Primer volumen integral de la serie en castellano, editado por Dolmen según la edición belga de Joker Éditions. Recopila los tres primeros relatos de la serie, prepublicados en la revista Tintin: Les Élephants se plument à láube (Los elefantes se despiojan al alba, 1978), L’As, le Roi, la Dame et le Valet (As, rey, dama y valet, 1981) y La Baleine qui chantait faux (La ballena que desafinaba, 1984). Estas aventuras serían publicadas por primera vez en forma de álbum por Éditions du Lombard en 1979, 1982 y 1985, respectivamente. La serie continuaría con otros autores diferentes, a partir de 2001.
Corría el año 1977. Daniel Herontin (Dany) ya había alcanzado un gran éxito junto a Jean van Hamme en Histoire sans héros. Tenía ganas de dibujar aventuras que discurriesen cercanas al estilo de la serie de televisión Los persuasores. Estaba muy satisfecho con el trabajo que llevaba realizando desde unos años antes con Greg en Olivier Rameau, pero sabía que con este registro nunca llegaría a alcanzar un reconocimiento masivo.
Por esta razón, Dany expresó a Jean van Hamme su deseo de trabajar con un material más explosivo. El guionista belga puso manos a la obra e ideó a un curioso personaje: Arlequin, un agente de contraespionaje industrial que trabajaba para la importante cadena hotelera Paradise Inc. La verdadera identidad de Arlequin es absolutamente desconocida. Además, cuenta con unas portentosas habilidades atléticas, una perspicacia sin límites y una capacidad inigualable para adoptar diferentes personalidades con ayuda de sus disfraces. Así, en febrero de 1978 comienza a publicarse la primera de sus aventuras en el semanario Tintin.
Jean van Hamme está muy lejos de presentar aquí el mejor guión de su carrera: la introducción, muy acorde con lo solicitado por el dibujante, consiste en una trepidante secuencia de fuga y persecución con nada menos que veinticuatro páginas de extensión, que bien podría formar parte de cualquier telefilm de acción de los setenta. En ella se nos presenta a los tres personajes protagonistas de la serie: Algur Jones —presidente de la Paradise Inc.—, su sobrino Bertram McCallum y el vizconde Aubin Jouhandeau de Lavanel, una de las personalidades recurrentes de Arlequin.
La trama, gratuitamente retorcida, resulta tremendamente forzada, hasta el punto de hacer perder al lector el interés por las argucias que utiliza el protagonista para tratar de ir por delante del resto de unos personajes que, por otra parte, resultan planos y llenos de clichés. Todas las virtudes que Jean van Hamme había demostrado en Histoire sans héros se desvanecen aquí como por arte de magia, dando por resultado una aventura rocambolesca.
Por su parte, Dany continúa con el estilo que había comenzado a usar en su anterior colaboración con Van Hamme. Siempre me ha llamado la atención la competencia de los autores que son capaces de mantener consistentemente varios estilos de dibujo a lo largo de su carrera, siendo tradicionalmente uno de ellos caricaturesco y el otro realista: Uderzo, Giraud, Bob de Moor o el mismo Jijé son buenos ejemplos de ello.
El guión del segundo episodio ya es más acorde con lo que uno espera de Van Hamme. La historia nos sitúa en Las Vegas, un escenario que resulta mucho más adecuado para la serie. La acción se desarrolla a un ritmo bastante más natural y el resultado es menos truculento. A pesar de todo, el argumento sigue resultando un tanto absurdo en algunos momentos.
En cuanto a Dany, sigue realizando un buen trabajo, aunque se muestra irregular en algunos momentos: algunas secuencias están resueltas magistralmente, en tanto que en otras se muestra algo torpe y agarrotado.
Es el tercer episodio, La ballena que desafinaba, el que resulta más interesante de los tres. Una isla en un archipiélago del Pacífico es el lugar elegido por la Paradise Inc. para construir el complejo de lujo Hawaloa. En la primera visita de presentación del proyecto comienzan las dificultades. La habilidad de Dany para representar exóticas selvas, inmensas playas y sugerentes personajes indígenas hace el resto. Ha desaparecido el agarrotamiento al que me refería en la anterior entrega.
