EL BUEN SALVAJE DEVENIDO HÉROE
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EL TROGLODITISMO COMO SUBGÉNERO |
“Spear and Fang”, un cuento ambientado en la prehistoria, fue el primero que vio impreso el tejano Robert E. Howard, el creador del guerrero más fantástico de todos los tiempos: Conan. Ocurría en 1924 y marcó el inicio de su carrera como escritor profesional. El joven llevaba desde 1921 remitiendo relatos a varias revistas pulp, partiendo del que envió a Adventure titulado “Bill Smalley and the Power of the Human Eye”. REH sufrió rechazo tras rechazo. Su primera docena de relatos remitidos no obtuvieron el aprecio de los editores. Entre estos trabajos se hallaba la obra en verso “Neolithic Love Song”, escrita el 8 de junio de 1923, un canto al amor ambientado en los albores de la humanidad. Fue en 1924 que aceptaron publicarle “The Lost Race”, “The Hyena” y el citado “Spear and Fang”, pero tuvo que esperar hasta el ejemplar de julio de 1925 de Weird Tales para ver con caracteres de imprenta su primer cuento, el último de los citados, por el cual recibió 15 dólares como pago. La carrera literaria del padre de Conan había comenzado con una aventura de “bárbaros prehistóricos”.
La fascinación por una prehistoria desvirtuada.
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Gilgamesh y Enkidu, ¿encuentro documentado de un neandertal con un sapiens?
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Es innegable la fascinación que sentimos por nuestros antepasados pertrechados con taparrabos, los brutos cavernícolas que cazaban con sílex. Aquel eslabón entre la bestia y el hombre civilizado lo hemos ido reconstruyendo con imágenes fantaseadas antes que con conocimientos rigurosamente contrastados y el resultado ha sido, cómo no, el estereotipo. Un modelo que fue utilizado precisamente para dar forma a la imagen arquetípica del guerrero de los cómics de espada y brujería y por eso es importante comentarlo adjudicándole si se quiere una categoría aparte, entendiendo el trogloditismo como subgénero entre la fantasía épica y la fantasía heroica, en virtud de que los ámbitos en los que se mueven los guerreros prehistóricos suelen ser fantásticos por mezclar elementos de distintas eras.
Ya exageraba quien escribió La Epopeya de Gilgamesh (aquella obra literaria prístina) cuando describía a Enkidu, el hombretón que se hizo amigo del rey. Desde un enfoque antropológico cabe pensar que aquel fue un hombre de neandertal, al igual que los yetis o los bigfoot u otros vestigios de un pool genético extinto. Aquel ser vestía calzón de piel de animal, portaba un arma de piedra en las manos, era solitario por lo común y habitante en grutas. Dando un gran salto en el tiempo, a estos elementos descriptivos se sumó su oficio de cazador de dinosaurios. Otro depósito de la ignorancia, pues la ciencia no aclaró hasta comienzos del siglo XX que los humanos jamás compartieron hábitat con los lagartos terribles. La separación de sesenta millones de años que establece nuestra cronología evolutiva no la respetaron los autores de literatura o de historieta de los primeros años del siglo XX. Por eso no debe extrañarnos que a cada descubrimiento de huesos por los paleontólogos se disparase la imaginación, y los escritores de fantasía que vinieron luego se dejaron llevar por la romántica presencia de los dinosaurios. Hasta hoy mismo.
No se trata aquí de establecer en qué medida la imaginación desafiaba a la ciencia sino de explorar las ocasiones en que aquellos trogloditas visitaron los cómics y qué grado de coincidencia presentan con los héroes típicos de la fantasía heroica en función de la dimensión fantástica de su perímetro de actuación; no en vano REH situaba a sus héroes Kull y Conan en una era “prehistórica” y la descripción de sus héroes se hallaba a medio camino entre el cavernícola prehistórico y el bárbaro histórico.
