DIBUJANTE PARA TODO. ENTREVISTA A BELLIDO
El último “relevo” de autores que llegó al cómic erótico, ya en los años noventa, trajo a autores como Mamerto, Epi, Gorka, Salva o Francisco Bellido, quien firmó con este nombre o con su apellido, Bellido, bastantes historietas eróticas en Iru antes de abordar otras empresas. Conozcámosle.
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Un joven Bellido en El Cómic Erótico nº 3. | |
TEBEOSFERA: Al parecer estudiaste en la Llotja, Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Barcelona, ahí es nada.
BELLIDO: Pues sí, estudié los tres primeros años y aprendí mucho, sobre todo la base teórica y académica, además de otras cosas igualmente importantes. Como cuando el profesor hizo callar a toda la clase para que se rieran de mí por firmar un dibujo: «Mirad, este señor es un artista, ha firmado su obra. Dígame, señor Bellido, cuánto cree que valdrá en el futuro?». Aunque el mejor recuerdo de aquellos años es lo misteriosa e influyente que era la escuela y el edificio dónde se encontraba, un antiguo palacio que después fue la Bolsa de Barcelona.
Leer tebeos siempre los había leído, mi padre me enviaba cada sábado al quiosco del barrio a comprar todos los títulos de Bruguera. ¡Anda que no subía contento a casa, con mi paquete de tebeos y la bolsa de pipas! Y siempre había dibujado, bueno, creo que en eso repito el tópico de niño tímido, al que no le gustan los juegos de pelota y se pasa las horas leyendo y dibujando.
Unos años antes había tenido la suerte de conocer a Beà, Giménez, Font y Usero. Grandes autores a la par que grandes personas; bueno, Usero era el más alto. A veces pienso en la paciencia que debieron desarrollar en aquellos años, porque yo no era el único que se presentaba con dibujos horribles a pedir consejo y ayuda.
Y en uno de esos días de aficionado pesado en casa de Giménez coincidí con Carlos Vila, que en aquella época tenía un taller de cómic en L'Hospitalet, que funcionaba muy bien. Allí que fui de cabeza.
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| Diferentes estilos de Bellido en historietas firmadas con distintos seudónimios en Hara Kiri nº 53 (arriba), 66 y 139.
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T: Comenzaste a dibujar en 1983, en pleno boom, en ese taller y luego bajo las alas de Beà. Cuéntanos cómo era el trabajo en su estudio.
B: Pues la cronología no la tengo muy ordenada. Cuando tienes dieciocho años, tres o seis meses pueden significar un mundo, pero sí, todo ocurrió rápido y... demasiado pronto.
Ricardo Soler venía de vez en cuando por el taller de Carlos Vila, y nos dijo que la editorial Amaika, la de El Papus, buscaba gente joven. Bueno, yo era joven, así que tenía alguna posibilidad. Y para allí que me fui, con mis mejores muestras y recién duchado, como aconsejaba mi abuela al ir a buscar trabajo. Y pasa lo peor, les gustan mis dibujos. Creo que tenía diecisiete años todavía. Empecé a publicar en Hara Kiri y en el último número de El Papus a una edad en que no podía comprarlos.
Luego Beà se independizó de Rambla y montó Intermagen junto a Marian, su mujer. Hicieron el libro La técnica del cómic, con Pascual Ferry, que para mí sigue siendo la mejor y más completa. Continuó con las revistas; primero GatoPato y un poco más tarde Caníbal. Pues allí estaba yo de aprendiz. Recortaba, montaba, pegaba, llevaba paquetes a Correos, limpiaba fotolitos, etc. En esta época es cuando aprendo la profesión en su parte práctica. Creo recordar que empecé indicando color en la revista infantil Chucho Larguirucho. Poníamos un papel vegetal encima del original y se coloreaba con lápices. ¡También se hacían indicaciones en cuatricromía de memoria!
Fue una temporada fantástica. Aprendía haciendo y aprendía mirando, haber podido trabajar cerca de Beà fue sin duda la mejor escuela.
T: También dibujaste en Pulgarcito antes del cierre de Bruguera. ¿Qué sensación obtuviste de la que había sido LA editorial de tebeos en España?
