Información de la editorial:
Si hay algo que demuestra Caperucita Roja, primer volumen de Cuentos impopulares, es precisamente que el cuento es un género no sólo llamado a perdurar sin un agotamiento claro sino también dispuesto a aceptar infinidad de interpretaciones e incluso modificaciones de toda condición. Christian Douglas ha convertido a Capreucita en una prostituta de lujo, con lo que ya se puede entender que su mirada al cuento es cualquier cosa menos inocente y se desliza por momentos hasta los terrenos del porno. Lejos de ser una simplificación morbosa y sexual de la historia más clásica (mucho más aterradora que la dulcificación del cuento con la que generalmente convivimos y que no termina de ajustarse a la realidad de lo que se escribió originalmente), eso le sirve a Douglas para subvertir los roles clásicos del leñador y del lobo feroz y darles un punto de vista interesante y turbio, acertado eco de ese tenebrismo que asoma en el cuento. El mayor inconveniente que puede tener Caperucita Roja está en su extensión, ya que por momento da la sensación de que le faltan páginas para desarrollar temas que introduce con mucho acierto, el espléndido aunque demasiado breve papel de la Abuelita y en especial el del maltrato de género, en realidad un motor de esta reimaginación mucho más poderoso que el de su vertiente sexual, aunque en el fondo ambos elementos puedan tener una relación muy íntima y bien trazada.
Visualmente, el tebeo da una de cal y otra de arena y es ligeramente irregular, dejándose notar que es el primer trabajo de Abel Pajares Pardo. Hay que tener en cuenta que el ilustrador cuenta con un gran enemigo ya en la misma publicación, y es que la portada de Pedro Delgado es extraordinaria y sugerente, una perfecta invitación a leer el interior, como debe ser toda buena portada. Aunque esté por debajo, el dibujo de Pajares, no obstante, no es desdeñable ni mucho menos. Es verdad que los escenarios y los fondos, quizá demasiado simples, restan algo de poder a las imágenes, pero también lo es que es capaz de dar vida a diseños muy atractivos (especialmente los femeninos, la misma Caperucita y las demás chicas de la Abuelita) y que tiene algunos momentos que narrativamente son bastante notables, como la primera agresión de Jack a la protagonista, mostrada en una página brutal, rasgada (¿quién es el verdadero lobo de la historia?) con una mezcla de rojos y negros que resulta brillante. Y es que hay viñetas que piden algo más mezcladas con otras muy bien dibujadas, por ejemplo la última, el final picante y feliz de la historia. Desde sus buenas ideas y aunque no siempre parezca alcanzar todo el potencial que tiene, Caperucita Roja acaba siendo una aproximación curiosa al cuento, de muy fácil lectura y que, como poco, sirve para despertar el interés por la serie.