Tanto allende los mares como aquí, el troglodita ha sido utilizado como personaje para cómics de humor o de acción aventurera que procuran una reflexión sobre la capacidad de adaptación al entorno, siempre más con su habilidad que con la mera administración de la fuerza bruta. Nos ceñiremos en este breve repaso a los hitos de este subgénero en los EE UU, Argentina, España y Francia con mayor dosis de elemento sobrenatural.
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| Uno de los deliciosos Big Little Books dedicado a Alley Oop. |
El primer troglodita de renombre apareció en diciembre de 1932 en los periódicos estadounidenses servido por la agencia Newspaper Enterprise Association. Era Alley Oop, hombre primordial de gran mandíbula ideado por Vincent Trout Hamlin y que vivía en el prehistórico reino de Moo. Alley inauguró el trogloditismo como subgénero aventurero entre un público lector interesado por los afloramientos paleolíticos de las excavaciones practicadas por entonces en todo el mundo. Una etiqueta discutible la escogida, porque se trataba de una tira de sátira social bien que efectuada desde un mundo distante en el tiempo, como la que surgiría al poco ambientada en el medievo Okay Doaks, o la hilarante prehistoria propuesta por Johnny Hart en su celebérrima tira B.C. (en el New York Herald Tribune desde 1958).
Lo que nos importa de Alley es su contexto fantástico. Él es un forzudo cavernícola que comparte ecosistema con los dinosaurios y que combate con sus vecinos de Moo (por Mu) contra los habitantes de Lem (por Lemuria). Luego el personaje se coló en una máquina del tiempo y vivó aventuras en todas las eras de nuestra historia. Llegados a este punto, los lectores fueron informados de que Alley disponía de un intelecto adelantado en medio millón de años, estableciéndose así una máxima para el trogloditismo: casi todos los trogloditas dibujados proyectan al hombre moderno hacia un pasado remoto para redescubrir el potencial humano, su capacidad de superación. Alley Oop fue uno de los antecedentes directos de los héroes musculosos elementales de la fantasía heroica y de lo superheroico, siempre que no dejemos de movernos entre viñetas. Hamlin, con su dibujo esquemático pero rotundo y su gran sentido del dinamismo y del espacio, así como del humor, convirtió esta tira en un gran éxito popular. Sería una de las daylies reimpresas en los primeros tebeos americanos, en Famous Funnies, el primer comic book yanqui, de 1936. Años más tarde, la editorial Dell reanudó la publicación de The Funnies con cómics entre los que se encontraban Alley Oop. Y fue su imagen, precisamente, la elegida para promocionar el primer festival nacional de cómics de los EE UU, celebrado en 1963.
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Tres páginas de la primera historieta de Tor, el mejor cómic de trogloditas de todos los tiempos. |
El troglodita heroico.
Donde se desarrolló más clara y tempranamente la dimensión fantástica del hombre primitivo fue en los cómics de Estados Unidos. Recordemos que los trogloditas aparecieron en series de EC Comics (en Valor o en Weird Fantasy) y en otras publicaciones de la golden age, algunos enfrentados con los briosos superhéroes desde los años cuarenta. Pero el que más carisma demostró de todos los surgidos por entonces fue un troglodita de 1953 presentado en el comic book 1.000.000 years ago (o sea, Hace un millón de años) de la editorial St. John Publishing Co. La serie pasó a titularse Tor a partir del número 2. Los responsables de aquella fábula prehistórica, el escritor Norman Maurrer y el dibujante Joe Kubert, pretendieron hacernos creer que Tor era un cro-magnon, un Homo sapiens arcaico si bien sus rasgos no lo refrendaban, que vive en un mundo donde coexisten dinosaurios con hombres. Pese a que se trata de un hombre primitivo, resolvía las situaciones utilizando más el intelecto que la terquedad.