B: Llegó el encargo para producir la revista Pulgarcito desde Intermagen, y empecé maquetándola. Pascual Ferry me preguntó:
—¿Has maquetado revistas antes?
—No, evidentemente —dije, y me dio una lección magistral es apenas unas horas:
—Que todo tenga un porqué, que nada esté puesto a ojo, y vigila los márgenes.
Aquellas mesas de luz gigantes, paralex y plantillas cuadriculadas. ¿Se acordará hoy alguien de eso? Recuerdo que nos avisaron de que iban a llegar originales de chistes y tiras para que tuviésemos material de relleno. Habría chistes de Vázquez, Escobar, Conti e Ibáñez... Estábamos impacientes por ver llegar esa reliquia. Y, bueno, llegó un mensajero con dos cajas arrugadas de cartón, las dejó en el suelo, se firmó algo y quedamos allí, mirando esas cajas que contenían parte de la historia de Bruguera con los dibujos arrugados, amontonados, algunos rotos.
Tras varios intentos de intentar colar algo para que me lo publicasen en Pulgarcito, Beà consideró que el personaje podría tener buena acogida y empecé a publicar páginas de Punky-Chungui.
T: También lo intentas en Caníbal y Bichos hasta 1987, pero dejaste lo infantil. ¿Qué fue mal?
B: ¡Ostras, Caníbal, acabaré poniéndome nostálgico! En esa etapa de Intermagen conocí a Curro Astorza, del que heredé su compresor de aerógrafo. Un artilugio casero hecho con un motor de nevera, manguera, filtros y mucha esponja, y que, contra todo pronóstico, funcionaba. Yo seguía de chico para todo, indicaba gris en el reverso de algunas páginas, revisaba fotolitos, hacía fotocopias. También pequeños dibujos de pie de página o para ilustrar algunos artículos.
Entonces llegó la carta de la mili y me fui. Tras algunas batallitas conseguí librarme en catorce días y volví a Intermagen, a ver si mi puesto seguía libre. Pero no. Habían contratado a un chaval de Santa Coloma, un chavalín tímido, Miguel Francisco se llamaba. Claro, quién se iba a imaginar que iba a hacer sólo dos semanas de mili.
Para Bichos estuve intentando que me aceptasen algún personaje, sólo diré que acabé dibujando a Spruggi, un monstruo suicida. Muy educativo y divertido para los niños. ¡No quiero ni imaginar cómo debieron de ser los que me rechazaron! Un grupo inversor compró el título y, evidentemente, mi personaje no sobrevivió al cambio. Por esos días conocí a otro chaval tímido que traía dibujos, Jaime Martín.
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Portada de Bellido para un retapado de La Judía Verde. | |
T: En 1984 entraste a trabajar en el reservorio de cómic pornográfico de Iru y ya no saliste: Hara Kiri, La Judía Verde, El Cuervo, Kaña, El Pacha “G”... ¿Tú cómo diferenciarías estas revistas?
B: Desde aquella entrevista con Carlos Navarro a la que me llevó Ricardo Soler no paré de colaborar. Ediciones Amaika desapareció para resurgir como Editorial Iru, con Navarro y Echarri a la cabeza. Desde el número 49 de Hara Kiri publiqué regularmente hasta el último número. También en los últimos números de El Papus, creo que fueron tres especiales, antes de vender la cabecera a El Jueves.
Hubo un momento en que había multitud de revistas en la editorial Iru: Hara Kiri, La Judía Verde, El Cuervo, Cómic Erótico, El Pacha “G”, y alguna más que seguro se me olvida. Lo bueno es que aceptaban una gran cantidad de material, podías hacer las páginas que quisieses, las querían todas. Lo malo es que no había ningún control de calidad salvo el del propio autor, y claro, si eres un poco relajado, tienes entre dieciocho y veinte años y te pagan por cantidad...
