ENRIQUE BRECCIA. EL HOMBRE QUE DIBUJÓ AL CHE
ENRIQUE BRECCIA, FERNANDO ARIEL GARCÍA

Resumen / Abstract:
Entrevista de Fernando Ariel García al dibujante Enrique Breccia publicada como epílogo del libro "Che, vida de Ernesto Che Guevara". / Interview published as epilogue of the book " Che, vida de Ernesto Che Guevara".
Palabras clave / Keywords:
Che Guevara/ Che Guevara
Notas:
Este texto fue publicado originalmente en la reedición del libro sobre la vida de Ernesto Che Guevara publicado por Doedytores en 2008. A la derecha, imagen de la portada de esta edición.

ENRIQUE BRECCIA. EL HOMBRE QUE DIBUJÓ AL CHE

Enrique Breccia no recuerda qué estaba haciendo ese día. Y si no lo recuerda es, casi seguro, porque había sido una jornada común, rutinaria, sin nada que rompiera la monotonía habitual; si hasta el dólar cotizaba oficialmente a casi 350 pesos. Pero ese 9 de octubre de 1967, en una escuelita descascarada de La Higuera boliviana, la CIA había asesinado a Ernesto Guevara de la Serna, el Che. No nos engañemos, si bien el sargento boliviano Mario Terán disparó contra el cuerpo del revolucionario argentino carcomido por el asma, quien apretó el gatillo fue la CIA, la misma CIA que un par de días más tarde distribuyó despachos periodísticos por todo el mundo, avisando que "su desaparición (la del Che) no significa el fin del peligro revolucionario en Latinoamérica”. Que quede claro, no habían ido sólo por el Che, también iban a venir por cada uno de esos miles de negritos patasucias que veían, en la lucha armada, el camino para que sus hijos pudieran hacer las cuatro comidas diarias que a ellos les habían arrebatado con discursos redistributivos y acciones confiscatorias de la riqueza.

"No recuerdo ni dónde estaba ni qué hacía cuando me enteré de la muerte del Che”: me escribe Breccia desde Nueva York, adonde le envíe un cuestionario por mail, buscando recabar información de primera mano para escribir el prólogo. Cuando asesinaron al Che, el mail no pasaba de un sueño fantacientífico de baratas novelitas de bolsillo, la tecnología de la comunicación se manejaba por radiofotos y cables radiotelegráficos. Igual, la noticia de que el Che habría muerto ocupó las primeras planas de todos los diarios del 10 de octubre. Y escribí habría de forma consciente, ya que durante una semana las informaciones contradictorias estuvieron a la orden del día. Que el Che estaba muerto, que el Che estaba vivo, que el Che estaba muerto. Que lo habían asesinado, que había caído en combate. Que habían embalsamado su cuerpo, que lo habían cremado. Que ese cuerpo era el del Che, que no. La corroboración de la identidad del Che no era un tema menor para la CIA. Tuvieron que amputarle las manos para que un par de peritos argentinos fletados especialmente a La Higuera tomaran sus huellas dactilares y confirmaran lo inevitable: El Cristo yaciente de esa famosa foto de Freddy Alborta era el Che. De haber tenido los actuales lectores de iris que pueden encontrarse en algunos aeropuertos, la CIA lo hubiera corroborado en segundos. ¿Cómo cambió el mundo en estos cuarenta años, no? O mejor dicho, cómo la tecnología modificó la percepción del mundo que nos rodea. Porque una gran parte de la población mundial sigue sin poder hacer las cuatro comidas diarias.

"En esa época -me cuenta Breccia-, el Che aún no tenía la categoría de figura mítica que tiene hoy. Entendiendo por mítica a esa figura congelada (y por lo tanto inofensiva) en que lo transformaron los dos actores que en ese entonces se disputaban la hegemonía del poder mundial: La Unión Soviética y los EE.UU. En la Argentina, las ideas de Guevara eran como un imán para la juventud. Aquí se vivían días de mucho ajetreo político e ideológico, que recuerdo como momentos de debate intenso y enriquecedor”.

Haciendo una mirada reduccionista, ese ajetreo político e ideológico tenía dos protagonistas principales: la dictadura del general Juan Carlos Onganía, en el poder desde que derrocara al radical Arturo lllia en 1966; y la militancia popular en la corriente genéricamente denominada como "Nueva Izquierda", donde podían agruparse (aunque ni juntos ni revueltos) el peronismo proscrito, el comunismo, el socialismo y el cristianismo tercermundista. En ese contexto de lucha y efervescencia social, donde cambiar el mundo aparecía como algo posible, la cultura ocupaba un espacio protagónico a la hora del planteo de los debates de fondo.