Sin embargo, es en esta tercera historia donde se percibe claramente el problema global de la serie. Tradicionalmente se ha venido argumentando que este venía de la dificultad de mantener el interés por un protagonista al que poder representar pero, en mi opinión, la serie no funciona por razones más evidentes. Tras más de doce años trabajando para grandes corporaciones europeas y americanas, el 1 de abril de 1976 Van Hamme presentó su dimisión como directivo de Philips Bélgica para poder dedicarse a vivir de sus guiones. La experiencia acumulada le animaba a ambientar sus historias en ese mundo: su primera novela, Largo Winch et le Groupe W, de ese mismo año, resulta determinante en ese sentido. Pero, como el paso de los años ha demostrado, el joven multimillonario Largo Winch es un personaje más completo, al que Van Hamme dedicará mucho más tiempo y desarrollará con mucha más profundidad. Arlequin, que como hemos dicho nace como una sencilla serie de aventuras, se convierte en una especie de burla (más o menos inconsciente) sobre el mundo de las corporaciones. A nada que se revisa la psicología de los personajes, nos damos cuenta de que la mayor parte de ellos no son muy inteligentes, sus reacciones son muy primarias, y son tratados con un extraño sentido del humor, grueso (de acuerdo), pero que visto desde esta perspectiva resulta algo más ácido.
Los guiones destilan la sensación de que dejar atrás ese mundo ha supuesto una liberación para Van Hamme, pero las ganas de aprovechar esa experiencia le hacen apresurarse, dando como resultado unos guiones de poco calado y unos personajes secundarios absolutamente inverosímiles. Solo en la secuencia en la que Algur Jones presenta al vizconde de Lavanel al consejo de administración de la Paradise se vislumbra algo de realidad.
De alguna manera, Arlequin es Van Hamme. Ha conseguido elevarse por encima de todo ese mundo y evadirse de él. En cierto modo, la serie refleja la victoria de su creador sobre esa etapa de su vida, ya superada.
Nuestro agente de contraespionaje no ha envejecido bien: la imagen que todos tenemos en la cabeza de un directivo se ha ido ensombreciendo con las sucesivas crisis económicas que se han venido sucediendo desde los pasados años setenta: muchos de ellos aparecen representados más bien como acomodados burócratas o sesudos financieros, que incluso se dejan intimidar por las acciones de alguna de las personalidades de Arlequin. Este detalle, unido al hecho de que el personaje protagonista siempre va por delante de las maquinaciones de sus adversarios, hace que el conjunto de la obra pierda interés: rompe las conexiones que debería mantener con la realidad.
Este defecto no volverá a aparecer en los guiones de Jean van Hamme. En la serie S.O.S. Bonheur, que el guionista belga realizará en los ochenta con el dibujante Griffo (Werner Goelen), las empresas e instituciones públicas que pueblan sus páginas presentan ya un claro perfil más orwelliano y serían incompatibles con el universo donde vive Arlequin. Largo Winch necesita tiempo para percibir qué sucede a su alrededor y, desde luego, jamás subestimará a un adversario. El maduro mercenario y gentleman Wayne Shelton puede que sea el personaje que tiene más elementos en común con este Arlequin, pero tampoco podría coexistir con él: es mucho mayor, mucho más sabio, mucho más refinado.
En cualquier caso, La ballena que desafinaba significó el fin de la colaboración entre Dany y Van Hamme (hasta que en 1997 retomasen a los personajes de Histoire sans héros para realizar Vingt ans après), pero no el final de las aventuras de Arlequin, ya que el personaje sería retomado por Rodolphe (Trent, Kenia) y Jytéry (Thierry Puyjarinet, dibujante del que no se ha publicado ninguna obra en España), que elaborarían cuatro episodios más de la serie entre los años 2001 y 2005.