THORGAL es, ante todo, un cómic cuya andadura comenzó
hace ya casi treinta años de la mano de Van Hamme y Rosinki,
encumbrando a sus autores y siendo un éxito de ventas desde el
principio. Esto, por supuesto, era y es un hacha de dos filos, ya
que lo que en principio dotaba de libertad económica a sus autores
era también una jaula de oro de la que no podían escapar, obligados
por sus seguidores (y los editores) a continuar una saga que no
tiene visos de terminar jamás. Mas adelante veremos que Van Hamme,
haciéndole una finta al lector como pocos autores hubiesen sido
capaces de hacer, encuentra una salida a esta trampa en la que
siempre se ha movido el cómic: condenado a desaparecer si los
personajes no son interesantes, y a la repetición de esquemas, si
son demasiado atractivos.
Ya desde el primer álbum queda definido el mundo en el
que se van a mover los personajes, a caballo entre la ciencia
ficción y la fantasía heroica, y el personaje protagonista: un
extranjero en tierra de vikingos, tal como lo es el Valiant de
Foster, y a la vez un alienígena en un planeta que no es el suyo,
argumento repetido hasta la saciedad desde Superman. Es, en
cualquier caso, un héroe a quien las circunstancias obligan a ello,
un hombre que busca la paz de su hogar y de su gente por encima de
cualquier otra cosa, pero que esta condenado a vagar eternamente sin
encontrarla. Thorgal Aegirson, como Ulises, no va en busca de
aventuras sino que, manejado por los dioses, a quienes su existencia
molesta precisamente por no estar en el lugar que le corresponde, se
ve perseguido por ellas.
En sucesivas entregas de la serie descubrimos con detalle
el origen del personaje, sus padres, su abuelo, su padre adoptivo,
su amiga y mas tarde mujer: Aaricia, a sus hijos, a sus amigos, a
sus enemigos... todos ellos excelentes personajes secundarios,
creados por los autores precisamente para descargar a Thorgal de la
pesada carga de esos 26 álbumes publicados hasta ahora. De hecho Van
Hamme ha sido capaz de guionizar historias en las que, o bien
Thorgal ni siquiera aparece, o es un mero secundario, o bien aparece
pero ni siquiera el mismo lo sabe. De entre estos secundarios
merecen un capítulo aparte tanto Aaricia, princesa vikinga y mujer
de Thorgal, que protagoniza las mas bellas historias de la saga,
como Jolan, su hijo, poseedor de habilidades que a su padre le han
sido negadas y cerebro de la familia, o como Kriss de Valnor,
aventurera, asesina, amante y enemiga, motor de la serie durante
muchos números, con un destino que a nadie se le escapa: matar a
Thorgal o morir por el.
Las aventuras en las que se va viendo implicado Thorgal
obtienen una plasmación espectacular en los dibujos de Rosinki,
quien, por exigencias del guión, se deleita en hacernos viajar desde
el gélido norte vikingo hasta la húmeda selva centroamericana,
pasando por islas paradisíacas mediterráneas, la Tierra de Dentro,
la Inglaterra prerromana o el desierto mexicano. Es este continuo
cambio de paisajes, de movimiento, una de las marcas del cómic. La
constante huida hacia adelante de Thorgal lo hará descubrir regiones
incógnitas para sus compañeros vikingos, civilizaciones y pueblos
perdidos, tecnologías a veces avanzadas o veces muy atrasadas,
dioses de
opereta, monstruos, magos, sabios, princesas... Es por
tanto un cómic 'de viajes' clásico, el héroe es un explorador cuyas
aventuras irán motivadas en gran parte por aquello que va
conociendo, amigos y enemigos, viéndose involucrado mas o menos
conscientemente en las mas terribles simas de la miseria humana, el
odio, el ansia de poder,
de gloria, de inmortalidad, pero también conociendo la
amistad desinteresada, el amor, el sacrificio, el conocimiento.
