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LAS MIL CARAS DE JACK EL DESTRIPADOR

Las mil caras de Jack el Destripador

Edición: Toutain Editor: Joyas de Creepy, # 1, Barcelona, 1986 

Depósito Legal: B-4785-86   

ISBN: 84-86450-14-4

Diseño: Josep Martí Ripoll

Coordinación editorial: Victoria Llorente

Libro de cómic, inicio de colección sin periodicidad    |    27,5 × 21 cm.   |   encuadernación en rústica, con lomo, fresado   |    82 pp., b/n, cubiertas en color     |    PVP facial: 550 pts.

Con introducción de Marc Ordóñez y Miguel Ángel Barral.

Joyas de Creepy, # 1, Las mil caras de Jack el Destripador

[ Portada de José Ortiz ]


COMENTARIO, por Nino Ortea


Con este álbum se inauguraba en 1986 la colección Joyas de Creepy, en referencia a una revista que, en su edición española, había recogido a lo largo de 1984 las nueve historias que conforman el volumen. Esta obra supuso para ambos autores su regreso a la editorial de Josep Toutain, tras su estancia en ese breve espejismo de libertad creativa que fue la revista Metropol.

         Ni para guionista ni para dibujante fue ésta su primera incursión en el género del terror. Antonio Segura ya había desarrollado, junto a Jordi Bernet, relatos de este tipo dentro de la serie Kraken; José Ortiz había hecho múltiples fábulas terroríficas para las diferentes revistas de la editorial norteamericana Warren: Eerie, Creepy, Vampirella,... Pero sí que estamos ante la primera historia perteneciente al género desarrollada por este equipo creativo tras su unión en 1981, y que es sin lugar a dudas uno de los mejores acercamientos al terror dentro de la historieta española.

         Es curiosa la notoriedad de un asesino en serie como Jack el Destripador, que habiéndose cobrado únicamente cinco víctimas –ya en la época había asesinos que superaban holgadamente esa cantidad– ha logrado mantener su resonancia hasta nuestros días. Sin lugar a dudas debe ese privilegio, en gran parte, al emplazamiento y época en que se desarrollaron sus crímenes –el corazón de la ciudad que era, en ese momento, la capital del mundo conocido– y también por el hecho de que en el lapso de tiempo en que cometió sus crímenes se estaba gestando el periodismo moderno. Tanto los tabloides, que habían ido surgiendo a lo largo del siglo, como sobre todo la penny press dan a los asesinatos un tratamiento que convierte a la prensa en un medio muy popular para un público atraído por las llamativas ilustraciones. Su cobertura informativa marca un nuevo estilo de periodismo, más sensacionalista y cercano a lo que el lector buscaba. Es interesante señalar al respecto que una tal Mary Burridge murió tras leer la información del diario The Daily Star sobre el asesinato de Annie Chapman.

         Esta fascinación por el mito de El Destripador se ha plasmado en todas las manifestaciones artísticas posibles, desde un musical a un episodio de Star Trek. Obviamente la historieta no se ha visto libre del legado de Jack. Al reciente From Hell de Alan Moore y Eddie Campbell, se unen el Gotham, Luz de gas de Bryan Augustyn y Mike Mignola, La linterna mágica de Guido Crepax, o La Patrulla Condenada que guionizara Grant Morrison. Y estos sólo serían ejemplos dispersos de diferentes plasmaciones tebeísticas de la leyenda de Jack.

         Es justamente sobre esta pervivencia del mito del asesino de Whitechapel, y sus diferentes manifestaciones, sobre lo que reflexiona Las mil caras de Jack el Destripador. Partiendo del, teóricamente, último asesinato de El Destripador (el de Mary Kelly, perpetrado el 9 de noviembre de 1988), que se presenta en el relato que da título al recopilatorio, Segura da rienda suelta a su fértil imaginación, entremezclando relatos protagonizados por almas vacías sin la figura de Jack, con otros posibles asesinatos cometidos por un criminal que nunca llegó a ser capturado.

         El guionista basa su ficción en un conocimiento de la realidad del Londres de la época, de hecho situaciones que plantea en su relato inicial aparecen también en otras obras más “serias” como From Hell; aunque, claro, Antonio es valenciano y no nacido en la pérfida isla de Albión, con lo que lo que admiramos en el británico nos pasa desapercibido en el español. Partiendo de esos sustratos de ambientación realista, desarrolla una serie de historias en las que reflexiona sobre la inmortalidad del Mal, sobre sus diferentes manifestaciones y encarnaciones. La fascinación por lo mórbido, la locura, el convertir el asesinato en una forma de vida, o hacer de él una útil herramienta que te permite mantener abierto tu negocio de hostelería son algunos de los motivos que impulsan a aquellos que se creen herederos del legado de El Destripador.

         El círculo narrativo se cierra con un acercamiento al origen de estas conductas asesinas, que se encuentra en los abusos sufridos en la infancia. Con lo que el concepto del Mal como una fuerza inmortal que pese a presentar miles de caras conserva su negro origen, aparece apuntalado por la idea de que es algo que podemos transmitir voluntariamente.

         Segura se aleja del enfoque maniqueo que tanto lastra a otras narraciones del género. Aquí el Mal no siempre paga, y aquellos que actúan bajo su influjo no sólo disfrutan de sus propias correrías, sino que saben apreciar los delitos ajenos bien cometidos, e incluso saborear la pieza impropia si está bien cocinada. Personajes bien definidos, diálogos cortos y efectivos como las armas de un matarife, y ausencia de textos de apoyo son las características externas del excelente trabajo de Antonio Segura.

         El dibujo de José Ortiz es impresionante. Su trabajo nunca deja de ser el más adecuado para el tipo de historia que desarrolla. Aunque tal vez debería de mantenerme alejado de la lectura sus ilustraciones, pues José, con esa increíble habilidad para dotar de magia viva a lo que dibuja, es uno de los culpables de que mi pobre corazón se haya pasado más de media existencia buscando una de esas mujeres que él dibuja. Para mi desgracia, alguna vez las he entrevisto, y mi cuerpo guarda cicatrices de esos desencuentros. Intentar describir el dibujo de Ortiz me resulta tan difícil como explicar el porqué gozo del buen comer y del buen beber en una época en la que lo light, lo dietético y lo sin desmerece nuestras mesas. Cualquiera que haya leído alguna vez un tebeo por él firmado nunca podrá olvidarlo. Y su trabajo en Las mil caras de Jack el destripador no es una excepción. Palabra.

         Me gustaría cerrar este texto recordándoles a los señores Segura y Ortiz que tan sólo nos han mostrado 9 de las 1.000 caras de Jack el destripador.¿Para cuándo las 991 restantes? 


[ Ficha: Nino Ortea. Publicada en Tebeosfera 020628 ]