión, todo ese laburo más industrial. Y paralelamente lo de “Lollypop” fue un encargo de Lucas. Él tenía el personaje que había sido escrito por Roberto Barreiro, el guionista que vivía en Chile, y tenía el proyecto de la tira escrito por Barreiro y dibujado por Lucas. Habían hecho la chica adolescente “conflectuada”, fanática del cine indie y la ropa en una especia de chica alternativa. Cuando a Lucas lo llaman para hacer una página en la revista dominical de La Nación, se encuentra en bolas porque el tipo no se siente cómodo para escribir series para diarios. Él es guionista para sus delirios metafísicos, pero para una cosa de humor popular o revista de diario no comiquero fue como un problema. Entonces me llama a mí, a ver si me animaba a escribir la serie pensando en página completa autoconclusiva. Él me tira como premisa lo que le había dicho Roberto, en tono “Sex and the city”, todo con temática adulta juvenil, sexual, moda, viajes, conflicto de pareja. Yo no había visto “Sex and the city” agarré un DVD, vi cada capítulo: zapatos, ex parejas, shoppings, boludeo de, "mirá, salgo con este", cruce de patas… Era mucho menos osado. Nos jugábamos muchísimo menos.
Así que era ponerse la cabeza en plan guiones elegantes, introspección cool.
T: Ahí hay un salto interesante: comienzas publicando en los medios que tú quieres porque les gusta tu estilo y luego este encargo.
GS: Pero me vino casi de rebote. En Lollypop, por ejemplo, Firmábamos como Doctor Sala y Míster zombi. Por una cuestion contractual no podíamos poner los nombres reales. Lo ideal es hacer lo que vos queres en algun lado y lo que “ hay que hacer “ en otro.
T: Supongo que es un interesante método para conocer el mercado. Ahora estás metido de lleno: publicas, tienes tus libros editados, vas a publicar en España… pero con tu estilo. Eso es muy difícil.
GS: Eso se lo escuche decir varias veces a tipos de gran nivel personal como Paco Alcázar o Nine. Es al pedo querer hacer el estilo de moda o querer ir contra la corriente. Creo que dijo Nine, “acá cada dibujante tiene su editor y en algún momento se encuentran”. Digamos, el dibujante más raro y experimental y oscuro va a tener sus 5000 fans en cualquier momento o el editor que lo va a editar como para poder vivir o producir y en un momento se establece, se acomoda la gente en el mercado, o lo que sea, para que eso funcione y deje de ser como una cosa anómala. Entre el 95 y el 2000, hacer “Falsa modestia”, hacer un fanzine, era como un amor oscuro, hacer algo psicodélico, de costumbrismo, provinciano, policial; pasó a estar solo en cuanto género. Hoy, creo que se puso de moda ser loco, absurdo. Con la aparición hace muchos años de South Park, Padre de familia, unas series hijas de puta, supuestamente contraculturales para medios “recontramasivos”. Eso hace más difícil ser contracultural o sobresalir de lo establecido. Así que lo alternativo ahora es ser bueno, ser gracioso, hablando de humor en todo caso.
T: En todo caso hacer lo que te haga sentir bien.
GS: Claro, claro. Lo que te haga sentir un autor.
T: Porque además la contracultura es un invento cultural.
GS: Sí. Es como el rock. O sea, antes un festival de rock era como rebelarse contra las estructuras, y hoy es lo menos contracultural que hay.
T: El mercado ha fagocitado todos estos movimientos, ¿no?
GS: Lo bueno es usar los medios sin que los medios se den cuenta. A veces ocurren milagros como un tipo hijo de puta en un medio como La Nación, o tipos que son personales y dicen lo que quieren en medios opuestos.
T: Igual en tu obra te burlas mucho de esta contracultura alternativa de postín. Por otro lado, también te ríes de la mercadotecnia barata.
GS: Sí. Por suerte también los medios como Fierro o el Página 12, son lugares en los que poder ser libre y hacer lo quieras sin ningún tipo de condicionamiento. A veces, te terminás vos acomodando. Pero yo tampoco estoy publicando en revistas para tipos en las que necesariamente haya que hacer otra cosa. O sea, por ejemplo en La Nación era yo desde otro lado. En Fierro soy más yo, con mayúsculas.
T: Creo que fue Miguel Mihura quien dijo que el buen humor es el que te hace llorar. ¿Dónde te sientes más cercano, dentro de un humor reflexivo o dentro de un humor irreverente?
GS: No. Reflexivo me parece que no. No sé si me interesa tanto la reflexión. Al menos no de entrada. Pero lo que me parece es que el humor tenga perdurabilidad. O sea, que no se agote, que resista 5 años. Que vos el libro de De la Flor dentro de 5 años y más allá del chiste o de la gracia del momento tenga un valor por fuera de la moda. Las cosas clásicas de 100 años, 50 o 30 no van a envejecer nunca. Ocurre igual con el Chavo o en las películas de Cantinflas, son cosas atemporales porque están tan bien escritas y actuadas, sea del género que se trate. Pero después que cada tira tenga como una profundidad para abajo y para los costados y que en 4 cuadritos pase algo y puedan haber pasado otras cosas y que haya un par de preguntas latentes. Aunque sea una pelotudez, por chiquita que sea. A veces me sorprenden con comentarios de blogs y eso “¡Huy!” “Mirá tal cosa” o “¿Cómo se te ocurrió?” u opiniones a partir de una boludez mínima. Que quede como el juego abierto para otras cosas; no una reflexión que dispare una opinión si no una cosita que pueda sumar. Eso, profundidad.
T: Háblanos del movimiento marplatense de historieta. Cuando empezaste, ¿cómo era?