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Portada de la primera edición de Vida del Che, publicada en enero de 1968 por Jorge Álvarez. 
Dentro del campo editorial, específicamente, hubo una empresa que supo captar como ninguna otra el pulso de los tiempos: La Editorial Jorge Alvarez. Con un amplio catálogo que incluía la literatura y la historia latinoamericana, la sociología, la teoría política y el humor gráfico, en ediciones económicas y de calidad que le permitieron alcanzar la verdadera popularidad, Alvarez abrió un espacio de pensamiento y rebeldía, una usina crítica contra el poder establecido que interpelaba a la Argentina de esos años y llamaba a una toma de posición. Manuel Puig, Oscar Masotta, Quino (las primeras recopilaciones de Mafalda), David Viñas, Mario Vargas Llosa (bastante antes de su giro ideológico hacia la derecha), Norberto Galasso, Juan José Saer, Bernardo Kordon y Germán Rozenmacher, entre muchos otros nombres de jerarquía, dieron a conocer sus trabajos arropados bajo el sello editorial de Alvarez. Al calor de las masas, Rodolfo Walsh y Susana "Piri" Lugones (militantes peronistas que pasarían a formar parte de la organización Montoneros, antes de ser torturados y asesinados por la dictadura militar de Videla y Martínez de Hoz) asesoraban al editor a la hora de elegir títulos y autores. La cultura, como frente de resistencia contra el imperialismo, era revolucionaria; y viabilizar el acceso de la población a las ideas de liberación e independencia era, también, hacer la Revolución. Y hacer la Revolución era peronista.

"Por mi edad, 22 años -dice Breccia-, sentía la fascinación que despertaba la figura del Che, pero por otro lado había empezado a militar en un espacio del peronismo que ideológicamente estaba lejos de sus ideas. De todas formas, en esos días todos los jóvenes (de una u otra manera) nos sentíamos atraídos por Guevara. Algunos por su ejemplo militante, como en mi caso; y otros por sus ideas. Si hubiera creído en el socialismo, hubiera sido socialista y no peronista. Por otra parte, la lucha armada como método de acción política terminó demostrando su trágico fracaso en nuestro país. En realidad, terminó siendo funcional a los intereses que decía combatir”.

La hora de los pueblos latía al compás de la mística sublevadora que empezaba a irradiar con más fuerza del Guevara muerto, cuya ascendencia sobre las juventudes del planeta dejaba en claro que el hombre podía ser fiel a sus ideales, podía asumir la coherencia de su existencia entre el decir y el hacer, siempre y cuando aceptara que nada de eso iba a serie gratuito. Qué mejor, entonces, que hacer derramar su ejemplo. Qué mejor, entonces, que hacerlo en un formato amigable, en un lenguaje que, sin dejar de ser un medio de comunicación ni una expresión artística, fuera también objeto de consumo masivo. Qué mejor, entonces, que la historieta.

"La idea de la colección fue del editor Jorge Alvarez. Decidió empezar por el Che porque hacía muy poco que lo habían ejecutado y su frustrado intento foquista estaba fresco en la memoria de la gente; y seguía teniendo prensa", revela Breccia. La colección, gestada a finales de 1967, se llamaba, simplemente, Colección Biografías. Y el sentido de su existencia quedaba evidenciado en su presentación editorial: "En cada historieta de la Colección Biografías se publicará la vida de un personaje de la historia americana que, por su importancia, haya contribuido a la configuración actual de nuestro continente”.

Sé que Breccia no concuerda con lo que voy a decir. Pero voy a decirlo porque creo que las obras artísticas no sólo dicen lo que sus autores quieren que diga, sino que también incorporan a su mensaje el mensaje que las sociedades depositan en ellas. Y si bien puede tratarse de un efecto no deseado originariamente, la edición de Vida del Che (título original de la historieta hoy conocida, simplemente, como Che), estaba imbuida del espíritu revolucionario que promulgaba, con sus acciones, el Che. Tal vez no haya estado dirigida específicamente al público militante, pero su publicación y comercialización era, definitivamente, un asumido gesto de militancia destinado a concientizar y movilizar. "Definitivamente, no -afirma, contundente, Breccia-. Hay una idealización sobre esta historieta en particular y la colección en general, tan manifiesta como equivocada. Y la prueba de ello es que en la misma colección se iba a publicar la Vida de John Fitzgerald Kennedy. Yo encaré el proyecto del Che como un simple trabajo. Mi compromiso político lo desarrollaba de otra manera y en otros ámbitos':

