ALBERTO BRECCIA: EL TRAZO REVOLUCIONARIO 2
CARLOS REYES G.

Resumen / Abstract:
Este segundo capítulo sobre la obra del gran dibujante Alberto Breccia analiza otra de las obras maestras del artista uruguayo: `Perramus´, la gran historieta sobre la dictadura argentina escrita por Juan Sasturain. / This second chapter on the work of the great draftsman Alberto Breccia analyzes other one of the masterpieces of the Uruguayan artist: `Perramus´, the great comic on the Argentine dictatorship written by Juan Sasturain.
Notas:
Artículo previsto para su publicación en número 37 de la `Revista latinoamericana de estudios sobre la historieta´ de septiembre de 2009, que quedó finalmente inédito. Segunda parte de dos en la que está dividido este ensayo.

ALBERTO BRECCIA: EL TRAZO REVOLUCIONARIO 2

 

 

 

 

1983: el cuarteto de «Perramus»

Una obra trascendental para entender la historieta latinoamericana es la saga de «Perramus». Alberto Breccia junto a los guiones del escritor Juan Sasturain (puntal de la mítica revista Fierro, reconocido amante de las viñetas y creador e instigador de una larga lista de publicaciones e iniciativas referidas a la narrativa gráfica) dieron vida a este hito continental.

La obra total de «Perramus» está conformada por cuatro grandes historias, subdivididas en capítulos que fueron realizados por ambos creadores a lo largo de diez años. «Perramus» es la gran historieta de la dictadura argentina y la del posterior retorno a la democracia, pero también es más que eso: historieta política y de aventuras, sin duda, entretenida como la que más, culta, delirante y llena de citas y guiños a la cultura latinoamericana. Desde la aventura pura, pasando por la tragedia, la fábula, la fantasía y el grotesco, Sasturain y Breccia nos invitan a recorrer el viaje de sus protagonistas por un universo intermedio que funde indistintamente elementos de la realidad y la ficción, de la historia y la historieta.

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Figura 1: Perramus, El Enemigo, Canelones y Borges, el cuarteto aventurero.

El propio Juan Sasturain me refirió el origen de «Perramus» en una conversación en el puerto de Valparaíso en Chile:

«Breccia a principios de la década del ochenta tiene más de sesenta años y una obra artística extraordinaria. Había ganado todos los premios, pero como siempre pasaba, hace una obra de mucha artisticidad pero que por ahí no se la compraban. Entonces él tenía una producción paralela. Él hacía su obra, por ejemplo adaptaciones de Drácula, de Poe o Giovanni Papini. Y por otro lado historietas de batalla para vender a las editoriales. Eran más convencionales, con un dibujo también al estilo del viejo “Vito Nervio”. Historietas que podían ser vendidas con cierta fluidez. Trabajaba con Carlitos Trillo o hacía algo con otros guionistas. En esa coyuntura a principios de la década del ochenta me pidió a mí (yo estaba cercano a él en esa época): “¿Por qué no me hacés un guión para vender en Europa?” Yo no había escrito guiones. ¿Y qué podemos vender? Un guión aventurero. Y entonces yo le hice las primeras ocho páginas de “Perramus”. Y al viejo le encantaron, se entusiasmó. Yo no sabía demasiado cómo seguía. Era el año 82, estábamos en dictadura todavía y esta historieta obviamente no se podía publicar en Argentina, había que producirla para afuera. Influía el clima, las circunstancias, lo sicológico, lo ideológico. Procesé un montón de sensaciones»[1].

 

El piloto del olvido: los mariscales del terror

El primer episodio de la saga de Perramus arranca en la grisácea ciudad de Santa María, gobernada por unos crueles dictadores: los Mariscales (esta obra obtendría posteriormente el premio de Amnesty International en 1989, en la categoría de mejor libro a favor de los derechos humanos, galardón que por vez primera se entregaba a una historieta). La historia narra el periplo de un hombre a quien la culpa de haber traicionado a sus compañeros, una célula del grupo conocido como V.V.V. (Vanguardia Voluntarista para la Victoria) lo hacen anhelar (y obtener) el olvido gracias al influjo que se activa tras yacer junto a Margarita, una prostituta de un mágico lupanar conocido como El Aleph.

