Cualquier actividad que
vincule el humor con el ámbito académico es digna de ser saludada con
gran entusiasmo (dadas las escasas ocasiones en que podemos verlos
unidos) y, en el caso del monográfico que nos ocupa, la calidad de los
textos hace que ese recibimiento sea doblemente caluroso. Si además
añadimos el tercer elemento que de manera amplia se desarrolla en esta
publicación, la comunicación, obtendremos un resultado aún más
interesante. Es pues una feliz noticia que la revista CIC, Cuadernos
de Información y Comunicación, del departamento de Periodismo III de
la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense
de Madrid dedique su séptimo número a la comunicación del humor.
La revista CIC, que
tiene ya siete años de antigüedad, presenta entre sus objetivos tratar
cuestiones relacionadas con la comunicación de manera profunda. Como
dice su principal responsable, el profesor Felicísimo Valbuena en la
Presentación que abre el texto: «con la intención de dedicar el mayor
número de páginas de cada número a un asunto». Eso explica las más de
400 páginas que alcanza el volumen -y no lo decimos con ánimo sarcástico
sino con satisfacción por los argumentos que proporciona el texto a los
defensores del humor como objeto de estudio-.
Y aun así, la preocupación
por el papel del Humor como propiedad de la Comunicación, los eternos
interrogantes sobre su origen, sus fundamentos y sus esencias
definitorias quedan y quedarán siempre sin contestar. Porque sabemos que
no podemos mirar de frente al humorismo sin salir mal parados. Como dijo Breton, resulta
fácil imaginar el partido que el humor podría sacar de su propia
definición. Todo el que intenta acotar el concepto de humor está abocado
al fracaso, porque sólo podemos enfrentarnos a él con mucha precaución,
bien pertrechados de metáforas, escudados bajo alegorías, comparaciones
y símbolos y armados hasta los dientes con las afiladas lanzas de la
ironía. Nuestros paladines de CIC lo saben y se acercan al humor
desde distintos ámbitos, acorralando al “enemigo” pero sin apresarlo.
Conforman así una visión general que nos ayuda a comprender mejor el
humor, enfocándolo desde distintas lentes.
Así, el humor es revisado en
combinación con otros fenómenos comunicativos (el teatro, el cine), y
disciplinas como la psicología o, muy especialmente, la filosofía. La
relación de esta última, sobre todo con el primer bloque de textos del
volumen, es puesta ya de manifiesto en la propia portada, feliz idea del
profesor Jorge Lozano, que ilustra el número con la obra de Agostino
Carraci Demócrito, el filosofo sonriente (1598). A partir de la
invitación que con la mirada y el gesto nos hace el pensador -del que no
siempre se entendió bien su apuesta por la risa-, nos adentramos en un
amplio panorama de ideas sobre el humor, vistas por grandes estudiosos y
conocedores de la cuestión de todos los tiempos, completadas además por
aportaciones actuales y trabajos inéditos sobre el humor en ámbitos
concretos.
Como adelantábamos, el primer
bloque, que es también el más extenso, está dedicado a la Teoría del
Humor y en él se incluyen artículos clásicos, buena parte de ellos
traducidos o publicados por primera vez en mucho tiempo. La selección,
muy de agradecer toda vez que más de un texto alcanza el estatus de
auténtica rara avis, resulta variada y necesaria. Variada, porque
se trata de teóricos de muy distintas procedencias, épocas, gustos y
estilos. Y necesaria, porque a quienes nos empezamos a adentrar en el
estudio del humor en cualquiera de sus vertientes se nos hace difícil
hallar ciertos escritos fundamentales que no gozan de la popularidad, y
por lo tanto de las ediciones, de un Freud, un Bergson o un Baudelaire.
Así, encontramos dos primeras
aportaciones dedicadas a contrarrestar la concepción del humor como
fruto de la modernidad: el comentario de Lane Cooper al Tractatus
Coislinianus (manuscrito anónimo que da una serie de pautas para
lograr la comicidad, presumiblemente inspiradas en los libros perdidos
de la Poética de Aristóteles) y un, algo más flojo, análisis de
Santo Tomás y sus aproximaciones a los numerosos conceptos de
estulticia, al que más que un acercamiento al humor, se le ha de suponer
un tono humorístico que el abuso de citas nos impide digerir.
Del resto, destacamos muy especialmente la elección de textos de
verdaderos maestros teóricos del humor, sobre todo del literario, como
Richter y Pirandello o la profundidad de Koestler (autor más reciente) o
Hazlitt, especialmente brillante. En la aportación española pesa sobre
todo el humor teatral con textos de Mihura o Jardiel Poncela, aunque
también Pío Baroja o Julio Casares, éste por partida doble, nos ofrecen
visiones del humor lo suficientemente esclarecedoras como para que el
aficionado comience a complicar el problema del humor hasta el infinito.
Al fin y al cabo ese es el único objetivo al que podemos aspirar:
enredarnos en la madeja del humor hasta que nos envuelva de tal modo,
que buscando la solución a una de las muchas dudas que lo rodean,
aparezcan veinte dudas más y que, sin embargo, el tema nos siga
apasionando.
Adentrándonos ya en el segundo bloque, advertimos la descompensación que
supone la aparición de un único artículo. Una falla del número, que no
es producto del olvido de los coordinadores sino de la imposibilidad de
contar con los derechos para publicar ciertos textos. Debemos
conformarnos pues, siendo tan larga y fructífera la historia de amor
entre humor y cine, con el texto de Gerald Mast sobre los diálogos
cómicos de Preston Sturges, apuesta original de los responsables que es
digna de mención.
Más original resulta aún, la
inclusión de un tercer apartado bajo el título “El humor en las Ciencias
Humanas”. Sorpresa que encierra la publicación y que nos atrapa con
artículos que aúnan crítica y amenidad. Resalta especialmente el trabajo
de Eric Berne, que con su delirante título nos da idea del contenido:
una burla irónica sobre las palabras de moda y las rebuscadas piruetas
del lenguaje que hacen fortuna en el discurso académico y especialmente
en el ámbito de la Psicología. Por los mismos derroteros va el texto de
Hackett Fisher, esta vez haciendo hincapié en los tópicos por los que se
dejan arrastrar los historiadores.
El último conjunto de
artículos es el reservado a las aportaciones inéditas de autores
actuales, todos ellos miembros del equipo de CIC. Si bien todos
los artículos de este último bloque resaltan cuestiones de interés,
sobresale particularmente el de la profesora Cristina Peñamarín, único
dedicado al humor gráfico. No es la primera vez que Peñamarín aborda el
dibujo humorístico, sobre el que ha publicado artículos en los números
42 y 44 de La Balsa de la Medusa. En el texto que nos ocupa se
expone, con gran brillantez y una profunda capacidad de interpretación,
cómo el género ayudó a contradecir el discurso oficial de la dictadura.
Con ejemplos muy esclarecedores extraídos de La Codorniz o ABC
se plantean los nuevos referentes que iban calando en sectores
favorables a la democracia en la España de los últimos años del
franquismo.
Hemos de manifestar, por último, que la inclusión de un sólo texto sobre
dibujo de humor nos sabe a poco. Para bien o para mal, el problema de la
comunicación del humor no se agota aquí y, consciente de ello, el
profesor Valbuena nos promete en uno de sus textos una segunda parte.
Aguardaremos con resignación ese nuevo número deseando que el espacio
reservado al humor gráfico se amplíe como sin duda el medio merece.
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