TEBEOSFERA EXCITA
Los antropólogos y etobiólogos lo tienen bien estudiado: los hombres son generosos y las mujeres selectivas. O mejor, el macho desea depositar su semilla en toda hembra que encuentra a su paso mientras que la hembra, por el contrario, sabedora de que una simiente comporta trastornos físicos, transformaciones corporales y riesgo para su propia vida, escoge muy cuidadosamente al depositario de ese germen. El milagro de la vida ha sido territorio femenino tradicionalmente pues ella seleccionaba, alimentaba y organizaba la crianza destinada a agruparse en sociedad, pero luego las sociedades humanas crecieron y el “poder” de la hembra, aquel legendario matriarcado, fue sometido por la fortaleza de los vigilantes del ganado y el grano. Los vigilantes fueron los recios hombres y las mujeres dejaron de ser diosas. A eso le llamamos “cultura” y en ella la mujer quedó relegada, material y simbólicamente.
En esta sociedad nueva, sedentaria, las formas suaves y redondeadas de la mujer, símbolo de fertilidad, calidez, reparación y afecto, valían a la par de símbolo de vida o de virtud y como carnada del deseo inacabable de los hombres. Porque los hombres afirmamos nuestro poder, en lo social y en lo cultural, en torno al falo. Elevamos torres, esgrimimos armas y conducimos vehículos que son prolongación de nuestro pene erecto; en lo genital marcamos el centro de nuestro universo. Poco importa que un hombre encanezca o pierda pelo, engrose su cintura o tapice su espalda, da igual que le falten dientes o miembros. Si sigue empinado es todavía hombre. La mujer, a poco que afee, gane peso o deslustre su dentadura o su piel deja de tener interés, no sólo sexual, también social.
Por fortuna, la cultura ha ido evolucionando en función del racionalismo, la ilustración, la modernidad y la alteridad. En Occidente, claro. En nuestro mundo, pasamos de una Antigüedad en la que ser mujer era una condena de por vida, a un Medioevo en el que ellas recuperaron tímidamente parcelas de poder aunque sin perder la condición de siervas. El reconocimiento de la propia dignidad humana, de su propia sexualidad y de una posición en la sociedad, fue conquistado gradualmente tras el periodo ilustrado, y en el siglo XIX la mujer comenzó a reivindicar la plaza que por derecho le correspondía en el mundo. A día de hoy, tras un siglo XX que fue el siglo de la mujer, la Humanidad camina a la par, con presunta igualdad de derechos, reparto de obligaciones y posibilidades profesionales.
No obstante, los dos últimos siglos, aparte de ser “de las mujeres” también fueron los siglos de la imagen y de su reproducción masiva. Y la imagen de la mujer es precisamente la representación que los hombres hemos proyectado de la mujer, de su idealización o de su sometimiento, contándose entre esas imágenes las representativas de la belleza sensual y las del anhelo coital masculino. Con la mujer convertida en objetivo de las pulsiones y desahogos del macho, su representación ha evolucionado desde el equilibrio de formas (de Alejandro de Antioquía a Rubens en el pasado, o de George Hurrell a Suze Randall en tiempos modernos) a la salacidad gráfica manifiesta (de los pioneros Eugène Pirou o Édouard-Henri Avril a los libidinosos Brad Armstrong o Roberto Baldazzini).
Hoy, que estamos viviendo un proceso de transformación de los usos y costumbres sociales al tiempo que padecemos una de las crisis más importantes de la historia (de valores además de financiera), la imagen de la mujer que muestra su piel sigue condensando los afanes de liberación masculina, y ya no sólo los masculinos. Un ejemplo lo tenemos en nuestro país. Cuando España cambió, en aquello que llamaron la Transición, una de las fórmulas escogidas para demostrar que la libertad llegaba y que con ella traía el fin de las represiones y la demostración de que todos optábamos a una posición igualitaria en la "nueva" sociedad, fue desnudar a la mujer. Llegó la democracia y con ella aterrizaron las mozas ebúrneas, las nalgas al sol, los pezones enhiestos y los pubis a la vista. Alegría para una España ahíta de quitarse el sayo, que empapeló los quioscos con dulces jóvenes norteñas en paños menores. No deja de ser significativo que uno de los mercaderes de aquellas imágenes, uno de los agentes que distribuían fotografías de apetecibles europeas del norte para muchas revistas españolas del llamado "destape", fuese luego un destacado editor de tebeos...
