DAMPYR: EL BAILE BONELLI DE LOS VAMPIROS
RICARDO VIGUERAS

DAMPYR: EL BAILE BONELLI DE LOS VAMPIROS
 
1.      Creación y personajes.
 
            Dampyr es una serie de Sergio Bonelli Editore creada por Mauro Boselli y Maurizio Colombo en lo que respecta a la parte literaria, y por Majo (nombre artístico de Mario Rossi) en la parte gráfica. Hasta hoy (marzo de 2010), Aleta Ediciones ha publicado en España los primeros 38 números, distribuidos en 26 ejemplares sencillos de 96 páginas y cuatro volúmenes de 288 páginas que contienen tres números de la colección original. En Italia, donde la serie sigue su curso, comenzó a aparecer en abril de 2000 y han sido publicados 120 números mensuales y seis especiales.

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Dampyr en acción y junto con los personajes de la serie.

Boselli y Colombo idearon la serie en 1993, durante la redacción del Manual del Vampirólogo para el tercer almanaque del miedo de Dylan Dog. Para entonces llevaban un tiempo trabajando para Sergio Bonelli Editore, donde habían escrito diversos álbumes de series como Zagor, Mr. No o Nick Raider. En 1995, cuando la guerra de Bosnia se encontraba en su fase más dramática, decidieron que ese entorno convulso sería el marco adecuado para que Dampyr viera la luz. Majo comenzó a dibujar el primer número en verano de 1995 y lo acabó en 1997; el segundo no fue concluido hasta 1999. El primer número, titulado Il figlio del diavolo, vio la luz en abril de 2000[1].

            Dampyr nació con vocación de ser una síntesis de todas las historias de vampiros, terror y ultratumba tradicionales, pero incorporadas a la modernidad, como afirmaba Sergio Bonelli en la introducción del número 1 editado en España:
 

En lugar de las terroríficas (pero al fin y al cabo, conocidas ya y, por lo tanto, tranquilizadoras) historias tradicionales, desde el Drácula de Bram Stoker hasta las novelas de Anne Rice, en las que elegantes vampiros duermen en ataúdes forrados con terciopelo rojo y son asustados por ajos, cruces y estacas, Boselli y Colombo nos presentan a unos vampiros que se ríen de tal ingenuidad. Unos vampiros escondidos en un mundo tan real y angustioso como ellos mismos. Es, queridos lectores, el mismo mundo en que vivimos nosotros, con su dureza y su violencia[2].

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Aparece Caleb Lost. Dampyr, 5. Dibujo de Rossi.

Doble naturaleza de Harlan Draka. Dampyr, 13. Dibujo, Andruecci.

Cine, inspiración sin tapujos. Dampyr, 19. Dibujo, Rossi.

Ecos de Tomb of Dracula. Dampyr, 20. Dibujo, Piccininno.


            En efecto, la violencia y dureza del mundo contemporáneo será el gran escenario de Dampyr, una serie que inicia su andadura durante la guerra de los Balcanes (1991-2001). El título de la serie alude a la naturaleza de su protagonista, Harlan Draka, un extraño individuo cuyo medio siglo de vida no se refleja en sus aparentes treinta años que vaga por los Balcanes haciéndose pasar por supuesto Némesis de vampiros hasta descubrir que su verdadera naturaleza es la de un “dampyr”: el hijo de vampiro y de madre mortal. A partir de la muerte de su amigo y casi hermano Yuri, que es atacado por una manada de vampiros comandados por el voraz Gorka, su vida se convertirá en un incesante vagabundeo por el mundo luchando contra toda clase de vampiros y “maestros de la noche” (vampiros de origen alienígena, entre los que se cuenta el propio padre de Harlan). En la primera historia, que transcurre en la aldea de Yorvolak, comienza el despertar de Harlan Draka y su combate contra los seres de la oscuridad, pero también confluyen los otros protagonistas de esta saga: en primer lugar, su leal amigo, el gigante y rudo Emil Kurjak, antiguo ingeniero que ha hecho de la guerra y de la muerte su vocación después de que las bombas mataran a su esposa y a su hijo y le convirtiesen, como él mismo llega a afirmar, en “un carnicero sediento de venganza”

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El trío protagonista. Dampyr, 21. Dibujo, Majo.Harlan y Tesla. Dibujo, Majo. Dampyr, 2.Fantasías árabes. Dampyr, 23. Dibujo, Genzianella.La barbarie de la guerra. Dampyr, 2. Dibujo, Majo.