Lo bueno de este tebeo residía en la labor de Kubert, uno de los autores estadounidenses que más han aportado a los tebeos de acción y aventuras de todos los tiempos. Kubert concibió este personaje como un héroe con escasos elementos pero dotado de gran nervio, lo que hacía de sus aventuras una invitación a la fascinación por un mundo, salvaje y fantástico, que lamentablemente no obtuvo el respaldo del público en su momento. En 1975 fue recuperado el personaje para una serie de igual título, pero sólo de seis números. Y en 1993, la división Epic de Marvel publicó Joe Kubert’s Tor, un libro de cómics que muchos entendimos como una obra maestra de la historieta, de la cual se hizo una oportuna edición en España por Planeta-DeAgostini vinculada tangencialmente al paquete de cómics de fantasía heroica de la casa.
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| Kona, Toka, Naza. Si seguimos citando títulos nos tomarán por cavernícolas... |
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Con los años sesenta, este subgénero adoptó carta de identidad en una serie muy popular pero que con el tiempo quedó relegada al olvido hasta que algunos aficionados de la silver age recuperaron su memoria. Se trata de Kona, Monarch of Monster Isle, un trasunto de Tarzán pero con toda la pinta de un bárbaro recién llegado del norte que además regía una tierra fantástica y exuberante. Fue un comic book de Dell Publishing que apareció en un momento clave de historia de este sello. La editorial Western se escindió de Dell en 1962 para fundar su propia línea de comic books que comenzó a distribuir bajo el sello Gold Key. Algunos productos antes asociados a Dell ahora serían propiedad de Western, como Brothers of the Spear y Turok, Son of Stone, el primero un tebeo épico y el segundo uno de indios superheroicos con elementos prehistóricos fantásticos que queda lejos de poder asociarlo con el género de la sword and sorcery. Dell, tras la escisión, invirtió esfuerzos en nuevos tebeos, como Brain Boy, Frogmen, la humorística Yak Yak o Space Man, pero el de mayor éxito de la nueva remesa fue Kona.
A Kona le faltaba más de una ‘n’ para ser un personaje de espada y brujería. El personaje debutó en la cabecera Four-Color Comics (número 1.256, de febrero de 1962), escrito por Don Segall, se presume, y dibujado por Sam Glanzman. Se nos presentaba al personaje a través de una familia que viaja a Australia para estudiar unos petroglifos. Sobrevolando la zona, un huracán los transporta a una isla plagada de animales prehistóricos y con un habitante especial, un neandertal completamente albino y con destacadas cualidades. Kona era una especie de troglodita de mentalidad abierta y bravura demostrada, que vestía taparrabos, se expresaba con infinitivos y blandía un largo puñal que a veces hacía la función de espada. La serie transcurrió como una prolongación de The Lost World de Conan Doyle o de los mundos huecos de Burroughs, con estimulantes ‘continuará’ y con hallazgos fascinantes relacionados con razas perdidas de la antigüedad, aspecto éste muy usado en los relatos de fantasía heroica. La narración fue conducida siempre con un grado de dinamismo que generaba gran excitación. Tal fue su seguimiento por los aficionados que Dell lanzó otras dos series de tema similar, Toka the Jungle King y Naza, Stone Age Warrior, aparte de otras historietas de complemento, como las de Anak, ninguna de las cuales obtuvieron tanto eco como Kona.
A partir del número 10 de la serie (junio de 1964) cambió el rumbo de las aventuras de Kona. Tanto la familia protagonista como él salieron de la isla de los lagartos terribles para viajar a otros emplazamientos donde volvió a tropezar con culturas primitivas y monstruos antediluvianos cada vez más temibles. La razón fue el cambio de guionista, ahora Paul S. Newman, prolífico escritor de cómics de aquella época. Glanzman permaneció como dibujante hasta el número 21, último de la serie, que llevó fecha de marzo de 1967. Kona murió precisamente en un momento en el que un casi tocayo suyo, vestido de la misma guisa pero con el pelo negro, triunfaba en las novelas de bolsillo de Lancer Books.
