DEGENERACIÓN EN GENERACIÓN. (¿O ES MUTACIÓN?)
MANUEL BARRERO

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Notas:
Prólogo al catálogo CÓMIC E ILUSTRACIÓN 2009, de INJUVE

DEGENERACIÓN EN GENERACIÓN.
(¿O ES MUTACIÓN?)

 
En una soleada mañana de junio, asistimos de nuevo al festival de imágenes, en busca de los nuevos valores en la representación y en la narración mediante dibujos, que este año parecen haber llegado a un punto en el que los radicalismos no son horizontes de interés de lo que todavía llamamos “jóvenes”.
 
Parece que ya hay consenso con lo que se señalaba en los prólogos de catálogos anteriores de esta muestra (Cava): que ya pasó el tiempo de los grandes relatos, desvanecida la esperanza de que los inconformistas revolverían el panorama cultural y artístico.
 
Estas advertencias vienen de lejos. Los teóricos del la Estética y los sociólogos llevan un lustro repitiendo que los discursos que configuraron la modernidad han sido abandonados, que ya no se busca refugio en los espacios protegidos de los grandes sistemas de pensamiento. Naturalmente, no han faltado los apocalípticos que acusan a la tecnología de este descabalgamiento ético: que si la imagen técnica ha difuminado la estatización del mundo, que si la tecnología y los media conducen a la anestesia social, que si nuestra cultura está perdiendo el carácter narrativo, etc. Hasta hay algún defensor de esta última hipótesis (Benjamin), convencido de que la capacidad de intercambiar experiencias, así como la experiencia misma, está en trance de desaparecer.
 
¡En trance de desaparecer!
 
Resulta aparente que las nuevas tecnologías, así como ciertos mecanismos de implantación de imágenes narrativas en cine y televisión, han cambiado nuestra forma de percibir el mundo; ergo, la de reconocerlo y la de narrarlo. Pero esto, lejos de imposibilitar el intercambio de experiencias actúa en sentido contrario, lo reanima. O quizá sólo lo transforma; pero, desde luego no lo mitiga.
 
La última revolución tecnológica nos ha traído a un punto en el que no dejamos de plantearnos análisis sobre la ruptura de esquemas tradicionales de educación y de apropiación de experiencias, que a la larga confluyen en una ética, y por lo tanto nos preocupa. Hay mucha insistencia, por ejemplo, en la idea de que el discurso oral se refuerza cuando hay un buen nivel educativo al estilo tradicional, pero estudios llevados a cabo con rigor científico demuestran que no son tan relevantes como se creía (Witting, en Signos). También se advierte que los nuevos lenguajes cinematográficos (y publicitarios, coincidentes las más de las veces) han evolucionado hacia dialécticas más pobres, sobre todo en la utilización de la planificación y en la aceleración del montaje. Bien, pero, ¿por qué más pobres? Y los paquetes simbólicos del pasado, ¿son necesarios? Preguntémonos por el atractivo que personajes recargados de historia (Batman, p.ej.) tienen para el público de hoy. A propósito del repertorio de posibles relatos a narrar, ¿es éste renovable? Preguntémonos para qué, si lo que deseamos no es algo nuevo en el fondo sino algo nuevo en la forma.
 
La idea de que las industrias culturales mataron al arte (Adorno), porque expropiaron la conciencia y sustituyeron la experiencia artística primordial por arte inferior, goza de bastantes seguidores todavía. Esta concepción del “fracaso de la cultura” parte del prejuicio hacia ciertos modos o manifestaciones culturales, como por ejemplo el cómic o la ilustración infantil, que nosotros no podemos admitir. Esto es tan absurdo como pretender que nuestros hijos sólo accedan a la cultura que tuvieron sus abuelos, o que nuestros jóvenes se expresen sólo con las herramientas que utilizaron sus padres. El sacrificio ya nos ha sido advertido (Kellner): los jóvenes interpretan contenidos culturales y luego desarrollan sus expectativas en función de sus experiencias sobre obras que son dominantes, o populares, en los medios, las cuales son impulsadas por los propios medios. ¡Ajá! Ya dimos con el escollo: el mercado. El cine, la televisión, la música popular, el cómic, la ilustración comercial, la publicidad, todos son medios muy codificados en términos empresariales, y están organizados de acuerdo con fórmulas muy convencionales.
 
