El historiador Eric Hobsbawm escribe en sus memorias, Años interesantes, página 346, «Otros quizá recuerden dónde se hallaban cuando murió el presidente Kennedy. Yo recuerdo dónde me encontraba cuando me llamaron de no sé qué programa de radio para decirme que el presidente Allende había muerto (…)».
Yo también recuerdo dónde estaba y con quién cuando nos enteramos de la muerte de Allende: estaba en Gijón, como Jurado del Premio de Cómics que concedía el Festival Internacional del Cómic que por entonces organizaba Isaac del Rivero. Y justo en aquel momento estaba con El Cubri y con Ventura y Nieto. Y recuerdo lo mucho que nos dolió cuando nos enteramos. Pero, esta entradilla es un simple recurso literario para entrar en materia, para hacer un nota sobre el 23 F.
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La librería (Continuarà...) en su primer emplazamiento, tal y como podía verse en 1981. Foto tomada del blog Viñetas. |
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Yo recuerdo dónde me hallaba cuando oí por la radio las primeras noticias, en vivo y en directo desde el edificio de las Cortes, cuando irrumpieron en ellas los bárbaros de uniforme pistola en mano. Estaba en la Librería Continuarà, de Albert Mestres, en su primera localización en la calle Templaris de Barcelona. Hablábamos, distendidos, Albert, Pasqual Giner, algún otro amigo y yo mismo, charlábamos de tebeos. Y en la radio, allí mismo, escuchamos las voces broncas, enemigas, que gritaban: “¡Todos al suelo!”, y una serie de disparos.
Por aquellos tiempos yo tenía una sección fija sobre cómics en el Diario de Barcelona, con fecha fija de salida, y cuando me tocó hacer la siguiente entrega escribí para intentar reflejar y transmitir lo que había sentido al escuchar los fragores del golpe de estado por la radio en la Librería Continuará. Por supuesto, si el golpe hubiese triunfado, no lo habría escrito y no se habría publicado y, dentro de lo posible, bastantes gentes del cómic estarían, ¿estaríamos?, en comisaría en lugar de escribir o dibujar sobre el 23 F. No fue así y se publicó mi pequeño artículo, que ahora, en el 30 aniversario de aquel golpe de estado que pudo cambiar de nuevo la historia, siempre para peor, decía:
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El “tejerazo” me sorprendió, ¡cómo no!, en una librería especializada en cómics. Hablaba con su copropietario, Albert Mestres, cuando sonó el teléfono… Podía tratarse una broma o no, inmediatamente conectamos un transistor y cuantos estábamos en la librería nos apiñamos alrededor. Las opiniones eran variopintas, desde el cachondeo hasta la preocupación. Lo malo es que la radio confirmaba la noticia primera: «… grupo de guardias civiles… teniente coronel Tejero… disparos… proclama del Capitán General de…». Alucinante. Era como haber caído de golpe, en una quiebra del espacio-tiempo para retroceder por sorpresa cuarenta y cinco años. Probablemente el más asustado, por más mayor, era yo. Volver a los tiempos de los juicios sumarísimos, del miedo, de la falta de todo, los tiempos de Flechas y Pelayos, de Maravillas, de Juan Centella y el Imperio… ¡Qué horror! ¡Qué inmenso horror!
Superlópez salva a la Tierra
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Edición en álbum de la historieta citada, por Bruguera |
Afortunadamente, cuando escribo, días después, ya todo ha pasado y a la noche de los transistores ha seguido la vuelta a la normalidad, si puede llamarse normalidad a esta sensación de recelo que nos envuelve, como una espesa niebla, en la que somos conducidos a trompicones hacia la democracia vigilada, que mañana puede ser democracia a palos.
Sin embargo, aparentemente, todo sigue igual, o quizá es que en el fondo nunca fue distinto. Se confirma en el terreno de la historieta, cuyos editores continúan saturando el mercado con productos mediocres, aptos para niños infantilizados o subnormales. Con raras excepciones, auténticas joyas logradas por la perfección del dibujo o la agudeza de los textos y más raramente por la conjunción de ambos elementos. Es el caso de los álbumes de Lauzier, Ventura y Nieto, Carlos Giménez o, más reciente, recién aparecido, del cuarto álbum de Superlópez, que recoge las historietas protagonizadas por este personaje publicadas meses atrás en las revistas infantiles de Editorial Bruguera. (…)
Este álbum se titula Los Alienígenas y se centra en las aventuras y desdichas de una pareja de extraterrestres llegados a nuestro planeta con la misión de establecer una cabeza de puente que sirva a las fuerzas expedicionarias de Tiran Liran para invadir La Tierra y apoderarse del gobierno de la misma. Los alienígenas cuentan con diversas armas, la principal su poder de tomar la forma de cualquier ser u objeto terrícola, lo que llevará a los lectores de gag en gag cuando los invasores adopten la forma física de un gerente de empresa, una estufa de butano, un vagabundo, sucesivos jefes de una banda de criminales el propio Superlópez e, incluso, un general terrestre.