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Anthro, portada del número 1 y de otro, y varias viñetas del maestro Alcalá. |
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El subgénero del trogloditismo no volvió a levantar cabeza en los EE UU hasta el año 1968, como respuesta a la popularidad de las películas de Hammer Films protagonizadas por lujuriantes cavernícolas. Aquel año, la serie de DC Anthro resaltó más el hallazgo de los conocimientos que las cuestiones fantásticas en su relato, y la serie venía a ser una metáfora de la rebeldía juvenil americana de los 1960. Más habituado a lo sobrenatural estuvo Tragg, personaje posterior a Conan porque apareció en 1972, en dos ejemplares del tebeo de Gold Key Mystery Comics Digest, para luego obtener serie propia, Tragg and the Sky Gods, con fecha de cubierta de junio de 1975. Murió en Gold Key Spotlight número 9 en 1977. La suya era una historia de ciencia ficción en la que unos alienígenas experimentaban en nuestro pasado para obtener dos cro-magnons partiendo de material genético neandertal. El responsable de aquellos tebeos fue Don Glut, que más tarde llevaría al hermano de Tragg, llamado Jarn, a compartir aventuras con el bárbaro Dagar.Otro cro-magnon fue el protagonista de la serie de DC de cinco números Kong the Untamed. Nacida en 1975, su máximo aliciente consistió en dos portadas de Wrightson y el trabajado arte interior de Alcalá, filipino por entonces asociado a la trayectoria de éxito de Conan en Marvel. En la tónica de los anteriores, Kong era un joven guerrero que descubre él solito cómo hacer fuego y que se encariña con un hombre bestia, Gurat; un esquema muy similar al de la leyenda de Gilgamesh. El neanderthalensis y él se hacen compañeros de viajes en el curso de los cuales hallan un valle escondido donde habitan dinosaurios y otras tribus que pilotan pterodáctilos. Creado por el editor Joe Orlando y por el escritor Jack Oleck, las aventuras de Kong comenzaban por mostrar un aire serio pero cambiaron de tono cuando los héroes penetraron en el valle perdido.
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| Portada espectacular, dibujada por Neal Adams, del número 2 de Thrilling Adventure Stories que contuvo historietas de Kromag. |
No son muchos los demás trogloditas dignos de mención en los cómics de EE UU. Seaboard Periodicals nos dio su particular guerrero prehistórico en la cabecera de 1975 Thrilling Adventure Stories, el llamado Kromag the Killer, creación del artista Jack Sparling y del escritor Gabriel Levy. Kromag era el líder de una tribu cro-magnon que rondaba por los bosques y llanuras de lo que hoy, supuestamente, es Francia. De pelo rubio, alardeaba de ser guerrero más inteligente que fuerte, como los anteriores, pero sólo lo demostró en dos ejemplares del comic book citado, y aunque las aventuras tercera y cuarta fueron dibujadas jamás serían publicadas. Otro que vivió muy poco tiempo en viñetas fue el protagonista de The Brute, serie de Atlas-Seaboard que tuvo muy mala suerte en el mercado y que además transcurría en la contemporaneidad. Hubo más trogloditas efímeros. Los ocasionales que entraban y salían en los universos del terror y de la ciencia ficción (Warren echó mano de ellos en numerosas ocasiones para sus revistas Creepy, Eerie o Vampirella), los superheroicos (X-O Manowar), indios de una antigüedad remota (el citado Turok), cavernícolas abiertamente zompos y por lo tanto más acordes con la realidad como los aparecidos en títulos como Star*Reach, Alien Worlds o, más recientemente, en Frank Frazetta Fantasy Illustrated.
