EL FUMETTO Y LA HISTORIETA ARGENTINA
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En ese universo multiestelar de la historieta que fue El Tony, el fumetto desembarcó en 1939. La decana de la historieta nacional había comenzado su andadura en 1928 con producciones propias y materiales de los comic-papers británicos. El semanario es tomado por las tiras y comic books yanquis en una rápida operación de limpieza que desplaza a la ñoña escuela inglesa, pero dejando en pie los productos de la casa.
"El Corsario Negro" en Salgari. |
El material italiano hizo pie inmediatamente con estos pasos, sea por simpatía idiosincrásica u otra circunstancia fortuita. Lo real es que trajo una forma de encarar el medio diferente, más pausado en su transcurrir, más lógico y con narración más fluida, sin saltos bruscos en ella, de transcurrir más moroso.
Patoruzú adhiere al nuevo curso con «Kit Carson» (F. Pedrocchi-R. Albertarelli) en sus páginas infantiles, mientras que el resto, numeroso, de las revistas del mercado siguen produciendo algunos trabajos propios y las sempiternas tiras americanas. Eso sí, el material inglés desaparece por completo de la edición argentina.
Vosotras, tradicional revista femenina, a mediados de la década del cuarenta obtiene un éxito de ventas notable gracias a la edición de «Corazones enemigos» y su secuela «Orietta» (Delly-W. Molino) preparando el terreno de los fumetti románticos.
Una futura importante editorial inicia sus actividades en 1939 con materiales Disney y con un capital declarado de $ 90 000 –unos 22 000 dólares de la época– fundada por César Civita, uno de tres hermanos de origen ítalo-hebreo refugiados en distintos países de América que huyeron del fascismo.
"Tita Dinamita" en Cinemisterio nº 19. |
Civita, a través de El Pato Donald muestra una gran cantidad de la producción del Topolino de Mondadori, donde descuella como guionista Federico Pedrocchi, italiano nacido en Buenos Aires y muerto en un bombardeo durante la segunda guerra mundial. Esto desplazó el material norteamericano de la Dell Publishing Inc. y provoca la reacción de la empresa Disney que amenaza con retirar la licencia.
En Italia Civita había organizado el semanario Salgari años antes para Mondadori, que justo en esos momentos reflotó el proyecto. Este es inaugurado en Argentina en 1947 y a través de él se canalizan los fumetti, salvando la situación.
A todo esto, en el mercado argentino nuevas historietas peninsulares son publicadas. Aventuras (Ed. Aventuras) y Sucesos (Ed. C. Clemen) encabezan la competencia, seguidas por Editorial Codex en 1951 con Pimpinela y Sabú. Así son conocidos en el país Pier Lorenzo De Vita, Antonio Canale, Franco Caprioli, Carlo Cossio, Giovanni Scolari entre los más destacados por su arte y aparición en los medios.
"Hombres de la Jungla", en Cinemisterio nº27. |
En el no. 33 del semanario abre el espectro que influirá en la historieta argentina. Aparecen «Misterix» (M. Garnier-P. Campani), «Hombres de la jungla» (A. Ongaro-H. Pratt-D. Battaglia) y «As de espadas» (A. Ongaro-H. Pratt-M. Faustinelli) con colaboraciones en la tinta de un jovencito Ivo Pavone en algunos pasajes.
Abril mueve las fichas en un lapso muy corto que va de 1948 a 1950. Misterix, la revista, aparece en 1948, y Rayo Rojo en 1949. El primero, con el personaje titular, llega con «Jim Toro» (A. Lavezzolo-E. Dell’Acqua), «Pantera Rubia» (G. Dalmasso-E. Magni) y «Amok» (C. Solini-A. Canale) a los que se agregó más tarde «Kansas Kid» (A. Saccarello-C. Cossio).
«Tex», conocido en Argentina como «Colt, el justiciero» (G. L. Bonelli-A. Galleppini) fue el rotundo éxito de Rayo Rojo y duró muchos años en el semanario.
La empresa sigue apostando y en 1950 pone en los kioscos una nueva corriente proveniente de una publicación peninsular que se vendía en el país para los nuevos inmigrantes de ese origen: Grand Hotel. Con ellos lanza un nuevo tipo de revista femenina que rompe el molde de las tradicionales y que prepara el camino para otra creación italiana –el fotoromanzo o fotonovela–: Nocturno. El fumetto romántico había llegado a Sudamérica y es un éxito. Nocturno, cuando edita fotonovelas abre el camino a la producción nacional –Hugo Pratt llega a participar en una de ellas– y es seguida por otras publicaciones que llegan a desplazarla. Varios directores, fotógrafos y actores dieron allí sus primeros pasos.
A fines de ese año la Editorial avanza aún más y contrata a los jóvenes del Grupo de Venecia por intermedio de las hermanas Finzi de la Mondadori. Llegan Hugo Pratt, Mario Faustinelli y Alberto Ongaro, que será el guionista estrella de «Misterix». Al año vendrá Ivo Pavone.
