EL HUMOR EN BLANCO Y NEGRO SEGÚN ZULET
MANUEL BARRERO

EL HUMOR EN BLANCO Y NEGRO SEGÚN ZULET 
  
«Cuando los poetas señalan a las estrellas dicen que los necios se quedan mirando el índice de la mano. A los locos del humor gráfico nos gusta considerar la enrevesada geometría de las órbitas del universo que se dibuja en las yemas de nuestros dedos.»
 
Frase elegida por Zulet como coda para el libro Black & White (Vision Libros).
 
Black & White es el título de un libro publicado en Madrid por el sello Vision Libros (“Vision” sin tilde) en octubre de 2010 que recoge una antología selecta y ordenada de la obra más reciente del humorista gráfico Jesús Zulet, firmante como Zulet en las páginas de El Correo y en otras publicaciones relacionadas con la caricatura y la sátira.

Se trata de un producto híbrido, entre muestrario de su obra y declaración de intenciones para su particular concepto del dibujo humorístico, o bien podría entenderse como una antología de las viñetas de Zulet antecedida por un prólogo extensísimo de treinta y seis páginas en el que el autor expone sus puntos de vista sobre su trabajo artístico y prepara al lector para apreciar su obra evitando que se detenga en lo evidente, en el planteamiento bipolar de lo blanco y lo negro que indica el título. Y más por cuanto la mayoría de las imágenes son en color.

Precisamente la obra de Zulet es colorista y rica, que abunda en simbologías y en metáforas trabajadas (a veces, forzadas) y que no suele caer en los lugares comunes o en simplismos. Este es el gran riesgo de la caricatura y del humor gráfico y lo conocen bien los humoristas: la representación simbólica no sólo está sujeta a polisemia, también puede quedar esclavizada por la identificación prototípica. Y si algo ha quedado demostrado desde que ampliamos horizontes gracias a la globalización es que los símbolos que aquí adquirieron un mensaje, en otra latitud siguen teniendo otro valor.

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 Radiografía de la actualidad política.

No es el caso de Zulet, que sabe combinar símbolos, significados e imágenes para concebir viñetas cargadas de contenidos en el momento en el que la actualidad lo exige. En este libro ha elegido el título alusivo a lo negro y a lo blanco para, por un lado, poner en tela de juicio el pensamiento bipolar para abrazar la necesidad de pluralidad, y ejemplifica esto con un recorrido satírico por las políticas de Bush a Obama, con cientos de viñetas suyas publicadas día a día en El Correo y otros medios. Estas imágenes constituyen la “radiografía” –como señala el texto promocional editorial– de una realidad actual, pues llegan hasta hoy mismo, hasta agosto de 2010, sirviéndose de ellas para generar un debate sobre las políticas imperialistas de intervención de Bush, hijo, y las más sociales de Obama. Obviamente, Bush sale perdiendo. Zulet evidencia cuál es su posición a las claras y muestra a un Bush cruelmente caricaturizado en todas sus posibles deformaciones y errores, mientras que Obama es visto con una mirada mucho más cercana e ilusionada y por lo tanto menos ungida por la perspectiva histórica. El “negro” de este libro aparece, pues, más amablemente tratado en un proceso que, hoy, ya muestra otras facetas pendientes de análisis: la figura de Kissinger tras Obama hace unos días provoca sentimientos contradictorios, a nuestro juicio.
 
Sin ánimo de desmerecer la obra gráfica de Zulet, que demuestra que es uno de nuestros sátiros editorialistas más valiosos, el apartado escrito de este libro resulta de tanto interés como el dibujado. Debemos reparar en que Zulet inicia su larga presentación denunciando el poco caso que se hace a la imagen y la excesiva atención que se prodiga al texto en nuestra sociedad actual. Suponemos que el autor es consciente de la paradoja en que cae al señalar este extremo, puesto que su libro es una combinación de texto e imagen: el muestrario de las viñetas se acompaña de profusos textos explicativos del contexto que motivó cada imagen y el prólogo supera toda ortodoxia editorial. Por su extensión y por su contenido.
 
