DEL ARTESANO AL ARTISTA: VIDA Y OBRA DE MAGNUS
Narciso, desaforado, preciosista y genial fue el dibujante Roberto Raviola que, sin el menor empacho, firmaba como Magnus. Nacido en 1939 en Bolonia, Raviola estudió Bellas Artes y se dedicó desde muy joven al dibujo publicitario. De ahí pasaría a dibujar miles de páginas de cómics, algunas de lo más vulgares, otras de lo más sofisticadas que se han visto jamás en el noveno arte. Magnus se iría de este mundo tal vez demasiado pronto, en 1996, dejando una obra variada, imperecedera y hermosa.
Los inicios
En 1964, luego de trabajar un tiempo en ilustraciones publicitarias, el joven Roberto Raviola leyó un aviso de la revista Maschera Nera pidiendo dibujantes. En Milán, el joven Luciano Secchi y su socio Andrea Corno estaban creando una editorial, en la que se disponían a publicar varias series concebidas por Secchi. Raviola llegó a Milán desde Bolonia con una carpeta de sus trabajos y fue contratado enseguida por la naciente editorial Corno para dibujar la serie Kriminal, el rey del delito.
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Dis páginas de Kriminal. |
La premisa era enrevesada. Anthony Logan, un adolescente traumatizado por su padre alcohólico, termina convirtiéndose en un asesino despiadado, primero vengando el cruel destino de su padre, exsocio de una empresa petrolera británica a cuyos socios Logan asesina con absoluta crueldad, y más adelante convirtiéndose en un criminal común, que asesina a malvados y a inocentes sin contemplación. Ataviado con un extraño uniforme que semeja un esqueleto invertido (huesos negros, fondo blanco), Kriminal elude siempre las pesquisas de Scotland Yard y, aunque no siempre se sale con la suya (por lo general, el botín de sus crímenes se desvanece), logra prevalecer en un ambiente hostil. La serie, creada como competencia a Diabolik, el exitoso antihéroe creado por las hermanas Giussani, se convirtió en un verdadero fenómeno. Kriminal no era una imitación de Diabolik, aunque lo pareciese, era casi una exaltación del crimen, de la vida oscura, mucho más transgresora que Diabolik. Ambos cómics y sus imitaciones, protagonizados por antihéroes amorales fueron llamados fumetti neri (cómics negros). El clima que se respiraba en el Italia a inicios de los años sesenta era de cinismo, al haber surgido una generación posterior a la posguerra desilusionada de la política y las ideologías. Héroes impolutos como los que proliferaban en los cómics americanos no interpretaban el zeitgeist de los tiempos, en cambio, estas historias de delincuentes que se salían con la suya, sí. Mientras en Estados Unidos imperaba el modelo del comic book a colores y protagonizado por héroes que profesaban los mayores valores de la sociedad americana, los fumetti neri renegaban de la Italia en la que eran creados, ocurriendo casi todas sus historias en una improbable Inglaterra o en los Estados Unidos y sus protagonistas practicaban todo tipo de antivalores. Su formato era muy reducido (11,5 por 16,9 cm), con solo dos viñetas por página, pero eran inmensamente populares. Los fumetti neri eran constante motivo de polémica (lo cual exacerbaba las ventas) y varias veces se intentó censurarlos o prohibirlos, los desnudos eran cubiertos con manchas negras que simulaban sombras. Los editores y autores fueron acusados de incitación a la prostitución, subvertir el orden familiar e intento de horrorizar a los lectores. Estas acusaciones nunca significaron una condena, pero sí que se recogieran las revistas de los puntos de venta en varias ocasiones. En lo temático, los tabúes que rompían hoy pueden resultar inocentes, casi infantiles, pero desde entonces Magnus se vio cubierto por la imagen del creador que se atrevía a romper todas las fronteras.