GS: Lo primero fue con una charla de Rep., que estaba en una biblioteca. El tipo dio una charla de su obra, qué sé yo. Y fuimos varios y bueno al final de la charla se dedicaba a ver carpetas. Y luego de ver las carpetas de varios nos tira la onda de hacer una revistita. “¡Che! ¿Por qué no se juntan?”. Varios que no nos conocíamos entre nosotros. Así hicimos “Mar negro” que era un fanzine y así conocía a Humberto Miranda que es mi actual colorista de laburo, y a otros chicos, Marcelo Borstelman, que hoy labura haciendo cosas para editoriales yanquis de series más de encargo de diversa índole en el más estricto sentido superheroico. Y otros chicos más que después no siguieron colaborando con el dibujo. Y hacemos un par de muestras; pero la verdad que no. A nosotros nos llegaba a cuenta gotas la información de Buenos Aires. Me acuerdo un día que en una de las reuniones que hacíamos para ver el tema de la revista y eso, Marcelo, trajo el número 1 de la “Comiqueando”. Había ido a Buenos Aires. Había estado en el Club del Cómic y era una rareza: ¡una revista especializada en historieta y editada en Buenos Aires! Que hoy la ves tan humilde que te dan ganas de llorar porque no había criterio gráfico, no había criterio de nada. Luego da un salto de calidad, de criterio de producción. Pero al principio era todo muy precario, humilde. En todo caso era una novedad.
Y bueno, salió ese número 1 y creo que fueron 24. Y yo después aprovecho y vengo justo a Buenos Aires y estábamos armando el número 3 de “Mar negro” y yo vi que los de la revista se juntaban los domingos en el parque Rivadabia para boludear, hablar de cómic, etc. Y me presento ahí y me digo “les voy a hacer una nota”. Y me encaro a alguno para llegar al parque Rivadavia. Y cuando llego, pregunto “buenas, vengo buscando a los de la Comiqueando”. “Ah, ¿sos Andrés?”. “Mirá, yo soy de Mar del plata”. “¿Te puedo hacer una notita para una revistita?”. “Sí, bueno”. Fuimos a un buffet que había y me comí una hamburguesa de dudosísima calidad (era una especie de animal muerto que chorreaba grasa violentamente exótica) pero dimos la clásica nota, charlando, qué sé yo, como ahora nosotros. Y ahí con la carpetita, Andrés (Accorsi) me pide y yo tímidamente le muestro cosas. Y una de las cosas que le muestro era un dibujo que había hecho para una muestra que era de un tipo que era una especie de perfil del dibujante, un formato que había impuesto Rep, un personaje con flechitas y boludeces alrededor, y me dice “¿cuánto me cobrás por hacer una página?”. La cosa de historieta y cobrar, eran dos palabras que no asociaba en el momento. Así que “Comiqueando” fue el primer lugar donde colaboré profesionalmente. Así, con Andrés nos hicimos amigos y a él se le ocurre, a partir de ese dibujo, hacer lo de “Los historietipos” (que el nombre estaba buenísimo. También es de él). Así que a partir de “Comiqueando” conocí fanzines. Empecé a ver muestras…
Pero bueno, volviendo al tema de Mar del Plata, no hay escena…
T: Pero os reuníais. En una pizzería tengo entendido.
GS: A partir de la charla de Rep, dijimos “bueno, che, juntémonos”. Primero fue en un café pero el flaco este HB-Ruedas , que por su silla (de ruedas) tenía que ser llevado por una ambulancia. Y para evitar los kilómetros y que lo pasen a buscar, un poco por onda, empezamos a juntarnos, los domingos o los sábados, no me acuerdo bien, en su casa. Él vivía en la loma del orto, lo más lejano posible, al fondo, al fondo, bueno, al fondo (risas). Era como la aventura a lo desconocido, el terror. Parecía un película de Arturo Ripstein. Nos juntábamos en la casa de él y era medio feo volverse a la noche, pero después hicimos un par de muestras como grupo de dibujantes, como grupo de amigos y cuando ahí estaba yo entre la transición entre querer ser algo del lado de Moebius o algo más existencial o futurista, y yo estaba tan seguro de que iba a hacer humor, o estaba influenciado por esa época de lo que se publicaba en Fierro, era más cercana al palo que una especie bohemia nocturna. Hoy no lo haría ni en pedo. Quedó tan lejos…
Y después cuando el grupo se disuelve, ahí comienzo a hacer algo más mío, más personal. Ahí comienzo a hacer “Falsa modestia”, comienzo a hacer más de humor, comienzo a hacer mis fotocopias y mis revistas fotocopiadas.
T: ¿”Crema de afeitar” también?
GS: Claro. Eso fueron unas cosas que después salen en 2001. Como pude o como podía, saqué 8 números de “Falsa modestia” que me sirvieron para conocer muchos amigos y mucha gente. Y para agarrar laburos.
Venía de Mar del Plata con el bolso lleno de revistas e iba a los Fantabaires y me ponía en el stand para fanzines que pagábamos entre todos y cada uno vendía su revista. La excusa para conectarme con la escena de Buenos Aires.
Mar del Plata es un lugar para pasear, pero para laburar es como una base para generar proyectos o sentarse para decidir qué dibujar pero no para transcender o laburar en el medio. No tiene escena, a diferencia de otras pocas ciudades. Mar del Plata tiene complejo de inferioridad con Buenos Aires de toda la vida. Por ejemplo se dio un encuentro masivo que era "Buenos Aires no duerme". No sé cuántas horas de historieta, música, cine, rock. Bueno, pues en Mar del Plata se hizo “ Mar del Plata no duerme”. Siempre es la versión pedorra y mal hecha y humilde de lo que se hace acá. La mala copia. Así en todo. En radio, en diarios, en cable.
T: Y en este movimiento de los fanzines, ¿con qué primera gente empiezas a trabar amistad?
