A Juan Manuel de Prada, entusiasta seguidor del cine de enmascarados
«Lo que sucede con Santo, Blue Demon y la gente de mi generación, los nacidos en los años 50, es que crecimos con ellos. Uno entraba en una peluquería y allí encontraba las historias con sus aventuras. Ibas al cine, a ver una función doble o triple, que entonces se estilaban mucho en México, y siempre había una película de luchadores. Se estrenaban continuamente. Te los encontrabas por todos lados. Ibas a comprar juguetes o muñequitos y había luchadores con la máscara plateada. Es una vivencia y una cosa muy natural para nosotros, la cercanía con esos superhéroes», cuenta José Buil, realizador del film La leyenda de una máscara.
Es de todos sabido la gran afición que hay en este país a los espectáculos de lucha libre desde bien entrado el siglo pasado hasta nuestros días. Recientemente el Festival de Cine Fantástico de Estepona les ha rendido homenaje con la proyección de varias películas de Santo, y el reconocimiento a todo este cine encarnado en la persona de El Hijo de Santo, además del estreno de la última producción de Mil Máscaras, demostrando así que aún podemos seguir disfrutando con este tipo de cine. Todo ello amenizado con una estupenda velada de lucha libre. Pero hagamos un poco de historia...
I. EL CINE MEXICANO DE LUCHADORES. LOS INICIOS
Las primeras veladas de lucha libre, al parecer, tuvieron lugar a principios de los años 30 gracias a un promotor mexicano llamado Salvador Lutteroth que importó una serie de luchadores de wrestling, (que es así como se le denomina en USA) a través de su Empresa Mexicana de Lucha Libre (EMLL). A partir de entonces la afición se fue propagando en espectáculos de carpas ambulantes, cines y actos políticos, gimnasios, polideportivos y canchas de boxeo. De forma imparable se construyen arenas de lucha por todo el país, consagrándose el coliseo Arena de México como la catedral de la lucha libre y transformándose la primitiva EMLL en el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL).
Los años 50 y 60 son la época dorada de la lucha libre mexicana con miles de aficionados abarrotando las salas de las principales ciudades del país (México DF, Monterrey, Puebla etc), siguiendo las primitivas retransmisiones de Televicentro, apostando máscara contra cabellera en peleas callejeras, comprando los tebeos o fotonovelas de luchadores, y asistiendo en masa a las películas de luchadores en los cines de barrio de todos los rincones del país.
Pero si hay algo que distingue la lucha libre mexicana de la del resto del mundo es el uso de la máscara. La máscara es fundamental para entender la idiosincrasia del pueblo mexicano porque permite la identificación del héroe y el villano de la función, que se corresponden en el cuadrilátero con el bando de los técnicos por un lado y los rudos por otro. También supone una abstracción, a la vez que simplificación, que propicia y predispone a la percepción de lo mítico-fantástico y permite de forma sencilla y eficaz idealizar los personajes que se exhiben en el pancracio, representación figurada y estilizada, mediante elementos teatrales, del juego de la vida. En todo caso el anonimato es un elemento clave en la mística o liturgia de la lucha, ya que permite otorgar a la máscara, independientemente de quien la porte, una historia (o leyenda) y unos valores asociados a la misma. En un plano más prosaico, además de práctico, también sirve para utilizar en cine a un verdadero luchador en lugar del galán que suele encargarse de la interpretación cuando éste no lleva la máscara puesta. No es el caso de Santo o Blue Demon, que no se quitan la máscara ni para dormir, pero tampoco le causa problemas a la hora de interpretar, puesto que siempre son doblados y la máscara les exime de componer gestos faciales.
Después en los años 80 todo cambia. Aparecen nuevas federaciones (la AAA), se dictan nuevas normas para los combates y la influencia de las televisiones condiciona el espectáculo. Las federaciones americanas y japonesas (WWE, WCW, NJPW, AJPW) crecen e imponen nuevas reglas en la lucha libre tradicional para conseguir cada vez más acrobacias e innovaciones, incluso se cambia el cuadrilátero por pancracios hexagonales. En la actualidad muchos luchadores mexicanos compiten en la WCW yanqui animados por el auge de las televisiones por cable; pero no por ello decae la lucha libre en México. Según la revista Wrestling, en su número 3 de la edición española, hoy día las federaciones mexicanas son un centenar y se calcula que hay más de 1700 luchadores profesionales. También en Centro América la lucha tiene libre tiene una cantidad importante de luchadores, junto a Puerto Rico, Santo Domingo o Cuba. Pero la lucha libre actual ya es otra historia, magníficamente documentada, por cierto, en el filme de Nacho Cabana Tres caídas (2006). Nosotros, en cambio, nos centraremos en el periodo dorado o clásico para tratar de las fructíferas relaciones que los luchadores más populares de este deporte mantuvieron con el cine y los tebeos y viceversa.
Por supuesto que hay que decir que son tres los países donde la lucha libre conoce su máximo apogeo: Estados Unidos, Japón y México. Sin embargo, todavía hay quien recuerda las veladas en el viejo continente. Para no ir más lejos, aquí en Sevilla se organizaban combates de lucha libre en los años 60 y 70, en el desaparecido cine Andalucía o en el Altozano de Triana, entre otros lugares y por supuesto se proyectaban con regularidad las películas de luchadores en todos los barrios y pueblos de Sevilla. Pero si aquí había afición, en las grandes ciudades, como Madrid o Barcelona, el asunto fue más relevante.
De ello dan fe arrebatados testimonios como el de José Luís Garci en su magnífico artículo sobre el catch de la revista Nickel Odeon dedicada al cine y deportes, donde cuenta de forma apasionada y todo lujo de detalles el ambiente vivido en torno a las veladas de lucha que presenció siendo apenas un niño. Antes de finalizar su artículo destaca sobremanera un extraordinario melodrama ambientado en los cuadriláteros, La bestia magnífica, de Chano Urueta, filme pionero del cine de luchadores, en el que se dan cita en un cerrado universo en torno al ring: «Hombres de hierro, semidioses de barriada, bestias humanas, mujeres perversas en acción. La fama y el aplauso de las multitudes, la amistad y el amor, el lujo y la miseria, la lealtad y la traición; brutalidad y romanticismo delirante, lo tiene todo». Todo ello bajo una dirección eficaz puesta al servicio de la narración en uno de los títulos fundacionales de este grupo de películas.
Corría el año de 1952 y junto al citado se estrenan otros tres títulos que marcan los caminos por los que va a transitar el cine de luchadores en adelante. Otro melodrama, Huracán Ramírez, inaugura las sagas de luchadores enmascarados con este personaje, altruista y bondadoso, muy querido por el público mexicano.
También este cine se da en clave de comedia y ese año se estrena El luchador fenómeno con Resortes, Adalberto Martínez, un cómico de moda por esa época, y donde ya aparece, en un pequeño papel, el famoso luchador el Médico Asesino, precisamente, el protagonista de El Enmascarado de Plata, escrito por José Guadalupe Cruz y dirigido por Rene Cardona. Inicialmente concebido por el editor, guionista y dibujante de las historietas de Santo para dar comienzo a la andadura cinematográfica del personaje al calor del éxito popular de los tebeos; pero, por algún desacuerdo entre ambos, su papel fue interpretado finalmente por el Médico Asesino, quien también lleva una máscara plateada parecida a la de Santo (además de ir vestido, en todo momento, con ropa de trabajo de personal sanitario). El villano de la función se hace llamar El Tigre y lleva guantes y máscara atigrado. También aparece un Enmascarado de Plata que resulta ser hombre de paja del villano principal y muere a mitad de la función.
Este serial, del que se conoce una versión en largometraje con algo más de dos horas, reúne todos los tics de los tebeos y los seriales americanos. Está plagado de acción, luchas, trampas y persecuciones y el misterio de la identidad del villano solo se descubre al final. Los malos siempre quedan libres o huyen después de cada fechoría y el protagonista también escapa, cuando cae en alguna de las trampas, que continuamente le tienden, gracias, en parte, a los complicados, cuando no sofisticados, métodos de ejecución que tratan de aplicarle unas mentes ingenuamente perversas.
Lo dicho, todo un agitado relato impregnado de estética camp, cortado por el patrón de los tebeos de aventuras por entregas. Folletín narrativo con matones, cabarets, policías y periodistas; canciones, chicas en peligro, un malvado taimado y prepotente y un enmascarado justiciero que siempre aparece en el último instante desbaratando sus acciones criminales. Un dato importante a tener en cuenta es que, aún con esta estructura, ya anticuada para la época, se nos anticipan las bases narrativas y de estilo de un buen número de filmes protagonizados por luchadores enmascarados. Aquí El Médico tiene su propio laboratorio secreto con una avanzada tecnología que le permite, por ejemplo, interceptar las frecuencias de radio tanto de la policía como de los villanos para coger la moto y acudir, raudo y veloz, al lugar donde se va a perpetrar el delito. En su acción va por delante siempre de la policía, a la que suele dejar aviso, y, sorteando peligros, trampas y cautiverios, consigue mantener, finalmente, su identidad en secreto.
A partir de ahora se configura un género (o subgénero, si así se prefiere) dentro del cine mexicano que se prolonga hasta nuestros días. Algunos estudiosos sostienen que este cine surge tras la decadencia de la comedia de rancheras. Según Raul Criollo «cuando éstas decaen se comienza a buscar alternativas. Hay antecedentes en 1938 y en los 40, pero no fue el inicio del género pues éste se da en 1952», con las cuatro películas citadas.[1]
Cinco años después, en el 57, Chano Urueta retorna al género con el serial, de tintes folletinescos, Los tigres del ring,compuesto por cuatro largometrajes de tres episodios cada uno.[2]
Aquí encontramos de nuevo a Wolf Ruvinskis (arriba en la foto) y a Crox Alvarado entre un gran elenco de luchadores. La trama gira en torno a dos hermanos enfrentados con peligrosos criminales cuando tratan de encontrar al asesino de su padre, en una mezcla de drama, acción y lucha libre. Wolf Ruvinskis es una de las presencias habituales desde su comienzo en el cine de luchadores. De origen letón y antepasados judíos, había recalado en Argentina, siendo apenas un niño, huyendo de la Gran Guerra con su familia. Allí destaca en la practica de varios deportes como judo, remo y boxeo llegando a ser campeón amateur de lucha grecorromana en este país, para después, en 1946, debutar con victoria en el Arena de México. Será en México donde se haga un nombre como luchador profesional para, posteriormente, desarrollar una larga carrera cinematográfica.
Por su parte, Alvarado reaparece enmascarado ese mismo año de 1958 como El Angel, en la trilogía de La momia azteca, aunque en un papel menos relevante. En esta ocasión le golpean y capturan los villanos y queda un poco al margen del desenlace de la historia.
Otro actor y luchador relevante en el desarrollo de este género desde sus comienzos fue el vallisoletano, emigrado a México, Fernando Oses, quien se enfunda el traje de enmascarado con la cara cruzada por un rayo en 1954 en La Sombra Vengadora[3]. Se trata del primer luchador enmascarado que desarrolla serie propia, si bien el galán sin máscara lo interpretaba Armando Silvestre. Sin embargo sería Oses un hombre clave y presencia habitual en el cine de luchadores ya que, algún tiempo después, sería quien convencería a Santo para rodar un par de películas en Cuba, propiciando así su debut cinematográfico. Eso ocurre en 1958, el mismo año que se estrena otro estupendo melodrama, La última lucha, producido y dirigido por Julián Soler, en torno a la gira de un grupo de luchadores por todo México, de nuevo interpretado y en este caso también producido por el propio Wolf Ruvinskis.
Y, por último, no puede dejar de citarse un título clave en el devenir del cine fantástico y de terror mexicano, un coctel magníficamente servido y elaborado que mostraría las posibilidades del cine de luchadores en contacto con los mitos del terror y la fantasía tanto universal (de la Universal Pictures sobretodo) como autóctona. Nos referimos, por supuesto, a El ladrón de cadáveres de Fernando Méndez. Contiene las mejores escenas filmadas sobre el ring (con el concurso de los habituales Wolf Ruvinskis y Crox Alvarado) insertadas en una estupenda trama, bien sazonada de truculencias. Resuelta, a pesar de sus limitaciones, con un ágil y sorprendente estilo visual que da lugar al primer clásico exportable de terror en la cinematografía mexicana.[4]
Lo cierto es que estas producciones marcan el inicio de un género que, si bien no se prodiga mucho en los años 50, conoce su definitiva expansión en la década siguiente, participando, a su manera, de la emergente difusión de la cultura pop y aportando al imaginario fantástico alguno de los iconos más genuinos de la cultura popular mexicana.
II. SANTO EL ENMASCARADO DE PLATA
Rodolfo Guzmán Huerta nace el quinto de siete hermanos en la ciudad de Tulancingo, perteneciente a Hidalgo, México, allá por 1917. Con solo tres años su familia se instala en el barrio de Tepito de la capital azteca. En su infancia y juventud practica otros deportes como el béisbol y el fútbol americano antes de aprender jüjitsu y lucha grecorromana. A mediados de los años 30 debuta en la lucha libre. En los inicios su estilo era rudo y tarda en hacerse un nombre. De hecho debuta con el suyo propio reconvertido en Rudy Guzmán. Después, tras colocarse su primera máscara de Hombre Rojo sin éxito, trata de alcanzar notoriedad como El Murciélago II, aunque tuvo que renunciar a ésta denominación tras la denuncia interpuesta ante la Comisión de Lucha y Box por el Murciélago original, Jesús Velásquez, uno de rudos míticos de lucha libre y uno de los primeros luchadores mexicanos enmascarados.[5]
En el año 40 se casa con Maruca, María de los Angeles Rodríguez Montaño, y tienen diez hijos, uno de los cuales, Jorge, se convertirá en el famoso luchador conocido como El Hijo del Santo. Dos años después, su entrenador, Jesús Lomelí, le propone entrar en su equipo de lucha, le da un nombre, a escoger entre Angel, Santo o Diablo, y le entrega un traje de color plata. Debuta como Santo el 26 de Julio de 1942 en el Arena México, todavía en plan rudo; aunque progresa rápidamente y desarrolla su propio estilo, pleno de recursos y gran agilidad, hasta que se decide a combatir en el bando de los técnicos, ganando así el favor del público de forma definitiva. Al año siguiente es designado Mejor Luchador de México por la prensa especializada, y así ocurre también en los años 1946, 1955 y 1957. Obtiene nueve campeonatos nacionales en diferentes pesos y categorías, dos de ellos formando equipo con Rayo de Jalisco, y un campeonato del mundo de pesos welter por la NWA.
