EL CAPITAN TRUENO. UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD
Creo que cuando un hombre de estado renuncia a su propia conciencia, está llevando vertiginosamente a su país al caos (Robert Bolt)
Pocos personajes de los tebeos han tenido una proyección tan amplia y diversificada como El Capitán Trueno. Aún hoy, más de cincuenta años después de su aparición, resuena su nombre, ora por celebrar su quincuagésimo cumpleaños, ora porque por fin, al menos eso parece, se va a llevar a la pantalla grande una película sobre sus hazañas.
Durante la época que podemos llamar “clásica” de este héroe, es decir, la que va desde el lanzamiento del primer numero del cuadernillo en mayo de 1956, hasta su desaparición en los quioscos en agosto de 1968, el Capitán Trueno cabalgó en pos de la aventura en su estado más puro, aquella en la que no subyace ninguna otra razón que no sea la hazaña caballeresca, dejando a un lado otros motivos tales como la venganza, el odio o el ansia de poder. En la línea de los grandes caballeros andantes como Amadís de Gaula, Tirante el Blanco o Lisuarte de Grecia, el Capitán Trueno nace en pleno siglo XII, apenas iniciada la Baja Edad Media y sus hazañas están más cerca de los libros de caballería que de la novela caballeresca, toda vez que su mundo está lleno de seres y situaciones fantásticas, procedentes de la mente de un escritor de una gran capacidad de fabulación como es la de Víctor Mora.
Estos géneros novelescos alcanzaron éxito y popularidad desde el final de la Edad Media, siendo una forma de expresión fantástica de la mentalidad medieval que incitó la imaginación de los lectores durante el período que abarcan los siglos XIV al XVI, época muy posterior a la que transcurren las andanzas del Capitán. Y ello a pesar de que el Renacimiento, con su espíritu de la razón y de la ciencia experimental, con un mejor conocimiento de la geografía y de la fauna del mundo y con un modelo de sociedad más avanzada, intentara desautorizar este modelo de personaje, el cual logró persistir como un fondo vivo aunque fuese en la literatura satírica con obras con Orlando furioso de Ludovico Ariosto o nuestro admirable Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes.
Así, cuando Cervantes publica la primera parte de El Quijote en 1605, hacía ya más de cien años que los caballeros andantes habían caído en desuso y el público lector de la obra consideraba una antigualla que un tal Alonso Quijano, vistiendo una armadura de su bisabuelo y hablando en un castellano vetusto, se lanzara por la tierras de Castilla en busca de aventuras.
Víctor Mora ha mencionado en más de una ocasión que siempre había soñado con crear un caballero andante, contemporáneo de Ricardo “Corazón de León” y de Gengis Khan, que se moviera por una Edad Media envuelta en el ambiente de los relatos del Ciclo Artúrico. La muerte de Arturo escrita por Sir Thomas Mallory es una obra coetánea del mencionado Tirante el Blanco, apareciendo ambas en los últimos años del siglo XV, pocas décadas después de la invención de la imprenta. A su vez el mito Artúrico procede de una serie de leyendas que surgieron en torno a los años 1000 a 1100, conocidas como “La materia de Bretaña”.
En el aspecto temporal Mora siguió más los postulados de la novela caballeresca, ya que aunque Trueno es un personaje de ficción, la época en la que discurren sus gestas está apoyada por un momento histórico cronológicamente realista, al menos en su punto de partida y en algunos otros personajes que aparecen a lo largo de la obra. Así, sabemos a ciencia cierta que Ricardo Corazón de León, hijo de Enrique II de Plantagenet y Leonor de Aquitania, que reinó bajo el nombre Ricardo I de Inglaterra, había nacido en 1157, siendo por lo tanto unos cinco años mayor que el Capitán y que además participó en la III Cruzada, entre los años 1189 y 1192. También el personaje de Gengis-Khan (cuadernillos 18 al 22) es coetáneo de Trueno, ya que nació en el año 1162, y por lo tanto ambos debían tener la misma edad. Gengis-Khan, cuyo verdadero nombre era Temüjin, fue un príncipe mongol que logró agrupar las tribus nómadas del norte del continente asiático. Bajo su liderazgo los mongoles extendieron sus conquistas a un vastísimo territorio que abarcaba gran parte de Asia y Europa y que duró todo el siglo XIII, bastante más allá del reinado del propio Gengis-Khan, que habría de morir en el año 1227.