Y aquí se produce uno de esos contados casos en los que realidad y ficción se dan la mano. Ambientada la historia en un marco físico muy concreto, claramente español, y en tiempo presente, la paradoja se produce cuando uno de los invasores terrestres toma la encarnadura del general Sintacha y convoca una reunión secreta del Estado Mayor, para proponer a los altos mandos del Ministerio de la Guerra, ante el estupor y la consternación de éstos, apoderarse del gobierno de la Tierra… Afortunadamente, los altos mandos reaccionan tachando de loco al general Sintacha, más exactamente a su encarnación alienígena, y ordenando su detención y envío al manicomio… Finalmente, Superlópez logrará salvar la Tierra.
La coincidencia es evidente, bien que la historieta sea burlesca y su ironía esté dulcificada por su carácter humorístico. Ahora bien, se trata de una casualidad afortunada, ya que las historietas de este libro fueron dibujadas y publicadas hace meses. Pero, el azar, al coincidir la publicación del álbum con los últimos acontecimientos españoles, juega a favor del lector, que pasado el susto primero ante el “tejerazo”, puede ahora regocijarse con las imaginarias aventuras de Superlópez y de estos extraterrestres doblados del general Sintacha. Mientras espera y desea que sigan siendo imaginarias.
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Hasta aquí el breve texto que publiqué en marzo 1981, pocos días después del fallido golpe de estado del 23 F. Recuerdo que aquel día, en la Librería Continuará, cuando vi que los más jóvenes se tomaban a cachondeo lo que estaba ocurriendo, intenté transmitirles lo que yo sabía que podía suceder.
Pues en un instante creí ver cómo el tiempo se replegaba sobre sí mismo y volvíamos de golpe al pasado franquista. Y yo sí sabía cómo fue aquel pasado, cuando los grises, la policía armada, circulaba por la calles con el fusil máuser colgado del hombro, con cartucheras con munición real. Yo sí sabía lo que fue el miedo. Había vivido la escasez de todo y más que todo el silencio originado en el miedo. Y si la herida del tiempo no podía volvernos a la escasez de la postguerra sí que podía sumirnos en la sima sin fondo del miedo.
Muy poco después, ¿quince días, un mes?, la revista El Víbora publicó un número extra dedicado a “El Golpe”. En un tiempo record, realizaron un excelente número monográfico sobre lo sucedido el 23 F, Max, Montesol, Martí, Gallardo, Pons, Pamies, Onliyú, Lolo, Mediavilla, Simónides, Rodolfo, Roger, Isa, Félix, Ops y Mariscal. Sus historietas en dicho número recordaban a los lectores que se había producido un golpe de estado –y ello cuando muy pocos dibujantes y revistas españoles se habían atrevido a ir más allá de opinar o solo informar de lo ocurrido a través de la caricatura, sin apenas llegar más lejos–. Cierto que la decisión de El Víbora al publicar el número Extra El Golpe tenía mucho de valor inconsciente, tal y como tuve ocasión de comprobar cuando en el mes de abril 1981 escuché a Josep Toutain, entonces promotor de El Víbora, decir «(…) de haber sabido la envergadura que tenía el tejerazo no habríamos hecho el número de El Víbora dedicado al golpe, lo hicimos creyendo que era cosa de solo cuatro desgraciados» [sic].
Afortunadamente lo hicieron y si la memoria y mi archivo no me engañan, fueron los únicos editores de cómics que, con aquel número, demostraron que la historieta es un medio de comunicación de primer orden capaz de vehicular todo tipo de contenidos, incluso para condenar a unos golpista militares, al ser los únicos que desde la historieta enjuiciaron y condenaron el 23 F.
Hasta que hemos llegado al espléndido número extra que nos ha regalado el diario El Mundo el pasado día 20 de febrero 2011, un número especial de su Magazine dominical dedicado por completo al 23 F. Bajo la dirección y con los guiones de Felipe Hernández Cava. Y con historietas de El Cubri, Bartolomé Seguí, Keko, Víctor “Coyote” Aparicio e ilustraciones de Pedro Arjona, Alfredo y Raúl Arias. Un solo pero: en cubierta, los gestores del diario han subtitulado: “30 aniversario del intento de golpe de Estado”, y de eso nada: Nada de intento. Fue un auténtico golpe de estado. Que si no triunfó por la fuerza, sí acabó por lograr ralentizar el proceso de transición hacia la democracia en España.
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Magazine citado, todo un cómic, con portada de Raúl (primera imagen), guiones de Felipe Hernández Cava y realización gráfica de El Cubri (segunda imagen), Bartolomé Seguí, Keko (tercera imagen), Pedro Arjona, Alfredo y Víctor Aparicio. |
Y por si pudiera alguien creer que hay exageración en estas últimas líneas que escribo, copio aquí un fragmento de la conferencia pronunciada a finales del año 1981, muchos meses después del 23 F, por el general José Gastón Molina, nuevo Director de la Academia de Infantería de Toledo, en la que dijo textualmente: «(…) España está sometida al ataque de los partidos marxistas, dirigidos por la Internacional Socialista y por Rusia (…) los diputados son falsos representantes del pueblo (…) deben los militares volver a hacerse cargo del poder (…)».