Un caso singular ha sido el de Cavewoman, un grupo de series de comic books que arrancaron con una de 1994 en blanco negro publicada por el pequeño sello Basement Comic. Se narra en ellos la historia de una niña transportada en el tiempo por su abuelo para salvarla de los abusos de su madre. La máquina del tiempo debía llevarla al futuro, pero la deja en el Cretácico, donde ella aprende a sobrevivir gracias a los poderes que le ha conferido el viaje temporal. Madura y se convierte en una mujer de exageradas glándulas mamarias y carita de niña que acentúa con un bikinis de varias tallas menos; he aquí la razón principal de su atractivo. Sus aventuras transcurren entre grandes reptiles pero también junto a personajes y elementos de la contemporaneidad. El creador del personaje fue el frescales Budd Root, pero los mejores tebeos nos ha llegado de la mano del good girl artist Paul Renaud en 2006, ahora bajo el sello editorial Amryl. Los picantes tebeos de la cavernícola mostraban siempre un tono desahogado, animado y con algunas intromisiones de lo fantástico, a lo cual era muy aficionado Root. En una de las series limitadas dibujadas por el creador, Cavewoman. Pangaean Sea (Basement Comic, 1999), la chica de las grandes mamas vive una historieta de fantasía heroica y horror, limítrofe con lo paródico, en un mundo fantástico en el que le acompaña un bárbaro silencioso.
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Portada de Cavewoman, nº 6 de la primera colección, otra apariencia en una colección posterior y la presencia preferida por los fans, todas ellas dibujadas por Root. |
Trogloditismo pionero en español
En España fueron creados algunos de los trogloditas más tempranos de la historia de las historietas fantásticas, los imaginados por el valenciano Manuel Gago, padre de Purk el hombre de Piedra (Editorial Valenciana, 1949) y de Piel de Lobo y Castor para el sello editorial que fundó él, Maga.
Purk vive en una idealizada edad de piedra en la que es sucesor a la jefatura de la tribu de los Cataks. Está enamorado de Lila, hija del jefe de una tribu enemiga, lo cual provoca enfrentamientos y batallas. El elemento fantástico va medrando con el correr de los números, y ‘el Hombre de Piedra’ lucha contra monstruosos felinos, seres gigantes, bestias animales preternaturales, dinosaurios e incluso seres mitológicos. Es una de las obras más recordadas de Gago por su brillantez formal, la atrevida tipología de los personajes, los correctos diálogos y la gran dosis de fantasía. Discurrió en 210 cuadernos más seis almanaques.
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Purk, Piel de Lobo (y dos páginas de esta serie) y Castor, tres obras inolvidables de Manuel Gago. | |
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Gago fue un creador interesado por todo tipo de relato aventurero, pero se sentía muy atraído por los ambientados en épocas pretéritas. De ahí que cuando inició su primer proyecto editorial en 1950, Garga, escogiera a un personaje de la antigüedad, El Libertador. Al año siguiente nació Maga, que se inauguró con una decisión insólita en el panorama de los tebeos españoles de entonces, un cuaderno de hadas dirigido a las niñas con mucha carga fantástica: Leyenda y fantasía (1951), donde aparecían caballeros y dragones en liza. Luego, cuando los títulos se diversificaron, aparecieron otros de caballería, piratas, espadachines dieciochescos, romanos... Este fue el caso de El defensor de la Cruz, en 1954, serie de Gago en la que el personaje viajaba por la Europa del siglo III, el norte de África y los reinos vikingos, donde corrió variadas aventuras que inspiraron a toda una generación. Luego llegaron variantes de Tarzán, los populares títulos Pantera Negra y Bengala, precedentes para muchos del título de trogloditas Piel de Lobo, aparecido en 1959.
