El delirio absurdo de los hermanos Tharrats. Surrealismo y
cotidianeidad.
La verdad es que
hay muy poco de absurdo en Absurdus Delirium.
Y no porque falten
en él situaciones imprevisibles, surrealistas o kafkianas, que las hay
(en cada página), sino porque la habilidad con la que el afilado bisturí
de Joan Tharrats (al principio del álbum aún TP. Bigart) disecciona la
realidad, tiene muy poco de dadaísta y un mucho de cinismo y mala leche1.
Las historias
contadas a lo largo de Absurdus Delirium no responden al canon
clásico de historieta / chiste, de una sola página (que no es otra cosa
que una tira cómica ampliada), tan típica de las revistas de humor, de
la malograda “Escuela Bruguera”, en la que la historia termina por
resolverse en el “gag final” de la última viñeta. Ni siquiera puede
hablarse siempre de historias autoconclusivas, ya que, en un sentido
estricto, muchas de ellas ni siquiera acaban. Lo que nos presentan los
autores podría tratarse de pequeños “slice of life”, si no fuera
porque, en este caso, la realidad que retratan posee un giro
esquizofrénico que la hace diferente (a veces tan sólo un poco) de la
que conocemos.
Es cierto, sin
embargo, que el recurso a la historieta / gag, más típico de revistas
humorísticas como Fluide Glacial o El Jueves que a los
Cairo o Cimoc de sus orígenes se va haciendo más recurrente
al avanzar en el álbum (al final encontramos historias incluso de una
sola viñeta). Las historias se vuelven más fluidas y menos aparatosas en
sus planteamientos, si bien se ven desprovistas del halo entre
underground e intelectual tan típico de los primeros ochenta, y que
tan grato resulta (tal vez sólo sea nostalgia) reencontrar hoy.
Es esta primera
parte, por desaparecida, la que presenta las historias más elaboradas:
cuentos de un existencialismo absurdo (no exento de un cierto optimismo
juvenil2), que caracterizó una época, y que traen
inmediatamente a la memoria otras historias que tal vez mereciera la
pena rescatar3.
El álbum , como es
de esperar, acierta más cuando ironiza sobre las generalidades de la
condición humana que cuando trata de hacer crítica de actualidad (ver,
por ejemplo, la historia del móvil, que ya ha dejado de ser un chiste):
el Tharrats (y perdón por el innecesario juego de palabras) más onírico
que irónico.
Por suerte, y pese
a que, perdida la inocencia de los comienzos, las historias ganan en
agilidad lo que pierden en lirismo, el toque demente aún sigue ahí4,
y pese a los 20 (sí, sí, veinte) años transcurridos del principio al
final del álbum, y de la inevitable evolución de los autores, hay en el
libro (porque, pese a su origen fragmentario, es un libro) una
agradable sensación de unidad.
Tha.
Y es que las
páginas de Absurdus Delirium respiran la frescura de quien narra
con la despreocupación de saber que, cuente lo que cuente, estará bien.
Porque, por buenas que sean las historias de Joan Tharrats (que lo son),
son las fantásticas láminas, y la narrativa de Tha (el Tharrats
silencioso), las que hipnotizan al lector.
Que Tha es un
dibujante extraordinario parece una obviedad tal que raramente se pone
de relieve. Sin embargo, en este álbum, y pese a la pasmosa unidad de la
que ya hemos comentado que hace gala, podemos ver a Tha moverse
estilísticamente desde los Cairo y El Papus de sus
comienzos (dicho sea esto entre comillas, habida cuenta de que Tha
comenzó a dibujar profesionalmente en 1970, a la edad de 15 años) hasta
las láminas acuareladas de la actualidad, lo que convierte al álbum en
una ocasión privilegiada para bucear en las particularidades del dibujo
de este artista.
Los comienzos.
A Tha muchos lo
descubrimos en las páginas de Cairo, o Cimoc5,
rodeado de jóvenes maestros ya consagrados (Alfonso Font, Carlos Giménez),
sobre los que destacaba, pese a su mayor juventud, por una concepción
más “estructural”, o incluso “anatómica” del dibujo, y por
una insultante facilidad para la composición, tanto de página como de
viñeta.