De ídolo deportivo pasó a protagonizar historietas fotonoveladas, confeccionadas a partir de fotografías del luchador, gracias al dibujante y guionista José Guadalupe Cruz, quien añade a la figura de Santo caracteres de superhéroe. Tras la publicación de la primera historieta en 1952 su éxito se dispara. Todo estaba preparado para su debut en el cine ese mismo año con El Enmascarado de Plata, según un argumento del propio Cruz; pero, por motivos poco claros, éste no se produce hasta seis años después, en Cuba. Para entonces Rodolfo Guzmán ya rebasa la edad de cuarenta y en esos filmes, por otra parte bastante discretos, aún no asume su verdadero protagonismo. Tres años después, desde su tierra natal, se reinicia despega ya definitivamente una de las mayores sagas de la cinematográfia mejicana con un total de 52 títulos, lo que convierte a Santo en un icono tan popular en México como Tin Tan, Pedro Infante, Mario Moreno Cantinflas o la Virgen de Guadalupe. Repasemos, por tanto, algunos de los títulos más relevantes de esta saga. Eso sí, siempre desde sus modestos presupuestos, con del más puro sabor de la serie B.
1. El cerebro del mal (1958)
La saga cinematográfica de Santo la inician dos películas rodadas de forma simultánea en Cuba, gracias al interés puesto por Fernando Osés, guionista de las mismas, quien convence a nuestro luchador para participar en ellas.
El protagonista del primero de los títulos es un científico demente al que, fatalmente y como no podía ser de otra forma, su ambición le conduce a la muerte a manos de la policía. En las primeras escenas Santo queda fuera de combate y su voluntad a merced del doctor Campos (interpretado de forma solvente por Joaquín Cordero) y sus secuaces, al inyectarle un suero que anula su voluntad. Bajo sus efectos y mediante el secuestro de banqueros y científicos, la banda consigue hacerse con dinero y fórmulas secretas, las cuales el doctor negocia vender a potencias extranjeras.
Otro luchador enmascarado enviado por la policía, el Incógnito, interpretado por el propio Osés, descubre el trasfondo que se oculta en el laboratorio y, tras reducir a Santo, le suministra un antídoto que le devuelve su voluntad. Ambos enmascarados se unen entonces para enfrentarse al doctor Campos y sus sicarios; aunque, finalmente, es la policía quien resuelve la situación.
Para ser el debut del personaje se ve que los productores y el propio director, Joselito Rodríguez, todavía no tenían muy claro que el ídolo de los cuadriláteros pudiese ser la estrella también en la pantalla. Digamos que se nota cierta improvisación en el guión, que estaría diseñado, en un principio, para el lucimiento de Joaquín Cordero y el propio Oses. De hecho, Santo habla poco y permanece medio sonado durante todo el filme. Su papel queda poco definido. De hecho solo se le nombra como «el enmascarado» mientras que el propio Oses es citado de Incógnito y aparece como un enviado especial de la policía con una misión clara que llevar a cabo. Tampoco vemos combates sobre el ring. En su lugar asistimos a una interesante pelea en el laboratorio del doctor Campos entre los dos enmascarados y a un par de números musicales. Sin embargo, cuando la película se estrena en México, años después, aparece en los carteles empuñando un arma, cosa que no ocurre en ningún momento durante la cinta y se añade su nombre al título de los mismos, Santo contra "cerebro del mal". Suponemos que para satisfacer la creciente demanda popular del personaje.
Para el segundo título; Santo contra los hombres infernales, rodado con mayor improvisación, si cabe, que el anterior, Joaquín Cordero se quita el bigote y la perilla y hace de glamuroso agente secreto. Mientras mantiene una relación amorosa en la Cuba pre-castrista, se infiltra en una organización criminal dedicada al contrabando. Santo también aparece y desaparece (es realmente sorprendente ver al enmascarado salir del agua con sigilo y encaramarse por el malecón), acudiendo en su ayuda para desbaratar el gang.
Ambos filmes completan el metraje con material de relleno e incluso la repetición de alguna secuencia, en parte debido a las prisas con que tuvieron que terminar el rodaje. De hecho se ultima poco antes de la entrada de Castro en la Habana, lo que da a la cinta un valor añadido al poder contemplar la ciudad en los instantes finales del viejo régimen capitalista; con sus casinos, bancos, hoteles, bares, cabarets y restaurantes de la época.
En resumen, dos aventuras menores, con apariciones episódicas de Santo, que, sin embargo, testimonian la definitiva irrupción en el mundo del celuloide de un mito duradero.
2. Santo contra los zombies (1961)
Tres años después se rueda el primer filme de Santo en México que constituye el despegue definitivo de la leyenda cinematográfica de Santo. De hecho las secuencias iniciales retoman al personaje de donde verdaderamente había salido: los estadios de lucha libre. Así irrumpe al comienzo, sobre la lona, en un combate a parejas mientras se van sucediendo los créditos y finalizan con su salida a hombros tras defender el título de campeón de los pesos medios ante Black Shadow.
El film está razonablemente bien producido para la época. Y el laboratorio secreto, las catacumbas que albergan a los zombies y el pasadizo secreto que conduce a la mansión, a través de una escalera en espiral, le dan prestancia al film. Sin embargo, las secuencias alrededor del pancracio dejan un poco que desear ya que están rodadas en unos parcos decorados con el personal que trabaja en la película rellenando las primeras filas y, después, al colocarlas en el montaje final entre planos de la rugiente multitud del coliseo, filmadas en combate real, desentonan un poco. En producciones posteriores se generaliza la práctica de filmar combates reales, recogiendo el ambiente del público y los reporteros de la época, las cuales en algunos casos se utilzaban para completar su escaso metraje en cintas de poco presupuesto y rápido consumo.
Esta vez la dirección corre a cargo de Benito Alazraki, un director de cierto prestigio dentro del cine mexicano, quien, seis años antes, había debutado con el filme Raíces, premiado en Cannes, aunque luego su carrera fue derivando hacia productos más comerciales. Tiene buenos momentos pero se echa en falta mayor intensidad y cuidado tanto en el desarrollo de la trama, donde deja cabos sueltos, como en algunos gadget que funcionan de forma inexplicable. Hay detalles que un buen aficionado al cine de géneros no pasa por alto y a pesar de que el film trate con elementos fantásticos debe mantener una cierta coherencia entre lo que se narra y la forma de presentarlo. Por ejemplo, esos equipos de televisión que retransmiten en directo cualquier suceso que se le pida y lo hacen desde todos los ángulos, incluso captan a dos personas comunicándose por teléfono mediante plano y contraplano, todo ello de forma bastante inverosímil.
La trama arranca con el secuestro del profesor Sandoval denunciado por su hija Gloria, interpretada por Lorena Velázquez en su primera aparición en films de Santo. Acto seguido tres autómatas revientan la caja fuerte de una joyería y derriban al dueño y al primer retén de policía que acude al lugar sin que una lluvia de balas pueda detenerlos. (Por cierto se observa como las balas dejan orificio de entrada pero no de salida). Más tarde intentan llevarse los niños de un orfanato, pero hasta ahí podían llegar. Nuestro héroe, siempre vigilante (se supone que incluso a altas horas de la madrugada) ve la retrasmisión del secuestro por el monitor de televisión que tiene instalado en su residencia y en un abrir y cerrar de ojos aparece en lugar de los hechos para impedir el rapto. Esto del monitor forma parte del moderno y sofisticado equipo tecnológico con que cuenta nuestro héroe, que incluye también un descapotable de lujo para llegar a los lugares donde se le necesita antes de que la policía, con la que está permanentemente conectado, caliente motores.
Así que esto podría explicar la inesperada irrupción de Santo en la escena donde un par de zombis teledirigidos tratan ahora de raptar a la novia del comisario. Sin embargo no se explica por qué, a continuación, los zombis se volatilizan pulsando el cinturón que les mantiene conectados al laboratorio secreto donde el malvado doctor sigue la retransmisión de sus fechorías. Todo ello mediante un innovador equipo retro de televisión interactiva que le permite observar desde cualquier ángulo sus operaciones y dirigir a los autómatas por control remoto.
Para acabar con las intromisiones de Santo secuestran a su rival (Fernando Oses de nuevo, abajo en la foto) para zombificarlo y convertirlo en un arma letal sobre el ring. Por otro lado la policía la visita a un mafioso italiano que regenta un cabaret lo que sirve de excusa para contemplar una sugerente danza haitiana a cargo de una bella bailarina exótica. Más tarde aparece ahorcado el hampón y nos quedamos sin saber que relación mantenía con los causantes de los robos y secuestros.
Como vemos la historia y su tratamiento nos conectan directamente con los viejos seriales a base de autómatas, pasadizos ocultos, laboratorios secretos, encapuchados, policías y ladrones, junto a una selección de bellas mujeres destinadas a caer en las redes de estos sabios diabólicos. Frente a todo ello un protagonista de una sola pieza, siempre vestido de blanco, con botas, malla y capucha todo el tiempo, que se envuelve en una capa oscura con dibujos plateados al salir de noche. Compagina su profesión sobre el cuadrilátero, con la de estrecho colaborador de la policía y las fuerzas del orden. «Una leyenda, una quimera, encarnación del bien y la justicia. Ese es el Santo», comenta el comisario jefe en el instante final en que nuestro héroe se aleja con paso firme una vez cumplida su misión.
Este film es de los pocos que se doblan en inglés dando a conocer al personaje, fuera de México, con los nombres de Samson o Superman. En España se estrena pasado algún tiempo y a partir de entonces van llegando a nuestros cines, de forma regular, un buen número de títulos.
Inmediatamente después, en ese mismo año de 1961, se ruedan en los estudios America, bajo las órdenes de Federico Curiel, otras tres entretenidas películas, facturadas a modo de episodios (de esta forma era más fácil y económico obtener licencia de rodaje) y protagonizadas por Fernando Casanova, Ana Bertha Lepe y Beto «el boticario». En ellas Santo aparece, ya bien entrada la cinta, sin dar muchas explicaciones (ya sabemos que nuestro hombre es parco en palabras), para enfrentarse, sin vacilar, a los villanos de turno. Por este orden: Santo contra el rey del crimen, después Santo en el hotel de la muerte y, por último, Santo contra el cerebro diabólico.
3. Santo contra las mujeres vampiro (1962)
El séptimo título de la saga es quizá el más aclamado por críticos y espectadores de medio mundo ya que suele ser cita ineludible en cualquier retrospectiva de Santo o del fantástico mexicano en general. Y, la verdad, reúne sus méritos.
Para empezar las mujeres vampiro del título son hermosas y seductoras y es comprensible que quieran perpetuar la especie; pero el problema es que es a costa, como todos sabemos, de la sangre de los otros. Sin embargo a nuestro héroe no le temblará el pulso a la hora de meterles fuego en sus ataúdes.
Todo ello se cuenta de una forma lineal con secuencias de probado efectismo. La inicial, por ejemplo, con el despertar de las vampiras remite al mejor cine de terror de la Universal, mediante una adecuada ambientación de la cripta, con los ataúdes, las antorchas, el trono y el sugerente baile de disfraces con la aparición de la mujer vampiro, quien hipnotiza al novio de la sufrida heroína y lo seduce irremediablemente. También rezuma ambiente el cabaret con el cantante de boleros y la elegante mansión del profesor y su hija. Se tratan de escenarios elegidos por las vampiras para intentar el rapto de la heroína, Diana (María Duval). Su desafortunado destino está escrito en los viejos pergaminos que su padre trata de descifrar y que le señalan (lo lleva tatuado en el hombro) como sucesora del trono de la estirpe vampírica.
Santo, que en otra época ya las había combatido (bueno, un antepasado suyo), en su nueva reencarnación tiene que emplearse a fondo para volver a ponerlas en su sitio y desbaratar sus planes ya que la policía, a pesar del despliegue de medios, se muestra ineficaz.
En Corona Blake, director de la cinta, descubrimos a un cineasta sólido, cuidadoso con las formas, los ambientes y las caracterizaciones, respetuoso con las reglas del género y hábil narrador de historias, a las que normalmente dota de sello propio. Cuenta con otros títulos reseñables dentro del fantástico mexicano como son El mundo de los vampiros y La mujer y la bestia.
4. Santo en el museo de cera (1963)
Segunda y última incursión de Corona Blake en la saga y otro de los títulos destacables en la filmografía del personaje. Para algunos quizás sea su mejor película, ya que, partiendo de una relectura del clásico de la Universal Los crímenes del museo de cera, añade contundencia e incluso ciertas dosis de sadismo al personaje de Santo de manera insólita. Está filmado con corrección y, aunque la historia inicial del museo de cera no es nueva, añade algunos elementos de interés, como las secuencias del laboratorio del doctor Karol, (de la misma escuela que colega Mengele) y sus despiadados experimentos con seres humanos, para terminar derivando hacia terrenos cercanos a La isla del doctor Moreau, algo que ya anticipaba, por otra parte, la magnífica Ladrón de cadáveres de Fernando Méndez.
Nuestro héroe, como en él es habitual, se muestra parco en palabras y solo aparece cuando se le necesita, aparte de acudir a sus obligadas citas previstas con el cuadrilátero para mantener al día su agenda profesional. Fuera del ring se enfunda su capa oscura, con dibujos plateados, y ocupa su tiempo colaborando con la policía y también algún científico, como el profesor Galván, comunicandose a través de videocámaras. Dispone de un magnífico apartamento equipado con la última tecnología, retrofuturismo del más puro estilo camp, y ahora se desplaza en un Mercedes blanco descapotable.
El reparto encabezado por Claudio Brook en el papel del siniestro y a la par elegante doctor Karol es solvente. Y no pueden faltar las chicas en peligro, Roxana Bellini y Norma Mora para la ocasión, ni nuestro paisano Fernando Osés en su papel habitual de esbirro al que, después de muchas peleas, termina Santo arrojándolo a una caldera hirviente. En el apartado de luchadores aparecen los míticos Cavernario Galindo, el más legendario de los rudos, y el sevillano Beni Galán (aunque en la película es presentado como luchador francés), que andaba por esa época «haciendo las américas». Todos los aspectos técnicos, fotografía, música, vestuario, escenografía, están muy cuidados, como es habitual en Corona Blake, así como los encuadres de cámara donde destacan algunos contrapicados y planos secuencia, manteniendo, en todo momento, una adecuada ambientación y una solvente fotografía en blanco y negro.
5. El espectro del estrangulador (1963)
No esta exento de cierto encanto este trasunto de El fantasma de la opera. El filme entra en acción sin más preámbulos, solo con los interludios de los combates de rigor (el metraje incluye todo lo grabado de la pelea real, con la máscara en juego, contra El Espanto) y adobado, esta vez, con una sucesión de variados números musicales. El estrangulador redivivo, secuela de Santo contra el estrangulador, es un maestro del disfraz. Para esta ocasión en lugar de un teatro de ópera se infiltra en un teatro de variedades donde escoge a sus víctimas entre el desfile de beldades, que actúan en la revista y cantantes de diferentes estilos. Su risa sardónica pone el contrapunto feroz a una sucesión de canciones bellamente coreografiadas.