GS: Y… me acuerdo que uno de los primeros que conocí fueron Salvador Sanz, Rovella, Ángel Mosquito, en estos eventos. No, Las primeras que conocí fueron a “Océano y Charquito”, Carochinaski y Clara Lagos, cuando Carochinaski no era Carochinaski, era Caro Moadeb, un evento que hubo en el 96, que fue el historietazo. No me acuerdo de dónde, la verdad.
T: Igual hiciste el cómic de ese encuentro.
GS: Claro. Me acuerdo que fuimos con Humberto, así dos cirujas indigentes de Mar del Plata. Los eventos de historieta no se sabía qué eran, por lo menos en los noventa. Y nos ponemos ahí con la revistita. Y ahí estaban Caro y Clara. Y justo ellas habían comprado el número de “Falsa modestia” en la comiquería que hay en Mar del Plata que hoy todavía sigue permaneciendo (“Rayos y Centellas” ). Y buena onda, qué sé yo. Ya hace un montón de años ya. Y de vez en cuando nos vemos.
Después en otro evento que fue "Historieta bajo tierra", conocí y me hice amigo de Dani the O. Después, sobre el año 97, creo, comienza a aparecer la “Suélteme”, y vos entrás a conocer a todos directamente y rápidamente.
T: Igual no conviene mucho hacerse amigo tuyo, no vaya a ser que luego aparezcas furtivamente en alguna de tus tiras (risas).
GS: Bueno. Pero nunca se sabe. Igual es una cosa divertida. Como lo del "Cachomba" en el concurso de la Fierro de Oesterheld, cuando me pidieron que hiciera tiras temáticas a partir del concurso. Era el ambiente adecuado para jugar con los códigos, con los dibujantes. Era la tira de Max Cachimba jodiendo a lo que se viene diciendo toda la vida: que el tipo no sabe dibujar una mierda, un pibe que no resiste medias tintas. Un tipo jodido con eso. Entonces me manda un mail. A Cachimba, la verdad, que nunca lo conocí personalmente. No era mi amigo ni mucho menos. Me mandó: “¡Che! Que bueno, me cagué de la risa, bla, bla, bla”. Y él en el mail me manda “Las aventuras de Gustavo Sala” como una tira en el formato más o menos en el que laburo yo como una especia de chiste al chiste mío. Y saliendo el libro de De la Flor, me gustó como pretexto, como cosa a imitar. Le pedí “te importaría mandármelo en buena resolución para incluirlo”. “Uy, sí, buenísimo”. Fue una respuesta en joda al chiste de la Fierro.
Y con Sáenz Valiente también. Te vas contaminando como de la historieta. Aparecen citas.
T: ¿Y Casanova?
GS: A veces es simplemente poner el nombre de gente que lo van a leer y se van a cagar de risa. Me divierte especular con eso nada más.
Hay gente que pide aparecer. Bueno, hay lista de espera.
T: Como en Los Simpsons. Todos los artistas que aparecen. Lo piden. Hay una lista por temporada.
GS: Mira vos.
T: ¿Y “Falsa alarma” como va surgiendo?
GS: A raíz de la colaboración con “Comiqueando”, a veces editaba como editorial algún volumen de algún autor o se arriesgaba a hacer algún tipo de experiencia de algún dibujante, una cosa así medio pornográfica (risas). Ya tenía como 8 números de “Falsa alarma”, tenía como bastante material acumulado, y otra cosa por ahí circulando, y me propusieron “¡Che! Vamos a hacer una antología, una recopilación”. Con los gastos, habían salido las cuentas, y les daba para sacar un librito. Fue una experiencia coordinar con Lucas Varela y con Andrés: qué ponemos, qué no ponemos, el orden con el que abrimos... Andrés escribió un texto como un prólogo de apertura y yo no hice más que escanear, le dejé todos los originales. Y la única trampa que me hicieron, que me enteré cuando la vi, y me quería cortar las bolas, era una contratapa donde hay un dibujo de Michael Jackson que eso era un dibujo fallido que había dejado de hacer, que estaba al reverso de un original. O sea, muchas veces no tenés un puto papel y agarré un dibujo choto y lo usé del otro lado. Y eso no me acuerdo para qué revista. Claro, y a él le gustó. Y yo cuando lo vi “¡pero hijo de puta, esto no estaba para publicar!” “¡Haberme consultado!”. Pero se le ocurrió a él. Ese fondo psicodélico raro.
T: Pero mira, una de las cosas que más llama la atención de Falsa alarma es que hay como un salto de estilo. Hay mucha diferencia de tus primeras obras a encontrar ese estilo de dibujo que es tan peculiar y tan tuyo. Un poco a que obedece. Porque entre estas primeras obras y ese estilo propio, puede haber, a mi modo de ver, una diferencia de un año.
GS: Sí. Pero tiene que ver cuando empecé a ver más dibujos animados. La influencia quizás, de toda la generación de Cartoon Network, algo así como la cosa escatológica de la animación. Se pusieron de moda los canales de perros que se tiraban pedos. Era la moda de personajes locos y psicodélicos. Y era más fácil de dibujar también. Para qué me iba a enroscar en hacer cosas metafísicas que me iban a salir como el ojete. Nunca voy a ser hermético a lo Jodorowsky con mensajes políticos existenciales sobre teología china. Fue como seguir un medio rumbo.
T: ¿Tuviste algún problema legal con Los redondos?
T: Igual prefieres que te puteen las fans de Ricardo Arjona o Mirta Legrand. En la Rock & Pop de Buenos Aires se enfadaron contigo por un chiste a Charly García.
GS: Claro. Por ejemplo, el rockero supuestamente es el tipo con más aguante y con más madurez. Que todo le chupa un huevo. Pero el tipo que trabaja en la Rock & Pop o en el medio, sabe que hacer un chiste con Charly García es muy chupa orto. La prensa, el rock… Es con estos personajes. Maradona, Charly, hay como mucho miedo a enfrentar o cuestionar.