Para dar forma a la Colección Biografías, Jorge Alvarez contactó a Héctor Germán Oesterheld, el guionista de historietas más importante de la Argentina, cuya afinidad ideológica con la izquierda peronista empezaba a hacerse manifiesta en su vida personal y, por ende, en su profesión. Rápidamente, HGO escribió dos guiones, uno contando la biografía del Che desde su nacimiento hasta su incursión guerrillera en el Congo, haciendo fuerte hincapié en los hechos de Sierra Maestra y la Revolución Cubana. Y otro, dedicado a explorar los últimos días del Che en Bolivia. El primero fue dibujado por Alberto Breccia, el segundo por Enrique Breccia. "La idea original era que ambas partes se publicaran por separado -revela por vez primera Enrique-, pero luego hubo una decisión editorial de inter calarlas. Fue HGO quien eligió a los dibujantes para cada episodio; y a mi viejo y a mí nos pareció bien".

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 Nueva portada de Breccia para la edición alemana de Carlsen Verlag (2008).
Después de un mes y medio de trabajo, Vida del Che estuvo terminado. En enero de 1968, a sólo tres meses del asesinato de Guevara, la revista arribó a los kioscos. Era la primera vez que el Che llegaba a la historieta, la primera vez que su vida se convertía en mensaje gráfico; y la primera vez que un contrapunto estilístico (entre los enfoques elegidos por Alberto Breccia y Enrique Breccia) conceptualizaba el paso de la carne al mito, del hombre al Hombre Nuevo, al menos para quien esto escribe. "La historieta se hizo muy rápido y se cobraba contra entrega del material. Yo salí hecho, porque lo que me pagaban por página era casi lo mismo que me costaba la cartulina enyesada sobre la que dibujaba. La diferencia de estilos se dio con toda naturalidad; y entender esa diferencia como una especie de metáfora sobre el Hombre Nuevo... me parece que es 'dar una vuelta muy larga para rodear al rancho', como decimos en mi pago”.

Vida del Che no fue el primer contacto de Enrique con el mundo de la historieta. Si bien tenía una joven carrera artística enfocada a la pintura de caballete, ya había colaborado con su padre en el plantado de página de Mort Cinder y otras obras capitales del noveno arte local. Pero nunca antes había encarado un proyecto propio como éste, proponiendo una ruptura estilística con gran parte del discurso gráfico argentino, enfrentando incluso al registro fotoperiodístico elegido por Alberto para su segmento del Che. Puede parecer una aseveración gratuita y apresurada, pero estoy convencido de que las páginas del Che de Enrique Breccia determinan el salto cualitativo más importante e impactante de la década, prendiendo el fuego donde luego se cocinaría la vanguardia historietística referenciada en la plástica, una impronta caracterizada por su condición de arte masivo, compromiso político y representación de las utopías, aunque Breccia tampoco coincida con esto. "La historieta me interesaba como medio de comunicación y como lenguaje -comenta-. Yo tenía 22 años cuando dibujé la Vida del Che y. como dije antes, tenía sentimientos encontrados sobre él. La única documentación gráfica con la que contamos fueron dos ejemplares del diario cubano Granma, pero no recuerdo quien nos los trajo, si fue HGO oAlvarez. Personalmente, nunca creí (ni creo) en el panfleto artístico. Para modificar la realidad está la política, no la historieta”.

Se sabe, la leyenda corre por el mismo sendero que la historia, pero a otra velocidad con el agregado de algunas digresiones que la agigantan ante los ojos de las generaciones venideras. El paso del tiempo se encargó de instalar el discurso más conocido sobre los avatares vividos por la Vida del Che: secuestro policial de los ejemplares en circulación; abrupta cancelación de la colección; persecuciones y aprietes a los Breccia; la decisión Alberto de destruir los originales y de enterrar un ejemplar impreso en el jardín de su casa, con la esperanza de reeditarlo en un futuro menos negro, para la familia y para el país. "El libro fue secuestrado poco después de su salida, eso es cierto -aclara Breccia-, pero por Jorge Alvarez llegamos a saber que se había vendido bien y que obtuvo una buena repercusión general. Pero nadie nos persiguió ni apretó. Ningún militar apareció nunca por la casa de mi viejo ni por la mía. No fue mi padre quien destruyó los originales, estos fueron sacados de la editorial por personal de inteligencia del Ejército y luego destruidos. Es más. Nosotros nos enteramos mucho tiempo después de qué había posado realmente con los originales. Y eso de que mi padre enterró un ejemplar en su jardín es algo sobre lo que no opinaré, porque lo desconozco. No puedo decir mucho más sobre este hecho porque no sé si ocurrió. Pero aplicando el sentido común, ¿con qué fin hubiera sido necesario enterrar un único ejemplar? Fueron destruidos los originales, no los ejemplares que salieron a lo venta y se vendieron, que son los que se siguen utilizando para imprimir las sucesivas reediciones de lo historieta. Por otro lado, nuestras vías jamás corrieron ningún peligro, salvo el de morirnos de hambre por la miseria que cobrábamos por nuestro trabajo. Además, la de Onganía era una 'dictablanda’ Y sí, Alvarez interrumpió la colección por lo que había ocurrido con el primer libro".