Entre aquellas revistas no había distinción de temática por título, salvo el personaje de El Cuervo o algunos otros que repetían siempre en la misma revista. Pero el proyecto de la revista Kaña fue interesante. Miguel Francisco, Jordi Diago, Carlos Vila, yo mismo y alguno que seguro se me olvida tuvimos la feliz idea de preparar la maqueta de un proyecto y proponerlo a Iru. Echarri y Navarro, que sabían tanto por viejos como por diablos, nos dijeron que se lo pensarían. Un tiempo después nos avisaron de que tenían una idea nueva y que si queríamos colaborar. Se llamaría Kaña. Estuvo bien, fue bonito mientras duró, y se diferenciaba del resto de revistas de Iru porque no era de temática sexual. En principio era de humor y actualidad.
T: En estas revistas se insistía mucho en las chanzas genitales, en dibujar penes enormes y muchachas bellísimas que los recibían alborozadas. Tú te detenías un poco más a elaborar el humor. ¿Podrías hablarnos de la labor de tus compañeros?
B: Me divertía más imaginar situaciones absurdas y humorísticas que otras vertientes del erotismo. No sé, a lo mejor es que me apetecía más imaginarme al lector riéndose que...
Carlos Vila siempre tenía propuestas gráficas interesantes, hacía y hace las cosas con cariño, lo digo de buena tinta ya que compartimos estudio algunos años. Jordi Diago, que firmaba Gorka, me hacía reír con su humor bestia y canalla. Ramis tenía unos chistes muy buenos. Cuando Marco o Epi tenía tiempo le quedaban unas páginas muy bonitas. Y Miguel Francisco ya tenía esa gracia con las figuras y el trazo limpio.
T: Cuéntanos algo más sobre los responsables de Iru. ¿Cómo eran las fórmulas de trabajo y qué tal te pagaban?
B: Los responsables de Iru son poco conocidos porque decidieron dedicarse al cómic de clase B, por así decirlo, desde luego no era cómic de autor. Pero, por lo que sé, en sus buenos momentos, las cifras de ventas no iban por detrás de tebeos con más renombre. Carlos Navarro y Echarri eran los editores supervivientes de Ediciones Amaika. De esa época no tengo datos, ya que sólo colaboré en dos o tres números cuando ése era el sello editorial. Rápidamente, sobre el año 1984, y después de algunos meses de silencio, se pusieron en contacto conmigo para colaborar en la nueva etapa, mismas cabeceras, pero la editorial pasaba a llamarse Iru. Navarro se mostraba paternal conmigo, en el trato personal siempre fue amable y aguantó más de un retraso, desapariciones y crisis profesionales por mi parte. Cobrar no se cobraba mucho, pero se compensaba con la cantidad de páginas que absorbía la editorial. Las cantidades no las recuerdo exactamente, estaban en la media de mercado de trabajos de agencia. Lo que si recuerdo es que en los diez años de colaboración el pago fue puntual, el 10 de cada mes recogíamos nuestro talón ¡con fondos! Incluso cuando la editorial cerró, Navarro nos llamó uno por uno preguntando cuántas páginas teníamos hechas en ese momento para pagarlas y cerrar el garito.
T: Atrévete un poco más. Nos interesa saber el precio por página de este tipo de cómics y cómo evolucionó.
B: Bueno, puede que mi memoria falle y sin querer te dé cifras erróneas, pero estoy bastante seguro de que era así: Amaika pagaba 3.500 pesetas de las de entonces por página en blanco y negro, y 4.500 por la página en color. En Iru, al principio, eran las mismas cantidades, pero luego fueron subiendo de 500 en 500 pesetas hasta llegar a las 5.000 pesetas por página en blanco y negro y 6.500 por página en color. La portada se pagaba igual que una página en color o una página con un chiste (en color). Las páginas de Manga Cómics ya se pagaban menos, entre 3.000 y 3.500 pesetas, creo recordar. Era por el tamaño y la cantidad de páginas que iba a llevar la revista, se argumentó.
También sé que algunos autores cobraban más y otros menos, en la época que nos pagaban a 5.000 a la mayoría algunos estaban cobrando 3.500 todavía.
En los álbumes se pagaba la portada como página en color, y el relleno, siempre material ya publicado en revista previamente, a 500 pesetas por página.