La trama es pura narrativa pulp, heredera directa del telefilme norteamericano de los años 50. Como novedad el asumido rol de Santo en estrecha colaboración de la policía se ve incrementado con un mayor presupuesto en los recursos tecnológicos de su apartamento, cada vez más lleno de aparatos y gadgets, como es el caso de un práctico reloj de pulsera que lleva teléfono móvil incorporado.
Asumiendo sin complejos los presupuestos del género, René Cardona factura una eficaz película que con el paso del tiempo deja un regusto deliciosamente kistch. Por cierto, junto a la que comentamos a continuación, es una de las preferidas del cineasta Guillermo del Toro.
6. Santo contra la invasión de los marcianos (1966)
Exitosa recreación de la ciencia ficción más retro (en todos los sentidos), que narra la fallida invasión de México DF por cuatro parejas de marcianos, además del piloto.
Comandados por Argos (Wolf Ruvinkis), van Eduardo Bonada, Ham Lee y nuestro Benito Galán, enfundados en unos rutilantes trajes plateados de lo más hortera con pelucas rubias, (que por cierto deben estar pegadas al casco que porta el ojo desintegrador, ya que éstas desaparecen cuando se lo quitan) al lado de las estupendas Maura Monti, Belinda Corell, Eva Norvin y Gilda Miros, todas ellas en plan vedettes.
Desde el espacio interrumpen toda programación televisiva para emitir su mensaje de desarme nuclear; pero como el personal no los toma en serio, deciden dar un escarmiento y se plantan en México desintegrando a los espectadores de un campo de deportes. Eso sí, los hacen desaparecer sin más, de forma incruenta. (Hay que tener en cuenta que es una película para todos los públicos). Nada más verlo Santo, que casualmente andaba por allí ejerciendo de monitor deportivo con un grupo de niños, le da un trompazo a uno de ellos, que se quita de en medio accionando su cinturón tele-transportador.
A pesar del poderío inicial que exhiben los marcianos se tropiezan una y otra vez con nuestro héroe que, con la ayuda del profesor Odorica, empieza a darse cuenta de cómo funcionan. Los marcianos se tienen que tomar unas píldoras, cada cierto tiempo, para aguantar el oxígeno terrestre ya que parece no les sienta demasiado bien (¿será por culpa de la contaminación medioambiental?). Además se percata del truco del cinturón que usan para quitarse de en medio cuando se ven apurados. Aunque pelean como profesionales de la lucha, sobretodo Hércules, nuestro Benito Galán, (que además es el único que lleva pelo en el pecho), no pueden nunca con Santo y terminan muy picados con él. Sin embargo, deciden que lo quieren coger vivo para llevárselo a su planeta, someterlo a experimentos y después matarlo.
Tras el infructuoso intento de los aguerridos alienígenas, entran en acción las féminas marcianas llevando para la nave a un buen número de incautos (memorable escena en la que suplantan a unas bailarinas y se marcan su número de revista al ritmo del Rock del Timbal (por el Quinteto Maravillas). Argos, no obstante, se muestra un tanto escéptico con el éxito de las chicas: «No me explico que pueden ver los terrícolas con semejante apariencia». (Quizás una atenta mirada a las fotos pudiera aclarar ese misterio). También tratan de hipnotizar a Santo, quien por un momento parece confundido y se queda sin máscara delante de las marcianas; pero, por fortuna, reacciona a tiempo de salvaguardar el honor (que es también, no nos olvidemos, el de todo el pueblo mexicano). Luego, despechadas, inducen a dos brutos en un gimnasio a pegarle una paliza a Santo.
De nada les sirven todas sus estratagemas porque al final nuestro héroe da con el platillo, gracias a un localizador inventado por el profesor Odorica, libera al personal que habían capturado para llevarse a Marte y, de remate, se vuelve a la nave a darle a la palanca que tienen preparada los propios marcianos para hacerla explotar. (No se sabe muy bien a quien se le ocurrió la idea de instalar una palanca tan peligrosa en la nave). No obstante, cuando va a ejecutar esta última acción Ordorica le pide a Santo que no lo haga ya que así se podrían estudiar los adelantos y las maravillas científicas que contiene el platillo, a lo que nuestro héroe responde, con firmeza, que la humanidad no está preparada para avanzar 500 años de golpe. Reveladora conclusión.
El guión (merecedor de un estudio antropológico) se debe, una vez más, a la pluma de García Travesí. La dirección corre a cargo de Alfredo B. Crevenna, prolífico realizador, (con más de 140 títulos), nacido en Alemania, que emigra en 1938, huyendo de los nazis y se abona a todo tipo de géneros en el cine mexicano. El nivel actoral es totalmente plano y los efectos especiales, de pacotilla. (Cuando el platillo aterriza parece que han dejado caer en el suelo una fiambrera). Contiene material de otras películas y/o documentales (por otro lado práctica habitual en el cine fantástico de la época); pero no importa.
Se trata, en resumen, de un film simpático por la desarmante ingenuidad de la historia, su estética camp y su desinhibida puesta en escena. Hay quien lo considera un clásico del cine psicotrónico. En fin, si no nos ponemos muy exigentes, el buen rato está asegurado.
Con su primer film en color la saga toma un giro argumental diferente y se apunta sin complejos a la moda del cine de espías, adoptando todos los tics del momento y presentando directamente a Santo y Jorge Rivero como agentes secretos. Desparecen los elementos de terror y fantasía para alinearse claramente en el estilo de esas películas según la moda impuesta por James Bond y similares durante la segunda mitad de los años 60.
La puesta al día de la saga no solo incluye el color sino también el concurso de bellas y peligrosas mujeres, con alguna escena de top less (espléndida Midori Nagashiro), que pueden disfrutarse en todas las versiones ya que ahora la serie parece orientada hacia un público adulto. (Mientras que las dobles versiones solo las conocemos por fotos). Asimismo aumenta la presencia de gadgets, incluyendo un coche deportivo con artilugios varios y una mayor sofisticación tecnológica. Todo ello redunda en una producción más ambiciosa que incluye el rodaje de escenas submarinas y persecuciones con coche y una avioneta.
Las escenas de lucha, en cambio, no están muy trabajadas. Sobre el ríng se nota el cambio con el doble de Jorge Rivero, quien se emplea más a fondo en el papel de galán seductor, quedando Santo un poco en segundo plano aunque, cosa insólita, se permite algún diálogo donde bromea sobre su compañero y sobre su propia máscara. Incluso está a punto de quitársela, como quien no le da demasiada importancia, cuando una chica que se lo pide, si bien, justo en ese momento, reciben un aviso del cuartel general y da marcha atrás, quitándose de encima a las chicas con las que ambos compartían momentos de solaz entre unos decorados playeros que se habían montado en su residencia, para luego pasar en secreto a un local contiguo equipado con la más sofisticada tecnología.
Una superbanda internacional pretende sembrar el caos en las economías sudamericanas en su plan de controlar el mundo. Para ello dan el cambiazo a las planchas originales de la Banca Nacional para inundar el mercado de billetes auténticos mediante la compra de propiedades o las apuestas deportivas, al tiempo que tratan de eliminar a los agentes de la Interpol que investigan la trama.
Como la amenaza parece venir de Oriente, nos encontramos con un tipo sádico de ojos rasgados, que hace las veces de lugarteniente de la jefa del comando en Iberoamérica, quien no es otra que la escultural Elizabeth Campbell, después de haber formado equipo en una serie de títulos protagonizados por Las Luchadoras. (Véase el capítulo dedicado a esta saga). Ahora, al servicio de esta organización, no duda en ordenar la ejecución de sus hombres cuando no cumplen sus instrucciones o tratan de ir por su cuenta. Y, sin embargo, parece ceder ante el empuje y la gallardía de Jorge Rivero, ¿quién si no?.
Este actor, que no era luchador sino ingeniero químico y fisioculturista, había debutado tres años antes en El Asesino Invisible encarnando a un presunto competidor de Santo, el Enmascarado de Oro, con nulos resultados, por cierto. Quizás fuese porque se pasa casi toda la película luchado solo. (Al guionista se le ocurrió enfrentarlo a un rival que no se veía). Posteriormente Rivero hizo carrera en numerosas producciones estadounidenses y fue un galán muy popular en México a partir de entonces.
La secuela, El tesoro de Moctezuma, es más pintoresca. Santo se sube a una pirámide azteca en una cita trampa, y Jorge se lleva a un ligue a una corrida de toros. Más de media película se están deshaciendo de los malos, que tratan primero de quitarles una esmeralda con un microfilm oculto, que contiene el plano del tesoro de Moctezuma y después eliminarlos.
Al igual que la primera, tiene momentos desenfadados en tono de comedia y abundante acción. No está mal resuelta y el nivel de producción es aceptable, siempre dentro de su asumida modestia. En el apartado de chicas destacan la sensual Maura Monti, que hace de mala, y la estilizada Amedée Chabot, la chica buena que muere en brazos de su galán. Jorge Rivero, por supuesto. En la cinta anterior ya lo hacía Isabel Campbell quien, agonizante, le entregaba, en prueba de amor, la codiciada esmeralda, dejando así un final abierto para su continuación.
Esta comienza con el intento de la descarada Maura Monti de camelarse a Jorge en su apartamento para apoderarse de la esmeralda. En las escenas finales contra la banda destaca el hecho de ver a Santo ya decididamente transformado en agente secreto, empuñando una pistola. Aunque algo más floja que Operación 67, esta película se deja ver mejor en programa doble junto a la otra.
Ambas cintas marcan una nueva orientación en la saga, que será explotada en sucesivos títulos, si bien se irán alternando estos con otros que reciclan, a colores eso sí, los mitos de terror y fantasía enfrentados (versus) a Santo, solo o en compañía de otros luchadores.
8. Santo en la venganza de las mujeres vampiro (1970)
Antes de nada conviene aclarar que no se trata de una secuela de Santo contra las mujeres vampiro.
Producida por Jorge García Besne, que también se encarga de los diálogos, desarrolla una historia del ubicuo Fernando Osés, quien también se reserva un pequeño papel en la cinta. La dirección corre a cargo de Federico Curiel, experto en películas de género (había rodado tres de Santo en 1961), el cual logra momentos convincentes, cinematográficamente hablando, en secuencias cargadas de atmósfera. Como las de la misa negra, el laboratorio, el night club o la comisaría, apoyadas en todo momento por una interesante fotografia en Eastmancolor, plagada de claroscuros, que proporciona el adecuado ambiente a una cinta especiada con buenas dosis de ironía, erotismo y violencia.
En general todo el apartado técnico está cuidado y el casting es el adecuado. Victor Junco es un magnífico científico sin escrúpulos y Gina Romand clava su papel como la cruel condesa Mayra, reina de una casta de vampiros que fueron exterminados por un antepasado de Santo y busca ahora vengarse de él por todos los medios, además de perpetuar su casta.
Las secuencias de una especie de misa negra consiguen recrear de forma convincente la atmosfera malsana, de culto demoniaco, impregnado de sensualidad. Hay momentos de seducción, raptos y algún toque lésbico en busca de la sangre fresca necesaria para reclutar acólitos.
Cuando Santo le habla de forma intencionada al teniente Robles de vampiros, éste le contesta, descreído, que eso es una superstición. Precisamente interpreta el papel del teniente, Aldo Monti (en la foto inferior derecha), el actor que encarna al conde Drácula en las películas de Santo. (Véase El tesoro de Drácula o la que a continuación comentamos).
La acción avanza en dos direcciones: la de captación de adeptos para la causa de la condesa, lanzándose al cuello de la gente, y la del secuestro de personas para los sádicos experimentos del doctor Brancov, llevado a cabo por sus esbirros. Por medio se entromete la chica del teniente que hace de periodista. Buena parte de la trama transcurre en un garito, La Muralla, especie de night club con gogos sexys, luces de colores y música de ambiente psicodélico, donde suele ir gente peligrosa, hampones y otros vampiros de la noche.
Y nuestro héroe actúa en todo momento con contundencia, como se espera de él, pero también con intuición y mano izquierda, lo que no es muy habitual en muchas de sus películas. Incluso toma precauciones y espera su momento para actuar. Las peleas, breves y rotundas, están plenamente insertadas en el relato y rodadas desde varios ángulos de cámara, con una planificación más trabajada de lo habitual. En definitiva una cinta competente y bien resuelta.
9. Santo y Blue Demon contra Drácula y el hombre lobo (1972)
Segundo título, de cuatro, rodado, con cierto esmero, por Miguel M. Delgado. En los otros, el director habitual de las películas de Cantinflas, enfrenta a Santo contra la Llorona, Frankestein, e incluso contra la hija de Frankestein.
Se trata de un film deliciosamente bizarro. El tono de la película, por momentos, remite a la serie televisiva de Batman. La música incidental, con toques jazzísticos, entronca con la comedia de misterio. Facturado como film apto para todos los públicos tiene momentos que parecen recrear una especie de cuento cruel. Partiendo de lugares comunes en el cine de terror consigue una mixtura curiosa.
Para empezar asistimos al rapto y sacrificio del profesor Cristaldi, mediante degollamiento, confirmando así, con su sangre, todos sus temores previos de dar vida a Drácula (igual que ocurría en los filmes británicos de Terence Fisher), y también al hombre lobo. Antes Santo había sido convocado por su novia, Lina, en la casa de su prima Laura donde su padre, el infortunado profesor Cristaldi, le había explicado la amenaza que se cernía sobre su familia, descendientes de un alquimista, que en el pasado había dado muerte a la estirpe de Drácula y la del hombre lobo.
Cuando Santo conoce su desaparición pide ayuda a Blue Demon y ambos se quedan en la casa para proteger a las mujeres. Estos montan guardia jugando una interminable partida de ajedrez o consultando libros sin percatarse de las ventanas abiertas ni de las idas y venidas de vampiros por la casa. Entretanto, el hombre lobo transmutado en galán, Rufus Rex, seduce y rapta a la hija de profesor para entregarla al conde, ya mordida. Después otro vampiro se tira al cuello de la criada, reclutándola así para la causa, y por último se llevan a la niña al caserón de Drácula mientras la novia de Santo sale también a dar una vuelta por el jardín, hipnotizada por el mismísimo conde. Mientras tanto Blue Demon es hecho prisionero al salir corriendo detrás de ella.