Y, claro, queremos que los artistas escapen de lo convencional. Hete aquí que nos hemos mordido la cola. Convocamos a los jóvenes para concursar y les pedimos que no sean convencionales para acceder luego, con nuestro aval, al festival de los convencionalismos: al mercado.
 
Todos hemos sido absorbidos por el mercado, incluso los sistemas de pensamiento. Es curioso que algunos creadores jóvenes triunfen con proclamas contra el capitalismo incardinados en el tejido que irriga ese mismo “capitalismo” (je, hasta la red hipermedia crece sobre la base de un comportamiento colectivo análogo al comunismo), resulta simpático que clamemos por los rasgos de singularidad cuando la gran mayoría sólo desea mezclarse con la masa en ese gran caldo de cultivo que fomentan los grupos, las asociaciones o la red internet, nuestro nuevo Dios (Manffesoli).
 
Si hay algo que criticar a nuestros jóvenes creadores es tan sólo su insistente hedonismo, la desestimación de los actantes frente a los actores (con quien los identifica) y, si acaso, su fijación por lo publicitario. Esto afecta sobre todo a los nuevos relatos, donde, sí, esto es innegable, personajes y roles se confunden con el estereotipo, y esto ha venido configurando modelos narrativos muy eficaces comercialmente pero tremendamente simples.
 
De ahí que este año nos costara elegir a los mejores historietistas de entre los candidatos a los premios del Injuve. Se apreciaba en todos un gran dominio de la plástica, un evidente reconocimiento de los nuevos clásicos, una versatilidad indudable con las herramientas tecnológicas. Pero se escogió a los buenos narradores, sobrevolando las plásticas epatantes, sabedores de que el cómic, como otros medios narrativos, demanda contadores de historias. De ahí que eligiéramos a cinco representantes (seis, pero hubo uno que rebasó la frontera de edad), autores que partieron de un argumento, que sabían crear personajes y situaciones, componer en página, diseñar secuencias y desarrollar un guión. Narrar, en fin. El primer premio fue otorgado a José Pablo García Gil, narrador andaluz con muchas historias por contar, originales, bien construidas, hasta sorprendentes. Xavier Tárrega, el premio accésit, tenía a su favor una cualidad envidiable: su capacidad para el ritmo en una gozosa mezcla de narratividad mangaka y estadounidense, capaz de seducir a los fieles a ambas formas de acercarse a la historieta. De los seleccionados para la exposición, José Domingo Domínguez Used, Joan Cornellá Vázquez o Roberto González Hernández, es destacable la frescura de su propuesta, o la depuración técnica, y sus deseos de impactar en el lector.
 
Con respecto a los artistas ilustradores, por más que se ha propuesto la sustitución del concepto de "representación" por el de "lenguaje" (Salas) hoy en día los jóvenes parecen tener claro, sin necesidad de contraponer a Wittgenstein con Derrida, que la imagen les interesa como plasmación pictórica menos que como narración, y que a través de ella se construyen o se emancipan. Se realizan. Nuestros jóvenes ilustradores dan fe de este valor, reconocido y nuevo, no necesariamente radical, pero sí consciente del potencial afirmador de la ilustración. Es por esta razón que, por primera vez en este concurso nacional, nos hayamos decantado por escoger más ganadores en el cupo de la Ilustración que en el de Cómic. En buena lógica: había mejores ilustradores que historietistas.
 
Gran parte de los preseleccionados en esta categoría estaban formados, eran frescos, tenían ideas, dominaban la composición, y lo más importante, aportaban un mensaje. Eso sí, en su trabajo reinaba cierta homogeneidad en cuanto a técnica y capacidad para innovar. A todos nos atrapó la fortaleza de las imágenes de Laura Wachtter, una mujer muy joven pero con gran madurez artística. Desde el principio pensamos que era una artista de premio. A la zaga, pero no muy lejos, le iban los catalanes María Corte y Miguel Porlán, cuya técnica era también muy depurada y que llamaban la atención sobre todo por su capacidad compositiva y su originalidad. Ante la desbordante calidad de los trabajos de ilustración se escogieron seis accésit, todos ellos con propuestas muy plausibles, bien en el apartado técnico (el hiperrealismo de Ricardo Fumanal disipaba cualquier duda sobre su sólida formación) bien como propuestas de probada calidad artística o ricos en investigación, en este ámbito que les pronostica un futuro profesional prometedor. Nos referimos a Ignacio Serrano, María Mar Villar Gallardo, Diana Bóveda García o Iván Bravo, mostrando la obra de este último una especial confluencia de estilos. Seleccionados para la exposición han quedado François Pagés, con una propuesta que va más allá de su tosca puesta en página (y precisamente por eso), impactante, y con un toque narrativo que también apetece hallar de vez en cuando en las series de ilustraciones. Luis Nuñez de Castro Torres y Marisa Morea, autores de propuestas también interesantes, completan el recorrido de la muestra de este año 2009.
 