A mí, a veces, me gusta a un chiste que funciona meterle algunas boludeces técnicas que alguno le pueda extrañar o llamar la atención, pero que no son determinantes. Y bueno, en este caso, este tipo de la Rock & Pop me mandó un mail indignadísmo. “Cómo te vas a meter con un ícono del rock, que inventó el rock argentino”. Es un ser incuestionable, luminoso, mártir.
El humor es maldad. Pero hasta con los tipos que más te gustan. Yo soy fanático de Crumb pero sale la oportunidad de hacer un chiste de Crumb y voy a tratar de pegarle por donde pueda. Porque no voy a hacer un chiste chupándole las medias. Hacer un chiste a favor, hacer humor a favor, no tiene sentido. No es humor. Es como una contradicción en sí misma, me parece.
T: Ahora que salió lo de la Rock & Pop. ¿Dónde empezaste a trabajar en radio?
GS: Empecé a laburar hace 8 años. Porque quería salir de la quietud del dibujo. El dibujo te obliga a estar quietecito durante horas y estar en silencio. Y yo tengo como cucarachas en el orto. No vamos a decir hormigas en el culo. O coleópteros en las axilas (risas). Y a veces es como un embole. Estar como muchas horas dibujando. Y como que te hace medio antisocial también. Y como también me gustan cosas como más instantáneas que pasen mientras estás haciendo, como la radio o una banda o algo que tenga que ver con estar arriba del escenario. En la radio empecé a hacer unas cosas en FM drock de Mar del Plata, y un día con Humberto y otros de los chicos que hacíamos “Mar negro”, se nos ocurrió hacer un salón del cómic en Mar del Plata. Sin tener ni puta idea pero teniendo pilas. Alquilamos un salón de un sindicato de casineros y empezamos a invitar a dibujantes y ni siquiera teníamos un puto mango para pagar un puto pasaje. Vino Acorssi, con un montón de Comiqueandos, vino Clara Lagos, que de paso agregaron a varios. Por lo menos podían costearse sus pasajes vendiendo sus revistas. Y a un par los pudimos ubicar en un hotel. Y estuvo rebueno: pasamos películas, hicimos charlas, pusimos música. No ganamos ni un peso para poder pagar el alquiler pero estuvo bueno. Y cuando hicimos este evento, a un montón de radios mandé notas, y me vino Rock & Pop y me mandó a buscar el flaco que hacía “Maldita radio” a hacer un movil para el programa de pergolini para todo el país, hablando de esto. Era para enero. “Sí”. “Buenísimo”. Y el tipo, que era así buena onda, dice “para este año quiero armar más cosas”. “Quieres armar algo con personajes, armá lo que quieras”. Y yo: “Bueno, bueno, dale, buenísimo”. Empecé a armar personajes, a hacer como caracterizaciones, laburando más con una cosa más de la voz. Y después fui aprendiendo del medio de la radio, tuve programas míos y laburando de conductor de otros. Ahora menos porque lo que te sale en Mar del Plata, medio te desencanta. En un punto notás que estás igual o para atrás.
T: ¿Desarrollas algún personaje?
GS: Hice muchos. Hice a Rodrigo Labio que era un adicto al cine y me inventaba las películas; era una sátira a Rodrigo Sabio, que es un crítico de cine de Mar del Plata; hacía un personaje que era Almerto que era un personaje que se excitaba con todo, con una botella, con un vaso, con una papa frita. Me acuerdo como que me daba mucho miedo ir en vivo. Antes escribía todo. Lo tenía todo como escrito. Ya hace varios años que nunca más escribí nada. Improviso todo. Y más este año con personajes como Nenito que es como un nene rechiquitito y es una especie de profeta evangélico, que habla con Dios y tiene una iglesia móvil en EE.U.U. y hago como que llamo de EE.U.U. Voy a una oficina contigua. Hablo como con un móvil, haciendo el personaje. Y que te juro que diez minutos antes no sé qué carajo voy a hacer. O me fijo en un tema de actualidad. Anoto tres cosas en el cuaderno. Y es como un ejercicio de pánico y diversión. Y ahí empiezo a agarrarme y tiene que salir. Y salen cosas divertidas que me pueden salir o mejor o peor. Pero las mejores cosas salen del delirio de empezar a improvisar.
T: ¿Y “Afeitándose en Alemania” fue antes de la experiencia de la Rock & Pop?
GS: No. Fue después. Fue también hacer como otra cosa fuera del dibujo. Con uno de los flacos, con Pablo Vasco que en “Bola triste” hizo un texto donde cuenta de mi laburo qué sé yo, que es un flaco periodista amigo mío que conozco en la Rock & Pop y le propongo hacer algo de humor en el teatro, para el formato así medio comiquero o humorístico. Y empezamos a hacer como una serie de sketchs, al estilo de la historieta que acabé por usar en la obra y empezamos a armar personajes y cosas.
Así que en un punto tenía una idea o bien la usaba para una historieta, para Página...; o bien para un sketch, o para la radio. Digamos que tenía que dividirme las categorías. Para qué estaba escribiendo. Para qué estaba pensando. Para qué cosa servía más.
T: Un universo propio ya ramificado.
GS: Sí. Ramificado. Y desordenado.
T: Aquí es donde entra también tu banda de rock.