También la traición. Cuando no es así, cuando sus problemas no
vienen de los humanos de los que huye, pues Thorgal es bastante
“hobbesiano” en este aspecto, entonces nacen de su pasado: el
sobrevivió a un accidente en el que tendría que haber muerto. Así,
es una pieza extra del puzzle que no puede encajar en ningún sitio.
En un momento de desesperación llegara a decidir que lo mejor que
puede hacer por los que ama es acudir a los dioses para pedirles que
borren su destino. Y lo peor que le puede ocurrir, ocurre: los
dioses acceden, empezando una de las mas brillantes sagas de la
serie, a la vez que vía de escape para la colección, que conoce
alguno de sus momentos mas brillantes en La Corona de
Ogotai, en la que Jolan es el protagonista absoluto de un álbum en el que se
apunta un posible spin off no aprovechado por los autores,
pero que conectaría al primogénito de Thorgal con algún tipo de
space opera futurista.
Esta posibilidad se abre gracias al que es, quizás, uno
de los temas favoritos de Van Hamme: los viajes en el tiempo, un
tema que, sin ser recurrente, da pie a tres historias diferentes,
todas ellas de excelente factura, y que es propio de la ciencia
ficción, aunque no sean siempre medios científicos los que permitan
el viaje. La propia cosmogonía de la serie es la que sirve de enlace
temporal en Los Ancianos Del País de Aran, mientras que en
La Corona de Ogotai será la ciencia de ciertos vigilantes
temporales (cuyos mismas injerencias son las que provocan las
paradojas que pretenden evitar), y en El Señor de las Montañas
será una mezcla de ambas.
Y si la ciencia ficción da origen a algunas aventuras,
sosteniendo tramas como la inteligente saga del País de Qa, donde se
pone de manifiesto la corrupción absoluta de los dictadores y su
relación con la religión como fuente de poder sobre el pueblo, es la
fantasía mitológica lo que sostiene el carácter fundamentalmente
mítico del personaje. Sus encuentros con diferentes dioses, algunos
prestados de la cultura escandinava, otros no, y con La Muerte, son
los que definen las líneas en las que se escribe el viaje continuo,
físico y mental, del protagonista. Para compensar la, a veces,
amargura existencial de Thorgal, que incluso llega a ser suplantado
por un doble, o convertido en asesino, los autores se apoyan de
nuevo en los secundarios, tanto en Tjall El Impetuoso, típico
personaje simpático, bromista e irresponsable, con mas hormonas que
cerebro, como en Loba, de inocencia y bondad absolutas, o incluso en
los hermanos Derek y Lehla, de los que Van Hamme y Rosinski logran
que nos encariñemos en solo algunas paginas, robando viñetas y algún
corazón por el camino.
Este cómic queda pues como una amalgama afortunada de
géneros, protagonizada por el enésimo héroe de principios
inatacables, atractivo arrollador y felizmente imbatible a las
armas, condenado a huir eternamente de un destino que apenas puede
capear mientras intenta sacar adelante una familia continuamente
zarandeada por los demonios del padre. Un héroe descendiente además
de una civilización perdida (o echada a perder), de la que reniega,
lo que le dará el doble carácter de extranjero tanto en La Tierra
como en el Cielo Fururista del que provienen sus padres. Van Hamme,
cuando comenzó guionizando la historia de un chaval vikingo que era
condenado a muerte, no podía saber que la vida de Thorgal se
extendería en el futuro, hasta dar lugar a una de las sagas mas
brillantes del cómic europeo. Las únicas lagunas posibles se
encontrarían en la irregularidad inevitable de una colección tan
extensa. Los personajes, las aventuras, el equilibrio entre lugares
comunes y no comunes, son el gran hallazgo de esta serie en la que
la belleza inaprensible de los dibujos de Rosinski termina de alejar
cualquier crítica imaginable. |