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Muestra de "L'isola dei mostri", en Satanik #45. |
Kriminal se convirtió rápidamente en uno de los cómics más vendidos de Italia. A menos de un año de surgir su primer personaje exitoso, la dupla Bunker/Magnus dio vida a Satanik. Esta vez una antiheroína, tributaria del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Una horrible pero brillante científica, Marny Banister, crea una pócima que la vuelve bellísima. Pero el resentimiento con el que ha vivido Marny por su fealdad es tal que, además de hermosa, se vuelve malvada, como Kriminal. Criada también en un hogar infeliz, esta vez de Nueva York, con un padre alcohólico y suicida, las circunstancias la llevan a convertirse en un auténtico monstruo a pesar de su belleza. No se trataba de literatura de alto vuelo, sino de evasión pura. A la par de que Magnus iba evolucionando y mejorando cada día como artista, se sucedieron algunos momentos felices en sus cómics con Bunker. En el episodio 73 de Kriminal, el antihéroe es alistado para la guerra de Vietnam donde es testigo de un auténtico genocidio. Es una historia donde el descreído Bunker asume una clara postura política, el título lo dice todo: “La guerra e' bella solo per chi specula” (La guerra es bella solo para quiénes especulan). En el número 54 de Satanik, por su lado, la hermosa antiheroína llega a Nueva Inglaterra, nada menos que al Innsmouth de Lovecraft, y se enfrenta a unos hombres-peces bastante bien dibujados. Ambos personajes serían llevados al cine por Umberto Lenzi (Kriminal, 1966) y por Piero Vivarelli (Satanik, 1968). Todo hay que decirlo, siendo cine de bajo presupuesto, de serie B, las películas no son del todo malas, sobre todo la de Satanik.
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Muestra de Alan Ford. |
Luego de sus personajes asesinos vendrían más adelante la pirata del espacio Gesebel (imitación de Barbarella) y el agente Dennis Cobb, suerte de James Bond con los aires sofisticados que podía permitirse una revista barata. Pero fueron personajes de éxito escaso que Magnus rápidamente dejó a manos de otros dibujantes. Finalmente crearían Alan Ford, el que se considera el mejor cómic de Bunker como guionista y la consagración de Magnus en el fumetto popular italiano. Más humorística que sus obras anteriores, Alan Ford es una asumida sátira social en las que un pequeño grupo de publicistas de la quinta avenida de Nueva York vive alocadas y disparatadas situaciones, cargadas de un humor más blanco que sus trabajos anteriores. Alan Ford no fue el éxito inmediato que significaron Kriminal y Satanik, pero cuando se afianzó en el público no solo logró mantenerse por más de cuatrocientos números, sino que llegó incluso a tener su adaptación a serie de dibujos animados. Bordeando los años setenta, Magnus y Bunker tuvieron discretas colaboraciones en la revista Eureka, también de la editorial Corno, que se recopilarían en un tomo llamado Gli anni d'oro di Magnus & Bunker donde destaca Lurid Scorpion (Escorpión macabro), un wéstern crepuscular con acabado a lápiz, y particularmente una adaptación bizarra y amarga de El soldadito de plomo de Hans Christian Andersen, en la cual Bunker emprende otro alegato antibélico y Magnus ejecuta un dibujo absolutamente espectacular. Finalmente, luego de diez años dedicado a estos cómics, la carrera de Magnus da un vuelco, se divorcia de su esposa y deja de trabajar con Max Bunker, yéndose a una editorial más grande, la Edifumetto de Renzo Barbieri que se dedicaba a cómics abiertamente pornográficos. Aquí trabaja con otros guionistas, pero empieza también a escribir sus propios guiones para el que sería su primera gran obra, Il Sconociuto (el Desconocido), un personaje mucho más complejo y menos paródico que todos los de sus obras anteriores.
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Muestra de la ambientación de Alan Ford. |
Los años de la creación desaforada
Unknow (sin N al final), es un exsoldado de fortuna, un personaje con un pasado oscuro, veterano de la guerra de Argelia y víctima de estrés postraumático por los crímenes que presenció y de los que fue parte. Este desconocido vive amargas aventuras en los más diversos parajes del globo, encontrándose con toda clase de personajes turbios y viviendo situaciones en las que nunca hay ganadores. Secuestros en Haití, parricidios en Roma, conflictos sangrientos entre palestinos e israelíes, son algunas de las aventuras en las que se verá metido Unknow quien, con su apariencia recia, sus acusados rasgos y sus gafas oscuras, promete ser un auténtico héroe de acción, cuando es en realidad la sombra de lo que una vez fue. Como decía el propio Magnus, el Desconocido, a quien el autor imaginaba como la representación del hexagrama 56 del I Ching, el Andariego, no podía tener un buen final, ya que la muerte lo marcaba desde el comienzo. Surgida en un momento de grandes conflictos internacionales, en el que Europa se veía convulsionada por el terrorismo de las Brigadas Rojas en Italia y la fracción del Ejército Rojo en Alemania, el narcotráfico compraba conciencias de líderes en los países del tercer mundo y cuando los ideales del Mayo del 68 se habían desdibujado, el Desconocido intentaba medrar ejerciendo oficios varios y encontrándose aventuras que nunca buscaba y que se desarrollaban siempre de la manera más violenta.