«El olvido no era una limitación; la memoria, en cambio, era un lastre» –dice el propio Sasturain a Marcelo Birmajer en una conversación para la revista Ñ[2]. Por eso cuando el enigmático amnésico es interrogado por su nombre, un esbirro de la dictadura busca entre sus ropas y lo bautiza con el nombre de la marca del piloto que viste: Perramus. Al poco andar este silente protagonista irá sumando a sus nuevos compinches: Borges, el maestro (el real tanto como el imaginario); el negro Canelones, un rudo obrero uruguayo, tributario de Alí de «Vito Nervio» y Lotario (Lothar) de «Mandrake»; y El Enemigo, un triste y solitario aviador, perfecta contraparte de Canelones.

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Figura 2: Perramus decide seguir el deseo sellando la posibilidad de recuperar lo olvidado.

Respecto del génesis de la escritura de «Perramus», Sasturain refiere que la obra fue para él «un ejercicio de expiación, de cómo procesa uno lo que le ha tocado vivir. Y la idea original era fantástica. La idea era cómo contar la historia de alguien que cada vez que dormía se disolvía como autoconciencia y volvía cada día como si fuera el primero. Esa idea original, por lo menos para mis capacidades narrativas, fue absolutamente insostenible, pero sí me quedó el primer gesto. El olvido como elección. Sin hacer sicoanálisis barato. ¿Por qué uno se imagina ciertas circunstancias narrativas? Por ejemplo, esta de pensar en alguien que olvidó. Es demasiado transparente. A este personaje le pasa exactamente eso, elige olvidar y está insinuado en la primera secuencia.

Este personaje, del cual jamás sabremos el nombre, es menos que un traidor, es un poco como cada uno de nosotros, un cobarde. Alguien que ante una circunstancia determinada no fue capaz de estar a la altura. Después estaba todo una carga híper intelectual, que es producto de mis gustos, que eran un montón de ideas borgeanas. Yo quería laburar con ideas borgeanas»[3].

Como toda obra maestra el guión de Sasturain y los dibujos de Breccia forman una obra cohesionada y de múltiples lecturas que se abren a nuevos paisajes en cada nueva revisión. De alguna manera «Perramus» arranca allí donde la vida de Oesterheld y su propia obra terminan, en la era de muerte de la dictadura militar. El prólogo, escrito por el estudioso europeo Javier Coma, para la primera edición argentina de «Perramus», arroja importantes datos sobre los vacilantes pasos de la obra y también da luces respecto de su lugar en el panorama mundial: «Sus dos primeros capítulos se estrenaron en el número 23 (julio-agosto de 1984) de la revista italiana Orient Express, y la serie vio pronto la luz en otros idiomas a través de Circus en Francia y Comix Internacional en España hasta recalar en la citada Fierro. [...] El conjunto de “Perramus” se ha inscrito rápidamente en la historia de la narrativa dibujada contemporánea y supone uno de los logros decisivos de los años ochenta en la escena mundial al lado de “Verano indio” de Pratt y Manara, «Partida de caza» de Christin y Bilal, “Afán de vida” de Will Eisner, “Custer” de Trillo y Bernet, “Encuentros y reencuentros” de Sampayo y Muñoz o “American Flagg!” de Howard Chaykin. [...] Creación de vanguardia, “Perramus” exhibe una fuerza creativa cuyo alimento no puede provenir sino de la conciencia; la innovación está en la destreza, en la solidaridad y en el coraje, valores todos ellos que “Perramus” arroja, intelectualmente, a la cara de las egocéntricas insignificancias postmodernistas»[4].

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Figura 3: Los siniestros esbirros de la dictadura de «Los mariscales de Santa María».
 

Así mismo el recordado escritor Osvaldo Soriano afirma esclarecedoramente en el prólogo a esta misma edición de 1990: «La primera obra cumbre de la historieta argentina está aquí. [...] Sería insensato reducir esta epopeya de imágenes a una simple alegoría sobre los males de la represión y los mecanismos del olvido. A lo largo de estos cuadros pintados con ferocidad y ternura, Breccia y Sasturain recorren el universo de los perseguidos y los marginales, los sórdidos recodos de un mundo que cambia para no cambiar en lo esencial. Ahí está Henry Kissinger, que de pronto decide “ser democrático”; alusivamente están Perón, Alfonsín y Carlos Gardel, los federales de Juan Manuel de Rosas y hasta James Joyce caminando arrabales ajenos. [...] En esta narración la ciudad se llama Santa María, como la que Juan Carlos Onetti creó a caballo entre Montevideo y Buenos Aires. [...]

