BASURA. Discurso distópico
UN HERALDO DESDEÑADO.-
También el tebeo es una poderosa herramienta divulgativa capaz de golpear nuestra conciencia con un mensaje. Pero, frecuentemente, topamos con personas que, ante un cómic, arrugan el gesto y comentan, despectivos: “Es cosa de niños”. De ninguna forma persuadiremos a esta persona de los valores que cuenta la historieta, más allá del fin lúdico. Siempre será “cosa de niños”.
Influenciados por la fuerte controversia, cruzada más bien, que la sociedad actual padece sobre el asunto, es una tentación considerar Basura sólo como un “evangelio perdido” de una temprana iglesia ecológica; pero es más. Es una obra resonante que transmite su mensaje a lo largo del tiempo induciendo a la reflexión. Es parábola favorable a la anarquía iconoclasta, que previene sobre aquellos que explotan los símbolos para sus egoístas fines particulares, y sobre la credulidad de los afligidos por una calamidad excepcional, obcecados en la esperanza de un redentor. Para esos “líderes”, la gente es basura de cierta utilidad, tan desechables como los demás detritos. Motiva al lector a pensar sobre si acepta el orden actual de las cosas (sumisión a la imposición de un “líder” cuya voluntad acatamos) o se rebela al sistema, desconfiando del “líder”, valorando los motores que le impulsan, porque los “líderes” no están motivados, precisamente, por la bondad del Espíritu Santo. El título de la obra se torna, así, ambiguo.
Pero profundizar en su faceta política no conduce lejos, porque la evidencia es visceral, de corto recorrido (manipulación, falta de escrúpulos, egoísmo, desesperación). Mas la estética de Basura también nos impulsa a explorar la vertiente “superficial” del relato, esto es: la crisis ecológica extrema (es el señuelo que engatusa el ojo a seguir su trama). Sobre esto podemos teorizar abundantemente, atrapados por el mencionado clima social al respecto. Veámoslo.
ALERTA PRECOZ.-
El volumen reseñado se decanta por el formato de la “divulgación” o “mensaje”. TRILLO y GIMÉNEZ edifican una amarga fábula sobre el consumo desbocado que ha generado una polución extrema, pudriéndose nocivamente en un enorme erial de chatarra y desperdicios que reciben un mínimo, local, reciclado. Es un argumento de actual y completa vigencia: el JUICIO FINAL CLIMÁTICO, que ha polarizado histéricamente a la población. Por lo tanto, no podemos decir que haya quedado desfasado, ni siquiera en un futuro ecológicamente idílico, porque sería documento válido de una época en que la Naturaleza estaba en grave riesgo, (Basura procede de los 1980; entonces, la conciencia ecológica era menudo embrión, no el gargantuesco juguete de esnobs actual), haciéndonos reflexionar sobre una sociedad que consumióConsumióCONSUMIÓ sin prudencia o moderación.
El contenido de este tebeo, una aventura magra en acción y violencia, lleno de barroco arte, reclamo insoslayable que nos obliga a ponderar sobre el contenido de alguna de sus viñetas, recrea las penurias de una sociedad residual que intenta reciclar, imperfectamente, lo poco aún utilizable del vertedero. Los océanos están envenenados y los ríos acantonados entre desfiladeros de chatarra (la preponderancia del metal oxidado matiza casi todas las planchas), bajo cielos permanentemente nublados, donde el Sol es una suerte de fenómeno episódico sobrenatural, un augurio. (Y aún así, no se produce un INVIERNO NUCLEAR.)
Es un tebeo que ha exagerado, pues dudamos que la Tierra posea tan vastos recursos como para alfombrarse de escombros y chatarra, pero sí puede ser perfectamente una advertencia sobre las duras condiciones de supervivencia en un planeta sin materias primas. Esto nos recuerda la novela ¡HAGAN SITIO! ¡HAGAN SITIO!, de HARRY HARRISON, donde el autor, con ingenua candidez, pintaba un planeta Tierra año 1999 de cinco mil millones de almas deficitario en recursos. CHARLTON HESTON encarnó a una suerte más dura y cínica del protagonista en SOYLENT GREEN, adaptación cinematográfica impregnada de una crudeza de la que carecía el libro. Como dato curioso: el film ya esbozaba un alza global de las temperaturas.