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Muesta del depliegue gráfico de Magnus en El Desconocido. |
Magnus iba aprendiendo sobre la marcha a escribir, a la par de haber llegado su dibujo a un nivel de calidad asombroso, hacía gala de toda clase de recursos narrativos dignos del mejor cine de acción de los años setenta (Peckinpah, Boorman, Penn). En su formato de dos viñetas por página, El Desconocido era ya una obra de autor que reflexionaba sobre la violencia y las contradicciones ideológicas; era el comienzo del Magnus artista. No obstante, al ser una obra más ambiciosa que sus trabajos previos, Magnus se enredaba con las fechas de entrega. Las ventas no fueron buenas y El Desconocido entró en un hiato. Casi que, a cambio de permitirle realizarlo, Barbieri, el editor de Edifumetto, le pidió a Magnus una serie de cómics eróticos. Ya en los años setenta las leyes han cambiado y no hay riesgo de que se retiren las revistas de los kioscos, el riesgo ahora es que todo está visto. Así que estos cómics eróticos de Magnus son extremos, explícitos, vulgares y excesivos. Se suceden Medianoche de muerte, 10 caballeros y un mago, Aquella tarde en el internado femenino y especialmente El cráneo viviente, relato del protomedievo (siglo VI) en el que Magnus toma como referencia el estilo del ilustrador de comienzos de siglo XX Aubrey Beardsley. Cuenta la historia de la princesa Rosemunda, quien es obligada a casarse con el asesino de su padre, Alboino, el rey de los lombardos, y es forzada también a beber vino del cráneo de su padre, por lo cual trama una cruel venganza sobre Alboino. Magnus toma esta historia, entre legendaria e histórica, y la convierte en un relato erótico. A pesar de lo explícito de las imágenes, felaciones o sodomía, el dibujante y guionista consigue un acabado preciosista y una muy buena historia.
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Dos páginas de El cráneo viviente. |
Entonces Barbieri encarga a Magnus una serie mensual, Necron. Escrita por Ilaria Volpe, se trata de una parodia bizarra de Frankenstein, en el cual una necrófila, la doctora Frieda Bohner, fabrica a partir de cadáveres a un esclavo sexual, Necron, con el cual recorrerá el mundo, asesinando gente y violando mujeres. Aparentemente, el guion original era tan repugnante que Magnus le añadió humor, convirtiendo a Necron en un deficiente mental tan ridículo que sus aventuras junto a su ama Frieda son risibles antes que asquerosas.
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Dos páginas de Necrón. |
Con un dibujo extremadamente sofisticado, a tono con la línea clara de moda en Francia, y que a ratos se asemeja al trazo del Jaime Hernández de Love and Rockets, el contraste entre la belleza del trazo y lo insulso de la trama no puede ser mayor. Pero la serie tiene gancho, es un éxito de ventas y se llega a publicar en toda Europa. Magnus concibe otra heroína de ciencia ficción, la aristocrática Milady 3000, que vive una auténtica ópera espacial en unos decorados totalmente steampunk (y que fue publicada a colores en Francia en Metal Hurlant y en EE UU en Heavy Metal).
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Ilustración de Milady 3000. |
Son ya los años ochenta y un nuevo aire recorre el cómic europeo con el auge de las revistas mensuales al estilo de A suivre, El Víbora o Frigidaire. Magnus consigue retomar al Desconocido en historias breves para la revista Orient Express, pero ahora en páginas grandes con varias viñetas. Se suceden Un pedido comprometido, El vuelo del Lac Leman, Luna llena en Dendera y, finalmente, su trabajo más ambicioso con el personaje: El hombre que mató al Che Guevara. Aunque no se habla mucho de esta aventura de Unknow, es uno de los cómics más importantes de Magnus, tanto por el espléndido dibujo, la cuidada ambientación en Bolivia, las escenas de acción y el tono sombrío de la narración. Pero, asimismo por la historia: el Lúgubre es un personaje sórdido, adicto a la base de cocaína, inmiscuido en el tráfico de drogas y atormentado por su pasado, por la carrera militar que hizo en el pasado y que lo vinculó con el ajusticiamiento del famoso guerrillero. Unknow, conocido en esta historia como el Sueco, es parte de una red de espionaje que involucra banqueros y empresarios de muchos países. En esta aventura quedará debiéndole un favor al Lúgubre, se encontrará con una extraña mujer que tal vez sí o tal vez no apareció en su primer episodio “Pocas horas para el alba”.