En este conmovedor ajuste de cuentas con los años del terror, Breccia y Sasturain eligen el camino más arduo pero más seguro, para buscar la verdad: una vasta reflexión de claroscuros teñida de humor, de ternura y de furia creadora»[5]. Breccia escoge nuevamente para «Perramus» una estética, un tratamiento gráfico y narrativo que funde, como ya es usual en los trabajos del artista, forma y contenido. De tal suerte mezcla la fragmentación del collage, recurso que ya ha venido trabajando largamente, con una variada gama de grises, de manchas, de texturas que se suman a un dibujo caricaturesco-expresionista que, junto a un barroquismo extremo de cada viñeta y cada página, sumerge al lector en el asfixiante mundo de los cadavéricos y siniestros Mariscales de Santa María.

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Figura 4: ¿Dictadura o dictacracia?

Mientras tanto, los personajes de Sasturain son impelidos, empujados a la aventura. Una aventura ciega en un comienzo, progresivamente seguirán pistas y se irán conformando como grupo. Muchas ideas sugerentes y metáforas que evocan una realidad más compleja que el de la mera página bidimensional se suceden en el relato, como cuando el repulsivo Mr. Whitesnow (suerte de primo cercano de Kissinger) y sus siete enanos, (referencia a un trastocado universo Disney), representantes del omnipresente imperio del Norte, piden a Perramus y sus amigos que vayan en busca de El Enemigo, pero... «¿Quién es el enemigo?» –preguntan. «El enemigo es una necesidad. [...] Lo ha sido hasta ahora: me justifica. Pero hace demasiados años que tengo este enemigo, y ahora que rompí con los Mariscales quiero ser democrático... ya no lo necesito como prisionero» –explica el acomodaticio y serpentino Mr. Whitesnow. ¿Cómo no evocar aquí al marxismo, perverso enemigo interno que las dictaduras latinoamericanas introdujeron en nuestras sociedades gracias a la formación que los militares obtenían en las escuelas del Norte y en cuya persecución se cometieron las más terribles atrocidades?

Perramus y sus amigotes sobrevivirán y pasarán de ser meros títeres u observadores de la aventura a ser protagonistas, a ser partícipes en el devenir de los hechos hasta que se topan finalmente con su maestro: Borges. «Toda mi vida es un cuento fantástico» –le dirá Perramus a Borges en su primer encuentro. Sobre la presencia gravitante de Borges sobrevolando todo Perramus, Breccia dijo: «Es Borges... tal y como me hubiera gustado que fuera. [...] En “Perramus” le atribuimos el considerarse el tutor intelectual de Argentina... el Maestro. Cuando Borges tomaba un taxi, el taxista le decía: “Maestro, usted no paga”. Si iba a comprar el periódico, se lo regalaban; si debía atravesar una calle siempre había un mínimo de doce personas dispuestas a ayudarle. Hablo del pueblo, de la gente sencilla. Borges era querido por el pueblo. Sus enemigos, los que le criticaron y le obligaron –me parece a mí– a refugiarse en Ginebra, no pertenecían al pueblo. La presencia de Borges en “Perramus” se debe a todo esto»[6].

Al final del primer arco argumental de «Perramus», habremos recorrido la historia de un grupo de hombres que sabiendo que la realidad es una ficción –y aquí parafraseamos a Sasturain a través de Perramus–, se introducen en ella para actuar, tomar partido, pretendiendo modificarla. El antihéroe, el hombre sin ayer, cierra el relato circular de su propia caída original, pero para ello se le ordena dejar definitivamente el pasado en el olvido. «Debes ser fiel al deseo. Solo eso. No hay otra salvación. Vete»
–le dice Margarita, la misma mujer causante de su mágica amnesia, devenida ahora en «Madame Margarita, la Dama del Aleph». Y en consecuencia, Perramus decide, lo que abre literalmente la puerta a la segunda parte y sella de forma definitiva la posibilidad de recuperar lo olvidado.
La petición inicial de Breccia a Sasturain tuvo un inmejorable resultado en «Perramus», pero devino en: «historietas complejas, simbólicas, llenas de reflexiones –recuerda Sasturain–. ¡De aventuras simples un carajo! No te olvidés que el viejo Breccia quería hacer originalmente una historieta para vender en todos lados y esta no se podía vender en ningún lado»[7].