GS: Una de mis frustraciones es no saber de música. No saber componer nada. No saber tocar la guitarra. Empecé a componer, a cantar, deseando saber otra cosa. Primero tuve la idea de “Los coleccionistas de huesos”, que eran Humberto, el flaco que trabaja conmigo y que acabó enfrente de la batería que era una lata de pintura; uno de los que hicimos “Mar negro”, al estilo Vértigo, a lo McKean, en ese estética oscura, el tipo se había tomado un bajo, como un bajo acústico con una chapa y una madera, una especie de Frankestein. De pronto, salió un tema, después otro tema. Y después empezamos a tocar, sin instrumentos, sin nada. Y empezamos a tocar en vivo y a componer shows que está muy bueno en un estilo entre el viejo The Cure y Joy Division, con una banda así de bajo, batería y voz cavernosa. Después gascarne ya que fue más psicodélico, con músicos de formación y recursos, con temas mucho más complejos. Y ahí cuando nos juntamos, en la primera reunión yo empecé a hacer como unas falsas figuritas y las dejaba en radios, en teléfonos públicos, en la calle, en casas, en los colectivos. Como una campaña. Y después empecé a hacer afiches donde decía dónde no tocábamos. Por ejemplo, en el sindicato de peronistas aburguesados. Y hacíamos 500 afiches y salíamos a pegar en grupo. Y la gente no sabía si eran chistes, si era una banda, si era una obra de teatro. Y se armo así como una bola de curiosidad. Y finalmente tocamos. Y estuvo bueno y fueron algunos años de tocar.
Y hay otro así de pop más electrónico. Un dúo Los dentistas tristes mucho más chiquito que tenemos que preparar para el show de Córdoba porque sólo hay como un par de shows.
T: Háblanos un poco más de tu experiencia con Pablo Vasco en “Afeitándose en Alemania”.
GS: Simplemente las ganas de hacer algo cercano a lo teatral, y de hacer monólogos y eso. Primero teníamos la onda con la mula plateada que es una especie de bar icono de la música rock del Mar del Plata, que sabía que en ese bar iba a poder hacer algo. Y empezamos “con mira yo tengo estas tres ideas”. Y empezamos a armar. A pensar ya en escenario, no en dibujo. Las situaciones son como en un sketch de televisión. Y armé una escenografía con cartulinas muy berreta. Y empezamos a trabajar juntándonos en un bar. Yo llevaba generalmente las ideas y las discutíamos. Siempre sin cerrarlas con la idea de cerrarlas en vivo. Así fue con mucho pánico. En enero de 2005 justo cuando estaba toda la paranoia post Cromañón, en ese momento agarramos nosotros. Lo de Alemania fue inocente. Todo el mundo decía que era por el Mundial de Alemania. No. Cualquier cosa era lo mismo. Un nombre que me permitiese meter cualquier cosa. Nadie tiene porque justificar sus títulos.
Y empezamos a hacer teatro a la gorra porque no nos daba la cara para cobrar entrada. Y empezamos a pasar la gorra y a que la gente se copara. Y echamos un año ahí en este lugar. Luego nos animamos a cobrar entrada y ya queríamos hacer algo un tanto más profesional. Fuimos a un espacio de teatro. Un lugar que se llama La bodega, una sala muy linda donde ya
tenés la estructura de teatro de sonido con técnico. De pronto teníamos gente que cobraba las entradas y nosotros nos preocupábamos por actuar. Y estaba anunciado a las 9 y a las 9 y 2 estábamos ya en el escenario. Empezamos a laburar con gente profesional. Y después estuvimos dos años ahí y cambiando la rutina, cambiando los formatos, cambiando los sketch, como una banda rock cambiando la lista de temas. Al otro año todo renovado. Se nos ocurrían cosas de pedo y después hacíamos como un análisis posterior. “Esto estuvo bueno, recuperémoslo”. Por ejemplo, Pablo tenía un personaje que era como un hipnotizador que uno de los chistes era que yo era un tipo que le iba a romper las bolas y me hipnotiza. Y él decía “Bueno, ahora está hipnotizado”. “Está bajo nuestro poder”. “Vamos a hacer lo que nosotros queramos”. Y yo tenía que hacer todo lo posible para no cagarme de risa. Que era prácticamente imposible. Y entonces, “bueno, a ver, díganme un animal”. Decían un elefante. “Ahora decíme un país”. “Bolivia”. “Ahora decíme una profesión”. “Piloto”. “Bueno, vas a ser un elefante boliviano piloto de avión… ¡YA!”. Entonces tenía tres segundos para resolverlo. Y estas cosas de salir o salir o “tenés que hacer en tiempo de regetón la retransmisión de un Boca, Arsenal con voz de gangoso… ¡YA!”. Y había que salir, viste. Era una cosa como pánico pero también divertido. Sin saber lo que iba a pasar.
T: Tremendamente difícil.
GS: Sí. A veces había cosas que no sabía cómo podía y otras absolutamente deformes que quedan más graciosas aún.
Y bueno, lo último fue en el verano de 2008, en un lugar muy bonito de Mar del Plata (Abbey Road) un lugar con restaurant, un lugar grande. Y después por tiempos de cada uno, por laburos y demás, dejamos de hacerlo momentáneamente. Vamos a ver si nos juntamos a hacer algo. Ahora tengo ganas de hacer algo en Buenos Aires.
T: ¿Acá no habían hecho un par de veces?
GS: No, nunca. Lo que pasa es que nosotros hacemos todo: el guión, el armado, la puesta en escena, la escenografía, la “dirección”, la venta de entradas, diseño de afiches, la tranza con el boliche, la gacetilla, las notas. Viste, tenés que encargarte de 2000 cosas y te lleva tiempo a full.
T: Y bueno, cambiando de registro, volviendo a la historieta. ¿Cuándo empiezas en “Barcelona”?
