ENTRE CASTOR Y POLUX
MANUEL BARRERO

Notas:
Texto destinado al fanzine de Grego Lorente No me jodas Pérez!, publicado con motivo de la muerte de Sommer en 2007. Ha sido revisado para esta ocasión.

ENTRE CÁSTOR Y PÓLUX

Hubo un triunvirato de autores ligados a la esquina sur murciana de España, Manfred Sommer, José Ortiz y Leopoldo Sánchez, que se escindieron de las madres nutricias editoras de los tiempos de las vacas gordas de la historieta española y les dio por fundar un consorcio editorial. Fue Ediciones Metropol S.A., en 1983. Sacaron dos tebeos interesantes: METROPOL y K.O. COMICS. Con paso del tiempo, los que hemos conservados esos cómics en nuestros estantes hemos acabado por percatarnos de que la edición retapada que el sello Metropol hizo a mediados de los ochenta de los cuatro números de K.O. COMICS llevó impostado en su lomo el título equivocado O.K. COMICS. El título “K.O.” fue el premonitorio en un panorama esperanzador en el que todos pensaban que las cosas irían “O.K.” 
Aquéllos fueron tiempos de bonanza y descalabro. Años en los que se vivía una euforia fantasmal mientras la historieta proseguía en crisis en España, con boom o sin boom, y que se ha perpetuado hasta hoy, con normalización o sin normalización. Nos referimos a la historieta española, claro está, la producida por españoles. La industria de los tebeos en general era/es otro cantar. Al supuesto boom del cómic “adulto” que vivió época gloriosa entre 1978 y 1984, y que presenció una proliferación inaudita de títulos (muchos de ellos de usar y tirar, de género y subgénero, de aprovechamiento salvaje de modas y momentos), le siguió un alzamiento de ventas paulatino de superhéroes y bárbaros. Y a los editores de esos tebeos les salvaría el pellejo el manga en los noventa. Y a estos les mantiene, ahora, el manga, la reducción de costes en técnicas (y técnicos) editoriales y, acaso, algún auge momentáneo promovido por estrenos cinematográficos, alabanzas blogueras varias o modas puntuales. 
Sommer, en aquel ínterin, representó la figura del autor español que se ilusionó con el medio en el seno de una industria inasequible al auge. Manfredo, así nacido, había comenzado haciendo tebeos dirigidos a los más jóvenes, muy pendiente de imitar a los autores de fuera, como Milton Caniff, Frank Robbins, Will Eisner. Recordemos HEROES DE LA AVENTURA, donde a finales de los cuarenta ilustró Sommer las cubiertas de las series El Tigre o El Hombre Científico, de Llobet y Grau. Recordemos su paso por Bisonte Gráfico, donde hizo sus pinitos como dibujante de historietas. Pero luego marchó, espoleado por el apetito de un cierto horizonte profesional visto el panorama de penuria español.  Para el mercado extranjero hizo mucho cómic bélico y mucho oeste, poco experimental y aquí sin recuperar. Terminó dedicándose a las más productivas labores de pintor y dibujante publicitario.
Con el reclamo del renacimiento de la industria en España una vez muerto el dictador, Sommer regresó a nuestra tierra para colaborar con los grandes editores de entonces: Toutain y Norma. Pero también, valiente, para editar él mismo. Sí, es verdad que su vaquero Zacarías Van Damm fue vendido a HUNTER y que su creación más popular, Frank Cappa, nació en las páginas de CIMOC recién inaugurada la década de los ochenta, pero no olvidemos que la primera edición en álbum de las aventuras de este amargo pacifista fue una autoedición.
Sommer manifestó su carácter independiente en 1983, al sumar fuerzas para fundar el sello Metropol al tiempo que se integraba en el colectivo T.C.I., que se las veía felices para emular los empeños de las coetáneas escuelas de cómic estadounidenses, argentinas e italianas. Aquel Taller de Comics e Ilustración, sito en Barcelona, fue creado por el triunvirato Fernando Fernández, Sommer y Leopoldo Sánchez, y prosperó tanto como las dos colecciones que inauguró el sello editor.
METROPOL fue una apuesta claramente enfocada al presunto lector de cómics de los ochenta: un joven todavía con ciertos ideales, alejado de las poblaciones rurales, un urbanita con una cultura base construida ya sobre la televisión y el cine consumidos, aparte de las revistas y la prensa. Este lector al que se dirigía Sommer nada tenía que ver con el de los años cincuenta, sin tele y sin otro ideal que escapar del hastío, harto de sueños y ávido por escapar a otros ámbitos exóticos o de aventura. En los ochenta, en España, la aventura estaba dentro, en los callejones húmedos y oscuros, los espacios de libertad habían deshinchado el globo de la evasión y sólo quedaba por apurar la colilla del erotismo un poco más.