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Muestra de El hombre que mató al Che Guevara. |
Estamos ante una gran historia con un final muy amargo, en el que vemos a Bolivia sumergida en la miseria y sin que la frustrada epopeya de Guevara haya servido para terminar con la desigualdad social. Además, vemos al antihéroe de Magnus abandonando el país convertido en una piltrafa humana. El Desconocido ha sido una obra desigual, es un personaje interesantísimo y bien construido que en sus primeras aventuras se resintió de cierta torpeza en la inexperiencia del novel guionista. En El hombre que mató al Che Guevara, Magnus es dueño tanto de lo que dibuja como de lo que escribe, relatando una sórdida historia de narcotráfico en un país andino sumido en la pobreza, en la que nuestro antihéroe Unknow una vez más es superado por las circunstancias, intercalada con el diario de la travesía de la sierra de Ernesto Che Guevara décadas atrás.
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Ilustración de Magnus para una portada de I Briganti. |
Alternando con más publicaciones pornográficas o de terror (destaca Vendetta Macumba, una historia de zombis ambientada en Brasil, muy a tono con el cine de terror italiano de esa época), Magnus da luz a un concepto completamente innovador. Emocionado con la lectura de un libro medieval chino Yu shu han (Los bandidos del pantano) concibe I briganti (Los bandidos). Es una historia fantástica a medias inspirada en el libro chino, pero ambientada en un universo extraño, antiguo y futurista al mismo tiempo, donde convergen naves voladoras con una sociedad feudal y en el que una banda de ladrones resulta ser más noble, más digna y más ética que los corruptos que gobiernan. No solo nos encontramos con una ambientación maravillosa, con un dibujo absolutamente espléndido. En I briganti, Magnus por fin dibuja personajes heroicos, valientes: Espíritu-hondo y Cráneo de Pantera. Son héroes de aventuras dignos de Howard o Tolkien, pero I briganti es aún más que eso, es una verdadera epopeya plagada de personajes contrastantes y bien construidos. Publicada a lo largo de varios años, con irregularidad, llegó a tener cuatro volúmenes.
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Muestra de I Briganti. |
Décadas atrás, el trabajo de Magnus fue perseguido por obsceno, las nuevas leyes permitían que se publicara cualquier cosa, pero, en cambio, las críticas no eran favorables a este autor de cómics baratos, por bien dibujados que estuvieran. Pero la aceptación de la crítica finalmente llegaría. Magnus continuaría con sus extrañas adaptaciones de antigua literatura china. En el inmenso volumen El ciruelo en el vaso de oro (de más de 2800 páginas y considerado una obra maestra de la literatura, que data de 1610 y es atribuida a Lanling Xiaoxiao Sheng) Magnus encontraría la inspiración para Las 110 píldoras, considerado el mejor relato del cómic erótico de todos los tiempos, pero que, al igual que el libro en el que está basado y a pesar, o más bien, debido a lo explícito de sus imágenes, es una fábula moral sobre el libertinaje y sus excesos que, según la historia, siempre tienen su precio.
