El delito de escándalo público lo constituye la
exposición de doctrinas inmorales, la exteriorización de ideas,
opiniones o conceptos atentatorios a los principios morales,
consagrados como básicos e intangibles por las normas vigentes en
la comunidad. Tal exposición puede suponer un peligro para los
valores éticos, fundamentales, que la ley debe tutelar con toda
energía, no sólo por razón del mal ejemplo que suponen
determinadas manifestaciones, sino en atención al agravio que
infieren a los comunes sentimientos de decencia, con la conmoción
social de ello resultante, que ha de traducirse en la sanción
penal adecuada, valladar a estas crecientes y corrosivas demasías,
como un indiscreto reportaje sobre un drogadicto, pederasta y
antisocial, cuyas procacidades dialécticas recoge extensamente el
informado.
Los efectos de la censura:
Cuando se habla de la historieta de posguerra, resulta fundamental
la memoria colectiva, algo que el Estado intentó manipular
deliberadamente con mecanismos oficiales —la censura— y que la
población civil asimiló autocensurándose de manera no oficial como
mecanismo de defensa.
Es preciso subrayar la necesidad de sustituir las
visiones anecdóticas de la censura por una interpretación más
realista. En el análisis de la historia intelectual española bajo
el franquismo, el punto de partida ha de ser la eliminación física
de toda voz disidente durante y después de la guerra. Los efectos
avasalladores de la represión franquista condicionan así la
evolución ideológica de las generaciones surgidas en la posguerra.
La represión y la censura no servían para suprimir incidentalmente
la exteriorización de un pensamiento subversivo, sino a ahogar
definitivamente la existencia de tales opiniones. En estos
términos debe entenderse el funcionamiento de la censura, era,
simplemente el método, impedir que nadie se desviara del statu
quo fijado.
La orientación de la Iglesia Católica durante
franquismo:
En los criterios políticos de la Iglesia Católica
se traslucen unas convicciones cuyo fin básico parece consistir en
la conservación de una civilización considerada como propia de
España, cuya existencia está puesta en peligro por la amenaza del
ateo y materialista comunismo.
El ideario del sector católico coincide, en este
punto, completamente con el del fascismo y el nacionalsocialismo,
razón por la cual las ideas políticas que provienen de estos
movimientos no son juzgadas incorrectas.
Dentro del régimen, la ideología del catolicismo, lejos de ser
monolítica, estaba dominada durante la década de los cuarenta por
una tendencia integrista con aspiraciones no menos totalitarias
que otras familias del régimen. Este pensamiento quedó
perfectamente definido por el obispo de Jaca en una época
anterior:
«Si se nos manda que a Dios demos lo que es de Dios y al César lo
que es del César, no se nos permite desconocer que el César –es
decir, el Estado, los Poderes Públicos y toda la Sociedad Civil–
también pertenece a Dios.»
Ante la imposibilidad de negar la influencia del sistema censorio
sobre la cultura, resulta ridículo minimizar su importancia,
mediante la reducción de su significado a problemas meramente
relacionados con la historieta como se ha venido preconizando por
algunos estudiosos del tema.
Esto nos lleva a una segunda precisión no menos
importante. Es incuestionable la ausencia de lo que puede
considerarse crítica del orden social en la historieta de los
cuarenta, pero esta situación no puede achacarse a la censura sin
relacionarla con la política represiva del franquismo de la cual
formaba parte. No puede extrañar la falta de pruebas documentales
que consignen actuaciones censorias contra obras socialmente
comprometidas en un clima en que la mera sospecha de una
militancia en este sentido podía significar peligro de muerte.
Así pues, hablemos de los tebeos en el franquismo y no de los
tebeos del franquismo
Cualquier ejercicio de crítica, por modesto que sea, exige
colocarse a una mínima distancia. Cualquier análisis resulta
siempre perjudicado si se efectúa desde el meollo del asunto, y
así me siento cuando me propongo presentar lo que por aquí se hace
en lo que se ha dado en considerar como un ejercicio de nostalgia.
Seré sincero. Tengo que ser sincero con el lector,
ya que es quien soporta estas neuras. Tengo que ser sincero con el
lector, ya que es quien soporta estos textos.
Todos tenemos una
colección que recordamos con cariño y que de encontrarla hoy
seguramente compraríamos y la mía fue y es El Guerrero del
Antifaz.