Esto me recuerda una maravillosa anécdota de un plante y siguiente intento de compra de los cabecillas, pero esa historia me la guardo porque aún estamos vivos la mayoría.
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Dos páginas para La Judía Verde nº 88. |
T: O sea que Manga Cómics fue el estertor de Iru. Una revista sobre un tema de moda que no funcionó en el mercado. Curioso. ¿A qué crees que fue debido que no funcionase?
B: Carlos Navarro y Echarri tenían, supongo que aún tienen, mucha vista para los negocios. Cuando se olieron que eso del cómic japonés podía tener tirón se fueron al registro y descubrieron que la marca “Manga” no estaba registrada. Pues nada, me la registra usted a mi nombre. Así nació Manga Cómics. No sé los demás, pero yo no creía para nada en eso del manga, estaba convencido de que era una moda pasajera que iba a traer temas que no nos interesaban. Supongo que por eso hice aquellas historias en la revista, riéndome de la épica de sus héroes. Creo que por una cosa o por otra no entendimos qué era el manga, a qué público iba dirigido y qué temas les interesaban. También hay que decir que ayudó la crisis de los tebeos del año 1993. Dos subidas seguidas en el precio del papel que mataron a toda editorial pequeña y/o de supervivencia.
No sé cómo acabó el tema del registro de “Manga”, creo recordar, y mi memoria es muy mala, que lo puede usar cualquiera salvo en el título de una revista.
T: ¿Fue tras irte de Iru cuando lo intentaste de nuevo con lo infantil en 1991, en ZipiZape?
B: En ediciones B había cambiado el director de la revista ZipiZape, volviéndolo a llevar la misma persona (¡no recuerdo su nombre!) que dirigió la última etapa de Pulgarcito en el año 1986. Me llamó y me dijo que hiciese algo. En esa época yo tenía una producción de páginas exagerada, las eróticas de Hara Kiri y compañía, las de Kaña, había empezado a colaborar en la revista Barragán, y con el ZipiZape se iba a una producción de veinte-veinticinco páginas mensuales. ¡El reto era encontrar tiempo para dormir!
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| Una revista casi olvidada, Barragán. |
T: La revista Barragán surgió a raíz de un éxito puntual televisivo. ¿Qué recuerdas de esta experiencia?
B: La experiencia Barragán fue agridulce. Estábamos todos muy ilusionados, porque pagaban bien, como el doble o triple que en Iru. Eso daba opción a cuidar más el trabajo. Pero la alegría duró poco. La revista pasó de ser mensual a semanal, yo acababa de irme a vivir a Valencia, y se decidió que la gente que colaborase debía vivir en Barcelona. Así conocí a Ramón Boldú, durante el despido telefónico. Pensé que era una excusa, pero luego, años más tarde, Boldú se ha seguido acordando de mí y ha contado conmigo para otros proyectos, así que le odio, pero poco.
T: Desde 1995 en adelante diste clases de diseño y dejaste el cómic. ¿Fue por esta razón? ¿Ocultaste a partir de entonces tu pasado en el cómic porno?
B: La crisis de los tebeos del año 1993 me pilló en Valencia. Las editoriales iban cerrando, una tras otra. Iru dejó de hacer tebeos para dedicarse a libros de cocina y pasatiempos; Ediciones B cerró las líneas semanales y quincenales para dejar sólo un par de títulos mensuales, donde no cabía yo, y Barragán también bajó la persiana. Los amiguetes de Barcelona se reciclaron como pudieron. Miguel Francisco se pasó a animación, Jordi Diago empezó a tatuar, otros hicieron publicidad. A mi me pilló desubicado, casi no conozco gente de la profesión en Valencia, solo Salva me ofrece una representación de embutidos, entro en depresión. Hago trabajos de supervivencia, folletos de publicidad, carteles, vacío pisos para inmobiliarias, formo parte de los monjes del grupo Inhumanos, etc.
Estoy refocilándome en la depresión económica y creativa cuando Carlos Vila me llama y ¡me ofrece un curro de dar clases de diseño gráfico con CorelDraw! para cursos de formación del INEM. ¡Ni había usado ese programa ni siquiera lo había visto nunca! Acepté el trabajo, me volví a Barcelona, a mi querido y nato barrio de Sants. Tuve que dar mis primeras clases teóricas sin dejarles encender el ordenador, para tener tiempo de mirarme el programa en casa por las noches.