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Ilustración de Enrique Breccia para el relato de Cortázar "Reunión", editado en 2007.

Enrique Breccia es, probablemente, el historietista argentino más identificado con la figura de Guevara. No sólo por haber participado de la Vida del Che, sino por haber regresado temáticamente al revolucionario argentino en otras tres ocasiones. La primera, bajo guión de Robin Wood, en el especial Un giorno, un secolo, editado por la italiana Eura para acompañar el cambio de milenio. Después, el año pasado, para ilustrar el corto relato Reunión, de Julio Cortázar, en la lujosa edición española de Libros del Zorro Rojo. Y, por último, dibujando una nueva portada para la edición alemana 2008 de Che, a cargo de Carlsen Verlag.

"Creo que la del Che es una figura profundamente respetable -sostiene Breccia­ y un ejemplo que debería ser imitado, sobre todo en la Argentina de nuestros días: el ejemplo de un hombre que eligió morir antes de claudicar en sus convicciones, se concuerde o no con ellas. Robin Wood le dio un enfoque novedoso a su excelente guión. Lo dibujé con un estilo netamente historietístico porque, de haberle dado un enfoque plástico, Eura no lo hubiera aceptado; y yo vivo de mi trabajo. En Reunión sí pude emplear el estilo que quería, más cercano al grabado, porque los editores me lo permitieron. Además, la ilustración siempre guarda un mar­ gen más amplio de libertad creativa. Al carecer de la secuencia narrativa de la historieta, la ilustración debe 'contar' todo en una sola imagen. De todas formas, no es que tenga como propósito hacer permanentemente obras sobre el Che, sino que diferentes editores me siguen convocando para dibujarlo. Es posible que en este mismo momento, en algún lugar del mundo, un editor esté planificando algo en ese sentido. Veremos”.

A 80 años del nacimiento del Che; y a cuarenta de la primera edición de Vida del Che, Guevara ¿sigue sacudiendo las conciencias del mundo con su mensaje revolucionario o se transformó en una figurita de cierto valor romántico apropiada por el marketing de una joven rebeldía soft? ¿Fracasó en su lucha, fue traicionado? ¿La proliferación mediática del Che terminó devaluando su dimensión ética y política? Demasiadas preguntas con muchas respuestas posibles. Para Breccia, "Guevara decidió irse de Cuba por sus profundas diferencias políticas con Fidel Castro. Fidel ya se había convertido en un 'gurka' al servicio de la Unión Soviética; y había alineado a la isla y a su gobierno con el imperialismo soviético, para actuar como un peón en la lucha que la URSS tenía con los EE.UU. por el poder hegemónico mundial. El Che dejó escritos donde expresa claramente sus disidencias políticas, tanto con el régimen cubano como con la política de la Unión Soviética hacia la isla. En este contexto, puede decirse que Guevara fue una víctima del carácter bifronte del poder mundial de esos días. Un imperialismo lo entregó y el otro imperialismo lo ejecutó. El que lo entregó, después lo mitificó para prestigiar una revolución que traicionó todos los principios que la gestaron. Y el imperialismo que lo ejecutó, banalizó su trayectoria incorporándolo al mercado desde un costado superficialmente estético, en forma de pósteres, remeras y artículos de mercadeo. Si hay un mensaje que rescatar de la figura del Che es la de un hombre que, habiendo alcanzado los máximos cargos políticos en Cuba, abandonó todo y prefirió morir a dejar de ser fiel a sí mismo y traicionarse”.