Hagamos aquí un alto. En el país ya tenían una trayectoria singular varios dibujantes inmigrados en distintos momentos del siglo XX: Bruno Premiani, excelso ilustrador en diarios y revistas de gran circulación e historietista que luego trabajó para los comic books norteamericanos; Vicente Le Voci, presente en una gran cantidad de publicaciones; Alberto Giolitti en las revistas de Editorial Láinez; Walter Casadei en humor e historieta; el muy plástico humorista Alcides Gubellini, Sergio Tarquinio en Abril y la lista sigue. Posteriormente llegaron los hermanos Letteri, Athos Cozzi y dos niños que con los años darán sorpresas: Juan Zanotto y Gianni Dalfiume. En tanto varias revistas de corta duración mostraran en sus páginas el material de la factoría de Roy D’Ami.
Finalmente, Columba saca a circulación la versión argentina de Grand Hotel a idéntico formato: Rapsodia e intenta durante un período no muy largo las páginas de «Pepito» (L. Bottaro) en Fantasía Semanal.
"As de Espadas", en Cinemisterio nº27. |
En ella se da el encuentro de dos gigantes de la historieta internacional: Héctor G. Oesterheld y Hugo Pratt. Es 1951 y realizan un folletín gráfico que se transformará en pocas semanas en una verdadera historieta: «Ray Kitt».
Al año siguiente otro éxito acompaña a HGO: «Bull Rockett», con el italiano que rechazó venir al país, el legendario Paul Campani, dibujante de «Misterix». En 1953 Pratt y Oesterheld consiguen la consagración a través de «El sargento Kirk».
Entre los lectores y estudiantes de dibujo se desata una oleada de fanatismo por los dos italianos y dejan de lado el estilo Raymond, patrón de trabajo hasta ese momento. Todos quieren dibujar como Campani o Pratt, que basan su estilo, junto con Alberto Breccia, en Milton Caniff para luego cada uno seguir su propio camino. Esto se refleja en la correspondencia de lectores de la revista Dibujantes, pionera en este tipo de publicaciones.
Cuando Campani se ve imposibilitado de seguir trabajando por un largo período Abril realiza un concurso entre los dibujantes de la casa para su remplazo, que gana Eugenio Zoppi siguiendo el estilo para «Misterix». Un jovencísimo Francisco Solano López había sido probado con «Uma-Uma» (HGO) en el mismo estilo, y es quien remplaza al italiano con mucha categoría en «Bull Rockett».
La fama, en esta década fabulosa, acompaña a los italianos, que van creciendo en calidad y cruzándose con los artistas locales y antiguos inmigrantes. Se empieza a ver la historieta como una profesión seria, contribuyendo a ello la Escuela Panamericana de Arte, que extiende también cursos a otras disciplinas artísticas. Integran su plantel de profesores los profesionales más prestigiosos del momento. Por supuesto varios de ellos son italianos. Mientras en el campo del humor Guillermo Divito, con Pedro Segui al frente, en su propia escuela enseña dibujo cómico, donde es insuperable.
Aparecen nuevas revistas, algunas efímeras, donde italianos y argentinos forman su trayectoria. El público ya no gusta más del material extranjero. Se ha creado una escuela, un estilo.
Editorial Láinez desaparece como competidor, no sin antes intentar un aggionamento de sus publicaciones. Fracasa. Oesterheld se marcha de Abril para iniciar la aventura personal con Editorial Frontera. Durante ese tramo también guiona para Dragón Blanco y las editoriales Codex y Columba. En el dibujo, para estos trabajos externos, lo acompañan Ivo Pavone y Walter Casadei, alejado del humor.
Con Frontera y Hora Cero se produce el fenómeno más importante de la década y los imitadores, en estilos y formatos, aparecen como hongos. Guillermo Letteri y Casadei son absorbidos por Columba, que sigue firme con su formato novelado. Ivo Pavone vuelve a la casa decana.
Abril cierra el rubro historietas antes de la caída de Frontera y dos de sus títulos –Misterix y Rayo Rojo– pasan a Editorial Yago que los posiciona en primera línea cuando Frontera hace agua. Después un largo lapso, cae la noche de la decadencia de la historieta. Oesterheld marcha a Chile.
Página de "Misterix", en Salgari. |
Llega así a la década del setenta como única productora de relieve. Han cerrado todas las revistas de historieta. En 1974 el cimbronazo sobre este tranquilo panorama lo pega Record con Skorpio.
La competencia es encarnizada. La nueva empresa pone en circulación Corto Maltés, Tit-Bits y Pif-Paf, los dos últimos con gran llamada, pues son marcas rescatadas del recuerdo de los argentinos.
En Tit–Bits se republican varias novelas gráficas de José Luis Salinas y Bruno Premiani que habían sido editadas en El Hogar y Patoruzito. El jefe de arte era Juan Zanotto, espectacular ilustrador de varios éxitos en las revistas de la Editorial.
Record actúa como agencia de materiales para Italia, y Columba ve el filón. Desdobla en varias versiones sus títulos tradicionales que le permite en algún momento poner a la venta dieciséis ediciones mensuales. Otro de los personajes importantes es Jackaroe (R. Wood) con dibujos de Gianni Dalfiume.
En la década del ochenta aparece Fierro, que ya es otra historia y que en estos días ha vuelto a los kioscos. El fumetto ya no pasa por estas tierras, pero goza de buena salud en su país y a nivel internacional, aun en el vecino Brasil.
Con una mirada en perspectiva, no es el padre putativo de la historieta argentina, pero debido a su incidencia y a pesar de las diferencias y ante tantos cruces, se le puede considerar casi su hermano.