ÉL HA LLEGADO.-
Basura no da tregua ni se detiene en optimismos que induzcan a tener una esperanza a largo plazo (caso de WALL-E, directa, que no única, heredera de este tebeo). Apreciamos que sólo tiene un cartucho de texto en todas sus páginas, negándonos la posibilidad de cubrir elipses de tiempo o suministrarnos datos accesorios sobre cómo se creó esta distopía. Es un relato cuyas circunstancias cobran vida por los diálogos de sus protagonistas, que nos permiten suponer la historia de este vertedero, porque ellos tampoco ofrecen datos precisos. Se nos suministra la información de que hubo una gran guerra y esta fue su secuela fatal. Entre la chatarra abundan barcos y aviones (la gran pasión de GIMÉNEZ), pero percibimos instintivamente que aquí pasó algo más. Lo cierto es que los supervivientes “cultos” (encerrados en CIUDAD BLANCA -¿por Washington? [¿Por WASH?]-) temen a las “armas archivadas” mortalmente, pues pueden terminar con su escasa atmósfera respirable, tan degradada que aun allí, en un ambiente religiosamente estéril, necesitan usar máscaras filtrantes para alentar. En cambio, la gente que pulula por el vertedero, descendientes de “herejes” de esa ortodoxia aséptica, está inmunizada, aunque no exenta de daño (como indica la elevada tasa de mortalidad infantil, fetos que proveen de alimento a la comunidad. Se nos antoja, esto, un tardío y brutal ejemplo del reciclaje forzoso).
Fanáticos de un dogma intuido, nunca explicado, expulsan por herético de su seno antiséptico a un ingeniero (no dan su nombre) condenándolo a morir en el vertedero. Allí, Alma y Mempo le auxilian cuando la primera bocanada abrasa sus pulmones. Es interesante la analogía de Alma donándole agua de su cuerpo con la de amamantar a un recién nacido, como es el ingeniero en el vertedero.
Alma y Mempo pertenecen a un estrato ínfimo de la sociedad del vertedero, la gente de las cuevas (se apiñan entre los escombros), admirando a los Altos, arracimados en inmensos rascacielos ruinosos fortificados, pero tan condenados a la rapiña y el reciclado como los de las cuevas (su apariencia, ataviados de despojos, nos recuerda el bizarro vestuario de la saga de MAD MAX.)
Pero mientras que en las cuevas adoran a MICHELÍN (o el BLANCO), los Altos veneran a una equis rojiza, la que marca como indeseables a los ciudadanos de Ciudad Blanca. El GENERAL, líder de los Altos, interpreta este símbolo, que marca el pecho del ingeniero, como señal de que su Mesías ha llegado, prestándole devoto servicio. Astutamente, el ingeniero, cuya imagen remeda la de un cruzado, ve una oportunidad de regresar a Ciudad Blanca; aprovechando sus estudios, ataca su talón de Aquiles con el desharrapado ejército.
Mempo y Alma bien pronto dudan del “Mesías” que, sin escrúpulos, obnubila a sus huestes con un ideario de vida mejor y regresa a Ciudad Blanca, pero nunca vuelve con las mejoras prometidas. Conforme a la tónica general de Basura, imaginamos que la triunfal nota final del ingeniero jamás se produce. Es muy probable que fuese ejecutado antes que promocionado.
VERDE ENTRE EL GRIS.-
Que es el color predominante de estas planchas, pintadas a acuarela, ejecutadas con un angustioso delirio de detalles, tan claustrofóbicas como el HARD BOILED o SHAOLIN COWBOY de GEOFF DARROW, cómics donde también abunda la basura. GIMÉNEZ, profuso en detalles, construye desmesuradas arquitecturas donde el ser humano es insignificante, hurgando en la incesante búsqueda de alimentos entre los acueductos parcialmente elevados por globos descomunales.
Cualquiera que conociera Basura (por este libro o por las entregas de ZONA 84) destaca las similitudes que tiene Wall-E con él. Quizás los genios de PIXAR hayan copiado mucho más del tebeo de lo que estén dispuestos a admitir.
Puede achacársele a Basura, como defecto, que Trillo, o GIMÉNEZ, no abundasen más en la historia. El tebeo padece de compresión, porque sus tribus han desarrollado una sociedad que merecía detallarse algo más. No le hubiera perjudicado nada: lo habría enriquecido sustancialmente. Como defecto, es lo único que podemos imputarle a esta iconoclasta historia amarga y sombría. En Wall-E, las lagunas se relatan mediante vídeo/flashbacks, anuncios o diálogos oportunamente medidos, que revelan el fin del régimen político y la gestión empresarial del mundo.
