A Emma Ríos Maneiro le
va Miller, evidentemente, pues su tebeo APB es supura Miller por
los cuatro costados. Pero el tebeo es amalgama de otros géneros y de
otros estilos. Hay algo de la irreverencia de Chaykin. Algo de la
desmesura de Ferrara. Algo de la crudeza de Tarantino. Se huele el
cinismo de Abulí. El ritmo de Woo. Es un vertido de hardboiled,
de cine de acción y de otros tebeos. Y no está mal hecho.
Emma es una mujer
formada, arquitecta. Y con tablas. Lo cual hoy se entiende por
"participación en concursos locales y fanzinismo en plan gratis". O sea,
historieta en autofagia (autoedición o colaboración altruista). Somos
algunos los que creemos que la devaluación del cómic como medio estriba
aquí, en su muerte como industria. Porque la Ríos tiene talento para
narrar. Y APB es una historia que te atrapa a la sexta viñeta.
Dosifica muy bien el ritmo aunque arranca con cierta trepidancia de más,
plétora sobrante, que asusta un poco, y más para tratarse de una autora
[ sí, somos estúpidos; seguimos pensando que las chicas se dedican a
hacer humor gráfico, manga de pupilas grandes y heroínas modositas, o
acaso colorear la obra de otros. Nos equivocamos ] Al poco, uno se
percata de que el asustado es el cargado de prejuicios, el que no asocia
el hervor de la violencia y la acciónk o lo gore con la feminidad.
Cuando en realidad un narrador carece de género (de índole sexual). A
mí, debo reconocerlo, me asustó.
Es que es así:
primera página con diagramación estudiada y sanguinolenta
escenificación. Tres viñetas rápidas, una lenta, cuatro de transición,
una lenta, tres rápidas... No son gratuitas las elecciones de tamaño de
cuadro, ni los encuadres. Hay un guión con peso, repleto de diálogos
convincentes (algunos, brillantes). No ha lugar al tedio. Sin embargo,
hay altibajos, irregularidad. La página tres, por ejemplo, floja en
dibujo, descree el ambiente; igual pasa con la primera persecución,
cuyas arquitecturas no se corresponden con una mano sabia en
perspectiva. La introducción del personaje central, al menos el más
carismático del relato, resulta poco eficaz (no le conocemos, su nombre,
hasta muchas páginas después). Y, luego, en la segunda parte, el estilo
de dibujo cambia, así como el uso del punto de vista y de zooms.
Mejora, y la claridad en general de la obra.
APB es
emoción, personajes muy cabreados (aunque confusos los más desgraciados)
y una historia aparentemente sólida que deberíamos conocer terminada
para poder emitir un juicio más ponderado. Ríos y su APB son una
promesa. Más, por favor. |