A mediados de los años setenta los jóvenes autores de la historieta española habían crecido leyendo interminables aventuras de héroes prototípicos enfrentados a villanos arquetípicos en escenarios estandarizados y / o esquemáticos. La carga ideológica, cuando no propagandística, de muchos tebeos enflaqueció su calidad durante los años treinta a cincuenta, y muchas consignas de moralina caduca persistían en los tebeos de los años sesenta y setenta, sobre todo en los dirigidos a las niñas y en los humorísticos fruto del reciclaje constante.
Plantearse la génesis de una nueva historieta era ya necesario en los años setenta, al calor de una economía más saneada y, sobre todo, tras el reconocimiento de que las llamadas ‘artes populares’ lejos de atañer a las costumbres folclóricas formaban un grupo de actividades creativas en auge. Uno de los usos que se le quiso dar a un medio eminentemente enfocado hacia el ocio, la historieta, fue el de servir como vehículo de mensajes ideológicos. Otro, el de utilizarlo como herramienta didáctica.
Composición a doble página en el primer libro de Ciencia y aventura.
El cómic, como lenguaje, presenta aspectos que lo señalan como idóneo para educar. Por un lado, sobre la base de su sustancia narrativa formula un relato, bien descriptivo, bien cinético, que si resulta entretenido posibilitaría el aprendizaje. Por otro lado, debido a sus cualidades formales, dado que su vehículo de expresión es la imagen, deviene modo idóneo de representar objetos, situaciones o acciones de forma inteligible y de fácil aprehensión. El problema es que lograr esto no es sencillo. Es necesario saber narrar en historieta para que el relato sea comprensible al tiempo que ameno. Es necesario saber representar adecuada y explicativamente lo que se quiere enseñar para que el receptor lo entienda y retenga. De estas dos dificultades se desprende el porqué de tan poca historieta didáctica y la poca extensión de su uso pedagógico.
La solución, claro está, pasa por crear buenas obras de historieta que sirvan de complemento a buenos manuales pedagógicos. Pero su integración sigue siendo dificultosa.
Uno de estos intentos de ‘deleitar enseñando’ lo planeó el sello Ediciones AFHA Internacional, S.A., a mediados de los setenta, con la colección CIENCIA Y AVENTURA, partiendo de la premisa de usar un medio ‘novedoso’ (el cómic) para instruir a los niños de la nueva España del desarrollismo (preservando ciertos valores tradicionales, eso sí). Estas ediciones se planearon ambiciosas, incluso con introducciones de profesionales del ramo o profesores universitarios, pero el coste y tiempo de producción quizá no permitió su pervivencia. Es cierto que del primer título hubo varias ediciones en diferentes distribuciones, pero la colección no avanzó más allá del quinto número y prontamente se hizo reciclaje en rústica, a precio más barato y que quedó truncada cuando el sello AFHA dejó el proyecto y salvo por dos reediciones no volvería a publicar cómics.
La propuesta era hacer productos en los que la componente ilustrada era el anzuelo evidente, pero que brindaban historietas entremezcladas con páginas didácticas. La obra fue desarrollada en la segunda mitad de los años setenta, con alguna ayuda de manos ajenas hacia el final, por este orden: Conocimientos del cuerpo humano, luego titulado Los invasores del cuerpo humano, en 1975, Viaje al mundo secreto de los insectos (Hormigas y abejas), 1976, Jóvenes en peligro (Operación socorrismo), 1976 –de la cual Fernando sólo hizo el guión-, Viaje a la Prehistoria, 1978, y Viaje a las estrellas (El universo), publicada en 1979, libro en el que intervino Manuel Brea.