La obra que Sommer aportó a METROPOL, “Pólux”, se ajustaba a los cánones descritos. Género negro, personaje inspirado claramente en un icono del cine (Delón), nudismo y curvas femeninas, algo de crítica social en la honda Hammet, traiciones y disparos, y fin. Poco que ver con la pretendida alusión a los míticos Cástor y Pólux que figuraban en el nombre del protagonista. Con este trabajo Sommer pecaba de sobriedad, como en toda su producción anterior incluida la primera de Cappa. La rejilla de viñetas de 3 X 2 fue casi invariable y eso fomentaba un ritmo constante y homogéneo que no convenía al relato, necesitado de algún golpe de efecto. Manfred en lo que era bueno era en la sugerencia puntual, en la viñeta teaser en blanco y negro, en la elipsis paciente, como demostró con “Black Rock”, aquel poema sobre el racismo (METROPOL, 6) o en “¿Por qué pones tan fuerte la radio?”, aquel homenaje a Breccia ciertamente sugestivo (METROPOL, 10).  
Para K.O. COMICS Sommer dibujó una historia de Frank Cappa titulada “Somoza y Gomorra” para la cual reformuló su modo de componer la página y, por ende, su narrativa. Esta nueva aventura de Cappa seguía recordando al Pratt, autor escogido como muleta para contar aventuras de testigos de la inmundicia humana, pero Sommer la estructuró siguiendo a uno de sus referentes de juventud, el “novelista gráfico” Eisner (también publicando por entonces en la revista, la obra “Afán de vida”). Las viñetas de este renovado Sommer, de recuadro abierto, sin rigidez en el encuadre aunque todavía sí en los personajes, con viñetas amplias y casi a sangre, respondió sin duda al afán de desencasillarse de Robbins y comportarse como Eisner. No tanto gráficamente como en la intencionalidad creativa. La graphic novel acababa de “nacer” en los EE UU (todo lo relativo a la historieta había nacido en los EE UU para teóricos como Coma y los de su grey) y la corriente había llegado a nuestro país. Lo advertían en el editorial del primer número de K.O.:
«Hasta ahora, en España, atentos más al mercado internacional que al propio, hemos abusado del relato corto frente a las auténticas obras de autor, porque eran más fáciles de vender en aquellos mercados, pero hoy, atendiendo a nuestro público creemos llegado el momento de contar otro tipo de cosas con mayor perfección y matices.
CAPPA, BOGEY, y HOMBRE, comienzan en K.O. unas nuevas historias narradas con mayor libertad expresiva, auténticas obras de autor, en forma de superproducciones que a su debido tiempo serán distribuidas a todo el mundo en forma de novela-comic.»
 Ahí lo tienen. Novela-comic, sin tilde todavía. Si nos ceñimos a la intencionalidad creativa y editorial, aquellos tres temerarios autores / editores forjaron el arranque de la novela gráfica española, entendida dentro de un mercado preparado ya para ella, y veinte años antes de los que ahora claman por su estandarización en nuestra industria con el fin de inmiscuirse tímidamente en las librerías generalistas.
No tuvieron suerte en los ochenta. El crudo zarpazo a la moral que Sommer nos brindó con aquella historia sobre la Nicaragua de 1979 se quedó en serie de revista hasta que Norma reabsorbió a los editorzuelos de Metropol y la industria siguió con su goteo de álbumes compilatorios y revistas que agonizaban.
Sommer vivió en dos años la tragedia de Cástor y Pólux, uno en el Olimpo, otro en el submundo. Como muchos historietistas de los mediados ochenta, pasó de la esperanza a la quiebra cuando su maestría como narrador afloraba vibrante e inquieta. 
A él no le pilló por sorpresa. Clarividente, le confesaba a M. Darias en 1981:
 «Es falso que en España exista un boom del cómic. El cómic se aguanta en nuestra nación apenas cubriendo gastos, gracias a una inteligente y entusiasta minoría de todas las edades y clases sociales, pero minoría. Se podrá hablar de boom cuando, como en Francia, un autor pueda vivir dignamente pensando únicamente en el público de su país y todo lo que venga después será por añadidura. En este sentido, al dibujante español carece por completo de autonomía y las revistas y los álbumes son caros por un motivo muy simple: porque entre pocos aficionados tienen que pagar una publicación bien planteada, realizada e impresa»

 Era bueno. Y era listo.

 

Creación de la ficha (2009): Manuel Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2007): "Entre Castor y Polux". Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/entre_castor_y_polux.html