En la historieta española la teta también llegó y desbancó a los héroes. La virtud del héroe tradicional, obviamente masculino, fue suplantada por la falta de pudor -ergo, de decencia- de la muchacha desvergonzada que (de)mostraba su falta de virtud. Hete aquí que uno de los triunfos de la democracia consistió en rebajar a las chicas en su gradación icónica: queríamos rescatar a la mujer como persona pero al mismo tiempo queríamos exhibir, como antaño en el mercado esclavista, el objeto sexual. Por supuesto, todo cambió con el paso del tiempo.
¿O no? ¿Qué ha cambiado con el paso del tiempo? Desde luego sí que ha cambiado la democracia o la política. Y ciertamente ya no se denigra lo femenino como algo exclusivamente libidinoso en ciertos medios (como la televisión). Pero los cineastas, los publicistas, los mismos programadores televisivos, y por supuesto los creadores de contenidos en internet, son perfectamente conscientes de que el sexo femenino y su exposición siguen siendo muy lucrativo ya que lo consumen tanto ellos como quienes se arriman al poder de ellos: ellas. Por eso en nuestra cultura actual las mujeres siguen siendo dibujadas y fotografiadas en cueros. Anuncian perfumes, coches y viajes en pelota. Alimentan el papel cuché en las mismas revistas nacidas en los años sesenta destinadas a las mismas pupilas lujuriosas masculinas. "Desnudan” su intimidad en los debates morbosos de la prensa "rosa", donde la prostitución sigue siendo la peor de las acusaciones dirigida a la mujer. El mercado pornográfico se mantiene como una de las industrias mejor engrasadas -¡oiled up!- y en ese mercado la mujer desnuda sigue mostrándose como carne lubricada lista para ser sometida por un macho vigoroso, interesado sobre todo por dos oficios en los que puede demostrar la rigidez de su falo: la felación y el coito anal. La imagen pornográfica de hoy llega a desnudar hasta la piel de los orificios femeninos... el límite de la intimidad.
Hemos construido un mundo global en el que la melena sedosa, los labios pulposos, el pecho protuberante y la silueta de guitarra significan “consumo”, porque todo lo anterior es símbolo de salud, es decir de delgadez envidiada, de figura “perfecta”, de cuerpo apetecido, de sexo ansiado. En lo básico, dos son los órganos que demuestran la saludable juventud vital con su turgencia. Uno de ellos es el pene erecto, otro los pechos erguidos. En casi todas las culturas la genitalidad se asimila al pudor, de ahí que el pene no se muestre jamás en los medios públicos: en los cómics se disimula, en el cine se restringe habitualmente y en publicidad sólo se sugiere. La genitalidad femenina es interna y mostrar los erógenos pechos no implica tanta falta de pundonor, por eso están omnipresentes en la grafía de la belleza y del sexo; dos pechos redondos y suaves que desafían la gravedad son sinónimo de bienestar y optimismo, remiten a la madre y a la amante. Son esencialmente “la mujer”. Es exagerado simbolizar a la mitad de la humanidad con dos globosas glándulas mamarias. Pero los medios parecen empujar en esa dirección, y el retoque virtual y los implantes artificiales se han propagado de un modo alarmante. La fotografía glamurosa, el cine, la escenificación teatral y social, la pornografía en general y una gran porción de las obras de cómic, han participado de esta idea esencial de fortalecer la identidad femenina en los pechos turgentes y esféricos. Una mujer con curvas y, además, pechos sólidos es una mujer capaz, segura de sí misma, y además joven, preparada para afrontar el reto más importante de toda su existencia: ser madre. Cuando los pechos caigan, sin embargo...