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Ilustración de Las 110 píldoras. |
El Farmaceuta Hsi Men Ching recibe de un monje mendicante ciento diez píldoras que aumentan el vigor sexual y usándolas Men Ching experimentará los mayores placeres con sus seis esposas, con las mujeres de un prostíbulo, con los travestis de otro y, finalmente, se encontrará consumido y al borde de la muerte, luego de cometer todos los excesos posibles. Magnus utiliza un recurso curioso y es que, respetando los nombres del relato original, sus escenarios y vestuarios son totalmente caprichosos y sus personajes, con nombres chinos, son totalmente caucásicos. El resultado de esto es una obra ecléctica que por momentos semeja una representación teatral. Magnus es un maestro del dibujo que rehúye, pudiendo hacerla, de una reconstrucción fidedigna de época como las de François Bourgeon o André Juillard. Se deleita dibujando cuerpos desnudos en todas las posiciones, en escenarios que parecen de ópera y sabe ya manejar un ritmo narrativo mucho más cuidado que el que permitían las dos viñetas uniformes del fumetto nero. Acá Magnus juega con las viñetas de las páginas haciendo verdaderas composiciones art decó y su adaptación del clásico de la literatura china adquiere una personalidad única. Magnus había coqueteado con lo obsceno y con lo abiertamente pornográfico, pero al aparecer Las 110 píldoras por entregas en la revista Tótem las circunstancias que rodeaban al cómic habían cambiado, la publicación de las obras de Manara y Saudelli habían logrado que el erotismo en el cómic fuera considerado algo chic, antes que una temática de mal gusto, así que al momento de publicarse en álbum la obra íntegra (y en gran formato) fue un inmediato fenómeno de ventas, pero también resultó aclamado por la crítica. Las 110 píldoras fue traducido y editado en varios continentes y supuso al fin el reconocimiento de Magnus como uno de los grandes del cómic del mundo. Pero la obsesión del autor boloñés por la literatura china y por los cómics cada vez más refinados no terminaría ahí.
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Ilustración de Las 110 píldoras. |
En 1987 Magnus adapta otro clásico chino, esta vez Los cuentos fantásticos de Liao Tzhai, convirtiéndolo en Las mujeres encantadas, una serie de relatos independientes que mezclan la magia y la sensualidad para demostrar el poder absoluto de lo femenino. Las mujeres encantadas pudo no haber sido tan exitoso como Las 110 píldoras, pero es tal vez la obra maestra de Magnus y acaso es uno de los cómics más hermosos que se haya dibujado nunca. El eclecticismo de Las 110 Píldoras aquí es llevado aún más lejos, tanto en la ambientación como en los vestuarios de los personajes, cada relato es ambientado en una época distinta de la historia de Europa, uno parece ocurrir en la Segunda Guerra Mundial, otro en 1800, otro en el medioevo, y todos conservan los nombres chinos de los personajes del libro. Fantasmas, licántropas y vampiras protagonizan algunas de las historias menos la última, protagonizada por la partera Yun-Ho, una mujer que no tiene nada de sobrenatural y tal vez es el personaje más humano que Magnus haya creado. El trabajo de adaptación del texto es excepcionalmente cuidado y la combinación con los dibujos logra un acabado de corte lírico absolutamente inusual en los cómics. Las planchas originales serían dibujadas a gran tamaño (30 por 40 cm) y el nivel de detalle es comparable al de los grabados del siglo XIX.
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Muestra de Las mujeres encantadas. |
Los años finales
Sería difícil explicarle a un lector de cómic americano el éxito que todavía tenían (¡todavía tienen!) los cómics ambientados en el lejano Oeste hechos en Europa. Sería aún más difícil explicar que el cómic más exitoso de Italia es Tex, creado en los años cincuenta a imagen de Red Ryder o Pecos Bill y otros héroes del wéstern made in America, y que nunca evolucionó. El cómic francobelga dio obras como El teniente Blueberry, Jonathan Cartland o Comanche donde los personajes van evolucionando a lo largo de las décadas, adquiriendo mayor profundidad psicológica, abordando temas complejos como el genocidio de las tribus aborígenes, el machismo exagerado de los pistoleros y los dilemas éticos de lo que entonces era una tierra sin ley. El ranger de Texas, Tex Willer, en cambio, se mantiene como un héroe perfecto, impoluto, sin vicios ni debilidades. Entre los años ochenta y noventa el wéstern había pasado completamente de moda en Hollywood y los escasos wéstern que se hicieron eran películas cínicas, amargas, antiheroicas (The Unforgiven, Young Guns) y, desde ese entonces, el único cómic americano de vaqueros con cierta relevancia es el Jonah Hex de Palmiotti y Gray. No obstante, el cómic de Tex en Italia alcanzaba tiradas de medio millón de ejemplares. Hijo de su creador, el editor Sergio Bonelli concibe en 1988 la colección de álbumes de gran tamaño de Tex (los “Texone”), no solo más grandes en dimensiones, si no en extensión, doscientas veinte páginas en lugar de las cien acostumbradas. Encarga los guiones a Claudio Nizzi y los dibujos a artistas importantes como Jordi Bernet, Enrique Breccia, José Ortiz, Alfonso Font, Guido Buzzelli o Joe Kubert. Y, claro está, Bonelli le encarga un libro a uno de los dibujantes más populares de Italia, Magnus, dándole un cómodo plazo de tres años para entregarlo. Magnus se demoró siete.