Cuando Santo se entera, se dirige a la casona, libera a Blue Demon y acaba con todos los monstruos arrojándolos a un pozo sembrado de estacas; pero claro, el mal ya estaba hecho (casi todo). Se vuelve a casa con su novia y la niña de los Cristaldi y termina la película leyéndole a ésta el cuento de Caperucita Roja, dando a todo el relato un tono ligero de perverso cuento infantil.
Pero aún queda un bono extra: pelea a dúo (en estudio, sobre fondo azul y con locución), de Santo y Blue Demon contra el Angel Blanco y Renato el Hippie. De esta forma se presentan al principio de la cinta ambos enmascarados. A cada uno le corresponde un combate individual, por orden de llegada, rodado de la misma forma, solo cambiando el color de fondo, lo que acentúa la sensación de filme fantástico al que asistimos.
La película abunda en momentos simpáticos y pintorescos. Santo manda varias veces a su novia, que se pasa toda la película en minishort o minifalda, a su casa o a cuidar de la niña (su sobrina), cada vez que acecha algún peligro. Sin embargo ella, que es mujer independiente y decidida, no le hace caso e interviene en un par de ocasiones para sacar del apuro a Santo. Sin embargo cuando a ella la ronda el conde Drácula y, con su hipnótica mirada, la lleva camino a la perdición, para morderle el cuello y hacerla su esclava, Santo es el último en enterarse. Las secuencias en que Santo está ajeno y ella sigue al conde a través del jardín, al igual que la seducción de Laura por el hombre lobo tienen su morbo y dan que pensar. Luego la hija de Laura es llevada a la casona por la criada vampirizada y ve a abuelo hecho un zombi, con el cuello ensangrentado, y a su madre vampirizada, vestida de tules rojos. Al final duermen a la niña contándole un cuento y Lina se pregunta: ¿Qué le diremos a la niña cuando se despierte?. "Que todo ha sido un sueño, una pesadilla", contestan los enmascarados.
La interpretación de los enmascarados es totalmente plana y los doblajes suenan familiares, como los de las series americanas de la época, (Bonanza, Mannix, El Virginiano...) En un momento de tensión Blue Demon justifica la parquedad habitual de sus diálogos diciéndole a Santo: «Cuando hablas más de diez palabras juntas se que estás preocupado». En cambio el Drácula de Aldo Monti está sembrado. Y su seguro servidor, como no podía ser de otra forma se presenta jorobado y con una cicatriz en la cara. Además es el único contra el que se emplea la daga mágica (que en principio solo servía para matar seres sobrenaturales como vampiros u hombres lobo), justificándolo el infausto jorobado con esta resignada sentencia: «He cometido tantos crímenes que ya no soy humano». Bien. Hay más personajes: un gang contratado por el jorobado y la horda de hombres lobo y vampiros, que escapan o desaparecen, unos, y son puestos a buen recaudo por la policía, otros, dejando aparte los que mueren a manos del duo protagonista.
La fotografía está bien, todo muy iluminado. No hay un ambiente especialmente tenebroso en las cavernas, donde los decorados se nota que son de cartón piedra. Pero, con todo, se ofrece un plato bien condimentado para los seguidores de Santo y del cine fantástico, en su modalidad de serie B, en general.
10. Santo contra el doctor Muerte (1973)
Posiblemente sea la película en color de Santo con mejor acabado y de las pocas que fue doblada al inglés en su momento, disfrutando de una buena distribución internacional.
Una cinta realizada en España por Rafael Romero Marchent, con guión del propio director, hermano de Joaquín Luis y de Cesar. Este último forma pareja con Santo como agente de la Interpol. La banda sonora, del maestro García Segura, queda bastante bien, con ecos de John Barry y Henry Mancini en su tema principal y la trama arranca con un atentado contra el famoso cuadro de Velázquez «Los borrachos» mientras se exhibe en México.
Santo, aprovechando su estancia en España para celebrar unos combates, es designado para investigar el asunto, mientras el cuadro se restaura en el castillo (el de Seseña, para más señas) propiedad del doctor Mann. Sin embargo, los sótanos del castillo ocultan un laberinto plagado de trampas mortales y un laboratorio donde se procesan los cuadros originales para suplantarlos, utilizando para ello materia orgánica procedente de seres humanos.
El doctor Mann (Jorge Rigaud) es el pintor, restaurador y coleccionista de arte, que utiliza a sus modelos como conejillas de indias en su laboratorio secreto. Sórdido asunto bajo la fachada del arte que trata de investigar la agente Susan (Mirta Miller) haciéndose pasar por modelo. Es descubierta y hecha prisionera. Nuestros agentes entonces planean el asalto al castillo para descubrir el misterio. Todo ello está narrado con buen ritmo y las contundentes escenas de acción se desenvuelven en escenarios bien diseñados. La tensión se mantiene durante todo el metraje gracias a una buena ambientación y un montaje adecuado. En definitiva un competente filme de acción europeo con Santo ejerciendo de protagonista a la par que estrella invitada.
Este repaso a algunos de los momentos más celebrados de la filmografía de Santo no presupone que la restante sea desechable, ya que entre los títulos más desastrosos, técnicamente hablando, y precisamente por ello, nos encontramos para un eventual disfrute con algún que otro momento. Eso ocurre con las películas de monstruos que suelen provocar la risa, cuando no la carcajada, de modo involuntario, por supuesto, a causa de la desfachatez de la puesta en escena o la cutrez del engendro de turno. Suelen ser monstruos de saldo que parecen salidos de una antigua barraca de feria. Véase si no el dislate interpretativo, maquillaje, vestuario y efectos especiales de Santo y Blue Demon contra los monstruos para ilustrar lo que les digo. Pura serie Z, de lo más divertida. Otros filmes tienen su momento gracias a algún número musical, una pelea o alguna memorable salida de tono. Téngase en cuenta que el sistema de producción mexicano no daba para mucho y había que rodar normalmente en una o dos semanas, siendo frecuente simultanear el rodaje de varios filmes para aprovechar equipo técnico, actores y localizaciones. Solo las ganas o la pericia de alguno de los directores conseguía extraer buenos resultados de libretos hechos de forma apresurada, sin preocuparse demasiado de los diálogos ni de profundizar en alguna buena idea argumental. En definitiva, no disponiendo del tiempo suficiente para atar bien todos los cabos.
Por supuesto que los mitos clásicos del terror fueron un tema recurrente y de su explotación hay sobradas muestras, al igual que de los mitos autóctonos (La Llorona, las momias de Guanajuato). También se apunta la saga a la moda de las películas de agentes secretos o de intriga policiaca. Mientras se pudieran vender se seguían haciendo más pero llega un momento en que la fórmula, por puro agotamiento, ya no funciona. A mediados de los 70 comienzan a cambiar los gustos del público y a desarrollarse otros personajes que desplaza este tipo de cine destinado no a un público refinado ni a élites culturales sino a las clases populares que abarrotan los cines de barrio aunque curiosamente en la actualidad asistimos al fenómeno inverso, ya que con el paso del tiempo alguno de esos títulos se han llegado a convirtir en cine de culto gracias a su pase por festivales europeos, la compra de películas para su pase televisivo, sobretodo en EEUU, y, por último, a la decisiva conversión al formato del video casero, ahora en DVD.
Hay países donde el personaje consigue mayor aceptación como ocurre con los del Oriente Próximo y lugares donde la lucha tiene más tradición. Así ocurre, por ejemplo, en Líbano donde lo reciben como propio, inventándose un pasado ficticio. Incluso aparece en la cinematografía turca, que plagia sin rubor películas y personajes de cualquier país, como es el caso de 3 Dev Adam, endonde la policía de Estambul pide la ayuda de Santo y el Capitán América para luchar contra la banda de Spiderman, que resulta que ahora se dedica al tráfico de antigüedades y billetes falsos y se ha convertido, sin decirnos por qué, en un sádico criminal sin escrúpulos. Se trata de un film bizarro donde los haya montado a base de luchas cutres, escenas gore, bailarinas de striptease y despropósitos varios. En fin, solo apta para cinéfagos curtidos. En la saga original de Santo también podemos citar otros cruces genéricos, igualmente bizarros, como Santo contra los jinetes del terror, con ambiente western y Santo contra los cazadores de cabezas, en plan aventuras, además de algún que otro título realizado expresamente para el público infantil, como Santo contra Capulina.
También hay un intento de dotar de cierta leyenda al personaje y aproximarlo al superhéroe de las historietas en El hacha diabólica, al igual que ocurría con The Phantom, el Hombre Enmascarado, mediante la maldición que pesa sobre un antepasado suyo que se remonta al siglo XVII. Así que nuestro héroe se coloca el casco en una especie de silla electrificada, que hace las veces de máquina del tiempo conectada a su cerebro, y, de pronto, dando un salto espacio temporal hacia la época colonial, asistimos a un duelo de capa y espada entre dos embozados por el amor de doña Isabel (Lorena Velázquez). El embozado negro no es otro que Oses, quien resulta herido por el embozado blanco y acto seguido pacta con el maligno (una especie de gato disecado con alas de murciélago) la venta de su alma por riquezas y poder a condición de portar la negra capucha. Para celebrar su recién adquirido poder se da un festín con vino abundante y mujeres fáciles y luego rapta a Isabel y la encadena por no acceder a sus deseos. Tras otro tropiezo con el antepasado de Santo interviene la Inquisición, que lo manda a la hoguera con el capuchón puesto. Craso error, ya que se convierte en murciélago y echa a volar, jurando venganza. Y es ese ser diabólico ahora quien se le aparece en el ring a Santo lanzándole el hacha en una espectacular secuencia. Pero, volviendo atrás en el tiempo, sabemos que el antepasado de Santo acude a un ermitaño que le da una máscara con poderes para vencer esa maldición y hacer siempre el bien y la justicia. Esa máscara será la misma que porte Santo tres siglos después. El filme tiene algunas localizaciones acertadas, pero no termina de aprovechar todo el potencial fantástico y terrorífico del argumento, sobre todo por una realización y producción insuficientes.
Para abaratar costes se habían rodado dos películas consecutivas. La otra, Atacan las brujas, parte de un argumento más trillado, una variante de Las mujeres vampiro, a cargo de Fernándo Osés y García Travesí. Contiene como material de relleno secuencias de una película de terror inglesa pero también alguna que otra memorable escena de humor involuntario. Impagable el intento de seducción de la maciza (pero bastante bruja) Lorena Velázquez y la entereza del protagonista, que huye pegando una patada en la puerta al darse cuenta de sus lúbricas intenciones. «Estoy siendo objeto de una seducción diabólica», exclama.
Bien avanzada la década de los 70 se plantea el cierre de la saga ante la competencia de otro tipo de cine y de personajes, que gozaban ya del favor de las clases populares[6]. Para ello se decide reunir a las mayores figuras del ring, Santo, Blue Demon y Mil Máscaras, en El misterio de las Bermudas. Sin embargo todo quedó en una realización bastante pedestre, que no hace justicia a la categoría de los personajes ni a la calidad de los luchadores. No era la primera reunión (ya se había hecho con gran éxito de público, aunque resultados discutibles, en Las momias de Guanajuato), pero sí la última. Al menos eso se pretendía cuando al final del filme los tres embarcan y desaparecen como en una especie de abducción extraterrestre para, a continuación, asistir al estallido de una bomba atómica.
Sin embargo, aunque la lucha y el cine de luchadores atravesaba horas bajas a finales de los 70, Santo todavía participa en varios títulos más e incluso le da la alternativa a su hijo en Chanoc y el hijo del Santo contra los vampiros asesinos, en una especie de traspaso de poderes simbólico. Finalmente se retira tras rodar un par de títulos, acompañado de Tinieblas González, a comienzos de los 80, de escasa repercusión. Fue el final de su carrera tanto en la pantalla como en los pancracios.
Se había casado por segunda vez y tenido otro hijo, el undécimo. En sus últimos años actuaba en teatros de variedades y en televisión, donde de forma inesperada, llega a quitarse la máscara durante unos segundos para mostrar su rostro. Fue un presagio. Pocos días después fallece de un ataque al corazón, el 5 de Febrero de 1984 y es enterrado con la máscara entre una multitud que le aclama como uno de los más grandes mitos nacido en su tierra.
FILMOGRAFIA DE SANTO
01. Santo contra el Cerebro del Mal (1958) Joselito Rodríguez
02. Santo contra los hombres infernales (1958) Joselito Rodríguez
03. Santo contra los zombies (1961) Benito Alazraki
04. Santo contra el Rey del Crimen (1961) Federico Curiel
05. Santo en el hotel de la muerte (1961) Federico Curiel
06. Santo contra el cerebro diabólico (1961) Federico Curiel
07. Santo vs. las mujeres vampiro (1962) Alfonso Corona Blake
08. Santo en el museo de cera (1963) Alfonso Corona Blake
09. Santo vs. El estrangulador (1963) René Cardona
10. Santo contra el espectro/ El espectro del estrangulador (1963) René Cardona
11. Blue Demon contra el poder satánico (1964) Chano Urueta
12. El hacha diabólica (1964) José Díaz Morales
13. Atacan las brujas (1964) José Díaz Morales
14. Profanadores de tumbas (Los traficantes de la muerte) (1965) José Díaz Morales
15. El barón Brákola (1965) José Díaz Morales
16. Santo contra la invasión de los marcianos (1966) Alfredo B. Crevenna
17. Santo el Enmascarado de Plata vs. los villanos del ring (1966) Alfredo B. Crevenna
18. Operación 67 (1966) René Cardona y René Cardona Jr.
19. El tesoro de Moctezuma (1966) René Cardona y René Cardona Jr.
20. Santo en el tesoro de Drácula (El tesoro de Drácula) (1968) René Cardona
21. Santo contra Capulina (1968) René Cardona
22. Santo contra Blue Demon en la Atlántida (1969) Julián Soler
23. Santo y Blue Demon contra los monstruos (1969) Gilberto Martínez Solares
24. El mundo de los muertos (1969) Gilberto Martínez Solares
25. Santo vs. los cazadores de cabezas (1969) René Cardona
26. Santo frente a la muerte (1969) Enrique Eguiluz/ Fernando Orozco
27. Santo contra los jinetes del terror (1970) René Cardona
28. Santo en la venganza de las mujeres vampiro (1970) Federico Curiel
29. Santo vs. la mafia del vicio (1970) Federico Curiel
30. Santo en la venganza de la momia (1970) Rene Cardona
31. Las momias de Guanajuato (1970) Federico Curiel
32. Misión secreta en el Caribe/ Santo en el misterio de la perla negra (1971) Enrique Eguiluz/ Fernando Orozco
33. Santo vs. la hija de Frankenstein (1971) Miguel M. Delgado
34. Santo contra los asesinos de otros mundos (1971) Rubén Galindo
35. Santo y el Aguila real/ Santo y la Tigresa(1971) Alfredo B. Crevenna
36. Misión suicida (1971) Federico Curiel
37. Santo contra los secuestradores (1972) Federico Curiel
38. Santo contra la magia negra (1972) Alfredo B. Crevenna
39. Las bestias del terror (1972) Alfredo B. Crevenna
41. Santo vs. las lobas (1972) Jaime Jiménez Pons y Rubén Galindo
42. Santo y Blue Demon vs Drácula y hombre lobo (1972) Miguel M. Delgado
43. Santo y Blue Demon contra el doctor Frankestein (1973) Miguel M. Delgado
44. Santo contra el doctor Muerte (1973) Rafael Romero Marchent
45. Santo y Mantequilla en La venganza de La Llorona (1974) Miguel M. Delgado
46. Santo en oro negro (1975) Federico Curiel
47. Misterio en las Bermudas (1977) Gilberto Martínez Solares
48. Santo en la frontera del terror (1979) Rafael Pérez Grovas
49. Santo contra el asesino de la TV. (1981) Rafael Pérez Grovas
50. Chanoc y el hijo del Santo vs. los vampiros asesinos (1981) Rafael Pérez Grovas
51. El puño de la muerte (1982) Alfredo B. Crevenna
52. La furia de los karatecas (1982) Alfredo B. Crevenna
III. LOS TEBEOS DE SANTO
Cuando ya había consolidado la fama sobre el cuadrilátero y comenzaba a ser un luchador legendario, el empresario José Guadalupe Cruz sella un acuerdo con Rodolfo Guzmán para producir una serie de historietas protagonizadas por Santo, llevadas a cabo mediante la novedosa técnica de collage y fotocomposición que venía perfeccionando desde 1943.