GS: Lo de “Barcelona” fue una serie de colaboraciones. La verdad, no me acuerdo exactamente pero te diría que durante 2005, habré participado un año con cierta regularidad. Y haciendo también cosas. No me acuerdo cómo fue. Un día mandé una muestra y como ellos tenían un par de colaboradores, Langer, me parece, Dani the O, y después dibujantes que iban rotando, con cierta regularidad iba publicando ciertas historietas y tiras. Y después como que se corto. Tenían una política de laburo medio rara de no tener así mucha historieta fija. Publiqué hace un año y medio en un par de números. Y me encantaría.
T: Conecta con tu estilo de humor, ¿no?
GS: Sí. La “Barcelona” es una revista que lo bueno que tiene es que es una censura al revés. “No, tenés que poner una pija”. “¿Cómo una pija”. “Si no ponés una pija, no se publica”. Te obligan a irte a la mierda casi por condición muy zarpada. Y eso está bueno.
T: Comienzas tu relación con la prensa. ¿Y cómo surge Página 12?
GS: Surge un poco por estar atento, a través de amigos del ambiente, de lo que pasa y de las movidas editoriales. Simplemente cuando arranca en el NO, y se va Liniers, para hacer “Macanudo” en La Nación queda como un bache en la parte historieta y después queda como una viñeta medio a diseñar, rara, que no me acuerdo el nombre pero que fue como un experimento que mucho no funcionó, que a la gente del diario no le gustaba del todo. Y después querían como recuperar la tira tradicional, un poco el lugar que Liniers había tenido ahí y empieza como haber dibujantes. Yo, como Lucas, tenía un amigo que era diseñador y le mandé una serie de laburos que yo ya tenía. Cosas que hacía para otros fanzines de rock, heavy metal, qué sé yo. Recopilé un par de muestras que tenían que ver con rock, con música, que podían funcionar. Me hago fotocopias. Me dicen que como que las están viendo pero que tenían un montón de dibujantes. Y bueno me reúno con el editor medio distante, qué sé yo. Veo que podía ser pero era medio improbable. Y después a los 2 meses entré. Luego le fui agarrando tono al medio. Y negociando. El tipo la premisa era más con menos. Yo, al principio, le llevaba como tiras más zarpadas, más escatológicas. Y el tipo lo que quería era que la cosa iba de síntesis. Era como negociar. Ya después le encontré la vuelta. Y ahora estoy recómodo haciendo lo que quiero. Y ya le encontré el tono hace rato.
T: ¿Rock e historietas son una combinación explosiva?
GS: A mí me gusta pensar que la historieta suena de alguna manera. O tiene rock. O en vez de estar dibujando, la estás tocando. Más allá de que aparezcan músicos en la tira. Incluso los finales me gusta pensarlos como finales de canción. Como un final concreto. Termina el rulo de batería. No como un cantante de los ochenta que mientras se iba del escenario, se repetía el estribillo hasta ir desapareciendo. Me gusta más como rock.
T: ¿Y desearías las groupies del rock, también?
GS: En la historieta no existen (risas). La historieta, en referencia al rock, tiene fans más problemáticos. El fan del dibujante de historietas, obviamente peor el de superhéroes, es como un poco más alienado, un poco más extremo que el del rock, la música, supongo. Gente que está como más incompleta. Gente que tiene el cerebro, el alma y los órganos a medio terminar. Los crearon. Y salieron sin terminar. Y hacen lo que pueden. Reptan por la calle y echan baba por los codos (risas).
T: ¿Cuándo nace la posibilidad del libro recopilatorio?
GS: Simplemente por la llamada de De la Flor, de Daniel Divinsky, el editor que si bien tiene nombres como Fontanarrosa, Quino, Caloi, los hijos de la editorial de toda la vida, la triada del humor gráfico argentino. Aparte de ser una editorial que ya camina sola con esos títulos y tiene como una superestructura, el tipo sigue mirando los dibujantes nuevos, y tiene un especial interés en quién está dibujando en los blogs y en las historietas nuevas. Aparte consume diarios. Y justo uno de los diarios que siempre ve es Página 12. Y seguía mi tira. Entre las cosas que miraba conocía mi tira. Y por algún motivo se le ocurrió. O por su ojo editor. Por algo debe de saber después de 42 años de editor. Supongo que habrá pensado que en lo peor perdía poca plata o que podía ganar algo. Para mí fue alucinante. Me llamó y “¡Che! Mirá me interesa tu material”. “¿Por qué no nos juntamos a armar un proyecto?”. Yo que iba para Buenos Aires nos juntamos a hablar y bueno, “¿hacemos el libro?”. “Hacemos el libro”. “Pensá que formato te gustaría, cómo sería la política de la editorial, idea para tapa”. El tipo con todos sus consejos y todas sus cosas, por ejemplo que la tapa no sea un chiste, que la tapa tenga una transcendencia más allá de un dibujo. Me ofreció un montón de consejos, de cosas que yo no las tenía desde el punto de vista del editor. De la página cómo se ponía, de presentar el material, de la selección qué sé yo. Y después de meses y de vueltas, el libro se hizo realidad.
Ahora, prácticamente, en 3 meses tengo que entregar el número 2. Tengo que producir material a full para después del verano.
T: ¿Cómo es ese salto de dibujante under a trabajar para una gran editorial?
GS: Es una gran editorial pero tiene, a la vez, una estructura muy familiar.
T: Te sentías siempre arropado.
GS: Claro. Hablaba más con el editor. Es el que corrige tu laburo. Está encima. No estás hablando con un grupo editor, un pulpo de editorial que hablas con un gerente. Acá es una cosa mucho más chiquita y cercana. Y después te vas a comer y mucho más cordial.
Pero fue a nivel profesional publicar en las librerías de todo el país. Al principio, me hacía el boludo, me metía en librerías a ver si estaba y me quedaba impresionado.
T: En la misma época salió tu laburo para Sudamericana.
