Dibujante y caricaturista, se inicia en la década de los treinta colaborando en la prensa regional en La Verdad y El Liberal. Algo antes, en 1928, tras cursar los estudios básicos, marcha a Madrid para cursar estudios de periodismo y al acabar la carrera se queda en aquella ciudad trabajando en diversas redacciones como en el periódico Arriba, ABC, La Gaceta Literaria o el Heraldo de Madrid. Es desde su residencia madrileña que colaboraría, episódicamente, con los diarios murcianos.
Su amistad con el también humorista gráfico y redactor Tono le empujó hacia la vertiente del humor y, en 1962, se dedica plenamente al humor gráfico en su vertiente más satírica tanto a nivel regional como nacional. De clara intuición psicológica, utilizaba la sorpresa para conectar al lector. Creador de recursos expresivos que usaba en caricaturas y chistes, llegando a inventar la Motigrafía, género humorístico en el que utilizaba símbolos para desarrollar un motivo gráfico y sobre la que impartió múltiples conferencias por toda España desde 1950 a 1970.
En 1949, la empresa Chocolates Supremo, al conocer su origen caravaqueño, lo contrató para la realización de uno de sus álbumes de cromos: Historia de la Cruz de Caravaca, aprovechando sus breves viajes a la localidad para visitar a su tía, la mujer que se ocupó de él tras quedar huérfano a muy temprana edad. Siempre comentaría que su tía fue como una madre.
En la década de los setenta deja el periodismo y se decanta hacia labores de decoración de interiores y pintura. A la par, los derroteros por los que se encaminaba el humor de la transición, que no le agradaban y tan diferentes al del tipo La Codorniz que él realizaba, le llevaron a abandonar, también, el humor gráfico. Su última obra la realizaría para la Concejalía de Cultura y Educación de Caravaca: El arte de Birli Birloque, un libro para enseñar a dibujar a los chavales que no llegaría a ver impreso ya que, enfermo de cáncer, fallecería.
Biografía obtenida de www.vinetasapajera.blogspot.com
En su libro Autobiografía Espiritual el escritor Ramiro Calle, amigo personal de Luis López Motos, realiza una semblanza del autor :
"Por su parte, Luis López Motos se convirtió en uno de mis grandes amigos de mi primera juventud. Era una mezcla sugerente de bohemio, diletante, ácrata, artista y espíritu contradictorio, muy dado a ser versátil, irónico, bon vivant a pesar de sus escasos recursos, empedernido degustador de vinos y mujeriego, y por tanto frenético admirador de las mujeres y sus formas, cuanto más procaces, mejor. Me hablaba de literatos, pintores, disolutos y calaveras, proyectos imposibles de llevar a cabo y guiones para novelas que nunca escribió y que deseaba que yo escribiera, pero tampoco lo hice. Era ocurrente y orgulloso. Vivió en cierto modo frustrado porque no se reconocía su genio, pero tenía la capacidad para divertirse de lo lindo a pesar de su poso de amargura interior. Era un verdadero entusiasta de Cervantes, y por ello me llevaba a Esquivias, donde hay un museo en el que se alojan algunas de las que él bautizó como "motigrafias", inspirándose para este vocablo en su propio apellido. No soportaba el trato con los artistas, aunque, dadas nuestras frecuentes reuniones, le mortificábamos sumándole a ellas, pués tal era el cariño que le profesabamps. De madrugada, ámbos nos consolabamos charlando el uno con el otro, haciéndonos confidencias y recorriendo las callejuelas del viejo Madrid. Él me exponía sus vicisitudes cotidianas y yo las mías, metafísicas. Al menos él tenía una ventaja notoria sobre mí : podía ahogar sus penas con unos cuantos vasos de vino (que siempre tenían que ir irremisiblemente acompañados de una tapa), efecto que yo no conseguía con los sucesivos vasos de leche con los que lo acompañaba. Murió pobre y olvidado, pero en compañía de una mujer que lo amaba profundamente y lo admiraba como nadie. Ella fué el consuelo de los últimos años de su vida y tambien de su muerte. La conocí bien; era su Dulcinea, su musa, su reina de Saba."