BITCH: CRÓNICA CONTEMPORÁNEA
PACO MARTOS

BITCH: Crónica contemporánea.

           

Desde sus comienzos, a los que este número de Tebeosfera dedica una exhaustiva mirada, la historieta en España ha estado íntimamente relacionada con los semanarios y con la prensa diaria; creció en ellos, y desde ellos continua satirizando, denunciando aspectos sociopolíticos; o bien, entreteniendo con humor o en clave infantil, o por qué no, todo a la vez.

El destacado desarrollo industrial que comenzara a finales de siglo XVIII permitió que la historieta adquiriese independencia como medio, pero sin duda, no ha abandonado en ningún momento la prestación de crónica social que tuvo en origen.

Así, como en el desarrollo histórico de la historieta, el autor de Bitch, Miguel Ángel Martín, comenzó retratando en el diario La Crónica de León los sucesos de suerte más escabrosa, ilustraciones que se asociaron bajo el epígrafe de La Crónica Negra. Desde entonces, Martín ha crecido como autor convirtiendo su trabajo en una crónica contemporánea de la realidad inmediata, aunque a veces excesiva y a ratos exagerada.

 

Bajo la máscara    

 

Miguel Ángel Martín, leonés nacido en 1960, es el autor bajo la máscara antigás del dibujo que envió a un fan que le había solicitado un autorretrato. No se declara fetichista de este tipo de objetos, pero en su obra forman parte importante de su amplia y definitoria iconografía. Martín llegó profesionalmente a los cómics tras abandonar los estudios de Derecho en el tercer curso. La publicación de sus ilustraciones en La crónica de León durante los años 1986 y 1987 fueron el comienzo de una dedicación, que sería definitiva después de conseguir el segundo premio en el concurso que, en 1988 convocara la revista Zona84, donde posteriormente y ya bendecido por Josep Toutain, su editor, quien antes había rechazado sus trabajos, publicó The Space Between.

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Martín ya no pararía su deambular por las revistas de cómics, pasando por TOTEM, también editada por Toutain, con parte de lo que después conformarían sus álbumes Psychopathia Sexualis y Anal Core. En las páginas de Makoki dejaría su serie Brian the Brain, a la postre una de sus obras emblemáticas, para terminar en El Víbora con series como Bitch o Neuro Habitat, hasta el cierre de esta revista.

Este recorrido por el panorama underground de las revistas de cómics españolas desde finales de los ochenta, y debido a los temas tratados y al “desenmascaramiento” gráfico de sus obras, no estuvo exento de controversias, críticas descarnadas, demandas y juicios; pero también de premios y reconocimiento, como el Premio al Autor revelación en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona en 1992, el Premio Yellow Kid al mejor autor extranjero en Roma en el año 1999; exposiciones como las recientes en la Galería Zuloa en 2008 en Vitoria, o en la Galeria Mondo Bizarro de Roma el mismo año. En la web del autor pueden consultar con detalle su extensa bibliografía y los premios concedidos.

Esta dualidad de autor odiado/premiado no será comprensible hasta leer cualquiera de sus obras, porque en todas, Martín provoca. En cada lector causará un tambaleo propio y privado; como un atentado amoral que nos deja sin asideros, sin soluciones. Martín provoca dudas y un inevitable "nerviosismo estomacal"  ante la exposición cruda de la realidad; Martín es un cronista social más que político; cronista de una realidad subyacente cuyo retrato sin máscara incomoda a muchos.

 

Bitch

 

Bitch, Zorra en español, es un conjunto de retratos de nuestro tiempo. Publicada como serie en la revista El Víbora, fue compilada en un único volumen publicado en octubre de 2008 por la editorial La Cúpula, con prólogo de Rubén Lardín. En total son veintidós episodios en color, de cinco páginas cada uno, con guión, dibujos, color y tipografía de Martín, en los  que se encarga de forma manual de todo el proceso y que rara vez emplea medios mecánicos o informáticos. Paradójicamente, sus historias son de una modernidad inquietante, tanto, que su ambientación pueda a veces parecer la de un futuro inmediato, pero siempre verídico; más que de una realidad presente. Sin embargo, todo lo que se cuenta en Bitch ha ocurrido ya.