GS: Sí la tapa para “El jefe”. En esa época alcancé laburos paralelos. Pero lo De la flor fue alucinante y fue un disparador de notas, reseñas, contactos, muestras. El libro fue un vehículo que disparó cosas por otros lados.
T: Aparte se dispara en un momento en el que empiezas a publicar en “Fierro”.
GS: También. Yo diría que el año 2008 fue el año más grosero en cuanto a producción y de estar medio presente en medios y tener más laburo con continuidad.
Del “Baño” es gracioso como sale el nombre. Lautaro Ortíz me dice “bueno, vamos a poner una página de tiras de cualquier temática suelta pero necesitamos un nombre para encabezar la sección”. “Mándame algunos porque tenemos que cerrar en un par de días”. “¿Qué le ponemos?” –dije-. “Tira loca”, y varios nombres más igual de boludos y en el asunto del mail en vez de ponerle hola Lautaro qué tal le pongo “Tiras para arriba”. Y al tipo le gustó. Le dije que no era una de las opciones pero bueno, dale. Me había estado comiendo la cabeza pensando nombres y queda ese. Y varios meses después, “¡che!, cuando quieras hacer algo más extenso de 2, 3 o 4 páginas y cuentes con algo más de tiempo”. Estaba acostumbrado a la tira y entonces empecé a pensar una idea para 4 páginas pero terminaba comprimiendo la tira. No era capaz de pensar en largo. Y se me ocurre esa idea de lo del baño pero para 2 páginas. Y al final les gustó. Y me pidieron que armara una serie con la premisa del tipo que le pasan cosas a partir de que no puede cagar. Y bueno, aunque era algo que no tenía previsto en su momento. Y ahí empecé como a buscarle la vuelta, totalmente alejado de la premisa original y siempre justificando por qué se llamaba “El baño” y no “El choclo”.
T: ¿Crees que Fierro es representativa de la historieta actual en la Argentina?
GS: Yo creo que sí. Con lo bueno y con lo malo que tiene. Sí, ahora mucho más que hace 2 años y pico porque cuando salió la Fierro en el 2006 de nuevo, obviamente estaba pegada a la Fierro de los ochenta y salían, no sé, cosas de Mandrafina, de Solano, Breccia. Los iconos de los ochenta. Y al poco comienzan a salir figuras de un Sáenz Valiente, de un Pablo Túnica. Tipos que hoy tienen entre 25 y 30 años que empezaron a aparecer del 2000 para acá. En ese momento empiezan a poner los “nuevos valores”. Y luego cada vez había más figuras de la nueva escuela y menos de la vieja. Y ahora diría que el promedio de edad es de 35 años. Son tipos que todos pertenecen al 2000 y hay menos figuras de los ochenta. De hecho, acá esta mucho más Lucas Nine que Carlos Nine. Me parece que son otras cosas que contar por ahí. A veces, la historia de un tipo que es un icono, desentona porque su discurso es otra cosa. Y hoy estética y narrativamente hay como otras cosas que decir.
T: ¿Y cómo encuentras el panorama actual de la escuela de historieta argentina?
GS: Como siempre: extraño y contradictorio. Una de las razones de las que se vende la Fierro es porque muchos de sus compradores son dibujantes. Hay, me parece, tantos comiqueros como dibujantes. No sé cuantos hay sólo lectores. Todo el que se te acerca que ha comprado la revista, seguro que es un chabón que dibuja e intenta publicar. Muchos de los tipos que comprar la Fierro son tipos que quieren publicar en la revista.
T: Muchos son críticos porque imaginan que ellos harían el laburo de otra manera.
GS: Y él no está porque está este. Ocupa el lugar de otro que merecía estar. Pero es raro porque si realmente hubiera un mercado no habría 1 revista. Habría 10 o 5. No iría sólo la Fierro como revista masiva, nacional, mensual. Habría más.
El resto de hoy, son revistas que salen cuando pueden. O cada 6 meses, o cada 4. No tenés forma de hacer una continuidad. Eso hace que no se pueda tomar en serio un mercado. Lo de la Fierro en ese es determinante porque es la única que sabés que sale mes a mes. Y es la única revista que tiene la posibilidad de que aparezcan dibujantes nuevos. Lo mismo que puede aparecer Altuna, Mandrafina y Trillo, puede aparecer un flaco que apenas había publicado y puede hacerlo por primera vez.
La verdad que no sé por qué no hay más revistas.
T: A mi modo de ver hay un boom creativo.
GS: Lo ves en la proliferación de los blogs. Especializados en historieta o pertenecientes a dibujantes particulares. Historietas Reales, abrió una puerta para miles de proyectos personales alucinantes. Quién no tiene para publicar en papel, publica en internet.
T: ¿Qué autores actuales, compañeros de profesión, te llaman más la atención?
GS: A los que más envidio… A Lucas Varela, por cómo dibuja y por cómo imagina. A Pablo Túnica por su línea ondulada y absolutamente desprejuiciada… Es una mezcla de buena onda y envidia malsana, dañina. Después, muchísimos, Pablo Fayó me gustó siempre. Hoy en día dibuja menos. Me gusta mucho el Niño Rodríguez que me parece que tiene un estilo muy personal. Carlos Nine siempre me pareció un monstruo de otro planeta. Salvador Sanz me encanta. Muchos, muchos. Ariel López, también me gusta mucho.
Me parece que hay mejores dibujantes que historietistas.
T: Tu nuevo libro “Bola triste”. ¿Qué material recopila?
GS: Recopila todo el material de la Fierro: todo el material de “El baño” y todo el material de “Tiras para arriba”. A partir de ahí hay: algo de material de primera mano, algo de material publicado en fanzines de Rock previo al NO. Mucho material que estaba concebido como muestras o páginas inacabadas en su día. Tenía un cajón de cosas como sin terminar y les di una vuelta. Las terminé de dibujar. Así cosas como encajonadas e inéditas. Hay un par de páginas de la vieja Comiqueando que recuperé. Hay un par de chistes que publiqué en un sitio web. Muchas cosas pintadas para la ocasión porque estaban en blanco y negro.
