Dibujante brasileño de historietas e ilustrador que cultivó un trazo más apreciado entre sus propios compañeros de profesión y los lectores aficionados que por los principales editores de su país. Lo que no fue impedimento para que llegase a destacar como uno de los más importantes creadores del medio en Brasil evolucionando desde un estilo cercano al de sus admirados Milton Caniff y Chester Gould hacia un tipo de línea más angulosa y funcional de gran claridad y precisión, con fuertes contrastes de blancos y negros, sin aplicación de grises, que le capacitaba para el dibujo de viñetas y composiciones a veces altamente decorativas sin menoscabo del ritmo de las tramas argumentales de sus historietas. Siempre permeables a la inclusión de escenarios, personajes y acontecimientos relacionados con la historia de Brasil y sus habitantes.
La carrera profesional de Flavio Colin se inició con las publicaciones de la editorial Rio Gráfica e Editora para la que entre 1956 y 1959 dibujó en cabeceras como la revista de relatos e historietas X-9, título tomado del personaje estadounidense Secret Agent X-9, y los tebeos de O cavaleiro negro (Black Raider) y Águia negra (Sir Falcon). Publicaciones estas dos últimas de grato recuerdo para muchos lectores brasileños y de especial interés para los historiadores, ya que a su gran difusión se suma el hecho de que la falta de materiales originales, y el agotamiento del proceso de su reelaboración y reciclaje a partir de otros distintos, obligó a los editores de estas series a encargar la realización completa de nuevas historias a dibujantes como Flavio Colin con que poder dar salida a unas revistas que de ese modo acabarían convirtiéndose en caros objetos de deseo para innumerables coleccionistas y dignas de estudio también para los críticos y estudiosos interesados en el desarrollo del medio en Brasil en años posteriores. Esta dependencia editorial a producciones foráneas, de un modo muy particular la acomodación del mercado de la historieta brasileña y sus lectores hacia obras y personajes estadounidenses, y el desprestigio de las producciones propiamente brasileñas (focadas en su cultura y tradición) sería denunciado a lo largo de toda su carrera por el dibujante carioca. Y también le ocasionaría no pocos rechazos que, sumados a la progresiva estilización de su estilo y de su dibujo y los vaivenes editoriales de la época, llevaron al autor a abandonar la historieta en varios momentos de su vida refugiándose laboralmente en la publicidad.
No obstante, antes de la llegada de la dictadura de 1964, todavía tendría tiempo de dibujar para la editorial Outubro la adaptación de una popularísima teleserie nacional tiulada O Vigilante do Rodoviário. Si bien con anterioridad había realizado otra adaptación más exitosa si cabe dentro de la editorial Rio Gráfica, con una serie en la que su firma aparecería hasta el número cuarenta y tres junto a la del guionista Álvaro Aguiar: As aventuras do Anjo. Basada en un serial radiofónico detectivesco de suspense en el que se valdría de sus propias vivencias y de las de su familia para trasladar las aventuras del protagonista desde los Estados Unidos a tierras brasileñas, según un acuerdo entre los creadores televisivos y el editor. Y que todavía realizó bajo la influencia de Milton Caniff, pero con un muy selectivo tratamiento de las figuras y paisajes en el que ya despuntaba el cuidadoso narrador de obras posteriores.
Parte muy importante de esa evolución en el refinamiento de la línea continuó en las primeras historietas de horror que Colin dibujó por aquella misma época. Facilitada por el elemento fantástico de estas y un uso acertadamente expresivo tanto de las onomatopeyas como de la rotulación. Así como su alineación dentro del movimiento de revindicación de publicaciones de historietas brasileñas a través de la CETPA (Cooperativa de Trabalhos de Porto de Porto Alegre), que al igual que otras entidades afines surgidas durante esos primeros años sesenta trataba de promover la creación de una ley por la que se reservase una cierta cuota de mercado a las publicaciones producidas en Brasil, acabó resultando crucial para su consagración como una de las más relevantes figuras de la historieta brasileña al encontrarse por primera vez ante la posibilidad de realizar una obra sobre los asuntos que más le interesaban, la historia y Brasil, gracias a ser el dibujante escogido para dibujar la serie Sepé. Una saga en parte histórica y en parte legendaria basada en la vida del caudillo guaraní Sepé Tiaraju y su lucha contra españoles y portugueses a finales del siglo XVIII. Trabajos que si bien no le reportaron económicamente todo el esfuerzo vertido en ellos servirían para que otro dibujante, autor y empresario, llamado Maurício de Souza (creador de la popularísima, longeva y enormemente rentable Turma da Mônica), le ofreciese la posibilidad de materializar una serie de su completa autoría que en forma de tira de prensa sería ofrecida a distintos periódicos por Maurício de Souza Produções. Y finalmente publicada en el diario Folha de São Paulo con el título de Vizunga casi por espacio de dos años durante los que fueron serializadas las exageradas y fantasiosas actividades venatorias relatadas por su protagonista. Obra que, pese a su fondo cómico, se trataba de una tira fruto de una meticulosa documentación en todos los detalles relativos a la geografía, la fauna, y datos técnicos sobre la caza y la pesca, tal como acostumbraría a hacer el autor hasta el final de su carrera.