Así el 3 de Septiembre de 1952 se publica el primer número de Santo, dando inicio a su llamada Edad de Oro con el Volumen 1, a semejanza de la numeración norteamericana en sus series de superhéroes. Y la verdad es que tiene mucho que ver, sobretodo en sus comienzos, con alguno de ellos. Concretamente con el Hombre Enmascarado, «The Phantom», en quien parece inspirarse José G. Cruz para establecer los orígenes míticos del personaje.
En su primera aventura aparece el enmascarado auxiliando a unas personas indefensas en el barrio de Santa Cruz. Tras una lucha desigual con los delincuentes, a los que consigue detener, regresa a casa herido de muerte. En su agonía hace prometer a su hijo enfundarse la máscara y combatir el crimen. Transcurren dieciséis años y el nuevo Enmascarado de Plata cumple la promesa de su padre, capturando a sus asesinos en su primer acto de justicia como Santo. Ahí termina la primera historia y queda sembrada la leyenda.
En los primeros números se enfrenta con bandas organizadas o asesinos; pero pronto sus historias se pueblan de elementos mágicos y sobrenaturales: brujas, zombis, hombres lobo, sirenas, vampiros, sombras vivientes, monstruos lunares, hombres de barro e incluso la misma muerte. La historieta se montaba a base del tradicional «recorta y pega» de los personajes principales sobre fondos en gran parte dibujados. Los personajes de carácter fantástico, monstruos y animales salvajes eran también dibujados. Y el todo funciona de maravilla bajo un tono de color sepia, que da uniformidad a la imagen y potencia la narrativa gráfica.
Esta llamada Edad de Oro rebasa los 400 números, con portadas dibujadas a mano con frecuencia por el propio editor y llega hasta 1958, justo el momento en que Santo debuta en el cine. Sus páginas seguían una numeración consecutiva desde el primer número al siguiente. De este modo si el número 1 llega a las 32 páginas, el 2 empieza por la página 33 y así sucesivamente. De periodicidad semanal, pronto se ampliaría a dos números por semana. Gracias a la masiva aceptación popular del personaje las tiradas semanales llegar a superar de largo el millón de ejemplares.
La segunda época, o Volumen 2, arranca en 1960, alternando las portadas pintadas, la mayor parte por el propio Cruz, con otras, simplemente, con una foto de Santo. En este periodo aparecen y desaparecen una serie de personajes más o menos fijos, tanto del bando de los buenos como de los malos, que en unos casos parten de fotografías y en otros son dibujados, enriqueciendo de este modo las historias y dotando a las mismas de un imaginario propio de los tebeos difícil de trasladar a la gran pantalla en esos días, sobre todo por lo pobre y cutre de los medios que se empleaban, y que en papel impreso quedaban fantásticos.
En el bando de los malos encontramos a Tubek, un malhechor con poderes hipnóticos; Alí Gazah, mago gurú; Cahuatzin, jefe de una tribu rival de los aztecas; Kroto, científico asesino, Indo, jefe mafioso; Bad Luck, mujer ceniza que provoca desastres a su paso, el Pintor Vampiro o La Bruja, su mortal enemiga, a la que solía pintarse montada en una escoba. Como vemos abundan los elementos sacados del imaginario colectivo. De su lado estaban, como es lógico, el jefe de policía, Bobby, un chico protegido suyo, Ik, un enano salido del fondo de la Tierra y Argo, el hombre llegado de otro planeta. Tampoco faltan las más exóticas mujeres como Artea, reina del planeta que lleva su nombre, Kyra, la maga blanca, novia eterna de Santo, y Tunia la Sirena, su amor imposible.
Esta etapa dura hasta 1974, fecha en la que Santo decide abandonar la historieta, posiblemente por diferencias económicas, y José G. Cruz, que era el propietario de los derechos, decide sustituirlo por Héctor Pliego, concretamente a partir del número 698, un físico culturista al que coloca una S en la frente, un cinturón y un cuchillo, y vuelve a reimprimir las viejas historias colocando las fotos de Pliego encima durante un periodo más o menos de tres años, finalizando las mismas en 1977 con más de ochocientos números impresos.
Un año antes había comenzado la publicación en la editorial colombiana ICAVI de todas las aventuras de Santo protagonizadas por Héctor Pliego, gracias al acuerdo alcanzado con José G. Cruz, alternando ahora las fotos de Pliego con las portadas pintadas por Cruz. De formato similar al anterior solían terminar con el «continuará» de rigor, desarrollándose cada historia en unos 3 ó 4 números. Esta etapa; el Volumen 3, llega a los 196 números en ICAVI y luego la editora colombiana VORD prosigue la publicación hasta el número 286.
Finalmente en 1986, otra editorial colombiana, CINCO, especializada en reeditar historietas populares mejicanas emprende la publicación del Volumen 4 en formato comic book. Las portadas eran fotográficas, ya sin el logo de José G. Cruz, y en algunas de ellas se distingue a un actor diferente, posiblemente Jesús Gómez que venía de hacer la serie Juan sin Miedo de J. G. Cruz, bajo la máscara de Santo. Esta colección llegó a alcanzar el número 46.
Con un formato similar, 13 por 18 centímetros, se venían publicando desde 1965 recopilaciones de 258 páginas, que empezaban por el número 1 del Volumen 1, con una nueva maquetación de las viñetas, máximo de 2 ó 3 por página. Se llegaron a publicar un total de 415 libros con esas maravillosas portadas pintadas a mano. Solo en los últimos números se recurre a la foto para la portada.
Las historietas aumentaron y reforzaron la mítica y popularidad del personaje. Así, por ejemplo, los tebeos difundieron una leyenda sobre la máscara de Santo, la de que quien lograse arrancarla y ver su rostro, moriría inevitablemente. Por supuesto la fuerza de Santo en los tebeos es tan extraordinaria que le permite siempre enfrentarse con éxito a todo tipo de fieras, monstruos y criaturas salidas del Averno. Además era un tipo galáctico y en muchas aventuras se relacionaba con seres extraterrestres. Y también era un todoterreno. Se movía en moto y también por el aire, con un equipo propulsor de última generación: el sanjet.
Recientemente se han publicado otras historietas de Santo propiciadas por el Hijo de Santo, su legítimo heredero. Incluso se han impreso en los Estados Unidos, donde el personaje tiene muchos seguidores y no solo entre la población hispana. De ello dan fe los innumerables artículos tanto en papel como en soporte digital que elevan al personaje a un cierto estatus de culto. Santo Street fue pionera, pero hoy día abundan las páginas en Internet dedicadas al mismo. Evidentemente las antiguas historietas se cotizan al alza en el mercado de segunda mano. Además de México y Colombia también se publicaron en otros países vecinos, como Venezuela, siendo todo un fenómeno popular en su momento.
Siguiendo la estela de Santo, los más famosos enmascarados del cine mexicano también contaron con series de tebeos propia, como, por ejemplo, Huracán Ramírez o Neutrón. Además un nutrido grupo de luchadores y justicieros/as enmascarados desarrollaron las aventuras de protagonistas del cine y los cuadriláteros en los tebeos, y en otros casos, por el contrario, esos tebeos sirvieron de inspiración o motivo a luchadores y estrellas de la pantalla.
No solo de Santo vive el cine de luchadores mexicano. Su mayor competidor y segundo en importancia fílmica fue Blue Demon, quien además tuvo el honor de haberle vencido en un par de ocasiones, eso sí, sin la máscara en juego. Pero, ¿quién era este demonio azul?. Pues sencillamente una de las más grandes figuras de la lucha libre de todos los tiempos.
Le apodaban el «Manotas» y era más bien chaparro, aunque grande de pies y manos y con muchos arrestos. Alejandro Muñoz Moreno fue el quinto de 12 hermanos en una familia de campesinos de la Rinconada, Nuevo León. Dejó pronto la escuela para meterse en una banda de música y a los 12 años se fue a Monterrey con sus tíos a trabajar en los ferrocarriles, como abarrotero. Con 26 años debuta como profesional de la lucha libre en Laredo, Texas, venciendo fácilmente a su rival. Entonces es contratado para el Arena de Monterrey donde ya aparece con máscara bajo el nombre de Blue Demon dando inicio a una carrera ascendente que le lleva hasta el Arena Coliseo de ciudad de México. En ese lugar ante cerca de diez mil espectadores consigue el Campeonato Mundial Welter el 25 de septiembre de 1953 destronando en dos caídas a Santo, el Enmascarado de Plata.
Había empezado su carrera en el bando de los rudos y después formó una gran pareja con Black Shadow durante varios años. Los hermanos Shadow les llamaban a pesar de no tener lazos sanguíneos. Pero un día Santo retó a Black Shadow, le venció y luego reclamó la máscara de mala manera. Blue Demon estaba presente entre el público, saltó al pancracio y retó a Santo. Después ya sabemos lo qué pasó.
Una vez transcurridos diez años de ese suceso, Blue Demon inicia su carrera cinematográfica aunque antes había hecho un par de discretas apariciones en filmes de la empresa de Enrique Vergara, productor por aquel tiempo de las películas de Santo. Vergara decide contratar a Blue Demon cuando ya había cumplido los 42, para protagonizar una serie de filmes de acción y terror y tener así en nómina a otro gran luchador enmascarado.
En algunos foros destacan de su filmografía los tres títulos iniciales. Lo cierto es que desde 1964 hasta 1977 Blue Demon protagoniza un total de 25 películas de acción, terror y fantasía (termino en el que también podemos incluir la ciencia ficción practicada en México), compartiendo en nueve de esos filmes protagonismo con Santo. A pesar de formar un buen equipo en la pantalla, en la vida real nunca se llevaron demasiado bien. Digamos que siempre hubo cierto resquemor, o, por decirlo de otro modo, cierta rivalidad derivada de sus celos profesionales respectivos.
Se retiró del ring en 1988, a los 66 años, pero un año después, en Monterrey, le da al Rayo de Jalisco y al Matemático por retarlo, apostando además la máscara. Los venció a los dos y tuvieron que dar la cara para decir al poco tiempo adiós al cuadrilátero. El Demonio Azul nunca perdió su máscara. Fue un tipo católico, humilde y muy disciplinado. Falleció el 26 de Diciembre del año 2000.
FILMOGRAFIA DE BLUE DEMON
01. La furia del ring. Tito Davison 1961 (95’) b/n
02. Asesinos de la lucha libre. Manuel Muñoz 1962 (90’) b/n
03. Blue Demon, el Demonio Azul. Chano Urueta 1964 (90') b/n
04. Blue Demon contra el poder satánico. Chano Urueta 1964 (90’) b/n
05. Blue Demon en «La sombra del murciélago». Federico Curiel 1966
06. Blue Demon contra las arañas infernales. Federico Curiel 1966
07. Blue Demon contra los cerebros infernales. Chano Urueta 1966
08. Blue Demon contra las diabólicas. Chano Urueta 1966
09. Blue Demon, destructor de espías. Emilio Gómez Muriel 1967
10. Blue Demon en «Pasaporte a la muerte».Alfredo B. Crevenna 1967
11. Blue Demon y las invasoras/ Blue Demon y las seductoras. Gilberto Martínez Solares 1968
12. Santo y Blue Demon contra los monstruos. Gilberto Martínez Solares 1969
13. Santo y Blue Demon en el mundo de los muertos. Gilbert Martínez Solares 1969
14. Santo contra Blue Demon en La Atlantida. Julián Soler 1969
15. Los campeones justicieros. Federico Curiel 1970
16. Las momias de Guanajuato. Federico Curiel 1970
17. Zovek y Blue Demon en «La invasión de los muertos». René Cardona 1971 (85’)
18. Noche de muerte. René Cardona 1972 (84’)
19. La mafia amarilla. René Cardona 1972
20. Vuelven los campeones justicieros. Federico Curiel 1972
21. Las bestias del terror. Alfredo B. Crevenna 1972
22. Santo y Blue Demon contra Drácula y el hombre lobo. Miguel M. Delgado 1972
23. Santo y Blue Demon contra el Dr. Frankestein. Miguel M. Delgado 1973
24. El triunfo de los campeones justicieros. Rafael Lanuza 1973
25. El hijo de Alma Grande. Tito Novaro 1974
26. La mansión de las 7 momias. Rafael Lanuza 1975
27. Misterio en Las Bermudas. Gilberto Martínez Solares 1977
V. HURACAN RAMIREZ
La carrera de Huracán Ramírez fue inversa a la de Santo y Blue Demon. Si estos luchadores fueron llevados al cine (y a los cómics) tras su fama en los pancracios, el caso de Huracán Ramírez fue justamente el contrario. La inmensa popularidad del personaje creado en 1952 por el cineasta Joselito Rodríguez para la película Huracán Ramírez, reclamaba a alguien de probada categoría que encarnase con solvencia al personaje, tanto en las sucesivas entregas cinematográficas como en los circuitos de lucha libre.