T: ¿Estás satisfecho con la acogida?
GS: Sí. Recién ahora es muy incierto porque hace una semana que salió en imprenta y creo que ni siquiera está distribuido. Pero ha empezado el chamullo de pegar notas y reseñas. Al principio contento de cómo quedó.
Mirándolo en perspectiva me parece un libro más de humor que de historieta.
T: Tu faceta como guionista quizás sea más desconocida. ¿Cómo planteas el guion? ¿Planteas un guion muy visual?
GS: Me parece raro considerarme guionista. Me considero, en todo caso, historietista que incluye guionista también. Pero no tengo la metodología de ser guionista hecho y derecho.
Mi forma de laburo es anotar ideas. La mayoría de las veces arranco a dibujar sin saber a dónde voy a ir. Parto de una premisa: a un personaje A le pasa una cosa B y aparece cosa C. Y aparecen cosas que se molesten y enfrenten y disparen otras. Y en una cantidad de cuadritos limitada tenga algún sentido de final.
Así que no tengo la cultura del guión de trabajar concienzudamente en una narración que vaya hacia un lado concreto.
T: ¿Planteas los tipos de encuadres?
GS: No. Por eso mismo me da miedo laburar con un guionista con demanda de exigencia de un dibujante profesional. “Flaco, pará te hago un esbozo”. Me da pánico no poder estar a la altura y que no me den cuero.
Porque es una manera de hacer trampa. Si vos haces tus propios guiones si algo sale mal no se entera nadie. Es algo que quiero empezar a corregir. Quiero empezar a abrirme un poco para tener más recursos y tener más elementos de laburo. Igual en una historieta si vos tenés un dibujo que funciona aunque sea pobre o sea corto. Si estás contando algo que tiene fuerza, tenés prácticamente el trabajo hecho.
T: Dentro de tu infinito número de personajes. ¿Cuál es el que más te gusta?
GS: No tengo personajes.
T: José Luis Perales.
GS: José Luis Perales es una especie de mascota, un antichiste. Que cada día inspiras uno de esos comentarios que te planteas que el personaje tiene una cosa que tú nunca viste. Cuando pensaba que un personaje podía tener continuidad los dejaba y seguía con otras cosas porque como que me daba miedo el compromiso. Lo mismo que a unos les da el miedo el compromiso con una mina, a mí me da el miedo el compromiso a un personaje. Para que luego te reclame manutención, te reclame guita mes (risas). Jose Luis Perales es ahora un personaje que lo uso tipo comodín. Mucha gente se copó. Es una cosa rara. Aparece a veces como subtira dentro de la tira de “Bife angosto”. Y es como una especie de fetiche. Es casi el no guión. En “Bife angosto” puntualmente como es una tira semanal estoy limitado. Si tuviera una diaria podría repetir situaciones. Podría continuar. Pero con la tira semanal me da por arrancar de estilo cada vez.
T: Principales influencias en tu trabajo del resto de artes.
GS: Una película que me encantó, que me pareció muy visual; fue “Delicatessen” que me parecía un grotesco con mucho humor y mucha deformidad y mucho de plástica de historieta me parece que había.
Del cine me gusta mucho Almodóvar, Woody Allen. Prestás también atención a cómo cuentan cosas. De los recursos que emplean que se te van metiendo aunque no quieras.
Después me gusta mucho Tom Waits, Nick Cave y Pixies y The Cure y un montón de bandas que muchas tienen relación con el cómic. Por ejemplo Eels tiene un disco que se llama, Electro shock blues, cuyo arte tiene una ilustración de Seth, una historieta de Chester Brown. Muy al estilo Fantagraphics. Es un pop muy introspectivo. Todo eso es también una influencia en mi imagen, en mi sonido, en mis temas.
Muchas series como The Office o Extras, series inglesas. Flight of the Concords o Litle Britain. O Muchachada Nuí. Todo se te hace como una empanada de influencias y cosas: música, canción, imágenes, personajes. El tema es pasarlo por un filtro y sacártelo de encima para que no aparezca en tu laburo.
T: En tus proyectos de futuro, ¿entra Europa en juego?
GS: De toda la vida he querido ir a España. Mis proyectos para el año que viene son: tira con personajes, un disco con mi banda, que lo de El Jueves se establezca y funcione y poder ir de una puta vez a España e ir a tomar un mate con Penélope Cruz.
T: Para la tira de El Jueves, ¿es Mauro Entrialgo quién te da la posibilidad?
GS: En realidad, sí. A Mauro lo conocimos cuando vino a Viñetas sueltas en Buenos Aires. Un par de noches tomando cervezas y charlando un poco de todo, le regalé el “Bife angosto”. Él me regaló un librito de los de él. Y simplemente su buena onda me sugirió, “¿por qué no le mandás al Jueves una pequeña muestra?”. Así que un poco movido por él, porque capaz que si él no me decía no hubiera mandado nunca.
T: Para ir cerrando ya. La soledad en el tablero, ¿cómo la sobrellevas?
GS: No tengo tablero. Puedo hablar de la soledad en la mesa (risas). Y… como puedo con música fuerte y con radio. Me divierten esos programas de mierda: éxitos del año del ojete o gente vieja sola que buscan tipos para que se la garpen. Esas radios pedorras tienen un encanto. Son tan berretas que tienen como una fascinación. Pero básicamente música fuerte para contrarrestar el vacío.
Y después, no sé. Cuando te embolás, salir a tomar un café a un bar, o salir a caminar o tirarte a ver una película, siempre y cuando entregues a tiempo lo que tenés que entregar.