Es este un Tha en
bruto (si es que este término puede aplicársele a un dibujo preciosista
como el de Tha), menos ágil y más rebuscado, que pone toda la carne en
el asador: pensadas para la su reproducción en un blanco y negro puros,
en estas primeras páginas el autor utiliza todos los medios a su alcance
para impresionar: estudiadas composiciones de blancos y negros pensadas
desde la propia estructuración de la página, desmaterialización continua
de los límites de la viñeta, profusión de texturas manuales, alternadas
con figuras planas... Presenta aquí Tha su cara más experimental, tanto
estilística como narrativamente (no siendo un autor dado a excesivos
devaneos, por lo general), ayudado por lo surreal de las historias,
preñadas de situaciones inconexas, cuyas exigencias de coherencia
narrativa serán menores que, por ejemplo, en las Historias Frías
que realizaría con Jorge Zentner6.
El dibujo de estas
primeras historias nos remite, en sus apariencia (uso de las texturas,
estilización anatómica, gusto por las iluminaciones dramáticas, pero
también de medios tonos a base de tramas manuales) muy probablemente, al
Beá de Historias de Taberna Galáctica. Sin embargo, bajo estos ropajes barrocos, la naturaleza lineal,
perspectiva del dibujo de Tha, se hace más que evidente.
El imperio de la línea. Tha, Arquitecto.
Porque,
si algo sobresale por encima de la parafernalia de trucos visuales7 es
el exquisito trazo de Tha. Un trazo certero, agresivo en ocasiones, pero
siempre sensual, que parece vagabundear por la página, acariciando por
igual fondo y figura, borde de viñeta o globo de texto. Es en este punto
en el que se aprecia con más evidencia cómo la página no es un conjunto
de dibujos, ni siquiera de viñetas, sino una composición, cosida
(perdón) por diferentes líneas. La línea se valora, además, no sólo en
su grosor, sino también en su textura, adquiriendo un
protagonismo, y una autonomía que desdice su carácter de elemento
subordinado.
Este interés por la
línea es algo que Tha comparte con otros dibujantes de su generación,
como Alfonso Azpiri o, principalmente, Pasqual Ferry8. Con
ellos comparte, también, una evolución estilística desde fusión línea /
mancha hacia un dibujo de trazos más puros, soberbiamente sombreado en
medios tonos, o coloreado, en una suerte de línea clara sombreada
(con perdón de los puristas), que encontramos franqueado el primer
tercio del volumen (año 1987), y que remite a Sebastian Gorza, o,
aún más, La Ruta de la Medusa, de Ferry, y a cualquier álbum de
Azpiri a partir de 19849.
A Ferry le unen,
además, una especial querencia por una figura humana estilizada y, más
aún, su interés por la perspectiva, que en el caso de Tha aparece casi
como un don natural, tal es la facilidad con la que representa agudos
planos con picados y contrapicados, o esas impresionantes perspectivas
en ojo de pez que despiertan una envidia malsana. Por no hablar de las
ocasiones en que representa arquitecturas cotidianas con insultante
exactitud. Si Schuiten representa probablemente la visión más
ingenieril del dibujo de cómic, Tha representa la visión
arquitectónica.
El álbum presenta
una cuidada edición, con una impresión y papel que permiten apreciar los
detalles del dibujo de Tha, y que se completa, además de con la
inclusión de varias historias en color y de las portadas que Tha realizó
para Fluide Glacial y para la edición francesa de Absurdus
Delirium, así como algunos bocetos previos de páginas interiores,
que, eso sí, dejan al espectador con ganas de ver más. Tal vez sea esta
escasez de material suplementario (aun cuando se elija que sean las
historias las que hablen, y no los autores –ahí está el mínimo prólogo
de Paco Mir- se echa de menos una bibliografía de los autores) el único
pero a una edición, por otra parte, acertada.
Así pues, ya sea
por la aguda percepción de la realidad que ofrece el álbum, por
recuperar con cierta nostalgia historias de una época fugaz pero
fructífera, o simplemente para deleitarse con los espléndidos dibujos de
Tha, Absurdus Delirium merece un lugar en la estantería. Quizá
junto al Idees Noires de Franquín.
THA.
Joseph August
Tharrats Pascual nace el 2 de Octubre de 1956 en Barcelona. A los 15
años comienza su carrera profesional como dibujante, en la revista
catalana Patufet. Después, se dedicará durante un tiempo a
entintar Mortadelo y Filemón, de Francisco Ibáñez. En 1974
comienza a trabajar para TBO, donde permanecería cuatro años, con
el western “Historias de Fort Baby”. En 1979 se
une a Primeras Noticias, revista comandada por su hermano
pequeño, Joan, ya por entonces T.P. Bigart. Ese mismo año debuta en
El Papus con “Momentos”.