Wall-E pretende ser una fábula encaminada a la concienciación del problema ecológico desde la infancia, sirviéndose de divertidos y sencillos personajes (de compleja psicología, no obstante), aunque el mensaje del pequeño robot con semblante de WOODY ALLEN acomplejado debería golpear, con mayor eficacia, a los adultos. Si se muestran sensibles a la trama, intentarán inculcarles eficaces ideas de respeto hacia el medioambiente (tampoco ahora vamos a entrar en valoraciones sobre la preponderancia de los colores o lo simbólico del nombre de la nave, arca estelar similar a la de ciertas tramas MARVEL de los 70.) Como vehículo transmisor del mensaje, estimamos Wall-E un medio más amable que los al-gore-ros documentales poblados de inexactitudes mercenarias de cierto político resentido y sus sayones de las candilejas, que ven en esto del cool ecológico una promoción excepcional de sus carreras, ahora que el personal está sensibilizado con la causa que abanderan. Es Wall-E lo que deben exhibir en las escuelas, pero la miopía educativa ha encumbrado lo otro como un dogma inexpugnable, defendido, con fanatismo de converso, por personas que no se han parado a pensar en qué SATANÁS lo ofrece: un político, de ética cuestionable, y unos actores, “embusteros” profesionales, pues adoptan pieles sustitutivas para cada interpretación. Deben mostrar gran flexibilidad de pensamiento y costumbres para otorgar naturalidad a sus personajes. También puede darse el caso de que como la voz en off nunca se equivoca, esto ya le otorga automático grado de santidad irrevocable al producto.
Pero: Wall-E es, como en el caso del tebeo, cosa de críos e instintivamente queda degradado. Y: ¿cuál puede ser el fallo de Wall-E? Que hay esperanza. La planta que origina su odisea es índice de la regeneración de la Tierra. No queremos decir que Wall-E no sea conmovedora e ilustrativa, ingeniosa e interesante. Fijémonos, por ejemplo, en que el robot se recarga, como SUPERMAN, con el Sol, mientras amontona la suciedad de una sociedad que no supo aprovechar tal fuente de energía. Si su mensaje es: “cuidemos lo que tenemos; es delicado, quizás irreemplazable, y merece un pequeño sacrificio por nuestra parte”, el final debería haber sido tan ácido como lo es el de Basura, obra sin tregua. No obstante, Wall-E sirve a otros fines que, además, le impiden llegar a tan descorazonador propósito.
LA CHICA HALLADA EN LA BASURA.-
Tampoco nadie que conozca ALITA - ÁNGEL DE COMBATE dejará de apreciar las similitudes de EL PATIO DE LOS DESPERDICIOS con el vertedero de Basura, donde nos llama la atención el gigantesco mapa de Sudamérica, cuyo perfil está desdibujado por una aparente fusión de los polos, dejando un reguero de islas y algo de tierra firme donde arrojar herejes y desperdicios (índice de dónde se suceden las aventuras, por demás. También, ¿es el continente donde se arroja toda la basura del planeta? El diálogo de la viñeta así induce a sospechar). Esto nos hace pensar en WATERWORLD, mundo víctima de una fusión polar. (Sobre si WaterWorld sería un planeta glacial, podemos establecer conjetura.) Otro escenario más poblado de detritos es el de SOLDIER, aunque éste en el espacio.
RECAPITULANDO.-
Ignoramos cuál es la suerte editorial que corre Basura, si va a ser reeditado o no, y con la calidad que merece. Esperemos que entonces nadie decida blandirlo como un argumento más de la gran cruzada del Cambio Climático (esfuerzo que tanto tiene de sospechosa estafa a la colectividad), porque esa no es su auténtica finalidad, hemos extrapolado. Es una historia potente, cruda, que intenta alojarnos un mensaje mediante una desoladora parábola. Recibe nuestro encomio y atención. No se trata, pese a su imagen inicial, una aventura pletórica de acción, que cuenta con un escabroso romance y unas gotas de erotismo, sino un avinagrado discurso sobre la decadencia más extrema que tiene mucho del aire fatalista de algunas películas de ciencia ficción de los 1970, donde el fracaso humano era más que patente, arrojándonos del pedestal de criatura destacada por Dios hasta el fango de la impureza de nuestra soberbia y errores.
Como reflexión final, nos queda la figura de Mempo: ¿se torna ODÍN de este vertedero? Está tuerto, y su prótesis de brazo es como una lanza, y se ha imbuido de una amarga sabiduría, por la cual ha pagado un duro precio.
Reseña de Antonio Santos
De su serie Gramática parda, entrega 11