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Estudio del Tex de Magnus. |
Habiendo dibujado cómics extremadamente populares, Raviola no había hecho fortuna con los cómics. Muchos de sus trabajos los había aceptado por necesidad más que por decisión artística. No obstante, el encargo de un álbum de Tex se lo tomó con mucha seriedad. En entrevistas, habló de Tex como uno de sus cómics preferidos de niño y es evidente el celo casi excesivo que puso en su puesta en escena, dibujando escenarios con un nivel de detalle impresionante y un estudio de luces y sombras digno de una ópera. Tex y el valle del terror es uno de los cómics con dibujo más elaborado que se hayan hecho nunca. Magnus cuidó la ambientación en extremo: la casa de Victor Sutter está basada en mansiones reales de ese lugar y esa época y la sensación que produce al leerla es como ver el palacio de los Salina en Il gatopardo de Visconti. Magnus adopta una técnica de plumilla que no escatima nada al dibujar paisajes, árboles, arbustos, construcciones y para el trazo final de los personajes usa un entintado un poco más grueso y con una expresión que venía desarrollando desde I briganti que les dan un aire muy especial. Lo único malo de este Tex es el guion. Manido, encorsetado, con larguísimos diálogos y desarrollando una historia a medias inverosímil, a medias insulsa. Una historia con una secta de asesinos, sometidos rápidamente por Tex, que descubre la manipulación que la malvada criada May Ling ejerce sobre el anciano terrateniente Victor Sutter. Resulta casi inexplicable porque Magnus dedicó tanto cuidado a una obra tan baladí, que le trajo problemas con el editor y que, por la demora, le significó ganancias exiguas. Diagnosticado con un cáncer de páncreas, Magnus tuvo energía para a duras penas terminar el cómic y, de hecho, murió sin verlo publicado. Sus últimos cuatro meses los dedicó a cerrar pequeños proyectos, como el Il fratempo (Mientras tanto), la última aventura del Desconocido, que tiene final feliz y que Magnus terminó de dibujar un día antes de fallecer.
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Viñeta de Magnus para su versión de Tex. |
El Tex de Magnus tuvo una gran acogida póstuma. Algunos críticos compararon los dibujos con las ilustraciones de Gustave Doré y se llegaron incluso a publicar dos libros de ensayos, entrevistas y bocetos, solo dedicados al Tex de Magnus. No obstante, que su último aliento lo dedicara a concluir las aventuras de Unknow y con un final feliz, sumado a sus propias declaraciones, nos dicen que era su obra predilecta entre todo lo que dibujó. Pero, así mismo, tal vez lo mejor de Magnus fueron sus adaptaciones de literatura antigua china, I briganti, Las 110 píldoras y Las mujeres encantadas. En estas obras no solo se vio a un Magnus en el apogeo de su calidad como dibujante, sino que planteó una idea completamente original al recrear historias de la china medieval, con astronaves retro futuristas, y dar a personajes con nombres chinos aspecto occidental. A ojos actuales es debatible si estos comics clasificarían como apropiación cultural, pero el resultado que obtuvo Magnus es tan extraño, tan particular, que son obras muy especiales y muy valiosas. Las adaptaciones chinas de Magnus son toda una mezcla de desenfado y rigor rabiosamente posmoderno. Autores como Denis Sire, Daniel Torres o Massimo Rotundo también jugaron, en esos mismos años ochenta, a mezclar el futuro con el pasado, a deconstruir la narración convencional. Pero acaso fue Magnus el más original, el más capaz y el que llevó sus experimentos más lejos. Magnus siempre fue ecléctico en los cómics escritos por él mismo o con guiones de otros, se alejó siempre de su cotidianeidad y de Italia. Pero en sus adaptaciones chinas abordó, con tino, temas universales como la corrupción del poder, la injusticia o el valor. En vida, Magnus no se ganó ningún Yellow Kid, mucho menos algún premio en Angulema. Pero, después de su muerte, el dibujante boloñés ha tenido más reconocimiento como el gran artista que supo ser; hay incluso una calle en Roma que lleva su nombre.
Entre lo populachero y lo sofisticado, entre lo obsceno y lo sublime, entre lo vulgar y lo genial, acaso no sea absurdo decir que Magnus representa a la cultura italiana en todos los sentidos.