El alma de la ciudad: los siete magníficos

Borges y Sasturain abren este nuevo episodio con una cita al Borges poeta e incluyen dos versos de «Buenos Aires» tomados de su libro de poemas «El otro, el mismo»: «Y ahora la ciudad es como un plano/ de mis humillaciones y fracasos. [...] No nos une el amor sino el espanto/ será por eso que la quiero tanto».

Los autores arremeten luego con un explícito homenaje a Oesterheld y su «El Eternauta» cuando nuestros aventureros, al igual que Juan Salvo y sus amigos, juegan al truco y súbitamente la luz se apaga. Cuando miran por la ventana contemplan con horror cómo la ciudad de Santa María fluctúa, oscila, casi a punto de desaparecer. Los Mariscales buscan ahora destruir el alma de Santa María buscando a los siete, cuyas vidas sostienen la existencia de un pedazo de esa realidad. «Mientras ellos la piensen y la sientan, Santa María seguirá siendo» –sentencia el maestro.

Los siguientes ocho episodios, coronados por un epílogo, resultan pequeñas historias que fabulan tragicómicamente sobre la existencia de estos siete personajes que sustentan esa ciudad mítica, reflejo especular de aquella otra urbe a la que alude el poema del maestro y que Perramus y sus amigos deben salvar de los esbirros de la dictadura mariscal.

Breccia y Sasturain vuelven a revelar sus intenciones en un breve prólogo que escriben a esta segunda parte: «En “Perramus II” un ciego histórico que no lo es en la ficción –Borges– oficia de lazarillo, pone en movimiento al grupo. [...] La lucha por el alma de Santa María no es una empresa celeste o intangible, sin embargo. Encarnada en la memoria, los valores y los sentimientos de la gente, su rescate será inseparable del destino mismo de esos seres sin duda ejemplares, únicos, sostenes de una realidad infinita como pilotes de un puente por el que todos transitamos. [...] Esta segunda secuencia tiene otro signo; el problema ya no es uno sino que son los otros»[8].

En la última página de «El alma de la ciudad»” el Enemigo y Canelones se hartan de no comprender del todo las extrañas correrías y las ambiguas victorias en las que se han visto envueltos en las páginas anteriores e ingenuamente osan prefigurar el futuro de la saga: «La próxima aventura la manejamos nosotros».

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Figura 5: «La isla del Guano»: el postergado por la academia gana el Nobel.
 

«La Isla del Guano»: Borges y el Nobel

La tercera parte de «Perramus» («La Isla del Guano», que originalmente iba a llamarse «La Isla de Mierda»), escrita y dibujada entre 1986 y 1987 y editada por Ediciones B en 1993 en España, ofrece, a mi juicio, el mejor momento de la relación creativa de ambos autores. El carácter de fábula grotesca de la saga se dispara a tope en una nueva aventura que volverá a abordar elípticamente temas cercanos a la historia reciente de nuestra Latinoamérica, sobre cuando Mr. Whitesnow reaparezca y la mierda ocupe un lugar preponderante en la historia de la economía mundial.

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Figura 6: El vil Mr. Whistesnow aderezado en su propia mierda.
 

La historieta de diez capítulos abre con un «Prólogo con premio» en que vemos a Borges pronunciando su discurso frente a la academia sueca de letras. La obra premiada con el Nobel resulta ser una colección de siete cuentos publicados en un libro llamado «Fricciones»: «Asistimos a las increíbles aventuras del enigmático Perramus, del tosco Canelones y de aquel otro, paradójico, el Enemigo. Surgidos, todos ellos, de una fantasía sin límites» –elogian los miembros de la academia. Cuando poco después el avión de Borges intente ser secuestrado por los estertores de la dictadura de los Mariscales de Santa María y solo les reste regresar al espacio mítico de la república isleña de Mr. Whitesnow y sus siete enanos, la aventura comienza.

El guano, mierda que se disputará a muerte el monopolio de Estados Unidos es el eje de esta tercera parte. El combate contra Mr. Whitesnow y López Plástico lo realiza un grupo de freaks, el C.I.C. (Circo Isleño Clandestino). «Este fue siempre un país cirquero... una pasión popular. [...] Pero llegó López Plástico al poder... y debimos pasar a la clandestinidad: Toda la energía que no se utiliza en recoger guano es una pérdida para la nación. ¡Quieren hacernos un país de mierda!» –dicen los artistas combatientes.

