Dibujante de estilo limpio y equilibrado que trabajó en tebeos del sello Valenciana durante los años cuarenta y cincuenta y, en su propio sello, en el final de esa década y el comienzo de la siguiente: Creo.
Nacido en Andújar, con dieciocho años se trasladó a Valencia, donde quiso entrar a estudiar Bellas Artes, por entonces un logro debido a la escasa capacidad de las aulas. Para pagarse sus estudios de Bellas Artes tuvo que pluriemplearse como dibujante, primero en revistas de patrones de punto de cruz y luego en el sello Valenciana, pero no para dibujar cómics, sino para adaptar los producidos fuera a las ediciones españolas (él se ocupó de generar espacios en las tiras de Milton Caniff). Durante este tiempo se fue inmiscuyendo en la industria del tebeo y dibujó algunas historietas para El Temerario, de Valenciana, para la empresa Jovi, o para Gong, donde ya desarrolló labores como director artístico.
Tras lograr una beca que le permitió continuar sin interrupción los estudios en Bellas Artes hasta su fin, dejó de dibujar durante el final de la década de los cuarenta, lo cual empalmó con un periodo de prestación de servicio militar (1950 a 1952) en el cual tampoco trabajó como historietista apenas. A su vuelta a la vida civil volvió a buscar trabajo y lo encontró en Valenciana, tanto como historietista (Mariló) como haciendo ilustraciones (son muy recordadas las de Luchadores del espacio). A lo largo de la década de los años cincuenta colaboró asiduamente para los tebeos de Valenciana, sobre todo con historieta de aventuras (en Jaimito, S.O.S., los almanaques de Roberto Alcázar y Pedrín, Comandos...) pero compaginó ese trabajo con producciones para agencias, primero a través de Bardon Press y luego por cuenta propia, sin intermediación de agentes.
Animado por el deseo de crear sus propias series, al igual que habían hecho Manuel Gago u otros, decidió asociarse con dos impresores valencianos en 1959 y fundar su propio sello editorial, llamado Creo, bajo el cual lanzó varias colecciones de aventuras con excelentes autores (Tortajada, Alacreu, Coch, él mismo) pero que al cabo de dos años no rindieron los beneficios esperados. José Luis, tras la aventura editorial, siguió trabajando para Valenciana, pero sobre todo como ilustrador de portadas, y también para otros editores con posterioridad, como Marfil o Gaisa.
Luego abandonó los encargos nacionales para centrarse en trabajos de ilustración que servía directamente a Bélgica y, desde allí, para toda Europa. Años después, ya en los últimos años ochenta y primeros noventa, probó suerte en la animación para un estudio francés y también trabajó esporádicamente para Países Bajos. Finalmente, tras una larga trayectoria profesional, lo dejó todo por la pintura. Una exposición permanente de su obra cuelga en el Museo de Arte Antonio Orea, en su pueblo natal Andújar.