De 1981 a 1986
trabaja para El Jueves, y desde 1986 trabaja directamente para la
publicación francesa Fluide Glacial, con la serie “Absurdus
Delirium”, que su hermano y él crean en 1982. El trabajo de Tha ha sido
publicado por la editorial El Jueves en sucesivos recopilatorios:
Ciclo XXI: Odisea cotidiana, El miércoles, mercado, Secta juevática,
Guía de la Salud y Segundos Auxilios, Nuevo Kamasutra, y los cuatro
tomos de Qué Gente, siempre con guiones de Bigart.
También han sido
recopiladas en un solo tomo sus historias de ciencia ficción La
guerra de los dioses, sobre guiones del novelista Andreu Martín y
publicado previamente como serial en la revista Cimoc. En esta
revista publica también, en 1984 otra de sus series más celebradas:
“Historias Frías”, sobre guiones del argentino Jorge Zentner, y unas
pocas historias cortas (media página) bajo el título “Ergo”.
Tha ha publicado su
trabajo en otras revistas, como Rambla, Cairo, Titanic, Mata Ratos,
La Oca, TBO 2000, El Habichuelo, National Show, Cul de Sac, Complot
y como ilustrador en Penthouse, Círculo de Lectores, La Magrana,
Planeta, Vicens Vives, Cruïlla (ilustraciones para libros de texto).
De su labor como
ilustrador cabe destacar El cas misteriós del Dr. Jekill i Mr. Hyde
(1982), Frankenstein (1982-1984), La matèria dels somnis
(Jaume Fuster, 1986), Robinson Crusoe (1986), Miquel Strogoff
(1987), Joves monstres (1989) para el sello La Magrana;
Silenci capità (Josep Vallverdú, 1993), Lior. (Núria Pradas,
1995), para Cruilla; Salvemos la Antártida. (Andreu Martín-JuanjoSarto,
1988), S.O.S. Canguros (Andreu Martín-Juanjo Sarto, 1988),
Infierno forestal. (Andreu Martín-Juanjo Sarto, 1988), para Círculo
de Lectores; De ratones y hombres, de J. Steinbeck (1994), para
Vicens-Vives, y otros.
Además de realizar
carteles, story boards para publicidad o trabajos para la UNESCO, ha
colaborado con los estudios Dreamworks en el diseño de personajes del
film Spirit (2002). Es Profesor Honorífico de Humor por la
Universidad de Alcalá de Henares
Como August
Tharrats se le puede encontrar a menudo sentado al piano en clubes y
festivales de jazz, habiendo formado parte de Blueswing (con su hermano
Joan al clarinete y batería) y de Blus Reunion (con Big Mama) y,
actualmente, con su propio grupo: Txel Sust & August Tharrats Trio.
Joan Tharrats
Joan
Tharrats Pascual nace en Barcelona, en 1958. Licenciado en Psicología y
profesor de Ficción Televisiva (y otras cosas) en la facultad de
Ciencias de la Comunicación de la Universitat Ramón Llull, imparte
además diversos cursos de pre y posgrado y masteres de guión en la
Universidad Internacional Menéndez Pelayo (Fundación para la
Investigación Audiovisual) y en otros centros.
Comenzó en el mundo
del cómic firmando como T.P. Bigart. En 1982 crea, junto a Rafa Vaquer,
el personaje Johnny Roqueta, para la revista Cul de Sac, pasando
el personaje a publicarse en El Jueves desde el año siguiente.
Será coautor, junto con su hermano August (Tha), de ¡Qué Gente!,
Ciclo XXI: Odisea cotidiana, Absurdus Delirium, y de otros libros
como El sentido de la vida (seriado en El Jueves) o
Cuentos Corrientes.
Ha publicado en
revistas como TBO, El Papus, Primeras Noticias (de la que fue
director), Cul de Sac, HdiosO, Rambla, etc. Además, ha realizado
guiones para radio y televisión (Psico-Express, Dinamita y
otros), y colabora en el diario Avui (secciones La mirada
y És el que hi ha... en el suplemento L'Avui Diumenge),
habiendo escrito artículos para diferentes publicaciones.
