Información de la editorial:
En Nada, la búsqueda del significado de los símbolos concluye que no hay significado en ellos. El ojo que ve el personaje, el intrincado diseño de las alcantarillas que lo atemorizan… No es nada, no significa nada. En el epílogo del libro, que viene a aclarar definitivamente este punto, se ve claro: los mitos y los símbolos son constructos mentales, ilusiones, y de la misma manera que el célebre cuadro de Magritte subrayó la distancia entre realidad y representación, Nada muestra que todo lo que construimos para intentar dotar de sentido a nuestra vida no es más que otra narrativa, y como tal, ficción en alguna medida: «Todo constructor humano es mito camuflado o desnudo parcheando un permanente no saber neto». Esta reflexión, que vertebra el libro, me parece interesante y pertinente en un momento en el que debatimos, precisamente, sobre los límites de la ficción y la identificación absoluta entre representación y realidad: un chiste es criticado como si fuera la opinión real de su autor, por ejemplo, por citar un caso reciente.
Pero más allá de eso, que es más bien una reflexión mía tras la lectura de Nada, lo que plantea es que todo es mito. Que cada interpretación que realizamos a lo largo de nuestra vida, cada explicación, cada relación causa-efecto que establecemos, es algo así como una alucinación provocada por pura supervivencia mental. El protagonista de la historia, al alejarse de cuadro, al poner a prueba los límites de esa narrativa a la que llamaba vida, consigue comprender esa verdad. Su sobrina llora, al entenderlo, porque es demasiado joven aún para soportarlo.