EL GRAN SIMULADOR
Pionera del género en la Argentina, Las desventuras de Maneco fue una de las historietas más aplaudidas por la sociedad de los primeros años '30. Obra de Eduardo Linage para la mítica Caras y Caretas, impuso en el habla popular una frase que aún hoy se repite con nostalgia: ¡Sonaste, Maneco! Y Hernán Ostuni te cuenta por qué.
Creadas hacia 1932 por Eduardo Linage, Las desventuras de Maneco se publicaron en la legendaria Caras y Caretas, revista de actualidad que revolucionó el periodismo, las artes plásticas y la literatura rioplatense, marcando a fuego los comportamientos sociales de la época. Pequeño hombrecito de inefable atuendo (saco negro, pantalón rayado, bombín y bastón), Maneco representaba fehacientemente una alcurnia a la cual no pertenecía y en la que intentaba mediar.
Como personaje, Maneco se encuadra dentro del primer arquetipo del "chanta porteño", psicología muy cercana a la de Julián de Montepío (el prototípico Isidoro creado por Dante Quinterno),que configuraba una suerte de emergente social surgido de las primeras conquistas sociales del Irigoyenismo, así como del encuentro de los inmigrantes y criollos que habitaban en Buenos Aires intentando equipararse con la clase patricia.
Vivillo, aprovechador, ventajero por naturaleza, Maneco pretenderá medrar con cualquier situación que se le ponga al paso, vendiendo influencias inexistentes, codeándose con las "señoras gordas" de las sociedades de fomento o defendiendo causas perdidas. De todas formas, el eterno resultado que obtendrá será desastroso para su simulada imaginería, ya que ante el derrumbe estrepitoso de la ficción, nuestro personaje sólo atinará a repetir su resignada muletilla, aquella frase que hoy le robamos:
¡SONASTE MANECO!