De diosa a virgen, de casta a puta. Sierva doméstica del hombre y al tiempo herramienta sexual en el lecho. La imagen de la mujer desnuda es el eje de todo erotismo y de toda pornografía, que etimológicamente se refiere a la prostitución representada, no lo olvidemos. Esa imagen ha proliferado en la escultura, la pintura, la ilustración y las viñetas de cierta prensa festiva, la sicalíptica. La mujer desinhibida sexualmente sería la (alegre) culpable de las crisis venéreas de las que se rieron los humoristas del final del siglo XIX. Ella era la que aparecía desnuda y penetrada en las sátiras de la decadencia de la Monarquía en el Sexenio Revolucionario. Ella fue la que abrió las puertas –y las nalgas- al despertar de los jóvenes republicanos en una España que transformaba poco a poco sus pilares estructurales. Ella la que despertaba con sus pechos al aire y su cintura de avispa la libido de los más tiernos lectores de historieta en los años treinta. Ella la que fue tapada, culpada y castigada por los pecados de todos durante el franquismo; y la que tuvo que recuperar su honor, pureza y cordura durante ese mismo periodo, rea del deseo masculino. Ella representaba aún la maldad, la República, el pecado, la histeria, lo prohibido. Y no dejó de representarlo cuando acabó la dictadura y comenzó la España nueva de los setenta, pues ella fue el reclamo en muchos mensajes de la Transición, destapada, invitadora y tonta, dispuesta para el sexo cuando al hombre le apetecía. En los setenta y ochenta, sufrimos una invasión de tebeos pornográficos procedentes de Italia, Reino Unido y Francia en los que la mujer tenía un papel pasivo, permisivo y vergonzante, siempre joven y accesible al coito, incluso para los hombres desagradables, horribles, monstruosos o criminales. Esta constante humillación, criminalidad y hasta alegoría de la violación fue consumida por la población lectora de cómics como algo natural. El cuerpo de ellas era mercancía y la mujer mantuvo, por lo tanto, la consideración general de objeto al alcance de los abusos del hombre. El llamado "boom" de la historieta en España tuvo uno de sus pilares, acaso el más sólido, en este factor: triunfaron más las revistas y álbumes de cómics si salían tetas gordas y culos respingones. Corben, Fernando, Gillon, Crepax, Manara, Saudelli, Serpieri, grandes historietistas... ¿eróticos o heterosatisfactorios? ¿Cuántos de aquéllos cómics podrían identificarse como eróticos, cuántos satisficieron la pulsión sexual femenina? ¿Acaso importaba?
A los empresarios les importaba e importa el sexo, el erotismo y la pornografía. Cabe preguntarse (ya que cifras no tenemos) el porqué de tanta teta y tanto culo en los tebeos. Los quioscos eran parrillas de carne y con eso cuadraban sus cifras los editores de tebeos. Así avivaron el fuego de las ventas aquellas revistas del “nuevo cómic”. Así sobrevivió La Cúpula y El Víbora. Así medró Megamultimedia y otros sellos fugaces. Así se alimentó Dolmen en sus primeros pasos. Así florecieron muchos mangas. Y hasta aquí hemos llegado, a un punto en el que la mujer sigue siendo igualmente representada en su vejación íntima, bien que ahora ella adopta posturas de dominación que antes no adoptaba. También nos “ponen” esas poses a nosotros, por supuesto, de ahí que proliferen. Y sigue sin preocuparnos cómo ellas se lo tomen, al menos en la intimidad lectora.
O quizá no. Nunca se había estudiado. Hasta ahora.
TEBEOSFERA celebra su décimo aniversario (el proyecto nació el 22 de diciembre de 2001 con el lanzamiento de la primera época de Tebeosfera) con un número muy especial, el más especial de los que hemos publicado, un número en el que analizaremos la imagen de la mujer en el cómic erótico y pornográfico. Y para ello hemos convocado a la plana mayor de teóricos de la historieta españoles, ochenta firmas, el mayor esfuerzo teórico jamás realizado sobre un tema específico. Lo más importante es que quienes forman parte de ese nutrido grupo de autores son algunos de los mejores teóricos e historietistas veteranas (la mirada de ellas es esencial), pero también contamos con un grueso de nuevos y jóvenes divulgadores emanados de la universidad, que nos iluminarán con una mirada más fresca sobre el tema. Serán decenas de textos densos, rigurosos y documentados (ilustrados comedidamente) que seguro que van a suponer un referente importante en el futuro. Durante los excitantes meses que durará este número también incorporaremos algunas entrevistas a autores de peso, sus fichas y un recorrido preciso sobre las colecciones con viñetas picantes, cómics “verdes” e historietas X españolas.
Celebramos con esta explosión de libídine una década de amor por los tebeos y también la fiesta del rigor en el estudio y la divulgación de la historieta. Nuestro proyecto, hoy representado por la Asociación Cultural Tebeosfera ( ACyT) se ha consolidado como el más serio del país, con presencia de sus miembros en los festivales relevantes de cómic, en todos los congresos académicos y en las más importantes publicaciones de estudio del medio, incluso participando en documentales televisivos y emisiones radiofónicas.
2012, año de apreturas, para nosotros será un año de “aperturas” y al tiempo que nos “soltamos el pelo” con los contenidos de este número extraordinario, ampliaremos horizontes, incluso con publicaciones impresas, de lo cual ha sido anticipo nuestro codiciado Calendario Tebeosfera 2012 y seguiremos esforzándonos por lo que más amamos: los tebeos (y las mujeres).
Acompáñanos en este viaje apasionante, excítate con nosotros.
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El día de publicación de este editorial había en Tebeosfera un total de 157.657 fichas (20.000 de incremento con respecto al anterior editorial), correspondiendo 15.114 de ellas a colecciones de tebeos (con 114.907 números asociados).
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