El título inaugural de la saga desarrolla un melodrama en torno a u n joven luchador enmascarado cuya identidad trata de ocultar a su padre, un viejo luchador retirado que le quiere alejar de ese mundo, enviándolo a estudiar, sin conseguirlo. El personaje está interpretado por David Silva y bajo la máscara actúa el luchador español Eduardo Bonada, quien al calor del éxito de la película, un año después, debuta como Huracán en la Arena de México.
Después, en poco tiempo, será encarnado sucesivamente por otros luchadores (nuestro destajista Fernando Oses fue uno de ellos) hasta que se crea tal confusión que tiene que intervenir la Comisión de Lucha para decretar que, en adelante, solo uno podrá competir bajo ese nombre.
Llegado a ese punto los creadores del personaje decidieron que el luchador profesional que lo encarnara se debería distinguir por su agilidad y elegancia además de poseer un depurado estilo de lucha técnica. Es entonces cuando Joselito Rodríguez y todo su clan familiar, ceden los derechos de portar la máscara a un luchador excepcional, Daniel García Arteaga, quien debuta así en el regreso de este querido personaje a las pantallas de cine con El misterio de Huracán Ramírez diez años después. Y así será durante 35 años el único y verdadero Huracán Ramírez (siempre bajo la máscara) tanto en el cine como en los cuadriláteros.
Su identidad fue un secreto incluso para sus amigos. Las películas daban popularidad al luchador y las gestas del luchador aportaban un aura de leyenda al personaje. En esos filmes no era un superhéroe al uso, como Santo o Blue Demon, sino un héroe del pueblo que ayudaba a los oprimidos y a los más necesitados. Por ello a veces se tiene que enfrentar con gángsteres y más de un desaprensivo, fuera del encordado, y, sobre la lona, a un variado elenco de rudos luchadores; aunque, excepcionalmente, en La venganza de Huracán Ramírez, su adversario en el ring llega a convertirse, literalmente, en un monstruo. Este es el único título de la saga, a colores a partir de ahora, que desarrolla una trama con elementos de horror y ciencia ficción. En los demás la historia se repite un poco.
El hijo de Huracán intenta a su vez seguir sus pasos y así el protagonismo de David Silva se va diluyendo en favor de Pepito Romay, hijo del director Joselito Rodríguez, y hermano de Titina Romay, otra protagonista habitual en la saga, quien interpreta, por ejemplo, el papel de monjita negra en su quinta entrega.
El creador del personaje, Joselito Rodríguez, fue el primogénito de una de más célebres familias de la industria cinematográfica en México, inventor del sistema de grabación de cine sonoro con sonido óptico, con apenas 23 años. En los años 30 y parte de los 40 casi todas las películas hechas en México fueron sonorizadas por los hermanos Rodríguez. También fue pionero del documental mexicano. En 1940 fundó Películas Rodríguez Hermanos y realizó 33 largometrajes. Su hijo Juan, que ya había colaborado con él en el guión de Huracán Ramírez, prolonga la saga con tres títulos más.
En el último, Huracán Ramírez contra los terroristas, no cuenta con Daniel García (que ya pasaba de los sesenta y se había retirado poco antes) argumentando que el personaje era intemporal (como Tarzán o James Bond) y quería renovarlo. Este decide entonces quitarse públicamente la máscara y revelar la identidad de quien más trascendencia había dado al personaje a lo largo de su vida. De esa forma pone fin al secreto mejor guardado y propicia en parte el fracaso de la película. No hubo más.
El personaje, que había cambiado varias veces de cara, (interpretado por diferentes actores) bajo la máscara había tenido (al menos durante siete filmes) a una de las más grandes figuras de la lucha de todos los tiempos. Daniel García había nacido en ciudad de México en 1926, quinto de seis hermanos. Los tres mayores ya eran luchadores y él quiso seguir sus pasos aunque antes había practicado boxeo y patinaje. Pronto destaca como Chico García por su estilo de lucha rápida y espectacular. Se enmascaró para una gira en Colombia bajo el nombre de El Buitre Blanco. Ya en los años 50 Producciones Rodríguez le otorgan en exclusiva el derecho de explotar y dar vida al personaje de Huracán haciendo su debut en León, Guanajuato.
Durante más de 35 años la fama de Huracán Ramírez recorre el mundo entero consiguiendo varios hitos importantes. En 1963 protagoniza el primer combate, al menos en Hispanoamérica, entre luchador y boxeador, venciendo al Tigre Francés en Bogotá. Dos años después derrota a Karloff Lagarde en Cuernavaca y consigue el campeonato mundial welter, acumulando ese año 4 títulos a la vez. En 1968 en el Arena México, lleno hasta los topes, arranca la máscara de El Enfermero, Tony Camargo. Hizo giras por Japón, Estados Unidos, el Caribe, Centroamérica y Sudamérica. En muchos de estos lugares su estatus de luchador superaba al de cualquier otro, incluso a Santo. Sobre todo en Ecuador y Bolivia, de donde era su mujer. Tuvo una hija y tras su retirada triunfal en el Toreo de Cuatro Caminos, en 1988 ante quince mil espectadores, muchos quisieron hacer carrera con el personaje pero nadie lo consiguió.
Daniel era generoso y amigo de sus amigos. Seis años antes en un combate formando equipo con Santo, este sufrió un infarto y quedó desvanecido en el ring. La rápida acción del Huracán sacándolo a hombros hasta el vestuario le salvó la vida. Siempre mantuvo una gran amistad con Santo. Su hijo y Tinieblas le acompañaron en la despedida. Ganó muchas máscaras y nunca perdió la suya, manteniendo en secreto la identidad hasta en su círculo de amigos. Mediante una espectacular acrobacia creó su llave maestra, la legendaria «huracarrana», donde placaba con sus muslos el cuello del rival y se daba la vuelta entre sus piernas quedando encima de él, para obligarle así a rendirse.
En alguno de sus filmes aportó ideas para los guiones y tuvo su propia revista de fotohistorietas, Huracán Ramírez el invencible, de las que llegaron a tirarse más de 50.000 ejemplares a finales de los años 60. Su último triunfo lo consiguió venciendo su adicción al alcohol en la última etapa de su carrera. Su corazón se detuvo en noviembre del 2006. Daniel García fue el luchador que forjó la leyenda de Huracán Ramírez y extendió el mito más allá de sus fronteras.
FILMOGRAFÍA DE HURACAN RAMIREZ
1. Huracán Ramírez. Joselito Rodríguez 1952 (103’) b/n
2. El misterio de Huracán Ramírez. Joselito Rodríguez 1962 (86’) b/n
3. El hijo de Huracán Ramírez. Joselito Rodríguez 1965 (97’) b/n
4. La venganza de Huracán Ramírez. Joselito Rodríguez 1967 (87’) c
5. Huracán Ramírez y la monjita negra. Joselito Rodríguez 1972 (97’) c
6. De sangre chicana. Joselito Rodríguez 1973 (93’) c
7. Torito puños de oro. Juan Rodríguez Mas1979 (90’) c
8. Torito de Tepito. Juan Rodríguez Mas1982 (94’) c
9. Huracán Ramírez contra los terroristas. Juan Rodríguez Mas 1989 ( ) c
El rostro de Mil Mascaras aún mantiene su misterio. Perfectamente resguardada su vida privada, se le atribuye la identidad de Aaron Rodríguez Arellano, si bien su fecha de nacimiento puede oscilar entre 1939, según algunas fuentes y 1942 según otras. Nos hallamos ante un luchador de curriculum excepcional, aclamado y reconocido en tres continentes. Ha desarrollado parte de su carrera deportiva en Japón, México y EEUU donde, de forma excepcional, le han permitido luchar enmascarado. También multitud de países, no solo latinos, han disfrutado con su participación en combates y exhibiciones. Se trata del único luchador de la Edad de Oro que aún se mantiene en activo a sus 66 años.
Siempre fue un deportista de élite que, en su juventud, había practicado diferentes disciplinas: fisioculturismo, lucha amateur, judo, kendo e incluso beisbol. Hay incluso quien dice que llegó a arrimarse al mundo de los toros. Lo cierto es que como luchador amateur hizo sus primeros combates bajo el nombre de Ricardo Durán allá por 1964. Fue un momento en el que se había descartado del equipo olímpico azteca por diferencias económicas con los organizadores de su país. El año anterior había sido preseleccionado para los Juegos Panamericanos celebrados en Brasil, pero abandona para irse con Tinieblas a los Estados Unidos a participar (de extra) en una película.
Por ese tiempo el dueño de la revista Lucha Libre, Valente Pérez, concibe un personaje de físico espectacular con una máscara que lleva una M en la frente y cambia en cada combate. Tras un par de años y algún candidato fallido, Valente le propone encarnar el personaje de Mil Máscaras cuando andaba en la redacción de la revista Muscle Power confeccionando dietas y artículos sobre medicina y deporte. Su debut triunfal como Mil Mascaras tiene lugar el 16 de Julio de 1965 en la Arena de México.
Por aquel entonces, el productor de cine Enrique Vergara se había quedado sin Santo, que había firmado contrato con otro estudio, y tenía a Blue Demon lesionado tras una pelea en el ring. Vergara andaba buscando un personaje de capacidad superior, física y mental, al que pudiera dar continuidad mediante sucesivas entregas. Así que rápidamente se elabora un argumento previo (directamente inspirado en los relatos y comics de Doc Savage), contando los orígenes del superhéroe.
Un niño salvado tras el bombardeo de una ciudad, en una guerra sin nombre, es criado, cuidado y educado por cuatro sabios doctores que hacen de su preparación física y mental el objetivo de sus vidas. Y le convierten en una especie de prototipo defensor del bien y la justicia, preparado para enfrentarse a todo tipo de criminales y fuerzas del mal. Eso sí, con una máscara (la primera de Mil Máscaras) para su debut cinematográfico. Así de simple y de ingenuo, pero a la par atractivo.
Su primer destino, como no podía ser de otra forma, es México y, en contra de lo que en principio cabía esperar, sus rivales no tienen la altura necesaria que requiere el personaje y se tiene que emplear contra bandas de macarras de medio pelo, metido en garitos de música rock, en un asunto de mafias del ring, con desfile de chicas en bikini, peleas de pandilleros, en fin, todo bastante kitsch, en sus dos primeras aventuras, Mil Máscaras y Los canallas. Una tarea poco relevante para los comienzos de este flamante superhéroe.
Con mayor presencia de lo fantástico y malvados de mayor calibre prosigue la saga con Las vampiras y Enigma de muerte, donde se enfrenta a un grupo de turgentes vampiras y a una red secreta de neonazis, respectivamente. En ambos casos estas sectas están comandadas por el veterano actor John Carradine, en la prórroga de su carrera, al igual que Karloff, en tierras mexicanas.
En década siguiente aparece nuestro héroe alineado en Los Campeones Justicieros, comandados por Blue Demon en varias películas y, sobretodo, en secuelas bastante inferiores al ya de por sí discreto original, Las momias de Guanajuato, que en su día obtuvo un gran éxito de público en su tierra natal, propiciando la consiguiente explotación, cuando no expolio en toda regla, de momias y pirámides de la cultura precolombina a través de cintas de ínfimo presupuesto. También es llamado para formar equipo con Santo y Blue Demon en El misterio de las Bermudas, filme que en su día parecía poner fin al género. No fue así y, después de algunos títulos menores, Mil Mascaras reaparece en 2006, con todo su vigor, en la producción norteamericana Mil Máscaras contra la Momia Azteca, cinta que pudimos visionar, con verdadero gozo, en el pasado festival de Estepona, facturada a mayor gloria y disfrute de fans y amantes del cine psicotrónico. Todo un deleite poder contemplar como a este enmascarado se le abren las puertas del Pentágono y se le confía, desde la mismísima Casa Blanca, la salvación del mundo ante la amenaza que supone la horrenda Momia Azteca rediviva.
Antes de esta resurrección fílmica había coprotagonizado varios filmes con Tinieblas González, con el fisioculturista de color Sergio Oliva (El poder negro) y con Santo y Blue Demon (en el pretendido capítulo final del cine de luchadores Misterio en las Bermudas). Todas ellas, con resultados bastante discretos a pesar de juntar a renombrados luchadores, fueron producidas por Rogelio Agrasánchez.
Este productor, especializado en el género, había debutado en 1965 con una de las joyas del cine psicotrónico mexicano, El Charro de las calaveras, una enchilada de western fantástico terrorífico que ya le hubiese gustado filmar al propio Ed Wood.
Años después, Mil Máscaras actúa junto al Hijo de Santo en Frontera sin Ley. Incluso se atreve a escribir y producir en 1988 La verdad de la lucha, en la que también participa su propio hermano, el luchador Dos Caras. Sin embargo, todos esos títulos, menores, por no decir ínfimos en algunos casos, no eclipsan la fulgurante carrera de este luchador, fuera de serie, en los estadios de medio mundo y las arenas de México.
Fue en 1972 cuando pisa por primera vez el Madison Square Garden de Nueva York para derrotar a su oponente. Sigue peleando en Los Angeles de California y en Texas y es aclamado luchador más popular del año por las revistas yanquis especializadas durante 1975. Ágil y veloz a pesar de su estatura, sus llaves poderosas y su arriesgada lucha aérea le convierten en un luchador inigualable. Durante varias décadas realiza giras triunfales por Japón, Centroamérica, y Puerto Rico consiguiendo títulos, máscaras y cabelleras.
Y parece mentira, pero todavía se mantiene en activo. Incluso le están preparando una nueva película. Detrás de la máscara se oculta una persona cultivada, que gusta de leer y escribir (dicen que anda redactando sus memorias), en la que, curiosamente, se manifiestan algunos rasgos inicialmente diseñados para el personaje del celuloide. Todo un ejemplo de longevidad basado en una gran preparación física y mental la de este superatleta, que ha forjado su propia leyenda en el ring a través de varios continentes, inmortalizado como icono popular mexicano gracias a su larga carrera cinematográfica.
