Leí el artículo de Alberto Kloster publicado en
Tebeosfera #14 ("Leonardo André Wadel, el precursor, el maestro")
con alarma, con fastidio y, todo hay que decirlo, con cierta malsana
satisfacción, producto de encontrar concentradas unas cuantas ideas con
las que me interesa polemizar.
Kloster realiza una útil y muy informada reseña de la
carrera como guionista de Leonardo Wadel, y pasa a preguntarse porqué se
trata de una figura olvidada en la historieta argentina. En un primer
momento parece vislumbrar el más sencillo y razonable de los argumentos
(«mientras las historietas de Oesterheld llevaban su firma, las de Wadel
no») para descartarlo con especulaciones que dan cuenta de un modo de
pensamiento conservador muy extendido, no sólo en el ámbito de la
historieta. Se trata de un marco de ideas que supone que lo real es
inevitable, y asigna cualquier esfuerzo crítico a alguna forma de
resentimiento. Así como el citado Jorge Bosh supone que las grandes
obras de la vanguardia tanto como de la teoría crítica sólo se explican
por un rencor hacia las obras clásicas –que estarían puras de todo mal y
libres de todo escrutinio–, existe un modo de encarar la historia de la
historieta que da por supuesto que el éxito es un modo de eludir el
análisis. El tipo de comentario que se produce suele ser muy competente
a la hora de enumerar datos, pero reserva el nivel evaluativo a la pura
celebración acrítica.
Resumiendo sus palabras, Kloster opina que si Wadel ha
sido olvidado –a diferencia de lo ocurrido con la figura de Héctor
Germán Oesterheld– esto se debe a una forma de parricidio que obsesiona
a una franja de la intelectualidad argentina, que en su afán por
cuestionar a la figura de Dante Quinterno y sus personajes y revistas
Patoruzú y Patoruzito termina olvidando al precursor de los
guionistas modernos de Argentina.
No conozco la obra de Wadel lo suficiente como para saber
si resiste una comparación con la riqueza y complejidad de la producción
de Oesterheld. No es tampoco un punto central aquí. Lo importante es ver
si efectivamente el "eclipse" de Wadel puede adjudicarse a una
demonización de ciertos padres de la historieta argentina. Lo
verdaderamente curioso es que la respuesta a Kloster está en las
palabras de su propio artículo, en el cuerpo de su comparación
futbolística con Oesterheld. Oesterheld construyó su obra mayor siendo
su propio editor: esto, lejos de ser un dato anecdótico, es un punto
central, en tanto el guionista pudo controlar de un modo inédito las
condiciones de producción de sus historietas. Wadel, en cambio, produjo
en el marco de un sistema basado en la repetición, las fórmulas y la
separación de los autores respecto de sus obras. Antes de buscar
explicaciones en las modas intelectuales, o en la interna del peronismo
de la década de 1970, sería útil pensar si el anonimato al que lo
sometieron los mismos editores que Kloster reivindica no conspiró contra
su recuerdo.
Cito, otra vez: «mientras las historietas de Oesterheld
llevaban su firma, las de Wadel no». (Dicho sea de paso, en el amnésico
y ahora desolado panorama de la edición de historietas en Argentina, la
reedición de historietas de Oesterheld de los años '50 y '60 es más una
excepción –basada probablemente en la difusión europea de sus
colaboraciones con Pratt y Breccia– que la norma).
En Argentina, las grandes tragedias suelen clausurar los
debates antes de que se resuelvan o se discutan a fondo. Así como las
discusiones ideológicas mayores de la década de 1970 parecen haberse
clausurado con la dictadura, en un ámbito menor como el de la historieta
hay debates que parecen haber muerto en la crisis económica de los '90
que disolvió nuestra industria editorial. Todos los cuestionamientos a
un modo de entender la historieta representada en buena medida por
editores como Columba o Quinterno parecen haberse esfumado y tengo la
sensación –es, por ahora, apenas eso– de que en Argentina nos
enfrentamos a un repliegue conservador basado en la reivindicación y la
reedición de esas historietas que, si no es justo rechazar en conjunto,
sí es necesario someter a la crítica por sus resultados concretos y,
sobre todo, por sus mecanismos de producción, que explican muchos
olvidos.
Cambiando un poco de tema, y puesto que Tebeosfera no elude tomar
posición respecto de cuestiones ajenas a la historieta, quisiera dedicar
un párrafo final a la innecesaria y errónea correlación entre la crítica
a algunos próceres de la historieta y la "teoría de los dos demonios",
que Kloster propone en la nota 2 de su artículo. Me permito recordar,
sobre todo a lectores no argentinos, que la citada teoría es una
explicación de los hechos de la década del '70, y en particular de los
crímenes de la dictadura militar, que supone que la sociedad argentina
fue espectadora pasiva del enfrentamiento entre dos bandos igualmente
criminales: las organizaciones revolucionarias y el terrorismo de
estado, que habría surgido como respuesta. Que la práctica sistemática
del secuestro, la tortura y la desaparición se haya producido cuando las
organizaciones guerrilleras estaban prácticamente desarticuladas, y que
las diferencias en las bajas de uno y otro "bando" sean tan abismales no
parece haber desdibujado del todo esta "teoría" que distribuye en partes
iguales la responsabilidad de víctimas y verdugos. Más allá de las
caracterizaciones que quieran hacerse de la violencia política de
izquierda en esos años, toda la documentación existente
–y el propio juicio a las
juntas militares– prueba que
la represión de estado fue una estrategia organizada para permitir la
implantación de un plan económico y una brutal redistribución del
ingreso en Argentina: insistir en algunas cuestiones sólo puede
adjudicarse a ignorancia o mala fe.
Para terminar, quisiera celebrar el espacio que el artículo de Kloster
abre para la polémica en un medio poco afecto a la discusión pública.
Sólo una lectura de las historietas del pasado que no se limite a
celebrar lo real por su mera existencia o, peor, por su éxito de ventas,
nos permitirá construir una historia con menos olvidos injustos.
Federico Reggiani, enero de 2004
Alberto D. Kloster ha
eludido responder a Reggiani |