[3]. En segundo término, la conmovedora figura de Tesla, una vampira enamorada de Harlan que no puede consumar su amor por éste (la sangre y los fluidos de los dampyr resultan mortales para los vampiros) y que se debate eternamente entre la imperiosa sed de sangre y un puñado de dilemas éticos que la obligan a escoger cuidadosamente a sus víctimas (“Descarto a los niños y a los enamorados. Dudo ante aquellos que me parecen felices, o destinados a serlo. La felicidad es más fuerte que la muerte”[4]). El trío de protagonistas son criaturas de ficción maduras y crepusculares, seres capaces siempre de nobles impulsos, pero también dominados por una región sombría que los define como seres incompletos y desdichados que ven en el impulso de la aventura la máxima razón para seguir tolerando la existencia. Si bien el trío de amigos suele viajar a todas partes, ni es así en todas las ocasiones ni protagonizan necesariamente las mismas aventuras, ya que la particular idiosincrasia de cada uno de ellos les desvía con frecuencia del centro de atención de los relatos, protagonizados regularmente por Harlan, pero también por Tesla o Kurjak.
            Como en toda buena serie de la factoría Bonelli, les acompaña un nutrido reparto de personajes secundarios más o menos recurrentes, entre los que destaca Caleb Lost, el director del Teatro de los Pasos Perdidos (inspirado gráficamente en David Bowie) y que mantiene su residencia en una Praga de inspiración expresionista llena de secretos que él conoce como la palma de su mano. Su primera aparición, en la magistral historia Bajo el puente de piedra (Dampyr, 5) prefigura la completa madurez de la serie y anuncia una larga tirada de números excelentes que a partir de entonces comenzarán a sucederse prácticamente sin interrupción y consolidan Dampyr como una de las mejores series de la casa Bonelli, a la altura de cabeceras de culto como Dylan Dog.
 
2.      Equipos creativos
 
            La publicación en España ha mantenido la coherencia de los primeros números, donde todos los guiones están a cargo de sus creadores originales. Si bien los dos primeros títulos de la serie están escritos a cuatro manos por Boselli y Colombo, a partir del número 3 se alternan en la escritura de los mismos, aunque quien hasta la fecha ha escrito más números es Mauro Boselli (setenta y nueve números, frente a dieciséis de Colombo). En el número 39 se rompe esta dinámica, al pasar la autoría a Diego Cajelli (quien también escribirá los números 74, 85, 95, 96, 109, 113 y 115), Alberto Ostini (42), Luigi Mignacco (48, 56, 76, 83, 92, 110, 118), Mario Faggella (67, 71, 107), Stefano Piani (68), Pasquale Ruju (72, 106), Giovanni di Gregorio (80, 108, 114) o Claudio Falco (117), pero la presencia de Mauro Boselli a los guiones sigue siendo una constante, mientras que la dirección de la serie reside en ambos. Como es natural en las colecciones Bonelli, se van alternando los dibujantes, aunque existe una constante de artistas más o menos habituales. Además de Majo, creador gráfico de los personajes, desfilan por sus páginas otros artistas como Luca Rossi, Maurizio Dotti, Nicola Genzianella, Alessandro Baggi, Giulano Piccininno, Stefano Andreucci, Stefano Casini o Marco Torricelli. Destaca entre todos ellos Luca Rossi, creador de algunos de los mejores números de la serie, en los que este artista recrea a la perfección una Praga de ensueño o de pesadilla dominada por claroscuros expresionistas que remiten tanto a la mejor literatura fantástica de los siglos XIX y XX como a diversas obras maestras del cine mudo.

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Nace un dampyr. Dampyr, 1. Dibujo, Majo. Nocturno gótico. Dampyr, 9. Dibujo, Majo. Praga expresionista. Dibujo, Rossi. Narcotráfico y vampirismo con ecos de Traffic. Dampyr, 24. Dibujo, Genzianella.