Pero Piel de Lobo era algo diferente, era una verdadera explosión de fantasía. El primer cuadernillo de esta nueva colección fue regalado con el número 20 de Apache, entonces uno de los títulos más vendidos de la editorial Maga. Contaba la historia de un muchacho con aspecto tarzanesco, rubio y musculoso, con cinta al pelo. Era Taím, el hijo de Yango, enfrentado al rey Tanako. Cuando éste ataca su poblado y mata a sus padres, Taím es salvado por una loba que lo amamanta. El mago Gurú lo halla luego y lo educa, si bien nunca deja de aullar como un lobo. En su vida aventurera viaja junto a una loba llamada Buma, usa un arco con flechas de caprichosas formas y conquista el corazón de la bella Luana. La suya fue una crónica netamente fantástica. Primeramente porque otro de sus compañeros era un mago, Garú, que viajaba en un águila gigante y conocía hechicerías sin cuento. En segundo lugar porque el entorno en que desarrollaban sus aventuras era asombroso, poblado por criaturas increíbles, inspiradas en la mitología pero con añadidos extraordinarios. Así, Piel de Lobo se enfrentaba a centauros feroces, monstruos marinos, vampiros, hombres roca, lobos con tres cabezas, hombres fósiles, sirenas, medusas, gigantescas aves, mutantes, etc. No cabe duda de que fue la serie de mayor carga fantástica de su tiempo, y le separa de la consideración de fantasía heroica el hecho de que en el primer número se data en nuestra prehistoria. La creatividad de este producto hay que atribuírsela al guionista y escritor muy afín a la aventura fantástica Juan Antonio de Laiglesia, que desarrolló un Purk más juvenil y más fantasioso. El dibujo de Gago fue flojo, dejando entrever el régimen de estrés que vivía por entonces el dibujante / editor, pues compaginaba esta producción con otras series. Se publicaron noventa números, más dos almanaques y la historieta “El País del Terror” en la revista Pantera Negra (números 13 a 17).
En la década de los sesenta, Gago ideó otro tebeo de trogloditas: Castor, hijo de Fuerte (Maga, 1962). Hace 10.000 años, Castor, rubiales hijo de Fuerte, hermano de la Doncella del Fuego Sagrado, corre aventuras de corte juvenil donde los Hombres Rojos cabalgan iguanodontes que atacan su poblado. Lo demás es una sucesión de piruetas rebeldes que se suceden a imitación de Piel de Lobo pero sin su elevada carga de fantasía. Con la industria de los tebeos españoles entrando en crisis, tras 42 cuadernos escritos y dibujados por Gago esta serie fue cancelada.
Cavernícolas francobelgas y argentinos
El cavernícola de inteligencia avanzada fue también el tema de uno de los primeros cómics de trogloditismo editado en Francia: “La guerre du feu”, adaptación de la novela homónima de 1911 escrita por los hermanos belgas que firmaban conjuntamente como J.-H. Rosny. En Francia apareció en viñetas en 1950 de la mano del historietista René Pellos entre los números 222 y 267 de la publicación Zorro. Glénat rescató este clásico de la historieta en un álbum en 1976. De similares hechuras, sin apenas elementos fantásticos, fue la bande dessinée del cavernícola con porra llamado Tounga, creado en 1961 en Bélgica para el semanario Tintin por el autor Edouard Aidans. Tounga formaba parte de la tribu de los Ghmours, uno de los clanes que vivían a modo de hordas en un tiempo hace 100.000 años. Tras un puñado de historietas y pasados diez años, Aidans volvió al personaje para mostrar un estilo más alejado del de Pellos, con un dibujo recargado para fisonomías afines a los héroes de fantasía heroica pero sin perder un ápice del dinamismo y la energía natural en sus composiciones y personajes. Editions du Lombard comenzó a publicar libros de Tounga en 1974, el décimoquinto y último salió en 1986. Hay que añadir un episodio más que realizó en 1995.