Se dice que los medios de expresión gráfica están siendo roturados por la imposición de estilos y tendencias. O, peor: que los jóvenes no hallan canales de expresión fuera de esas tendencias o estilos imitados. Para comprender a estos jóvenes quizá haya que dar la espalda a nuestras convicciones y mirar como ellos miran a la plancha vacía, motivados precisamente por el tejido mediático. La idea de la “democratización” de la imagen creativa se queda algo corta (y no digamos ya la de “normalizacion”), en un contexto que es, por ahora, meramente, de supraexposicion. Y en este contexto en constante cambio no se pueden lanzar las campanas al vuelo para hablar de una nueva generación, pero tampoco resultade utilidad clamar por la debacle.
 
Nunca antes como hoy ha habido tanta presencia de arte juvenil en los medios. No llegan a los estandarizados diarios, libros o televisiones, pero sí a sus propios espacios, a los flickr, los facebook, los 4shared, la blogosfera. Se dibuja más que nunca y se publica más que nunca permitiendo con ello airear la obra, ser observada, mejorada por la opinión ajena. Está en constante mutación. Es obvio que, a ojos de los ávidos localizadores de genios, surgen pocos. Pero quizá ocurre que han cambiado los esquemas narrativos: ya no hay que construir una historia para epatar porque se pueden difundir cientos de obras sencillas con las que comunicarse.
 
Un aspecto que es necesario remarcar de esta edición de Injuve reside en la difusión de las obras antes de ser presentadas a concurso. Ya desde ediciones previas se vienen aceptando trabajos de participantes de años anteriores, y también está permitido concursar con obras conocidas, contratadas, publicadas o expuestas, incluso ya premiadas en otros certámenes. Esto supone abrir mucho el abanico pero también responde a una realidad. El hecho es que, hoy, los creadores no son como los bohemios de obra oculta y genialidad que de repente aflora. Hoy todos los autores disponen sus obras (incluso sus bocetos, sus proyectos) en sus blogs o websites, además de en fanzines o en revistas. La obra se difunde en múltiples copias que se ofrecen al juicio popular desde el mismo instante de su concepción.
 
Como eje de toda esta mostrabilidad está el problema de la escasez de temas, y del alimento en lo referencial, o la abundante autorreferencia. En este sentido, hay que hacer caso a los afectos a la tardomodernidad (Ruiz de Samaniego), que indican que las manifestaciones actuales de biografismo responden a un deseo de narrar el yo y la propia afectabilidad. Los artistas y narradores de la actualidad, bastantes de ellos, o al menos los más jóvenes, se interesan por plasmar la precariedad existencial, la ternura y el miedo, precisamente tras (y por) haber perdido los grandes referentes ideológicos y/o simbólicos. Y de eso ¿son ellos culpables?
 
Lo que deseamos todos es que no se pierda la facultad de narrar. La juventud creadora de historietas o de ilustraciones –muchas, en esencia, narrativas- debe buscar una base sólida desde la que partir. Una que confiera importancia a la naturaleza formativa del medio, que conciba la llegada a la profesionalidad a través de una formación adecuada. Una que presienta en la imitación el punto de partida pero no el final del camino. Una, en fin, que estime que las rutas por las que debe ir el nuevo cómic español y la nueva ilustración española son las rutas del relato elaborado con una formación y, al menos, un mensaje, si es que no se puede aspirar a un discurso.
 
Manuel Barrero
Creación de la ficha (2011): Manuel Barrero. Edición de Félix López.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2009): "Degeneración en generación. (¿o es mutación?)", en CERTAMEN DE CÓMIC INJUVE, 11 (IX-2009). Asociación Cultural Tebeosfera, Madrid. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/degeneracion_en_generacion._o_es_mutacion.html