Hombre, “ocultar” no es la palabra, pero tampoco hace falta hacer bandera. Si alguien me pregunta si dibujaba porno, se lo cuento sin problema. Para mí ha sido un trabajo como cualquier otro.
Como curiosidades de esos años puedo decir que tuve de alumno en clase a Diego, el de Pepe el tenso. Y también a Óscar Manuel Martín, que ahora da clases y es un gran colorista.
En mi magnífico deambular como maestro educador di con mis cosas en la Escuela Joso. Tuve que suplir a Bié durante unos meses. Me dejé barba, me puse unos zancos y chaqueta negra y nadie llegó a darse cuenta.
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Bellido reciente, en Penthouse Comix. Son páginas de los números 103 y 105. |
T: De hecho no lo dejaste, también colaboraste en Penthouse Comix. ¿Cómo te fue con esta empresa, algo más sólida que Iru? ¿Más exigencia, mejor pago?
B: ¡Uy! Eso es mucho más reciente, del año 2011. Jordi Coll, el editor de Amaníaco, también coordinaba la revista Penthouse Comix, con un lío de productoras, editoriales y dueños de cabecera que nunca entendí. Total, que Jordi me avisó cuando le quedaron páginas libres para gente nueva y empecé a colaborar, pero otra vez tuve mala suerte. Pocos meses más tarde compró la cabecera MC ediciones, que como sabréis está en suspensión de pagos. Una gran empresa, pero muy poco profesional, desde mi prisma. Jordi Coll nos avisó de que las cosas iban mal, se despidió de MC para no hacerles el juego y nos recomendó estar muy pendientes. Con cambios continuos de director, excusas y retrasos, la cosa acabó como bien había vaticinado Coll. Mal.
Por cierto, Jordi Coll me convenció en el... ¿2001? para que le hiciese un par de páginas para el Amaníaco, a ver si la culpa del despertar del gusanillo otra vez fue suya!
T: Has trabajado en dos parcelas de la industria, pues has sido librero, en Perra Cómics. Cuéntanos tu aventura como librero y revélanos algún secreto de la industria.
B: Dar clases sí estaba bien pagado, además de sobrevivir pude ahorrar un poco, y junto con dos amigos, Montse y Oriol, abrimos Perra Cómics en Sants, en el año 1999.
Una de las cosas que más me sorprendieron en su momento fue el porcentaje que se lleva la distribución y venta, y que siendo grandísimo, no veo cómo reducir. Luego el poco cuidado que tienen los distribuidores de grapa, especialmente para las diferentes marcas de distribución de Planeta-DeAgostini. Las tiendas de cómic somos un grano en el culo para ellos, ya que empiezan el reparto a las cinco de la mañana en quiosco, y nosotros, la gran mayoría, no abrimos antes de las diez. Eso hace que cuando se juntan tres o cuatro paquetes en la furgoneta, arrugados y sucios, se dignen a traértelos. Eso sí, el cobro semanal del reparto llegaba puntual a la cuenta. Alguna vez nos han llegado a entregar tres números seguidos de una colección, y, claro, el cliente fijo se va perdiendo. Esta queja se hizo formalmente y en su momento, varias veces, estando enterados los responsables de distribución. Pero nunca hicieron nada. Un cero bien gordo para Planeta-DeAgostini y sus distribuidores, que, por cierto, cobraron una buena fianza.
Una de las apuestas de nuestra tienda era disponer de un espacio de uso libre, ya había alguna tienda de cómics y juegos en Barcelona con espacio de uso público, con mesas y sillas. Así que poco a poco nos fuimos decantando por los juegos de estrategia, cartas y de tablero.
Un día me di cuenta de que estar cara al público me agotaba, así que pensé que era momento de hacer otras cosas. En el 2007 dejé de ser socio trabajador en la tienda para intentar volver a dibujar. Bueno, hay que decir que la crisis también ayudó, ya no daba la cosa para tres sueldos, cumplía los cuarenta y siempre te queda esa cosa dentro haciendo runrún de tu profesión.
