ENTRE DOS AGUAS
Goya, Saturnalia, obra sobre la que se han vertido ya ríos de tinta, es un cómic sobresaliente de Manu Gutiérrez y Manuel Romero, un trabajo lleno de matices que, como dice su guionista, gana (y crece) en cada lectura. Está dividida, como se ha señalado ya en numerosas ocasiones, en cinco movimientos, siendo los tres primeros los que se acercan más a una narración tradicional, mientras que los dos últimos son más cercanos a la poesía o la música (siempre tan cercanas). El primero muestra la llegada de Goya a la Quinta del Sordo, enseñando el quinto la salida de esta, para cerrar, de esta manera, un círculo simétrico en el que el Goya que llega a la Quinta del Sordo no es el mismo personaje que sale de allí. Es en las paredes de esta Quinta donde las pinturas negras cobran vida, mientras que el pasado vuelve, una y otra vez, a las páginas de un cómic poliédrico.
La obra comienza siendo una biografía sobre la figura de Francisco de Goya y Lucientes para acabar siendo más, muchísimo más. Es, en principio, un relato biográfico que se concentra en un período muy específico de la vida del pintor: su estancia, a partir de 1919, en la Quinta del Sordo, lugar donde desarrolló, en los muros de la casa, sus pinturas negras. Es entonces, en este breve espacio de tiempo, donde la novela gráfica muestra, desde un punto de vista muy personal, más cercano al lirismo o al ensayo que a la narrativa, el proceso de creación de las catorce obras que suponen dichas pinturas negras. Desde este lugar, y desde este tiempo, los autores harán un repaso por los momentos esenciales de la vida del pintor para lograr así una caracterización tremendamente personal de un personaje histórico como Goya. Es representado como un personaje áspero, irascible, desencantado, a partir de pequeñas pinceladas que muestran un Goya sumido en un conflicto interno a la par que externo. Unos diálogos en los que también aparecen una serie de hallazgos técnicos como las viñetas en blanco, que muestran, de forma certera, la sordera del pintor. Estas pinceladas se dan en una serie de diálogos del pintor con familiares, amigos, el rey Fernando VII y un pueblo que, como ya sabemos, rechazó toda influencia francesa y posibilidad de progreso e innovación, paradigma, en el cómic, del atraso de un país que se ha debatido siempre entre el progreso y la barbarie. El pueblo y Fernando VII frente a Francisco de Goya y Lucientes, símbolos de una España que se degüella a sí misma. Son pinceladas certeras que nos muestran a un personaje histórico rechazado tanto por el pueblo como el rey, que lo consideran un afrancesado, en una muestra más de otro de los aciertos del cómic, el perspectivismo, que muestra las diversas visiones que sobre el pintor tienen otros personajes.
Es, asimismo, una brillante reflexión sobre el arte y el proceso creativo, sobre todo, en el cuarto movimiento, en unas páginas, cercanas al From Hell, de Alan Moore, (significativa que la cita de este movimiento pertenece, precisamente, a esa novela gráfica) que se acercan al ensayo, un ensayo en el que Manu Gutiérrez, con los versos de Pequeño Vals Vienés como hilo conductor, da voz a un Goya íntimo, místico, esotérico, poseído, que dialoga con representantes de todas las artes tan imprescindibles como Velázquez, Lorca, Bacon, Beethoven, Picasso, Lorca o los cantaores flamencos Enrique Morente a Camarón de la Isla. Se deja aquí el tres por cuatro de viñetas de páginas anteriores, para dar lugar a un encuadre más caótico, que presentan a un Goya muchísimo más liberado e iconoclasta. Este diálogo y estos autores totales le ofrecen al guionista la posibilidad de reflexionar sobre qué es el arte, un cruce de caminos donde tiene cabida todo aquello que haga que una historia resulte mucho mejor, más interesante. De la importancia del flamenco en la obra también son sumamente indicadoras las páginas del último movimiento, que narran la partida de Goya para su exilio en Burdeos a través de los versos de La leyenda del tiempo, el gran disco transgresor del flamenco, no aceptado por el público hasta mucho después de aparecer en el mercado. El camino a la posteridad de Goya es el mismo camino que recorrieron obras como el disco de Camarón de la Isla, rechazados en un primer momento para ser reconocidos después como obras de arte adelantadas a su tiempo, que, además, definirían el arte posterior.
Una obra, además, visualmente espectacular, que respeta incluso los tonos cobrizos, sombríos, grises, negros, apagados, de las pinturas negras de Goya, para ofrecer así un espectáculo de colores absolutamente fiel y respetuoso con la obra de la última etapa del pintor. Hay que mencionar también la estructura de las páginas del cómic, con una estructura de tres por cuatro viñetas en que se nos muestra a un pintor más comedido a una estructuración más caótica cuando se nos muestra al Goya más desatado.
Son rostros, figuras llenas de expresividad, casi expresionistas en algunas páginas, que definen el arte de Goya como el precursor de algunas de las corrientes que tendrán una importancia fundamental en el arte del siglo XX.
Por estas razones, a pesar del respeto que se muestra al estilo de unos de los grandes pintores de España, existe libertad en el excelente trabajo de Manuel Romero, con gran influencia de dibujantes como de Sienkiewicz, con unos trazos gruesos, para mostrar tanto los aspectos más claustrofóbicos como los delirios y destellos de un mundo opresivo que encierran el pintor, aislado por completo de un mundo que lo rechaza por afrancesado y que lo destierra en vida, para tener, así, que exiliarse en Francia.
Como Camarón de la Isla o Enrique Morente hicieron, respectivamente, en La Leyenda del tiempo y Omega, álbumes absolutamente definitivos en la historia del flamenco a pesar de haber sido rechazados por crítica y público en el momento de su aparición, Manu Gutiérrez y Manuel Romero se atreven a realizar una novela gráfica valiente, que amplía de forma brillante las posibilidades del cómic como género artístico, con la diferencia afortunada, esta vez sí, de que tanto crítica como público han aceptado de forma unánime las ideas y hallazgos que se pueden encontrar en Goya. Saturnalia, donde tradición y vanguardia se abrazan para conformar una obra excelsa. Una hermosa carta de amor a la historia del arte en todas sus facetas. Un recorrido por las pinturas negras, un período de la vida de Goya que abrió la pintura al siglo XX, un diálogo entre los autores de esta obra y artistas de diferentes ámbitos para mostrar, de esta forma, que el cómic y toda forma artística se mueven, si quieren ser imprescindibles, en los límites de la mezcla de géneros, de tradición y ruptura, para ir abriendo caminos que otras obras y autores han de seguir desarrollando. En suma, un cómic repleto de matices, que bebe de numerosas artes, al que se debe volver una y otra vez.