            Martín presenta a una adolescente “graffitera” que firma como Bitch y  vive en un centro social ocupado. El autor conoce personalmente este tipo de centros, sobre todo en Italia, donde ha participado en numerosas exposiciones y charlas, desde que su libro Psychopathia sexualis fuera secuestrado por la justicia italiana durante más de cinco años. En Bitch, interesan el individuo y su postura frente a la sociedad de la globalización, frente al control de masas desde los gobiernos, frente a la hipocresía familiar; el individuo frente a los propios movimientos sociales antisistema. En este sentido, Bitch, la joven protagonista, es una chica ingenua que descubrirá, en poco tiempo, la hipocresía de su propio círculo social.

Esta es la temática que propone Martín: nada es lo que parece, sólo son poses, tendencias; así,  las posturas más radicales no vienen defendidas por  la gente del pueblo, sino por jóvenes de clases acomodadas; los nazis, de una violencia inusitada, son chicos con cultura.

Esta ambivalencia está presente en todos los episodios de Bitch y es la que crea incertidumbre en el lector, ya que el autor no aporta soluciones, no hace valoraciones morales. Algunos personajes se dedican a vivir en su propia mentira, otros viven en la mentira creada por los demás. Viven en la autenticidad de sus engaños, que son reales mientras no son descubiertos. No hay discurso, no hay juicio moral, el lector es libre y quizá tenga que tomar partido, decidir.

El resto de personajes gira  en torno a Spraycan, el centro social ocupado en el que se reúnen, y son los siguientes: Blondi, una chica de clase social alta, mejor posicionada social y económicamente que la familia burguesa de Bitch. Por otro lado, Amín, un joven saharaui gay, que ya ha terminado la carrera ingeniería y que ahora estudia medicina gracias a los fondos de ayuda de la Comunidad Europea, es el D.J del centro ocupa. La hermana “pija” de Bitch, eterna candidata a participar en el concurso televisivo Big Brother. Zebra es un joven freak profesional, vive de exhibir sus tatuajes y sus anillas. Jarbit es el chico nazi amigo de Leni (Bitch). Otros personajes como los padres de Bitch, los miembros del grupo musical Palestian Soul, el mayordomo de Blondi, la pandilla de nazis o el conjunto de manifestantes, terminan de perfilar la coral que reúne los ecos de todas las voces sociales.

 

 Ecos modernos

 

            Cada individuo, y lo que engañosamente representa dentro la sociedad, está inmerso a su vez en una temática que Miguel Ángel Martín ha preparado desde la conciencia de la actualidad y la cotidianeidad. Esta temática abarca desde las drogas de diseño a los movimientos antiglobalización, anti G-8 por entonces; desde la xenofobia a las nuevas formas de represión policial por ultrasonidos, desde Matriz interpretada como “un mensaje de propaganda sionista” al episodio de Jihad; de  mayo del 68 a las manifestaciones contra cualquier guerra en Global Peace.

Bitch vive en el mundo que se creó a partir del 11-S: “He visto esas imágenes cientos de veces. No me canso de mirarlas. Los aviones estrellándose y las torres cayendo” dice la protagonista.