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Trabajo para la Junta de Andalucía, el cómic digital La Patrulla K. |
T: Hiciste tebeos educativos para lectores andaluces en 2008, el cómic aquel de Kiddia. Háblanos por extenso de todo ello.
B: En 2007 ilustré un juego, Tobynstein, de Josep Maria Allué. Desde entonces hemos colaborado en varios proyectos, entre ellos este de la Junta de Andalucía.
Se trataba de unas páginas educativas para que los jóvenes accedieran a las nuevas tecnologías con garantías de protección. Los personajes estaban diseñados por Paco Cavero y tuve que ceñirme a ellos. En realidad son pocas páginas, seis, creo recordar. Aún está online en: http://www.kiddia.org/patrulla-k-comic; hay además en la página unos juegos de los que también hice los elementos.
T: Háblanos de las tiras de Leo.
B: Estuve unos meses comprando y desmenuzando El Jueves a ver si encontraba un personaje arquetípico que faltase y que diese juego. Al final llegué a la conclusión de que un Dilbert a la española, más pícaro y escurridizo, podía funcionar. Un funcionario rodeado de la típica fauna que, imaginamos, habita esos edificios oficiales de catorce plantas. Escribí el proyecto, hice quince guiones, dibujé ocho tiras y me fui a El Jueves. Nunca recibí respuesta. Al poco apareció un personaje nuevo en El Jueves que es un oficinista, quiere decir que no tengo tan mal ojo siempre, otra persona llegó a la misma conclusión que yo!
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Bellido presentó este proyecto de tira a El Jueves. |
T: Tus trabajos actuales, me refiero a las historietas y storyboards que terminas, van dirigidos a un público muy exigente: el niño. ¿Los niños exigen productos de factura excelente y son un público difícil de satisfacer mientras que a los adultos les basta con ver un par de... y ya están contentos?
B: ¡Uy, ojalá! Los storys de animación son muy agradecidos, sobre todo si los haces mano a mano con Miguel Francisco. ¡Sí, aquel que me quitó el trabajo! Te sientes director de película, lees la descripción de la escena y piensas dónde colocar la cámara, que sea fluido entre la anterior escena y la siguiente, que se entienda bien la acción y sea descriptiva o narrativa cuando toque. Además debe contener todas las indicaciones para los animadores.
Es muy diferente un cómic de un story de animación. Un story es parte intermedia del proceso industrial, está sujeto a unas normas y tiempos que poco o nada tienen que ver con el cómic.
Si te refieres al cómic erótico, pues depende de qué quieras contar, si pretendes hacer reír al lector, seguramente no hará falta que los dibujos sean realistas.
Es que éste es un tema que ya viene de Góngora y Quevedo, el contenido o la forma. Absolutamente contenido, si explicas algo que crees interesante, y sabes mantener la curiosidad del lector hasta el final, éste quedará satisfecho.
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Una muestra del actual proyecto de cómic de Bellido. | |
T: ¿Qué opinas de la deriva del cómic actualmente, con el público infantil casi perdido y el adulto arrinconado en el fenómeno de la "novela gráfica"?
B: Creo que “novela gráfica” es la enésima forma de llamar a los tebeos. ¡Pero si sirve para atraer a un público adulto, acorde a la temática, pues bien venido sea!
El cómic infantil, haberlo haylo. Se hacen cosas muy buenas, Cavall Fort sigue en la brecha. Dibus!, de Norma, me parecía muy acertada mientras la seguí, ahora no sé cómo estará. Lo que me parece que falta es una editorial que pueda tener presencia en puntos de venta y que se arriesgue con el pequeño margen que da el cómic infantil. Así que veo la distribución electrónica cada vez con mejores ojos. Al principio pensé: esto de la applestore es como el manga. ¡Eso me hizo recapacitar y comprar el kit de desarrollo de Apple!
T: Actualmente haces publicidad y diseño (ICV Jones, Virtual Toys). Qué parte de fascinación tienen estas labores que no tiene el cómic?
B: ¡Pagar facturas!