El escritor español Andreu Martín escribe en el prefacio de la edición española: «Gracias a él [Breccia] esta Isla del Guano ideada por Sasturain no es un espacio al aire libre, sino un laberinto oscuro poblado de manchas con forma de hombre y hombres con forma de mancha, [...] es una isla de grises, blancos y negros tan compactos que se vuelven tan asfixiantes como el relato exige, claustrofóbicos como es debido. [...] Y ningún dibujo podía plasmar mejor la historia escrita por Juan Sasturain porque esta es una fábula moral. Una fábula ejemplar acerca de una país de porquería gobernado por un títere, pelele, payaso disfrazado de paisano, llamado Blancanieves en inglés, y al cual se opone una guerrilla clandestina compuesta de payasos profesionales, titiriteros y monstruos circenses»[9].

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Figura 7: «Diente por diente»: tras la sonrisa perdida.

Hay mucho, mucho humor en esta nueva aventura, mucha fábula grotesca, pero jamás burla como afirma el propio Sasturain. «La Isla del Guano» tal vez sea la aventura más amarga y emotiva de la saga. Reúne a traidores que son traicionados, payasos que ofrendan su vida por la libertad, masacres, lluvias de mierda, facciones revolucionarias que buscan derrotar a los dictadores interpretando cada una de ellas su propia versión de la mítica estrategia de la tortuga (creación de Facundo Varela, el Tío Galápago, poeta y caudillo). Somos testigos de un Borges enfrentando sus propias contradicciones, amén de un Perramus que, cediendo espacio a otros personajes, permanece a medio camino entre el testimonio y la acción en medio del mundo grisáceo y grotesco de las viñetas de Breccia. Y al final, una vez más, la terrible sensación de una victoria amarga transitoria, provisional.

«Hemos triunfado –dice un agónico Tío Galapago–, pero... cuidado... los gringos volverán».

 

«Diente por diente»: la sonrisa perfecta

«El proyecto Perramus –recuerda Sasturain– duró hasta el año 89. En esa época yo ya me había ido a Barcelona y después el viejo Breccia se murió. Trabajamos todos esos años acompañando de algún modo, de forma desfasada, todo lo que pasaba. Tanto es así que en la segunda historia Borges gana el premio Nobel y para la altura de la tercera parte ya estábamos en democracia. La última parte, “Diente por diente”, es ya casi una comedia. Es el rescate de los dientes de Gardel dispersos por el mundo. Esa te va a encantar, es muy linda»[10].

En esta cuarta y última parte de «Perramus», escrita y dibujada entre 1988 y 1989, la dictadura de los Mariscales ya es parte del pasado y una atmosfera menos amarga se toma el tono de la aventura. Borges y su amigo Gabriel García Márquez piden a Perramus y sus amigos que viajen por el mundo tras la huella de los repartidos dientes de la calavera de Gardel, de modo de rearmar la emblemática sonrisa del zorzal criollo y con ello, devolver la esperanza perdida a la ciudad de Santa María. «En estas horas difíciles, angustiosas para nuestros pueblos hermanos –dice el Borges ficticio en una conferencia en Medellín– una de las tareas, junto con otras tantas impostergables, tal vez sea reconstruir... esa sonrisa gardeliana, revivirla, para que la Argentina y Latinoamérica vuelvan, aunque sea míticamente, a sonreír».

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Figura 8: Frank, un perfecto villano de salón.

Se inicia entonces un periplo que Breccia ilustra con un trazo suelto y mucho menos oscuro que el de los capítulos anteriores. Su dibujo se vuelve menos opresivo y el otrora reprimido blanco surge notoriamente en cada página. Personajes casi reales como el general Raimundo Fragote en Buenos Aires; la Coquette en París; Richard Lone Stone, el navegante solitario, en Inglaterra y Sadao Masako en Japón, se codean con las versiones historietísticas de personas reales como Fidel Castro en Cuba, Frank Sinatra en Las Vegas, el músico Osvaldo Pugliese y por supuesto, Maria Kodama junto a Borges, son una parte de la enorme galería de variopintos personajes que recorren las páginas de «Diente por diente».

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Figura 9: Gabo, amigo del maestro, e instigador de la búsqueda gardeliana.