Profesor Honorífico
de Humor por la Universidad de Alcalá de Henares, de vez en cuando
cuelga la toga y coge el saxofón.
NOTAS
1.
Siguiendo con este juego de opuestos, podríamos muy bien seguir
deconstruyendo el título del álbum, y afirmar que las historias
contadas por los Tharrats tienen más de cotidianas que de
delirantes, si bien se trata de una cotidianeidad perversa.
2.No
encontramos en estas páginas un surrealismo “a la Schuiten”,
en el que varias realidades se mezclan y entretejen en un cosmos
aparentemente ordenado para dar lugar a un mundo imposible, pero
desquiciantemente exacto. No hay nada matemático en estas historias
de los Tharrats. Si en los mundos de Schuiten la propia estructura
de lo real se exhibe como parte de la historia, aquí esta estructura
desaparece a favor de un ambiente de cotidianeidad que hace al
lector cómplice desde la primera viñeta, siendo envenenados por el
corrosivo mensaje de las historias casi sin darnos cuenta.
3.
Entre otras, por ejemplo, “El Gulípago”, de Espinosa, contemporáneo
de Tha y que bien mereciera una recopilación.
4.
Con permiso de Jordi Bianciotto.
5.
En esta serie encontramos a un Tha más domesticado, que se pone al
servicio de la narración, haciéndose más cinematográfico y
coherente, pero también menos arriesgado, y, pese a su innegable
calidad, quizá no tan interesante (desde un punto de vista
gráfico)como en aquellas primeras historias. Curiosamente, Zentner
comenta cómo, cuando cuando Tha y él abordan la serie, una de las
principales motivaciones proviene del interés de Tha por “dibujar
cosas nuevas”.
6.
La sobreelaboración de la que hablamos en este primer Tha sólo lo es
en comparación con la mayor estilización hacia la que evoluciona
posteriormente. Las páginas de Tha distan mucho de estar recargadas.
Forman parte de una estética que encontramos también en la obra
contemporánea de otros autores. Podrían hallarse parecidas etapas
formales en, por ejemplo, el coetáneo El último recreo, de
Horacio Altuna, de estilo, por otra parte, bastante alejado al de
Tha.
7.
Da la impresión de existir una Escuela Catalana que se caracteriza
por el uso de la línea como elemento compositivo, que supera su
carácter subsidiario con respecto a aquello que representa. Una
escuela que trasciende además las fronteras del dibujo de cómic, y
que arroja parentescos insospechados, entre las páginas de un Ferry,
o los croquis y proyectos de un Miralles (curiosamente coetáneo de
todos los anteriores).
8.
El trazo de Tha o Ferry es algo que muchos hemos conocido también,
indirectamente, a través de sus influencias en otros autores, como
Jordi Sempere (n. 1963)
9.
No es la primera vez que Paco Mir prologa Absurdus Delirium.
En la primera recopilación (Editorial Complot, 1988), decía, sobre
Tha y Joan Tharrats:
"... Desde hace
casi diez años no hay merienda de negocios que celebre con THA y TP.
BIGART (Quatricomía-4 con SIRVENT) que no acabe con la casi
materialización de algún sueño imposible: hacer revistas. crear
editoriales, escribir guiones de teatro, series de televisión, crear
una Big-band, dejarlo todo y dar la vuelta al mundo en velero,
comprar croissants... A veces, quizás los efectos de un café
demasiado cargado o de una ensaimada con más rollo, nos vemos
sorprendentemente implicados en el desarrollo de estos proyectos y
entonces las meriendas se alargan hasta los desayunos y la tinta
china acaba siendo café con leche. Es en estas horas cuando cada uno
intenta convencer de la música idónea para dibujar o de la ultima
innovación gráfica en una revista extranjera; THA vocaliza pasajes
de Jazz y TP. BIGART desde el sillón del rincón recomienda
escritores mientras acumula guiones (...)y entonces crean cosas como
este ABSURDUS DELIRIUM, páginas que al abrirlas te dan la sensación
de estar troqueladas a tamaño natural y en las que bastaría un salto
para alucinar junto a sus protagonistas. Un libro como este no
debería encuadernarse convencionalmente, tendría que estar unido con
anillas de forma que, por mucho que girases las páginas nunca se
acabasen; o vender versiones de cien mil páginas o algo así. Se lo
diré en la próxima merienda”.
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