Nos pasa, al menos a mí me ocurre, que tenemos una
gran tendencia a pensar que lo que nos ha sucedido le ha sucedido
a todo el mundo. Realmente mi juventud coincidió con unos años que
el tiempo y la historia dicen que fueron agitados e interesantes,
muy distintos respecto a lo que ha pasado después en el mundo, con
lo cual no descarto que al evocarlo pueda sentir nostalgia. Pero
el hablar sobre tebeos no es un culto a la nostalgia”. Uno, cuando
escribe, trata de escribir sobre personajes a los que, por una
causa u otra, les tengas cariño. No es solo volver
la vista atrás hacia aquella época de juegos y lecturas en la
calle al atardecer, de llamadas a gritos con que nuestras madres
nos llamaban a merendar. Quiérase o no, una
y otra vez, la figura de El Guerrero del Antifaz un referente
inevitable cuando se trata de hablar de la historieta española.
El
Guerrero del Antifaz
o la vigencia del mito a los 63 años de su publicación
A
la muerte de su creador Editorial Valenciana reeditó, con
periodicidad semanal, la serie de El Guerrero del Antifaz.
Es, probablemente, la edición más cuidada y mimada que se ha
hecho.
El Guerrero no había vuelto, pero se estaba reimprimiendo. Otra
vez más. ¿Por qué? ¿Por qué El Guerrero del Antifaz, y no otros
personajes, se ha convertido en mito vivo tras páginas y páginas?.
El Guerrero ha sobrevivido a las modas cuando él dejó de serlo. Ni
el cómic europeo, ni el manga, ni los superhéroes, ni la TV han
apagado su llama en el recuerdo del aficionado. Pero hablemos del
mito.
El Guerrero del Antifaz
nace de las inquietudes artísticas de un irrepetible Manuel Gago,
crece porque aporta frescura, deslumbrantes momentos épicos,
calidad y originalidad en el lugar común pero su longevidad nos
lleva a preguntarnos qué es lo que lo mantiene vigente hoy en la
memoria del aficionado. Mantenerse es mucho más difícil que
llegar. El lápiz de Manuel Gago hizo posible el milagro. Más ¿por
qué esas páginas vuelven a enganchar, reedición tras reedición?.
En los años de posguerra necesitábamos sueños, necesitábamos
soñar, y El Guerrero del Antifaz vertebró, en torno a su persona,
un material que estaba ahí. Su creador fue capaz de vampirizar y
absorber de modo natural e imaginativo los elementos de la
aventura y de la épica.
En El Guerrero del Antifaz se combinan los ingredientes
clásicos de la aventura (acción, amor y deseo, riesgo, codicia,
amistad, odio...) con los elementos propios del registro épico
(mujeres hermosas y llenas de peligrosas sorpresas, violencia
cotidiana - en muchas ocasiones sanguinaria, héroes musculosos,
situaciones imposibles pero fascinantes).
Pero, ¿por qué El Guerrero y no otro? Ha llegado el momento de
retornar al lugar común, a la tradición -a veces subconsciente-
acumulada. Los temas del arte no son escasos pero hay que convenir
en que son limitados. Con una temática ya inventada sólo la
emoción del creador puede permitir una revisitación a las fuentes
clásicas. El Guerrero del Antifaz no estuvo solo, hubo otros
Guerreros pero, al final, sólo él ha permanecido.
Como ya hemos dicho nació de la mano de Manuel Gago, desde sus
primeros números llamó la atención del lector, nos devolvía a las
tradiciones propias de medievo, al Cid Campeador.
En El Guerrero del Antifaz, Manuel Gago, creó algo propio
con tal vitalidad que se ha convertido en el paradigma de esa
mixtura, del lugar común revisitado. Sólo él transmite emoción,
sentido de la maravilla
El Guerrero del Antifaz
es el lugar común del medievo, pero el lugar común traspasado por
un aliento personal, con una voz vital, evocadora y recreadora.
Una voz propia merced a la cual El Guerrero del Antifaz no
es personaje dentro de un género concreto, el medievo, sino que
ha trascendido El Guerrero del Antifaz no es un personaje más en
el Olimpo del tebeo posbélico, es "EL" personaje.
Viendo lo que aún hoy todavía se publica sobre el
personaje, nos irrita, nos solivianta ¿Por qué no permiten que
muera en paz?. El Guerrero fue para muchos la esencia del género
que demandaban nuestros sueños; casi, casi su definición.
El Guerrero del
Antifaz es el mito |