 

Diario del Che

Teniendo en cuenta que el Che había sido asesinado en octubre de 1967; y que la Vida del Che apareció publicada en enero de 1968, es fácil entender que la gestación y realización de la historieta se produjo en tiempo récord y con suma rapidez, en una era en donde las comunicaciones y el acceso a la información no acortaban distancias geográficas sino todo lo contrario. En este manejo apremiado de tiempos cortos es posible encontrar la justificación a algunas fallas e imprecisiones que el cómic ha venido arrastrando desde su presentación original, reproducidos por la edición española de lkusager, realizada en 1987 a partir de un ejemplar impreso sobreviviente a la persecución del gobierno de facto de Onganía, que fue provisto por el propio Alberto Breccia.

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Viñetas de "Un giorno, un secolo", nuevo acercamiento de Breccia a la figura del Che.  
Al encarar esta edición aniversario (40 años de su primera publicación y 80 años del nacimiento del Che Guevara); y en concordancia con lo realizado para Evita. Vida y obra de Eva Perón (coincidentemente, otro de los volúmenes previstos para la Colección Biografías inaugurada por Vida del Che), hemos tomado la decisión de corregir esos errores. Por un lado, porque hacen a la intención original de los autores, explicitada con el correr del tiempo; y por otro, porque se trata de nombres propios y acciones de público conocimiento que estaban equivocadamente identificados.

El primero y más famoso de todos los fallos, lo dio a conocer Alberto Breccia en el documental fílmico Breccia x cuatro (Argentina, 1988) de Julio Cardoso y Marcelo Schapces. "Me acuerdo -dijo el Viejo Breccia- cuando hice la aventura de la Vida del Che, que hicimos con Enrique; que yo dejé un cuadro blanco porque tenía que pegarle la partida de nacimiento del Che y no me llegó a tiempo, y todo el mundo creyó ver en eso una genialidad de mi parte': Ahora pueden ver la mencionada partida, en la primera plancha del segundo capítulo, Ernestito.

El bloque de correcciones más nutrido corresponde al quinto capítulo, Sierra Maestra; y fueron señalados por miembros anónimos de la editorial cubana Pablo de la Torriente. Hasta la fecha, el libro todavía no pudo publicarse en la isla, pero las páginas del capítulo Sierra Maestra fueron incorporadas a la revista Che nada más, que Pablo de la Torriente viene reimprimiendo desde 1990. "Es evidente que los autores de la obra -anota la introducción del ejemplar- trabajaron con prisa y amor en su afán por dar a conocer la vida de Ernesto Guevara. Las fuentes de las que fueron tomados los datos por el guionista H. G. Oesterheld eran muy imprecisos, y ello ha causado algunos errores en el texto, explicables si se tiene en cuenta la tergiversación que aparecieron en algunas de las publicaciones existentes entonces”. Los cambios tienen que ver casi puntualmente con nombres, como el del diario El Cubano Libre, que HGO había referido como Cuba Libre. Algunas de estas correcciones ya habían sido recogidas en la edición argentina del Che de lmaginador, de 1997. Otras, en cambio, se incorporan por primera vez aquí.

La última modificación tiene que ver con el nombre real de la localidad en donde fue asesinado el Che. Ubicada al sur de Vallegrande, en el departamento boliviano de Santa Cruz, se llama La Higuera y no Higueras, como apareció en el último capítulo de todas las ediciones anteriores de Che. La Higuera es una localidad muy pequeña, que se hizo conocida internacionalmente después de los acontecimientos de octubre de 1967. Probablemente, HGO tomó el nombre de Higueras de los diarios de la época, donde se reproducía el error señalado en los cables de prensa de las agencias Reuters, France­ Presse y Associated Press.

Han pasado cuatro décadas desde que esta historieta ganó las calles. Como el Che, fue perseguida, silenciada, "enterrada" y recuperada. Por los pueblos y para los pueblos hermanados de la tierra unida que soñó Guevara. Después de todo, para honrar la memoria del Hombre Nuevo no hay nada mejor que una edición nueva, fiel a la visión original de los autores y respetuosa de la Historia.

Y del Mito.

 

Creación de la ficha (2015): Fernando Ariel García. Revisión de Félix López. Edición de Antonio Moreno · Datos e imágenes tomados de ejemplares originales
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
ENRIQUE BRECCIA, FERNANDO ARIEL GARCÍA (2015): "Enrique Breccia. El hombre que dibujó al Che", en CHE. VIDA DE ERNESTO CHE GUEVARA, 1 (9-IV-2015). Asociación Cultural Tebeosfera, Buenos Aires. Disponible en línea el 18/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/enrique_breccia._el_hombre_que_dibujo_al_che.html