FILMOGRAFIA DE MIL MASCARAS
01. Mil Máscaras. Jaime Salvador 1966 (80’) MEX b/n
02. Los canallas. Federico Curiel 1966 (87’) c
03. Las vampiras. Federico Curiel 1968 ( ) c
04. Enigma de muerte. Federico Curiel 1968 ( )
05. Los campeones justicieros. Federico Curiel 1970 ( )
06. Las momias de Guanajuato. Federico Curiel 1971 (85’) c
07. El robo de las momias de Guanajuato. Tito Novaro 1972 (86’)
08. Una rosa sobre el ring. Arturo Martínez 1972 (89’)
09. Vuelven los campeones justicieros. Federico Curiel 1972 (85’)
10. Leyendas macabras de la colonia. Arturo Martínez 1973 (80’)
11. Las momias de San Angel / Terror en San Angel. Arturo Martínez 1973 (74’)
12. Los vampiros de Coyoacán. Arturo Martínez 1973 (87’)
13. El poder negro. Alfredo B. Crevenna 1974 (87’)
14. Misterio en las Bermudas. Gilberto Martínez Solares 1977 (85’)
15. Frontera sin ley. Rafael Pérez Grovas 1983 (85’)
16. La verdad de la lucha. Fernando Durán 1988
17. La llave mortal. Francisco Guerrero 1990 (90’)
18. Mil Máscaras contra la Momia Azteca. Jeff Burr 2005
VII. LAS LUCHADORAS
No faltan las protagonistas femeninas en este género, aunque el auge de la lucha libre femenina es más reciente y, lógicamente, el paralelismo entre la carrera real de un luchador enmascarado en el cine y sobre el cuadrilátero no se da en estas protagonistas. Tampoco las luchadoras llevan máscara, a excepción de La mujer murciélago, que se lo coloca fuera del gimnasio cuando acude a alguna misión secreta. Se trata de una atractiva variante del cine de luchadores enmascarados y agentes secretos, curioso híbrido dirigido por René Cardona, director de todas las películas de la saga y habitual del género fantástico y terrorífico mexicano.
No obstante, el ciclo resultante dio de sí, dejando aparte la anteriormente citada, un total de seis títulos. La serie arranca con Las luchadoras contra el médico asesino, cuya fuente argumental parte del excelente film de Mendes Ladrón de cadáveres. Conviene precisar que el médico del título no es el célebre luchador, protagonista del serial El enmascarado de plata, sino el demente cirujano (Roberto Cañedo), que trasplanta un cerebro de gorila a su criado Gomar dejándolo hecho una mala bestia, y que ahora trata de aplicar el invento a las mujeres, con desigual resultado, hasta que entran en acción las más famosas luchadoras de México para vengar la muerte de la hermana de una de ellas. No está mal.
A pesar de ser un producto de escasas ambiciones artísticas, (las escenas nocturnas están rodadas con poca luz, aunque paradójicamente esto les dota de cierto ambiente), no deja de resultar un filme entretenido, resuelto con oficio por René Cardona, quien por otra parte, seis años después, realiza un par de inconfesas revisiones, «a colores», del mismo: Las Luchadoras contra el robot asesino y La horripilante bestia humana. En ésta última, sobretodo,se añaden secuencias gore y desnudos para su explotación internacional. Se trataba de una práctica habitual aquellos años coincidiendo además con la implantación del color en este tipo de producciones.
En el segundo título de la saga, Las luchadoras contra la Momia, recurrente mito del cine fantástico mexicano, la trama gira en torno al legendario tesoro perdido de los aztecas, que es codiciado por una misteriosa organización oriental. Resulta un film más flojo que el precedente e incluso por debajo de la anterior trilogía de la Momia Azteca. En éste film repiten equipo técnico y artístico, con Lorena Velázquez y Elizabeth Campbell al frente del reparto.
Ambas actrices fueron habituales en las películas de Santo. Sobretodo Lorena (en la foto de arriba), quien estuvo al lado (como chica buena) y en contra (bastante mejor) de nuestro héroe, tratando de someterlo o seducirlo, metida en papeles bruja o vampira, entre otros.
Campbell (en la foto de la derecha), por el contrario, fue una misteriosa actriz que de pronto se instala en México durante los años 60, rueda 17 películas y desaparece. De físico imponente, aparece también en los dos siguientes títulos de la saga. Destaca sobre todo en Las lobas del ring, filme dramático que gira en torno a un campeonato de lucha libre femenina, con gángsteres de por medio, algunos luchadores famosos (Murciélago y Cavernario) y ausencia de elementos fantásticos. Este protagonismo se acentúa en Las mujeres panteras, donde el papel de Lorena es interpretado sin mayor relevancia por Ariadne Welter. De hecho parece que la Campbell ruede la mayor parte de sus escenas de lucha. Encontramos en este filme un luchador enmascarado, El Angel, sucedáneo del Santo, colaborando con la justicia en su coche descapotable y con su laboratorio secreto. También aparecen otros luchadores, Cavernario y Murciélago, y de nuevo la trama se instala en los parámetros, bastante sobados por cierto, del cine fantástico mexicano de esos años, mediante un culto diabólico, las panteras de Eloím, redivivo gracias a las malas artes de la sacerdotisa Satanasa y su afán de venganza sobre los descendientes de aquellos que causaron su extinción.
01.Las Luchadoras contra el Médico Asesino. René Cardona 1962 (85’) b/n
02.Las Luchadoras contra la Momia. René Cardona 1964 (85’) b/n
03.Las Lobas del ring. René Cardona 1965 (85’) b/n
04.Las mujeres panteras. René Cardona 1966 (87’) b/n
05.Las Luchadoras contra el robot asesino. Rene Cardona 1968 (80’) c
06.La horripilante bestia humana. Rene Cardona 1968 (87’) c
Neutrón no es exactamente cine de luchadores pero comparte con ellos determinadas constantes temáticas, como se desprende del argumento y los personajes.
No es un caso único. Antes había aparecido La Sombra Vengadora, personaje de ficción que después fué utilizado por algunos luchadores para potenciar su imagen, usando su máscara y de alguna forma recogiendo algo de ese aura mítica con que el cine dota a sus figuras. En La Sombra confluyen varios factores de especial relevancia en la evolución del género. De entrada se nos aparece un claro precedente de otros luchadores salidos de la pantalla como Huracán Ramirez y, en el terreno narrativo, entronca, en su primer díptico, con los seriales folletinescos norteamericanos de los años 30 y 40 (al igual que sagas como la de FuManchú, Nostradamus o Rocambole) y, en su segundo par de películas, con el western fantástico mexicano. Este digamos subgénero sería merecedor de un estudio más detallado, dada la gran cantidad de personajes (El Halcón Solitario, el Hijo del Charro Negro, el Látigo Negro, el Lobo, el Jinete Solitario, el Jinete sin Cabeza, etc) con saga propia que poblaron el universo fílmico mexicano.
En el caso de Neutrón se factura una serie de tres películas montada a partir de tres episodios cada una. Si bien pueden verse de manera independiente, presentan una historia, que se desarrolla a lo largo de esos tres filmes, con el mismo reparto y equipo técnico (se rodaron de un tirón en 1960). Y al frente un superhéroe enmascarado, Neutrón, que no es un luchador, todo lo más aparece entrenando la lucha en un gimnasio, interpretado por Wolf Ruvinskis. Este actor, emigrante argentino nacido en Letonia, fue un especialista en lucha grecorromana que hizo carrera cinematográfica en México interpretando a numerosos luchadores en la pantalla, entre un centenar largo de películas. Entre todas ellas destaca su participación en La bestia magnífica, La última lucha (donde además es productor), Ladrón de cadáveres, Los tigres del ring o Santo contra la invasión de los marcianos.
Los tres filmes iniciales conforman la serie de Neutrón contra el doctor Caronte. El hecho de que se presenten como filmes compuestos de tres episodios responde a la estrategia comercial, muy extendida por aquellos tiempos, de sortear la orden ministerial que prohibía a determinados estudios y productoras el rodaje de largometrajes, debiendo ceñirse a la media hora de duración máxima. Esto explica que se recurriera a la forma de presentar la película como un compendio de episodios correspondientes al serial del título. De todas formas hay que reconocer que, en la práctica, la narrativa y composición de personajes, escenarios y situaciones se corresponde bastante a la de los viejos seriales norteamericanos, que no son otra cosa que la traslación al cine del viejo folletín de aventuras europeo.
Así que disponemos de un malvado magnífico, el megalómano doctor Caronte, una adecuada ambientación, heredera de los pulps, los cómics y las películas americanas de mad doctors, y un presupuesto reducido, aunque suficiente, para crear un modesto y a la par eficaz marco de entretenimiento. Y ahí en ese entramado se inserta la figura del enmascarado, decisiva para frustrar la amenaza que para la humanidad suponen las maquinaciones del siniestro doctor, un tipo enfundado en un traje blanco (corto y ajustado al cuerpo) con máscara blanca, que se hace acompañar por las galerías de la lúgubre mansión de un enano jorobado de sádicas diversiones y cariñosa devoción por su amo.
Neutrón se configura como un antídoto del mal y quizás por ello lleva el nombre de la bomba que pretende construir el siniestro doctor para dominar el mundo, apropiándose de los logros de otros colegas a los que no duda en asesinar o raptar para llevar a cabo sus planes. Ayudado por una horda de autómatas, seres sin voluntad, que convenientemente tratados sirven a sus fines. A esta trilogía se suman dos filmes independientes, rodados cuatro años después, donde el personaje se presenta con una indumentaria más sobria.
Por cierto, al igual que ocurre con Santo, Blue Demon o Huracán Ramírez, también conoce el personaje su publicación en historietas, en su caso dibujadas, con gran éxito en los años sesenta.
01.Neutrón, el Enmascarado Negro.Federico Curiel 1960 (80’)b/n
02.Neutrón contra el doctor Caronte. Federico Curiel 1960 ( ) b/n
03.Los autómatas de la muerte.Federico Curiel 1960(80’)b/n
04.Neutrón contra el criminal sádico. Alfredo B. Crevenna 1964
05.Neutrón contra los asesinos del kárate. Alfredo B. Crevenna 1965
IX. EL CINE MEXICANO DE LUCHADORES. AUGE Y DECLIVE.
Las máscaras en México seducen, sintetizan algunos valores y son fácilmente reconocibles. Su diseño ayuda, de una forma ingenua si se quiere, a identificarse con ellos. Básicamente representan las fuerzas positivas y negativas de la naturaleza, y a su portador le dota de una identidad que normalmente trasciende a su persona. Al igual que ocurre con las máscaras del teatro griego inmovilizan los gestos faciales dotando a los personajes de un fuerte carácter simbólico.
Por otra parte, el asunto de las máscaras no es algo ajeno al pueblo mexicano sino que, como ocurre con los diablitos y calaveras, forman parte de su folclor e imaginario típico. Según Raúl Alberto Criolo:
«México es un país donde la lucha libre tiene las condiciones ideales, ...donde cuenta el grosor de nuestra clase popular, nuestro espíritu violento, nuestro realismo mágico prefigurado en atuendos y desplantes, en músculos y lances, en cabelleras y máscaras. La representación tiene un vigor que atrapa y se autoconfiere dimensiones épicas. Rudos y técnicos son buenos y malos, personajes, actos y acciones con que lidiamos en cada jornada, haciendo la lucha (diaria)...Así que la lucha libre merece una atención menos superficial y de desden intelectual, pues tiene mucha importancia como diversión, como regulador catártico, como estampa policroma de los muchos Méxicos que el país contiene.»
Con estos presupuestos, más la difusión que de los mismos proporcionan las historias fotonoveladas, la atracción del gran público ante la producción en serie de películas de luchadores queda garantizada. Y así sucede que tras los filmes descritos anteriormente, que sientan las bases del género, se produce en los años 60 una verdadera eclosión de este tipo de cine hasta mediados de los años 70, en que decae por agotamiento de las fórmulas narrativas y el lógico desinterés de los espectadores. Se reduce entonces el ritmo de producción al tiempo que la industria se transforma y busca nuevas fórmulas de entretenimiento. (6)
A pesar de ello se mantiene hasta nuestros días aportando algún que otro título. Según un reciente estudio pendiente de publicación (1) se estima que el cine de luchadores abarca, incluyendo cortometrajes, más de 300 títulos. Del grueso de títulos producidos en estos años frenéticos ya hemos referenciado cerca de la mitad. No podría concluirse este ensayo sin citar siquiera a otros relevantes luchadores que no tuvieron tantas apariciones en la gran pantalla, pero sí gozaron de gran popularidad en su momento, aunque en muchos casos solo actuaran bajo la sombra alargada de Santo o Demonio Azul. Tal fue el caso de un altísimo luchador, de dos metros, llamado Tinieblas González (nada que ver con el realizador orensano), que debuta con Los Campeones Justicieros, una especie de crossover azteca, a semejanza de las sagas Marvel de superhéroes, creado para combatir al doctor Zarkoff y su ejército de enanos o amenazas de ultratumba, del calibre de las momias de Guanajuato o las de San Angel. Oséase que no fue muy lúcido su pase por el cine.
En cambio sí gozo de gran popularidad sobre el encordado como el formidable luchador que es y especialmente entre el público infantil, a pesar de su enlutado atuendo, gracias a su mascota Alushe, un enanito disfrazado de duende maya, y sus apariciones televisivas en la serie de Capulina. En el cine empezó haciendo de extra (del Tarzán Ron Ely) y rodó al menos una docena de películas, la mayoría como Tinieblas, personaje concebido como enemigo de Mil Máscaras por Valente Pérez, director de la revista Lucha Libre. Mayor popularidad le reportó su propia revista de historietas publicada entre 1976 1979 y una serie posterior de 1991 hasta 1995.
Otro gran luchador que merece destacarse fue Rayo de Jalisco, sobrenombre que adopta el luchador Maximino Linares en 1962, a pesar de no ser de Jalisco. Fue uno de los grandes, ganó varios campeonatos y formó pareja con Santo y Blue Demon, con quien, paradojas de la vida, perdió su máscara 27 años después, tras atreverse a retarlo. Fue el inventor del tope en reversa con el que logró noquear a bastantes adversarios. En el cine formó parte de Los Campeones Justicieros, aunque curiosamente bajo el nombre de La Sombra Vengadora. Esto no es casual ya que el personaje del Rayo adoptó el traje y la máscara, con ligeros retoques, que aparecía en las películas de La Sombra Vengadora, la misma que en los años 50 había portado el español Fernando Osés.
En 1974 Vuelven Los Campeones Justicieros y con ellos Rayo de Jalisco quien ya aparece en los carteles con su propio nombre y no bajo el de La Sombra. Y así el Rayo de Jalisco repite participación en El robo de las momias de Guanajuato y Superzán el Invencible.
En 1964 nuestro luchador sevillano, Benito Galán, llegó a derrotar al Rayo en un sangriento combate por el campeonato del mundo de peso medio, aunque un año después perdería el título en la revancha. Benito fue un luchador importante. Se había proclamado campeón de Europa en 1958 y recaló en México cuatro años después procedente de Francia donde estuvo a punto de protagonizar las aventuras del agente secreto OSS-117 (al parecer le descartaron al final porque hablaba poco francés).