En este contexto histórico y a lo largo de más de doce años, los autores literarios y gráficos de El Capitán Trueno, Mora y Ambrós respectivamente, embarcaron a este personaje y a sus amigos en 312 aventuras distintas, incluidas en los 1305 tebeos que se publicaron si contabilizamos las aventuras del cuadernillo, las que aparecieron en la revista Pulgarcito y las pertenecientes a la colección Extra, así como a los almanaques y números extraordinarios asociados a ellas.
A lo largo de todas estas historias Trueno es el paradigma del caballero andante, por su valor y coraje, gallardía e intrepidez, y sentido de la justicia y de la amistad. Pero él no busca las competiciones que podíamos llamar deportivas de aquella época, es decir la competición con otros caballeros de prestigio con ánimo, en caso de vencerlos, de obtener fama. Su participación en las justas, combate individual de un caballero contra otro, o en los torneos, lucha de muchos caballeros contra otros muchos, sólo sucede en contadas ocasiones y siempre obligado por las circunstancias. Por citar las más recordadas podemos remitirnos al cuadernillo 44 cuando Trueno desafía en juicio de honor al caballero Froilaz por haber entregado, a través de Gontroda la hechicera, a su prima Velda al terrible dragón de tres cabezas. Este duelo tiene que ser finalmente solventado por Crispín, al haber sido Trueno herido con una flecha envenenada por encargo del malvado Froilaz.
En cuanto a torneos, nos remitimos al cuadernillo 174, en el que el Capitán se ve obligado a participar, para evitar la muerte de sus compañeros, Goliat y Crispín, y de Sigrid a manos de perverso Takiri, el samurai. Este siniestro personaje elige a nuestro héroe como campeón para obtener la mano de la reina Tenziré, tras vencer en tres pruebas, la primera de las cuales es un sangriento torneo.
También fueron muy tradicionales los llamados “pasos de armas”. En ellos, un caballero llamado “el mantenedor”, se situaba en un paraje determinado y prohibía el paso a otros caballeros llamados “aventureros”, que intentaban atravesar el lugar prohibido o “defendido”. Este tipo de pugna nos recuerda mucho al primer encuentro entre el Capitán y su fiel Goliat, según es recordado por el propio Capitán mientras vela el descanso de su amigo en el cuadernillo 218, cuando se recupera de una grave herida infligida por los vikingos prehistóricos.
Existen otros muchos puntos en común con el modelo caballeresco en las correrías del Capitán. La estructura abierta de los libros de caballerías que se refleja en las inacabables aventuras, muchas de ellas entrelazadas, tiene su analogía en el “continuará” de la última viñeta de cada cuadernillo, que nos deja con la incertidumbre y la intranquilidad en una situación de riesgo del héroe. También la falta de credibilidad de las localizaciones geográficas, que en Trueno llega a límites sorprendentes por el hecho de disponer del globo de Morgano. Sin olvidar, por citar otra afinidad más, la idealización del amor que Trueno siente por su amada Sigrid, en parte por conservar el amor cortesano y el servicio a la dama, propio de los caballeros, y en parte por razón de la temible censura a que se veían sometidos los guiones y los dibujos.
Hoy, cuando de nuevo suena, como apuntaba al principio de este escrito, un esperado renacimiento de las aventuras del Capitán Trueno, ya sea en el papel o en el celuloide, y que tanta desasosiego está produciendo en muchos aficionados, me siento personalmente tranquilo. Quizás porque prefiero que, antes que cualquier autor distorsione el personaje tal como lo entendimos en nuestra niñez, todo quede de nuevo en un intento frustrado. Elijo mejor quedarme con sus aventuras clásicas, para leerlas y releerlas de nuevo, una y mil veces, porque al fin y al cabo, el Capitán Trueno, nuestro Capitán Trueno, es un hombre para la eternidad.
Obras de referencia:
Antología de libros de caballería castellanos. Juan Manuel Lucía Megías. Centro de estudios Cervantinos, 2001. ISBN 84-88333-49-8.
Tirante el Blanco. Joanot Martorell. Planeta, 1990. ISBN 84-320-6958-2
Amadís de Gaula. Garci Rodríguez de Montalvo. Planeta. 1991. ISBN 84-320-4885-2
La muerte de Arturo. Sir Thomas Malory. Círculo de Lectores 2005. ISBN 84-672-1569-0
José María Baena