Uno de los carteles franceses de la película de 2012 de Astérix y Obélix. |
Ahora que se estrena nueva película en las salas cinematográficas basada en aventuras de estos personajes creados por Goscinny y Uderzo allá por el final de los años cincuenta (en 1959, en la revolucionaria revista Pilote), el grupo Bruño –con el marchamo Salvat en portada- ha potenciado la presencia de tebeos de Astérix aprovechando este impulso, el del cine, y como plan para su campaña navideña. Tal ha sido el envite que nos ha sorprendido encontrar cinco versiones simultáneas de la misma obra, Astérix en Bretaña, la escogida como basamento principal del guión de la nueva película, a saber: la reedición con nueva portada (Astérix en Bretaña, número 8 de la colección clásica), el tebeo de gran formato (Astérix en Bretaña, número 8 de la flamante Astérix. La gran colección), el tebeo bilingüe (Astérix in Britain, lanzamiento especial que contiene la historieta por duplicado, una versión en castellano y otra en inglés), el tebeo doble (Astérix en Bretaña / Astérix y los normandos, lanzamiento especial motivado porque la película basa parte de su argumento en la segunda obra), y finalmente la adaptación ilustrada, el habitual “libro de la película” (Astérix y Obélix al servicio de su Majestad).
De estos productos citados resultan poco apetecibles el primero y el último. El último por ser un libro flojo y oportunista, consistente en un cuento ilustrado con fotografías del filme de escaso atractivo visual y que aporta bien poco al conocimiento del proceso de preproducción de la cinta, lo cual hubiera podido ser interesante. Y el primero por tratarse de una reedición desde los tebeos de toda la vida, con sus fotolitos levemente corridos, con la modulación de la línea algo quemada y con los colores un poco saturados.
Dos páginas tomadas del libro oficial de la película de Astérix. |
El resto son ediciones verdaderamente interesantes debido, sobre todo, al nuevo tratamiento mediante coloreado digital y una esmerada reproducción de la línea original, que permite releer este clásico como merece: con la exquisita claridad de línea propia del mejor Uderzo, y con unos colores fieles a las indicaciones originales pero mejor modulados y más representativos de ciertas texturas de los objetos que representan. Disgusta la rotulación digitalizada que imita a la manual, porque la nostalgia aún nos puede a algunos, pero en general es un tebeo de gran calidad, gráfica y narrativamente, que se puede disfrutar por grandes y chicos. Todo eso se refuerza cuando aludimos a los ejemplares de la colección de grandes dimensiones Astérix. La gran colección, un lujo para los sentidos, porque las páginas originales se prestan fácilmente a la ampliación y la lectura gana con ello bastantes enteros.
En el caso que nos ocupa es muy recomendable también –aunque tenga el formato habitual del álbum a la francesa con 30 centímetros de altura- la edición doble Astérix en Bretaña / Astérix y los normandos, que incluye ambos tebeos recoloreados antecedidos por una sección introductoria muy apetecible. Ésta consistente en un discurso de Goscinny pronunciado cuando era más evidente el “fenómeno Astérix” (1965-1966), aderezado con algunas imágenes de bocetos originales para portadas o ilustraciones destinadas a Pilote, en todos los casos referidas a las dos aventuras que recoge este libro. El artículo que reproduce el discurso de Goscinny revela la cálida e irónica inteligencia del guionista, muy divertido en su repaso de despropósitos que generó tal fenómeno: las constantes alusiones a la ideología encubierta en la obra, alegorías gaullistas, misoginia oculta, una supuesta crítica hacia el american way of life… todo ello falso. Goscinny no dejaba de insistir en que los autores, Uderzo y él, solamente habían querido hacer una obra que resultase divertida y atractiva para los muchachos lectores, y que al mismo tiempo no pareciese estúpida a los adultos, que a la larga se confirmaron como el grupo de lectores más abundantes de las aventuras de los galos irreductibles. Lamentablemente, a veces resulta complicado aceptar que una historieta cumpla su objetivo y hay quien se obstina en sacarle filo a sus presuntas intenciones o alcances. Cosas de la crítica.
El gran aliciente del álbum doble publicado con motivo del estreno de la película es el apartado introductorio, con textos explicativos e imágenes poco vistas, como las que aquí se muestran. |
La relectura de Astérix en Bretaña / Astérix y los normandos resulta vivificante porque logra regurgitar la risa infantil. Caemos en la cuenta de nuevo en que el gran activo de la obra reside en su guión milimétricamente enhebrado, con la acción y las guasas dosificadas con un ritmo muy estudiado. En parte eso se debe a la producción inicial por entregas, dos páginas de la aventura por cada número de la revista Pilote. Los suspensos en la acción y la extensión de los gags dependieron de esa frecuencia de publicación, y en la lectura de corrido posterior funcionan como el mecanismo de un reloj. Eso sin dejar de lado que el eje central, la paródica histórica, funciona magníficamente en una historieta dirigida a un público medianamente instruido que busca entretenimiento en un tebeo. Goscinny y Uderzo fueron inteligentes al plantear esta serie ambientada en la Galia de la ocupación romana, en la que utilizaron una cuádruple estrategia infalible: la chanza sobre los tópicos locales, la revisión irónica de los hechos históricos, el juego de las ucronías y las recurrencias humorísticas. Estos cuatro ases fueron los que construyeron el mito de Astérix a través de sus más recordadas aventuras, aquéllas en las que los personajes viajaban por regiones o países del mundo (Galia, Roma, Egipto, Hispania, Germania, Belgium, hasta llegar al desconocido continente occidental o a la India), o bien fundamentaron el hilo argumental sobre un suceso real (la excelente El Escudo Arverno es un ejemplo claro). El juego de ucronías era una constante que permitía entreverar chistes durante las mesetas entre dos momentos de acción (un ejemplo, al llegar a Britania hablan de la idea de construir un túnel bajo el Canal de la Mancha) y los personajes recurrentes contribuyen a añadir comicidad en los entreactos o durante los desplazamientos cortos (son inolvidables los desdichados piratas con los que se cruzan una y otra vez Astérix y Obélix). Pese a lo antedicho, algunos seguimos considerando como obras maestras de esta serie los relatos en los que se abandonaron estos senderos “fáciles” y el guionista optó por relatos más complejos, en los que analizaba pecados humanos como la soberbia (Los laureles del César), la suspicacia (El adivino), la envidia (La cizaña) o la avaricia (Obélix y compañía).
Tebeo obligado en su anaquel.