En efecto, es difícil estar de acuerdo con el arranque del discurso que el autor enarbola sobre la imagen y lo visual hoy, pues parte de la supuesta “indefinición de la caricatura” sin hablar en momento alguno de la sátira, es decir, del ejercicio intelectual y crítico que se articula entre la imagen y un texto (o subtexto, o intertexto) para emitir una opinión o reflexión. Zulet acude a figuras del pensamiento clásico y de las artes para exponer algunos puntos de vista sobre el concepto de caricatura, y es loable volver a retomar conceptos e ideas básicos de nuestra cultura para analizar la imagen actual, eso que llama “mitocrítica”, pero no es admisible que sostenga que somos “completos analfabetos visuales” hoy. Precisamente estamos donde estamos y hemos llegado a donde hemos llegado en función de la alfabetización visual a la que hemos sido sometidos desde el siglo XVIII. Otra cosa muy distinta es que Zulet quiera significar que no sabemos interpretar ciertos juegos metafóricos, plasmaciones simbólicas o estructuras alegóricas, esto ya es un problema de cimentación educativa.
 
Así pues, no podemos estar de acuerdo con algunas ideas demasiado radicales de las aquí expuestas, como la de la “castración” didáctica, puesto que Zulet habla de una “educación que excluye lo visual”, cuando nunca antes nuestros pedagogos y educadores se sirvieron tanto y tan bien de la imagen. O demasiado vagas, como la de que “si pensamos en imágenes es normal que…”, cuando todavía no se conocen a ciencia cierta los procesos cognitivos, ni tiene en cuenta Zulet que las palabras y los números se sirven de grafos que, en origen, en los “tiempos míticos”, surgieron de imágenes o son la resultante de imágenes simplificadas. Al fin y al cabo, todo son imágenes en nuestra cultura. Asimismo, Zulet se equivoca al interpretar la “red hipervisual” en la que hoy convivimos gran parte de nuestro tiempo, Internet y otras, porque considera que sólo se pueden hacer búsquedas o hipervinculaciones de textos. No es así, las imágenes en los espacios digitales quedan definidas por determinados mapas de bytes que también pueden ser buscados, y ahí está Google Images para demostrarlo.
 
Llegados a este punto sospechamos que alguno de los pilares sobre los que Zulet asienta sus teorías tiembla, porque la esencia gráfica de una viñeta humorística o satírica sólo es una parte de su entidad o naturaleza. Zulet insiste mucho en la perseverancia de la imagen y en la educación en lo visual, pero tropieza en su análisis de lo iconoclasta y en la identificación de mirar con ver, pues acude a estudios “recientes” sobre los hemisferios cerebrales (alguno data de 1973) para indicarnos que hay que reorientar las interpretaciones sobre ciertas obras, pero escoge obras de arte de la pintura.
 
Zulet acierta de pleno, eso sí, cuando cita a Jung o a Durand para escarbar en las estructuras antropológicas del imaginario. Aquí sí que hallamos claves para comprender la sátira gráfica y su pervivencia, al igual que es útil el uso de expresiones simbólicas para entablar una relación del hombre con su entorno. Esto es un arma de doble filo, porque el uso de metáforas no siempre sirve para explicar los sistemas simbólicos; es decir, no se puede partir de equiparaciones, que nos ha parecido detectar en este texto, como sueño = imaginación = ingenio. Zulet escribe afirmaciones como «la caricatura es una constitución de identidad», lo cual suponemos que es otro modo de ejercitar la metáfora, ya que por su naturaleza la caricatura puede desembocar en la mera estereotipia o en la demonización cuando la pretensión del autor está guiada por ciertos intereses. También se admite como licencia poética algún oxímoron en el que este humorista tropieza: «La caricatura es un mapa expresivo de significados, construye memoria histórica y sobre todo memoria poética». Frase de difícil digestión.
 