 

3.      Una serie plena de evocaciones literarias.

            El gran mérito de la serie Dampyr consiste, al igual que en otros títulos representativos de la factoría Bonelli, en la frescura y honestidad con que asumen sus homenajes y referencias de partida. La genialidad de Dampyr, como la de Dylan Dog o Tex, reside en que a sus creadores no les importa que podamos reconocer sus influencias y referentes. Se consideran unos creadores anclados en la tradición del cómic y de la cultura popular del siglo XX y la revisitan a menudo para usar de ella cuando más les interesa. A este respecto, es denotativo que la apariencia de Harlan Draka esté inspirada sin ningún pudor en la de Ralph Fiennes para la película Días extraños (Kathryn Bigelow, 1995), pero también en otros seres condenados y nocturnos[5] conocidos por un gran número de lectores. También la apariencia de Dylan Dog se inspiraba en la del actor Rupert Everett, y sobre ese modelo, reconocible para muchos, fueron introduciendo variaciones de estilo sobre la marcha de la serie. Esta costumbre de trabajar sobre actores y fotografías, tan antigua como el mismo cómic (recordemos no sólo el primer Blueberry, inspirado en Jean-Paul Belmondo, sino al mismo Tarzán de Harold Foster, basado en Elmo Lincoln), puede parecer hoy poco “artística” u “original”, pero el éxito de las series Bonelli depende en buena medida de que sus artífices trabajan sobre un enorme caudal de cultura popular que homenajean por medio de préstamos de todo tipo. Desde este punto de vista, los creadores literarios de la serie Dampyr se sienten más próximos a la concepción del poeta antiguo, que no tenía más interés en ser original que por mostrarse respetuoso con una tradición heredada sobre la cual introducía sugestivas variaciones personales. Es por esto comprensible que una serie como Dampyr se haya convertido rápidamente en un éxito en su país de origen, porque cuenta con un público receptor que saborea los continuos homenajes y guiños al género de terror que recorren la saga. Dampyr es metaficción de máxima calidad, una serie de ficción sobre la ficción de los vampiros donde casi ninguno de los elementos que la integran son originales en sí mismos, sino originales en su nueva combinación, que es la de Boselli y Colombo para un público del siglo XXI que quiere una nueva visión de los mitos del vampirismo adaptados a nuestros tiempos.

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La obsesión por el padre. Dampyr, 2. Dibujo de Majo.Tesla vigila y medita. Dampyr, 21. Dibujo, Majo.Tesla y Kurjak, rivalidad y camaradería. Dampyr, 23. Dibujo, Genzianella.Tesla, asesinato por compasión. Dampyr, 26. Dibujo, Baggi.

            Un balance general de lo publicado hasta ahora en España sólo puede arrojar alabanzas sobre Dampyr, una serie protagonizada por antihéroes (Kurjac, Tesla y en menor medida su protagonista Harlan Draka) para consumo del lector moderno de cómics a quien ya irritan los héroes de una pieza. Una estremecedora viñeta nos presenta a Harlan emergiendo de una noche tormentosa en Los cazadores de fantasmas[6], y es que todos estos personajes, muertos o no muertos, producen cierta inquietud y a veces hasta repulsión. Se complacen demasiado en quejarse de la turbiedad del mundo de ficción en que habitan, pero lo cierto es que fuera de ese mundo no tendrían cabida en otra clase de realidad. Ni siquiera el propio Harlan, cuando imparte clases como profesor invitado en la Universidad de Friburgo[7], es nada más que una especie de mutante en permanente conflicto moral con un entorno burgués al que no pertenece. Es entonces cuando Boselli y Colombo echan mano de su impresionante biblioteca de temas vampíricos para extraer a Harlan de ese mundo, que es para él como un museo de cera, y devolverle al entorno salvaje e impredecible en que mejor se mueve nuestro personaje.