Debutó en México derrotando a Cavernario Galindo y en los seis años que anduvo por esas tierras participó en, al menos, cuatro películas de Santo y también en La mano que aprieta, junto a los clásicos luchadores René Guajardo y Karloff Lagarde. Incluso protagonizó un par de series fotonoveladas (Las manos de Orlac y Teseo contra el Minotauro). Fue un grande y peleó con los grandes en las catedrales de la lucha libre mexicana, la Arena México y la Arena Coliseo. (Se cuenta en los foros que rapó las cabelleras de Cavernario y Pantera Blanca y que perdió la suya con Santo y Mil Máscaras).
También merece la pena mencionar a Fray Tormenta, un sacerdote luchador, ya retirado, que se inspira en el personaje cinematográfico aparecido en el año 62 en las películas Tormenta en el ring y El señor Tormenta, de Fernando Fernández, en las que un cura católico se mete a luchador enmascarado para mantener un hospicio con la bolsa ganada en los combates. Este guión de cine llega a hacerse realidad, años después, en la persona de Sergio Gutiérrez Benítez, quien tras ordenarse sacerdote en 1973 se convierte en luchador profesional. Incluso inventa una llave propia, la confesora, con la que vence la resistencia de sus oponentes en el cuadrilátero.
Llegó a ser recibido por el Papa Juan Pablo II quien le otorgó las bendiciones y le animó a seguir en su «lucha», nunca mejor dicho. Este peculiar personaje, aparte de infligir a otros luchadores sus correspondientes castigos en el ring, también fue confesor de alguno de ellos. Muchos lo llamaban para bendecir sus casas o bautizar a sus hijos. Incluso ofició la boda de alguno de ellos como la del propio Blue Demon. En 1990 se estrena en Francia El hombre de la máscara de oro, basada en este personaje e interpretada por el conocido actor Jean Reno.
Por último, en este ensayo sobre el cine mexicano de luchadores, conviene dejar constancia de algunos aspectos relacionados con su propio carácter de cine de consumo y/o explotación.
En primer lugar el asunto de las dobles versiones, algo de lo que el cine español en torno a la transición experimentaría algunos años después. A día de hoy no se puede cuantificar este fenómeno, por la dificultad de localizar las copias realizadas para su exportación al extranjero. Lógicamente en la España de los años 60 y primeros 70 se proyectaba la cinta mexicana original, pensada normalmente para todos los públicos y, aunque las vampiresas de turno llevaran atrevidos modelitos, todo quedaba en un guiño o una simple insinuación. Sin embargo en estas dobles versiones se mostraba generosamente la anatomía femenina para disfrute del público más adulto al que se suponían dirigidas estas cintas. Dentro del género siempre ha funcionado mejor la mezcla de sexo y terror por razones obvias. Así que de algunos títulos con dobles versiones podemos citar por ejemplo a Las luchadoras contra el robot asesino convertida en El asesino loco y el sexo (observese una ligera diferencia en las fotos inferiores) ; a La horripilante bestia humana en Horror y sexo, a Santo en el tesoro de Drácula en El vampiro y el sexo y a Santo contra los jinetes del terror en Los leprosos y el sexo.
Pero al igual que en esos filmes se potenciaron los aspectos más escandalosos relacionados con el sexo y la violencia para las dobles versiones, también comenzaron a abundar los productos destinados al público infantil, sobre todo a comienzos de los 70. Esto da lugar a la aparición de actores cómicos en cintas de luchadores y viceversa. Es el caso de Santo contra Capulina o de El investigador Capulina, donde participan Tinieblas o Superzán, entre otros. Este último también protagoniza dos películas en plan superhéroe con poderes (tiene una capa y vuela), Superzan el invencible y Superzan y el niño del espacio, aptas para todos los públicos, antes de juntarse con otros luchadores para combatir momias, vampiros y otras especies malignas.
Es tan grande en México el tirón popular de los luchadores enmascarados, que en 1987 aparece un tipo dando mítines vestido de esa guisa, para llamar la atención sobre la precariedad de las clases bajas y la ineptitud, por no decir corrupción, de la clase política dirigente. Se llama Superbarrio y surge a raiz del terremoto que azota ciudad de México en septiembre de 1985 en defensa de los derechos a la vivienda de los damnificados. Respaldado por la Asamblea de Barrios comienza a acaparar la atención de los medios de comunicación negociando con las autoridades, encabezando manifestaciones o concediendo entrevistas para denunciar así sus problemas.
Pronto se convierte en un personaje mediático de tal calibre que su siguiente paso es la entrada en la política. De símbolo emblemático del movimiento urbano llega a proponerse como candidato presidencial de los Estados Unidos de América (ya que decía que a Mexico, y a todo el continente latinoamericano, lo gobernaban desde allí). Antes había declinado su candidatura simbólica a la presidencia de México en favor de Cuauhtémoc Cárdenas.
Nada que ver por tanto con la lucha libre ni el celuloide; pero si un indicativo del calado que este tipo de cine tiene entre las clases más populares de México. Digamos que existe un sedimento creado a base de máscaras y luchadores (como representación de la lucha entre el bien y el mal, y, en consecuencia, de la lucha por la justicia) que forma parte del inconsciente colectivo del pueblo mexicano.
Ello explica la pervivencia del cine de luchadores hasta nuestros días si bien la fórmula llega a agotarse, por puro desgaste, hacia finales de los años 70. En las décadas posteriores la producción sufre un brusco descenso, limitándose a títulos esporádicos, algun que otro documental de caracter biográfico o testimonial y algún que otro intento fallido de revitalizar el género con nuevos luchadores como Octagón y Atlantis en La revancha de 1991, y Octagón y Máscara Sagrada en Lucha a muerte,un año después. Al igual que en los títulos finales de Santo mezclan cine de káratecas, de moda por aquellos años. En 1999 aparece Atomic Blue, luchador mexicano pero tampoco pasa nada. En los últimos años el cine de luchadores pasa ya a facturarse directamente para el mercado del video, con contadas excepciones como es el caso ya reseñado de Mil Máscaras.
Dejando aparte los documentales (hay varios sobre Santo y Blue Demon)[7] se destaca un título, a medio camino entre el reportaje de ficción y el cine negro. La leyenda de una máscara, de 1989, primer largometraje del escritor y periodista José Buil, (vagamente inspirado en la vida de Santo) propone, (siguiendo el esquema narrativo de Orson Welles en Ciudadano Kane), la búsqueda de laverdadera personalidad del mito de la lucha libre, la historieta y el cine El Ángel Enmascarado. Tras su muerte un periodista deportivo, alcohólico y fracasado, emprende una investigación en la que se iran desvelando las oscuras intrigas que rodearon al personaje.
Y para terminar es de justicia reconocer al Hijo del Santo (arriba en la foto) como digno continuador de la saga familiar quien se encarga de mantener y difundir el legado de Santo. Dispone de página web, tebeos, y una carrera propia tanto deportiva como cinematográfica. Inicia su filmografía al lado de su padre con Chanoc y el Hijo de Santo contra los vampiros asesinos en 1981. Un año después rueda junto a Mil Máscaras Frontera sin ley. En 1992 participa en la producción Santo la leyenda del enmascarado de Plata donde el papel de su padre lo interpreta ni más ni menos que Daniel García, el famoso ex Huracán Ramírez. Y por último trata de poner al día el personaje con una producción de ciencia ficción, Infraterrestre, en el año 2000. Al mismo tiempo hace de embajador en festivales, y otros certámenes relacionados con la lucha libre como se pudo comprobar en el pasado festival de Estepona (en la foto inferior junto al autor de este ensayo). Por todo ello nuestro más sincero agradecimiento.
En resumen podemos decir que este género, aún siendo fruto de una época, se resiste a desaparecer. A mediados del siglo pasado se produce la mayor eclosión de géneros cinematográficos, con fuertes implantes geográficos: el krimi alemán, el polard francés, el western mediterraneo, el peplum, etc. Y en México, el cine de luchadores, heredero de los pulps, el folletin, el serial y los comics. Con una estructura basada en la inclusión de combates de lucha libre (que normalmente quedan al margen de la propia trama), material diverso de archivo y algún que otro número musical. ¿Qué queda entonces de narración en la película? Pues 40 ó 50 minutos para desarrollar una trama sencilla sin profundizar mucho en el carácter o las motivaciones de los personajes. Eso sí, sin complejos a la hora de adoptar patrones de diferentes géneros y mezclarlos, sin buscar mayores coartadas cinematográficas o culturales. Eso da como resultado un mestizaje genérico plagado de tópicos y lugares comunes con algún elemento exótico. Aún así es posible encontrarse en tan ingente filmografía con melodramas tan soberbios como La bestia magnífica o La última lucha.
Sin embargo predominan las series con carácter episódico, claramente influenciadas por la estética pulp, los cómics, el terror de la Universal, las series de televisión de los años 50 y 60, el pop y las películas de agentes secretos, además del propio folclore mexicano representado a través de su mitos y leyendas (Las momias, la Llorona, etc) mezclado con todos los tópicos y clichés del cine de género.
Uno de los puntos débiles de este tipo de cine es la falta de una sólida base literaria en la que apoyarse. En el mejor de los casos parten de personajes creados para historietas fotonoveladas, sobretodo en el caso de héroes enmascarados, donde se encuentran puntos de contacto con los superhéroes americanos de la casa Marvel. A su vez mantienen una larga tradición de justicieros y enmascarados procedentes del cine del Oeste y de charros mejicano, con los que en ocasiones se cruzan en filmes protagonizados por Luis Aguilar, Luis Aceves Mejías y otros cantantes y/o galanes de la época. Todo ello montado en base a la suma de diversos patrones genéricos, el concurso de grandes luchadores junto a otras estrellas del momento (había un público fiel esperando verlos) y un director al frente con (más o menos) oficio para rodar deprisa con escasos medios.
Y pesar de todo, o precisamente por ello, todavía es posible (gracias al video, el DVD o la televisión) disfrutar estas historias, sin pretensiones intelectuales o artísticas, tan solo por el placer de degustar el autentico cine de barrio mexicano.
[1] Desde hace algún tiempo se viene anunciando la publicación de La Enciclopedia Ilustrada del cine de Lucha Libre editada por la UNAM a cargo de José Navar, Raul Criollo y Rafa Aviña.
En ella se recogen, según sus autores, casi 300 películas de luchadores incluyendo cortometrajes, mediometrajes, videohomes y cineastas independientes. Incluyen también proyectos de animación de El Hijo del Santo y Blue Demon. Hasta un par de películas de luchadores gay: La putiza (2004) y La venganza (2006). De todo hay.
[2] Los largometrajes aparecieron por este orden: Los tigres del ring, Secuestro diabólico, Furias desatadas y El torneo de la muerte. Estaban compuestos por tres episodios cada uno y fueron rodados en 1957. El argumento es de Jesús "Murciélago" Velázquez quien también forma parte del reparto estelar de la serie encabezado por Crox Alvarado en el papel de El Tigre Universitario.
[3] El primero en portar esa máscara fue el español Fernando Osés (Valladolid, 1922-México DF 1999) quien interpretó al personaje durante los años 50 en sus cuatro apariciones. Luego Fernando prosiguió su carrera en el cine mexicano interviniendo en más de 60 películas y participando en el guión de más de 30, además de producir cinco de ellas y dirigir otras tres. La Sombra Vengadora en principio fue una saga al modo de los viejos seriales compuesta por dos dípticos, en el primero de los cuales el enmascarado se enfrentaba a la Mano Negra.
[4] El cartel que se reproduce en la página 4 es el de su estreno en España, que se produjo años después, al calor del éxito de Santo y en el reparto impreso en el mismo figura erróneamente Santo el enmascarado de Plata cuando en realidad se trata una vez más de El Médico Asesino. Seguramente se colocó su nombre en el cartel para aprovechar el tirón comercial; pero aunque aparecen algunos luchadores en la cinta ninguno de ellos es Santo.
[5] Jesús Velázquez Quintero (1909-1972) debuta como El Murciélago Enmascarado en la Arena de México en 1938. Era un tipo salvaje y cultivado a la vez. Pero también era todo un personaje. Solía aparecer enfundado en capucha, calzón y capa todo de negro. Se subía a la lona, abría la capa y dejaba escapar un puñado de murciélagos. En otras ocasiones recitaba poemas o prosas filosóficas sobre el ring. En la revancha de un rival bastante enconado le vació un ojo de una patada. Tenía varios golpes de su invención: con la esvástica y la noria trababa a sus rivales y les castigaba la columna y con la filomena, en honor a la coz de un mulo, solía dejarlos fuera de combate. Fue Campeón Nacional Medio, arrancó varias cabelleras seguidas y finalmente perdió la suya a manos de Santo. Fue un luchador temido y maestro de luchadores; pero también fue policía, curandero, escritor, guionista y actor. Suyos son los argumentos de Tlayucán (Luis Alcoriza 1960), premiada en Berlin y San Sebastian, de la serie Los Tigres del Ring y El Señor Tormenta. También facturó argumentos y guiones para Santo, Blue Demon y Las Luchadoras entre más de dos docenas de trabajos para la industria cinematográfica mexicana.
[6] Según Rogelio Agrasánchez Jr. en la introducción al libro ¡Más! Cine Mexicano (Chronicle Books 2007) "Durante los años 80 la mayoría de los productores dieron un giro, haciendo películas altamente violentas o recurriendo a las "sexy comedias" colmadas de diálogos en doble sentido. Los empresarios defendían su posición explicando que el públic buscaba simple entretenimiento, no cintas aburridas o cine de arte. En este afán, uno de ellos creó un personaje audaz, tan bello como peligroso. Se trataba de Lola la trailera, cuyas hazañas dejaban embobados a los amantes del cine de acción. Personificado por Rosa Gloria Chagoyán, éste personaje generó cuatro filmes más, así como el gran éxito de taquilla La rielera...Se produjo un gran número de películas basadas en situaciones picantes...de 66 películas producidas por compañías privadas en 1988, 42 pertenecían a este género."
[7] El culto al héroe (2006) de Arturo Daen repasa la vida del Santo, entrevistando para ello, entre otros, a dos de sus hijos, y se dan a conocer numerosos detalles de la persona tras la máscara de plata. Muy recomendado para sus seguidores.
Blue Demon, ya retirado de las pantallas, fue objeto de un documental que le rinde homenaje en Blue Demon el campeón, de 1989. Y en Verdad y fama (2006) de Jorge Orta se repasa la trayectoria de Blue Demon. Es parecido al anterior, y en él se entrevistan a algunas de las personas más importantes en la vida de este luchador.
Mención aparte para el enorme respeto que estos dos directores muestran por la vida de estos luchadores, y por todo lo que significó para el pueblo azteca. Lo que en otro tiempo fue objeto de menosprecio y burla por gran parte del mundo cinematográfico mexicano, hoy en día se convierte en objeto de estudio y de reconocimiento. En fin, nunca es tarde…