Tras un largo período de más de diez años alejado del medio de la historieta, en el que Colin estuvo al servicio de la ilustración publicitaria, volvió para dibujar algunas de las historias por las que acabó siendo más conocido entre el público brasileño dentro del género de horror. Historias con guión propio o realizadas junto a algún guionista para editoriales de Río como la Editora Bloch, y su cabecera O Lobisomen, o la editorial Vecchi, con Spektro, entre otras, o las más conocidas Calafrio y Mestres do terror que eran publicadas por la Editora D´Arte en São Paulo. Sin olvidar a otra de las grandes compañías del sector y del género en Brasil por esos años como Grafipar, de Curitiba, editorial caracterizada por imprimir en la mayoría de sus revistas y publicaciones elementos de erotismo a los que no fueron ajenas las obras publicadas en estas cabeceras con la firma de Flavio Colin. Mediante las que desde el final de los años setenta y la década siguiente el autor dio rienda suelta a un talento personalísmo para la caracterización de todo tipo de criaturas sobrenaturales gracias a su facilidad a la hora de destacar y enfatizar en sus detalles más morbosos los rasgos más grotescos y definitorios de cualquier personaje zooantropomorfo, demoníaco o de apariencia enteramente humana. Aun de los más icónicos y recreados de todos.
Incluso mucho después tras el declive de las revistas de horror brindó a este género otras dos piezas de tirada limitada a destacar en el año 1994: Hotel do Terror y Mulher-Diaba no rastro de Lampião. Reelaboración la primera de ellas de una serie anterior retomada de la mano de Ota Comix, que se prometía de mayor continuidad aunque finalmente no pasase de un primer número pese a mejorar incluso el material de partida. Siendo en principio la segunda un proyecto más modesto todavía al tratarse de un pequeño lanzamiento monografico, aunque grato para el dibujante por estar dotado de la clase de contexto histórico que gustaba priviligiar Flavio Colin en su trabajo, Mulher-Diabo no rastro de Lampião ofreció un guión vigoroso con momentos de gran violencia (nunca repetidos en obras posteriores) junto a textos y diálogos vívidos de gran precisión debidos al guionista Ataíde Braz que tampoco merecería el aprecio de ninguna gran editorial. Ya que se publicó gracias a la modesta Nova Sampa.
Más suerte tuvo Colin por lo menos en cuanto a la difusión de otros dos de sus tebeos de género histórico a mediados de los años ochenta: A Guerra dos Farrapos y O continente do Rio Grande. Editados ambos en pequeño formato, el primero de ellos por una editorial especializada en libros de bolsillo, y por una compañía petrolera, el segundo, que facilitó su distribución gratuita a través de cadenas de gasolineras.
Solo hacia el final de la trayectoria del dibujante, mientras volvía a alternar encargos de ilustración y publicidad, dos jóvenes autores enfrentarían la posibilidad de escribir para quien ellos consideraban un maestro injustamente desconocido fuera de Brasil dos de las obras que rescataron para la historieta y las nuevas generaciones el trazo singular de Flavio Colin. Obras verdaderamente únicas en la tebeografía del dibujante carioca, equiparables solamente por extensión y objetivos a la recopilación que cinco años después de su muerte se publicaría de su personaje Caraíba (2007, Desiderata), y que, sin embargo, fueron lanzadas de modo independiente sin la financiación de una editorial brasileña potente.
Estórias Gerais, junto al guionista Wellington Srbek, producida en 1998, y publicada solo tres años después gracias a la ayuda de una ley de apoyo a la cultura, tendría además su primera edición comercial en otro país y en una lengua distinta del portugués. En concreto, a través de la editorial española Edicions de Ponent en 2006. Después llegarían distintas ediciones en Brasil de la mano de la mano de Conrad Editora y Nemo, en 2007 y 2012, respectivamente. Y años más tarde en Francia con el título de Le Brigand du Sertão.
Fawcet, con guión del historietista Andre Diniz —que acabaría trasladándose a Portugal años después estableciendo allí su residencia para alternar la publicación de sus trabajos en aquel país, Brasil, Francia y Polonia—, saldría a la luz en régimen de autoedición gracias al propio sello del guionista Nona Arte en el año 2000. Al poco pasaría a encontrarse disponible para su descarga y lectura gratuita en el sitio web de Andre Diniz por la imposibilidad de encontrar un ejemplar físico de la obra. Y habría que esperar hasta 2011 para que una editorial se interesase por su recuperación. Fue Devir. Ambos títulos respondían a la clase de historietas y guiones competentes y enraizados en la historia de su propio país que Flavio Colin siempre había perseguido realizar y quizás únicamente había conseguido en parte con algunas poquísimas obras.
Tras la muerte de Flavio Colin en 2002 algunas medianas editoriales, Pixel, Desiderata, Opera Graphica, Nemo, iniciarían un rescate de la obra de este autor que quedaría incompleto y acabaría por resultar apenas una mínima parte de la obra más interesante del dibujante brasileño. Como atestiguaría después la monografía teórica que la editorial Marca de Fantasía y el investigador Gonçalo Junior dedicaron al dibujante: Vida traçada: um perfil de Flavio Colin. De quien de todos modos se pueda afirmar que cuando menos encontró el reconocimiento del público al recibir en vida los dos máximos galardones de la historieta de su país: el Trofeo HQMIX y el Angelo Agostini.