            Merece la pena insistir en que Boselli y Colombo tienen una gran biblioteca a la que recurren sin vacilar y que les sirve como permanente fuente de inspiración. Estamos ante una serie enormemente literaria, no sólo por sus referentes temáticos o porque tal es el estilo de la mayor parte de los cómics de la factoría Bonelli (historias de casi cien páginas con viñetas pequeñas que a veces duran dos y tres números y las parangonan más con la novela que con el cómic convencional), sino porque son muchas veces los libros del pasado, que evocan y recrean con minuciosidad, aquellos motores o detonantes de la historia. ¿Cuántos de los miles de lectores de Dampyr conocen con la misma familiaridad las sagas nórdicas de Snorri Sturlusson que dan forma al excelente díptico compuesto por Bajo el volcán y La caverna del troll?[8] En este aspecto, la serie Dampyr es una notable heredera de la última etapa de la obra de Hugo Pratt, aquella representada por la Fábula de Venecia (1977) donde Corto Maltés se dejaba envolver en fantasías simbolistas y librescas llenas de evocaciones de culturas remotas y personajes históricos. Aquella etapa, que muchos reprocharon a Pratt por hacerle olvidar el más genuino espíritu de la aventura en favor de cierta autocomplacencia intelectual (algunos dirían que intelectualoide), es también una referencia fundamental en Dampyr, como también lo es en otro contexto Martin Mystère, pero en este caso existe siempre un evidente balance en que lo que debe primar es sobre todo el espíritu de aventura, lo que no es obstáculo para que, dentro del generoso margen de extensión que tienen los tebeos Bonelli, a veces Harlan y otros personajes (sobre todo Caleb Lost, pero no únicamente) se explayen en evocaciones literarias y culturales que brotan dentro de las pequeñas viñetas como manantiales de herejía en estos tiempos en que muchos lectores se congratulan con la poca letra y con cierta clase de cómics predominantemente visuales.

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Portadas de Dampyr, 1 y 101, Dampyr albo speciale, 0 y 100 anni di fumetto italiano:
Todas las portadas de la colección han sido dibujadas hasta hoy por
Enea Riboldi.

            Dampyr es una gran serie que se mantiene como referencia fundamental del tebeo fantástico de nuestros días a pesar de sus naturales vaivenes artísticos como serie comercial de aparición mensual. Es, sin embargo, mucho lo que ofrece a cambio de tan poco como su precio de portada en Italia. Sus dibujantes suelen ser profesionales excelentes que a veces bordean lo magistral (me decanto por Majo, Rossi, Dotti y Genzianella) y sus argumentos y guiones brillantes y llenos de diálogos a veces sorprendentes o conmovedores. Sin embargo, no nos equivoquemos, esto para muchos no es “arte”, simplemente el refrito de cien bibliotecas de unos autores empecinados en alucinarnos con su cultura. Quizá quienes erróneamente disfrutamos tanto con este estilo de viñetas pequeñas y acciones más pausadas con diálogos más ricos y oxigenados deberíamos pagar mucho más por cómics de muchas menos páginas donde se nos cuenta mucho menos a pesar de la tapa dura y la validación cultural del cómic como objeto más próximo al libro de arte que a la literatura.

NOTAS

[1] Dampyr, 3, p. 2. Aleta Ediciones. Valencia, 2004.
[2] Sergio Bonelli en Dampyr, 1, p. 2. Aleta Ediciones. Valencia, 2004.
[3] Dampyr, 1, p. 18, viñeta 1
[4] Colombo y Baggi, Dampyr, 26: El jardín prohibido, p. 8, viñetas 1-3. Aleta Ediciones. Valencia, 2008.
[5] Dampyr, 3, p. 4
[6] Dampyr, Los cazadores de fantasmas, p. 230. Aleta/Dolmen. Palma de Mallorca, 2009.
[7] Véase Dampyr, 8: Desde las tinieblas. Aleta Ediciones. Valencia, septiembre de 2006.
[8] Dampyr, 33 y 34, publicados en España en Dampyr: Los cazadores de fantasmas, pp. 1-192. Aleta/Dolmen. Palma de Mallorca, 2009.
Creación de la ficha (2010): Ricardo Vigueras. Edición de Javier Alcázar
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
RICARDO VIGUERAS (2010): "Dampyr: El baile Bonelli de los vampiros", en Tebeosfera, segunda época , 5 (22-IV-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/dampyr_el_baile_bonelli_de_los_vampiros.html