| Tounga, héroe troglodita que hizo las delicias de los lectores de Tintin en su día. A la derecha, portada de uno de los álbumes publicados por Dargaud. |
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Tounga demostró ser un personaje con gancho porque aportaba una dosis de entretenimiento adobada con un dibujo limpio y elegante y mucha acción. Mas, la fama en Francia se la llevó otro cavernícola, el llamado Rahan, creado por Roger Lécureux y André Cheret. Cheret, un hábil profesional del aprovechamiento, medró dibujando a Fao, cavernícola juvenil y con arrestos que nació en la publicación Coeurs Vaillants en 1960. Su porte y su rostro servirían de plantilla para el siguiente héroe primitivo que André dibujó, el oxigenado Rahan, cuya enorme acogida por parte del público eclipsó al resto de los cavernícolas franceses. Rahan apareció en febrero de 1969, primero en cortas historietas sin continuará en el hebdomadario Pif gadget. Estas primeras píldoras, que no formaron saga alguna, sirvieron para que sus creadores nos indicaran que el rubiales primitivo vivió en una época 500.000 años en el pasado y, pese a ser el último de la tribu Craô-le-Sage, no por ello demostró menos pericia, capacidad de diálogo, diplomacia y tacto, que es lo característico de los cavernícolas galos.
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Rahan, poco relacionado con lo fantástico pese a esta portada. Bajo estas líneas, una página de Tarao y portada de uno de los libros de Lomm. | |
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El caso de Rahan es paradigmático porque han sido muy alabadas su estructura narrativa y puesta en página (aquí hasta se le editó con cierto lujo por Buru Lan), cuando lo cierto es que Chéret acudió demasiado a menudo al plagio. Copió sin rubor enfoques, composiciones, posturas, viñetas enteras, hasta tiras, del Tarzan de Harold Foster. Lo siguió haciendo incluso cuando la serie ya había alcanzado amplio reconocimiento popular. De otro lado, se ha citado erróneamente a Rahan como personaje relacionado «con la magia y la espada en entornos fantásticos» y precedente de Conan the Barbarian (en Conan (Paisajes bárbaros), Sinsentido, Madrid, 2004, p. 14), cuando en las historietas de esta serie no hay representación de lo fantástico más allá de algún lagarto gigante, y eso en los capítulos finales. Las aventuras de Rahan consisten esencialmente en relatos de suspense de los que el troglodita sale airoso con el concurso de su testarudez y su inteligencia de hombre evolucionado.
Hubo más ejemplos de personajes de este estilo, como Tarao, personaje juvenil nacido en 1979 en las páginas del tebeo Vaillant, y que luego continuó en Pif, escrito por Lécureux y dibujado por Rafael Carlo Marcello. El mismo Marcello fue el encargado de continuar la saga de Rosny iniciada por Pellos y, desde 1982, Glénat publicó un libro más de La guerre du feu dibujado por él. Yya que comentamos la reconstrucción de Rosny, también hubo una adaptación de esta obra pero con un personaje de tipo más tarzanesco titulada Naoh, que fue dibujada por el cubano A.R. Cruz en 1973.
Los cavernícolas dejaron de despertar interés en los galos hasta el siglo XXI, cuando tras el rebrotar del ‘fantasy’ en los medios para el entretenimiento, el sello Vents d’Ouest se atrevió a publicar Lomm. Esta serie de libros que arrancó en 2002 contaba la vida de un kral, un ser no humano que se parecía demasiado a los humanos con su facha de bárbaro y era acosado por alienígenas. Esta mezcla de trogloditismo y science fantasy terminaba con un enfrentamiento agresivo entre guerreros y brujos. Aquel mismo año, con similares protagonistas, apareció la fantasía épica Vo’Hounâ, editada por Soleil. Eran libros de historieta sobre nuestro pasado, hace 35.000 años, cuando los cro-magnon y los neandertal compartían territorio. Aquí sí que hallamos carga sobrenatural en las hechicerías de los brujos tribales y en el licántropo que se le aparece al protagonista masculino. Por el momento han salido tres libros estupendamente dibujados e iluminados por Emmanuel Roudier. Lamentablemente, la nueva incursión en estos universos primitivos titulada Les chasseurs de l’aube (Dupuis, 2003) volvía a alejarse de lo fantástico.