Esta vez el protagonismo se reparte más equitativamente entre el siempre enigmático Perramus, el Enemigo –capaz de la osadía de enfrentar al mismísimo Frank Sinatra en la mejor tradición de «Triste, solitario y final» de Soriano– y Canelones, quien surge en plenitud como el hombre de acción que siempre ha sido.

A modo de melancólica despedida de sus creaciones Sasturain y Breccia cierran el ciclo de aventuras de Perramus y sus amigos con una cita de «Ítaca» de Kavafis en boca del maestro Borges: «¿Qué le puede dar Ítaca al que la ha buscado como Ulises durante tanto tiempo? ...le ha dado el camino, lo vivido hasta llegar a ella. Ahí está el sentido, no en el final». Sasturain insiste en una idea desarrollada en las primeras páginas de «Perramus I», de que sentido y destino son anagramas y de que la pretendida libertad solo consistiría en acompañar los movimientos de la vida en lugar de torcerla. Una pausa. Pero también queda la aventura, replica entonces Perramus, mientras ambos personajes se pierden en el límite derecho del borde de la página, en el blanco espacio del vacío más allá de la historieta, pequeños, negros, apenas una mancha que semeja el caminar de dos amigos, tan reales como ficticios. La realización de Perramus le ocupó a Breccia la mayor parte de la década del ochenta y fue concluida pocos años antes de su muerte, acaecida en 1993. «Perramus» es, como ya se ha dicho insistentemente, piedra angular de la narrativa gráfica latinoamericana; no obstante el incansable Alberto Breccia volverá en 1991 con otro monumental trabajo de adaptación bajo el brazo: «Informe sobre ciegos» de Ernesto Sábato.

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Figura 10: La melancolía tras la victoria: ¿qué puede ofrecerle Ítaca a Ulises?

 

 

NOTAS


[1] Reyes G., Carlos: «Juan Sasturain: Escribo aquello que he leído», Crash, no. 12, Eureka Ediciones, La Paz (Bolivia), 2006, pp. 12 y 13. Esta entrevista se encuentra también disponible en: http://www.ergocomics.cl/sitio/index.php?idele=20060714193602.
[2] Birmajer, Marcelo, en Ñ, Revista de Cultura de Clarín, no. 274, Buenos Aires (Argentina), 2008, p. 8.
 
[3] Reyes G., Carlos: «Juan Sasturain: Escribo aquello que he leído», Crash, no. 12, Eureka Ediciones, La Paz (Bolivia), 2006, p. 13. Esta entrevista se encuentra también disponible en: http://www.ergocomics.cl/sitio/index.php?idele=20060714193602.
[4] «Perramus», coedición Editorial de Lumen Ediciones de la Flor Ediciones Culturales Argentinas, Buenos Aires (Argentina), 1990, pp.8y 9.
[5] Ídem, contraportada.
[6] «Breccia y Borges, Archivos negros», no. 1, Doeyoedytores, Buenos Aires (Argentina), 1994, p. 2.
 
[7] Reyes G., Carlos: «Juan Sasturain: Escribo aquello que he leído», Crash, no. 12, Eureka Ediciones, La Paz (Bolivia), 2006, p. 13. Esta entrevista se encuentra también disponible en: http://www.ergocomics.cl/sitio/index.php?idele=20060714193602.
[8] «Perramus», coedición Editorial de Lumen Ediciones de la Flor Ediciones Culturales Argentinas, Buenos Aires (Argentina), 1990, p. 99.
[9] «La Isla del Guano», Ediciones B, España, 1993, pp.5 y 6.
[10] Reyes G., Carlos: «Juan Sasturain: Escribo aquello que he leído», Crash, no. 12, Eureka Ediciones, La Paz (Bolivia), 2006, p. 13. Esta entrevista se encuentra también disponible en: http://www.ergocomics.cl/sitio/index.php?idele=20060714193602.
 
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Creación de la ficha (2015): Carlos Reyes G. Edición de Félix López. · El presente texto se recupera tal cual fue publicado originalmente, sin aplicar corrección de localismos ni revisión de estilo. Tebeosfera no comparte necesariamente la metodología ni las conclusiones de los autores de los textos publicados.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
CARLOS REYES G. (2015): "Alberto Breccia: El trazo revolucionario 2", en REVISTA LATINOAMERICANA DE ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIETA, 37 (8-II-2015). Asociación Cultural Tebeosfera, Ciudad de la Habana. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/alberto_breccia_el_trazo_revolucionario_2.html