En un mismo episodio un arma de fuego puede cambiar de manos, del nazi al propalestino; el sexo es bífido y extremo, todo es ambiguo. El eje de esas historias en continuo balanceo, se levanta sobre una base científica, sobre una gran cantidad de citas y referencias de lo más variadas, que conforman el cimiento necesario para que el lector conozca la verdad. Aparecen, en algunos episodios, momentos muy explicativos, por ejemplo, sobre la empresa química Farben y su utilización del flúor; en otros encontraremos el apoyo de citas como: “Jerusalem es una vasija de oro llena de escorpiones” del geógrafo árabe Al-Muqaddasi (s.XII); o en forma de pintadas como la famosa: “Sé realista, pide lo imposible”, de las revueltas estudiantiles parisienses de mayo de 1968. Tampoco podían faltar las referencias musicales, com la del disco Laibach,  el nombre en alemán de Liubliana, capital de Eslovenia. Un grupo de música esloveno, polémico por sus actuaciones denominadas “acciones” y varias veces vetado incluso desde su círculo obrero originario.

En los cómics de Martín nada queda al azar; hay que preguntarse por todo lo que está, porque forma parte sustancial de todo. Si quieren “jugar” a comprender su hiperreferencial universo, observen que todos los títulos están en inglés, o “escuchen” la forma de hablar de los personajes, o investiguen sobre el sapo bufo alvarius, o intuyan las influencias de Burroughs; todo esto, antes de atender al sorprendente aspecto gráfico.

Lo primero de Bitch que llamará la atención a quien no conozca la obra de Miguel Ángel Martín, será la concreta gama de colores utilizada, junto al peculiar diseño de personajes y de espacios. La modernidad es un rasgo distintivo en su dibujo, como también apuntamos que lo era de su narrativa. Martín es moderno en su estética gráfica desde mediados de los ochenta, sin que su dibujo haya tenido que cambiar excesivamente para mantenerse fresco y en vanguardia. Martín es un autor artesanal, que trabaja con tinta, pinceles y acuarelas. Ha elegido una gama muy limitada de colores de acuarela para sus dibujos, en la que abunda el color magenta; el amarillo rotundo y el suave azul, así como un uso notable del color blanco. En Bitch, Martín utiliza siempre colores planos con sombras muy tenues, creando volúmenes muy ajustados. Sus personajes son igualmente modernos, sus atuendos también lo son, su estética es delgada y casi anoréxica a veces. Los rasgos suaves y limpios de sus dibujos, chocan con una narrativa áspera y cruda, como la hemos descrito arriba. Quizá ese extrañamiento que produce leer una historia dura y turbia, sostenida por unos dibujos que lindan con la línea infantil incluso en su colorido; junto a la realización artesanal de historias llenas de referencias tecnológicas, son claves para que los cómics de Martín provoquen una especie de escalofrío regocijante. Un dibujo frío que arde narrativamente.

 

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Atendiendo al aspecto compositivo de las páginas, llama la atención lo equilibrado de cada una y de la totalidad, con un resultado funcional, sin efectismos, evitando distracciones que pudieran trabar su agilidad narrativa, muy cercana a la cinematográfica. No en vano Martín se confiesa admirador de David Cronemberg, Sam Peckimpah o Buñuel, y él mismo ha colaborado en la realización del cortometraje Snuff 2000 de Borja Crespo, y ha escrito el guión de adaptación al teatro de su obra Kyrie, nuevo europeo, dirigida por Pepe Mora.

 

Surgical comics

 

Miguel Ángel Martín dibuja con un aséptico bisturí entre los dedos, sin titubeos, sus cómics son pequeños quirófanos equipados con la última tecnología, donde se descubren los vicios y las sombras del individuo, presentados bajo la luz blanca e intensa de la provocación. Martín no sana ni extirpa, sólo escudriña y expone, dejando en el paciente lector, un ictus de dolor, insoportable sin la anestesia de la hipocresía.

Bitch, sin embargo, no llega a estar entre sus trabajos más duros o raros y quizá por ello, sea una buena opción para acercarse por  vez primera a la obra de Martín. Para quienes ya la conocen, como poco, les será satisfactoria.


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Creación de la ficha (2009): Paco Martos. Con edición de José Manuel Hinojosa
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
PACO MARTOS (2009): "Bitch: Crónica contemporánea", en Tebeosfera, segunda época , 4 (30-IX-2009). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/bitch_cronica_contemporanea.html