La obra, según se acredita, es una obra de autor de Fernando, pues firma el guión y el dibujo, e incluso los bloques de texto didáctico (salvo por un breve prólogo). Estos textos seguramente venían predeterminados por el editor, a la vista de la redacción propia de manual y por el encaje de alguna cuña con tono fervoroso: “Todos esos maravillosos mecanismos los empleó Dios en el hombre de una manera especial, para hacer que su cerebro, y mediante él su inteligencia, le elevara por encima de todos los otros seres de la Creación” (página 13). Lo que escribe el historietista es bastante más lineal, un relato de aventuras de corte fantástico que observa débitos a Asimov en lo argumental (Fantastic Voyage, 1966), y también tomas de prestado de los grandes ilustradores americanos (Boris, Frazetta) o británicos (Foss, Melvyn Grant), populares por entonces.
Por lo que respecta a su carga dramática o a su función didáctica, lo cierto es que la historia aquí desarrollada se queda en el mensaje de “estamos preparados para vencer al enemigo con ayuda de la medicina”; a partir de cierto punto, la historieta va por un lado y los bloques didácticos por otro, sin llegar a encontrarse. Eso sí, asistimos a un despliegue de fantasía inusitado en su día, un relato sencillo de acción bélica en escenarios ilusorios hilado con un muestrario de ilustraciones soberbias de color bullente que siguen deslumbrando hoy por su factura pasmosa.
Viaje al mundo secreto de los insectos se organiza de modo similar a la obra anterior. Se trata de un producto mixto que ofrece una historieta fantástica en la que se van intercalando páginas con textos explicativos sobre los llamados insectos sociales. El relato central relata la travesura de una pareja de niños, que manipulan un ingenio en el que trabaja su científico padre y acaban reducidos de tamaño y secuestrados por hormigas y, luego, por abejas. Conocen de este modo el modelo de vida de ambos himenópteros a través de representaciones algo esquemáticas de sus modelos organizativos, sin otro sobresalto en el argumento según avanzan hacia la colmena de abejas, y con una composición de página menos espectacular que en la anterior obra. La baza fuerte de Fernando sigue siendo el dibujo y el cromatismo. Parte de premisas ya conocidas (Richard Matheson y su The Incredible Shrinking Man, oLewis Carroll y sus reinas soberbias–y desde aquí podría haberse inspirado Lucas para Jabba the Hut, curiosamente) y el uso de una estética que parece dividir la obra en tres partes: una que remite al trazo y las creaciones fantásticas de autores como Julio Ribera, otra que engarza con la ilustración figurativa de las portadas de libros infantiles, y otra que explota en un festival cromático con cierto aire camp.
En la obra hallamos referencias de nuevo a Frazetta, a la hora de dibujar planetas, a Carlos Giménez, para los atuendos extraterrestres, y de otros ilustradores. Llaman la atención las concesiones que la obra hace al Creacionismo, y la alegría en la aplicación del color: Los espacios que los personajes visitan son rosas, fucsias, casi un viaje por un parchís de proporciones astronómicas. Los villanos, los tungas, llevan un atuendo napoleónico algo fuera de lugar que contrasta fuertemente con arquitecturas alienígenas muy conseguidas, o con composiciones verdaderamente logradas, como la de la página 24 o 29.
«para AFHA ejecuta una colección de libros juveniles didácticos Ciencia y Aventura, con una curiosa personalidad narrativa cómic-pictórica. Uno de estos libros CONOCIMIENTOS DEL CUERPO HUMANO, ha recibido la Mención de Honor de la Comisión Católica Española para infancia…» DIARIO DE AVISOS, 6-II-1977
Independientemente de sus habilidades narrativas, el lector de estas obras se sumerge en mundos fantásticos de un colorido inusitado, con Fernando haciendo prestidigitación con las figuras y la escala cromática, en composiciones atractivas hasta el pasmo y algunas secuencias distraídas y encantadoras para la mentalidad infantil.
Estos cinco libros constituyen una obra de imposible recuperación para el mercado de los cómics actual pero que debe valorarse como una avanzadilla en el empeño de hacer del cómic un medio no sólo festivo, también instructivo. Y, además, como un antecedente del barajado de temas y técnicas, así como elementos e indumentos que luego el autor Fernando Fernández utilizaría en la que sería su gran obra fantástica y máximo ejercicio de estilo, Zora y los hibernautas.