En Argentina, en 1974, Ediciones Record lanzó el primer número de la revista Skorpio, publicación que tanto hizo alarde de la recaptura de clásicos de su historieta como de la actualidad viñetera. Allí, Juan Zanotto fue quien construyó las sagas de mayor calado fantástico: Henga (con quiones de Diego Navarro, seudónimo de Eugenio Zappietro, y Alfredo Grassi, bajo el seudónimo de Roderico Schnell), la de ciencia ficción Bárbara y Tagh, el guerrero del ocaso (con Grassi, que fue fallida). De Zanotto todos recordamos sus impresionantes mujeres pero en su producción también había una estudiada iluminación, una narrativa dúctil y gran amor por la aventura. Henga nos fue presentado en el número 1 de Skorpio. Era una historieta de trogloditas ambientada en torno al año -4.500, cuando andábamos plantando nuestras primeras cosechas, para la que se inspiró en una narración de H.R. Haggard. El primitivo bárbaro Henga supera el atavismo y la superstición al darse cuenta de la verdadera naturaleza de los dioses de su tribu y saca a relucir su espíritu viajero. Marcha con su compañera, Ka-laa, y con un enano sabiondo, Pag, hacia tierras cálidas. En su ruta se tropiezan con monstruos prehistóricos u otras tribus y van demostrando una filosofía de la vida muy similar a la occidental de milenios después. Será porque es un descendiente de la mítica Atlántida, como demuestra el medallón que lleva al cuello, y busca esa civilización afanosamente hasta encontrarla. A partir de esa revelación la historieta entra directamente en un escenario de ciencia ficción.
Hijo de Henga fue Hor, “El último de los atlantes”, que apareció en 1975 en Skorpio bajo la autoría de Schnell y Navarro. En esta historieta había demonios alados y tribus de bárbaros antropófagos, pero el elemento fantástico quedaba diluido en la aventura de acción y el correteo por un paisaje prehistórico. Luego el escenario de ciencia ficción absorbió la serie. Lo sorprendente de ambas creaciones es que interesaron lo suficiente a una productora cinematográfica ítalo turca para ser llevados al cine bajo el título Yor, the Hunter from the Future (Antonio Margheriti, 1983) dado que la serie había sido publicada en la revista italiana Euracomix bajo esa denominación. Aquella película, por razón de su ubicación temporal fue incluida en el paquete de ‘filmes de bárbaros’ por entenderse como una secuela de Conan the Barbarian cuando era realmente una producción de ciencia ficción o, en todo caso, de trogloditas de origen alienígena.
| | De Henga surgió Hor, dibujado por Zanotto (imagen de la izquierda), que fue llevado al cine con el título de Yor (Druillet hizo el cartel francés). A la derecha, Talos, de Gil Kane. |
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Como hemos podido comprobar, los tebeos de trogloditismo sólo se acercaron a las fronteras de la fantasía heroica en los casos del español Piel de Lobo, el fornido Kona, la guerrera gala Vo’Hounâ y, si acaso, Henga en sus primeras correrías. Demasiado pocos para ganarse el estatus de subgénero en lo fantástico. Por supuesto no olvidamos en este repaso las historietas de trogloditas que pertenecen claramente al género de la espada y brujería, como el Talos de Gil Kane, fabuloso tebeo publicado por DC, o el protagonista de “Birthlight” / “The Valley of the Worm”, historieta que adaptaba un relato de REH, el mismo que dio lugar a Bloodstar. El broche final podríamos ponerlo con la misma “Spear and Fang”, corta adaptación del cuento con el que comenzábamos la presente revisión y que apareció en Robert E. Howard’s Myth Maker, tebeo de Cross Plains publicado en 1999.