De “auténtico sueño” calificaba Jaume Vidal este soberbio
álbum desde las páginas de El País. Un sueño que, a mi juicio,
tiene mucho de pesadilla, no sólo por la inclinación al género
fantástico que sus páginas demuestran, sino por el contexto en que
fueron elaboradas.
En 1981 había concluido el periodo más siniestro de la dictadura militar
argentina, los llamados “Años de Plomo” en que el Estado, bajo el
kafkiano nombre de Proceso de Reorganización Nacional, se dedicó a
eliminar todo movimiento de oposición empleando de forma sistemática el
secuestro, la tortura, el confinamiento y la ejecución. Dado que la
Junta Militar jamás admitió oficialmente el asesinato, hizo fortuna el
término “desaparecido” para designar a quienes, como más tarde se supo,
eran enterrados en fosas comunes, arrojados al mar anclados en bloques
de cemento o, incluso, dispuestos en enormes pilas listos para ser
dinamitados. En esta circunstancia, el gran historietista Alberto
Breccia construyó un conjunto admirable de ficciones, algunas de las
cuales, de forma ejemplar, rescata hoy Ediciones Sinsentido.
Imagino la liberación que debía suponer para el Viejo
olvidarse por un instante del horror cotidiano –si es que esto era
posible- para confrontarse con el ensueño de todas esas piezas
fantásticas. No es que pesadilla o espanto le fuesen ajenos;
intuitivamente dotado para sugerir las iluminaciones más expresionistas,
era bien conocida su predilección por los climas terroríficos hacia los
que se había ido decantando desde Sherlock Time, su primera
colaboración con el guionista Héctor Germán Oesterheld. Sin embargo, y
aún contando los horrores metafísicos de Lovecraft (de quien adaptó
varios de sus Mitos de Cthulhu), jamás gozaron sus trabajos de
atmósfera tan desolada como la que le prestaron los años del Proceso.
Como él mismo se encargó de confirmar, sus páginas
estaban llenas de símbolos y referencias, llegando a cobrar ese carácter
testimonial que, habida cuenta de la coyuntura en que fueron elaboradas,
nunca ha dejado de estremecerme. En este sentido, resultan
significativas las entregas de Buscavidas, aquella magnífica
serie que realizó junto a Carlos Trillo, o sus extraordinarias
adaptaciones literarias, tal que las que hoy nos ocupan, que yo
desconocía hasta el instante mismo de leer el álbum.
Dejo para el lector la dicha de descubrir las virtudes
que aquí se ocultan (muchas de las cuales desvela Latino Imparato en su
sagaz epílogo) y me quedo con el hombre que, inmerso en un clima atroz,
decide elegir sus propias pesadillas.
Hacia 1799, los afortunados que se hicieron con la colección de estampas
que, bajo el lema Caprichos, había preparado Francisco de Goya,
descubrieron en el paradigmático grabado número 43 que “El sueño de la
razón produce monstruos”; hoy, quienes sobrevolamos, entre el asombro y
el estupor, las 43 planchas que conforman este volumen, lo hemos vuelto
a corroborar. |