Lo más lúcido de este prólogo es su apuesta por la alteridad, el término medio y la pluralidad. Zulet cita con gran perspicacia a Plauto y usa aspectos de lo apolíneo y lo dionisíaco para indicarnos un recorrido más juicioso y razonable entre los extremos dicotómicos. «La alternativa no es uno u otro sino la superación de esa dicotomía» (p. 39), afirma,  y tras la asunción de esta postura torea con elegancia el asunto conocido como “las caricaturas de Mahoma” y la cuestión de la “autocensura” a la que alude cuando rescata una frase de Kofi Annan. Este planteamiento es realmente interesante, porque a continuación Zulet esgrime el derecho a «clamar por la inquebrantable defensa de la libertad creativa de los autores» pero dentro de un orden lógico, que no natural. Se refiere a la postura que debe adoptar un humorista gráfico bajo las políticas editoriales del grupo o medio que le da de comer. Estima este dibujante que hay autores que «creen vivir en islas de libertad» cuando eso es insostenible hoy, y hasta es posible que las empresas tampoco quieran que los autores sigan a pies juntillas ni coartar su potencial expresivo, como parece sugerir este humorista. Zulet resuelve que pueden admitirse concesiones a las políticas de empresa, obvias cuando el tejado es de cristal, sin asumir nunca posturas contrarias a la conciencia personal de cada uno. Y esto reza también para lo religioso, valga la redundancia. La frase escogida de Gombrich, «No hay arte, hay artistas», rubrica esta postura brillantemente.

Al final de esta edificante lectura nos atrevemos a decir que Zulet ha escrito un breve ensayo sobre la caricatura y la postura del humorista ante la imagen a veces disperso y a veces acertado, que culmina con una identificación de la caricatura con los tres pilares que definen la sátira. El autor concluye que caricatura es la suma de razonamiento más seducción más sueño, algo que concuerda con lo que el teórico Álvarez Junco escribía hace poco en su análisis del humor gráfico a través del diseño: la sátira es reflexión más complicidad más transgresión. De este modo, Zulet critica las aproximaciones al humor desde el pensamiento premoderno, en la modernidad y durante la posmodernidad, y pudiera pensarse que lo que Zulet hace es una reflexión ultramoderna sobre su obra y sobre su proceder creativo en torno al humor. Una mirada que huye de planteamientos holísticos o generalizadores pero que tampoco enfoca la labor del artista / humorista como individuo puesto que determina, al final de su exposición, que la caricatura –entendida como viñeta satírica- apresa los detalles del objeto pero filtrados por los detalles del sujeto.

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  "Lo blanco y lo negro, los extremos, se dan la mano.

Hay una viñeta en el libro que parece acompañar esta mirada emulsionante: Quijote le dice a Sancho en referencia a la comisión investigadora de los atentados del 11-M: «Está claro, ¡son los gigantes de Al-Qaida!», y Sancho replica: «¡Que no! Son los molinos de ETA». Démonos cuenta de que este discurso, articulado por un humorista gráfico afín a la derecha ideológica española durante aquellos días hubiera sido exactamente el opuesto, con el idealista Quijano abrumado por los gigantes de ETA y el pragmático Panza reconociendo al fundamentalismo islamista. He aquí las entrañas del debate: lo blanco y lo negro, los extremos, se pueden dar la mano. Mejor es caminar por los términos medios.
 
Y, también, tener siempre presente esta frase de este libro: «El humor no es lo contrario de lo serio, de lo grave, sino de lo aburrido». En efecto, es un libro muy serio éste, a veces muy grave, pero extraordinario, y con él será imposible aburrirse.
Creación de la ficha (2010): Manuel Barrero · Datos e imágenes tomados de un ejemplar original
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2010): "El humor en blanco y negro según Zulet", en Tebeosfera, segunda época , 6 (20-XI-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/el_humor_en_blanco_y_negro_segun_zulet.html